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con mayor fuerza y tenazidad que si hubieran sido prudentemente mezclados y confundidos. Aumentaban este mal la natural perseverancia con que los hombres del Nuevo-Mundo mantienen sin modificacion sensible las inclinaciones y costumbres que (con pequeñas diferencias en las diversas tribus) caracterizan la raza entera de ellos, y ese sistema uniforme, quieto y triste de la teocracia americana; la cual, como todos los gobiernos religiosos, hizo mui poco para dar valor á la naturaleza del hombre, perfeccionando su razon y sus costumbres. Los misioneros pudieron pues impedir á los indígenas el continnar ciertas prácticas esteriores; pero la fuerza y disciplina que para ello bastaban, no alcanzaron á sustituir nuevas ideas á las antiguas, borrando los recuerdos y las tradiciones. El indio reducido y sedentario fué tan poco cristiano como el indio independiente y vagabundo. Hombres á quienes la civilizacion no habia modificado, uno y otro eran llevados por instinto al culto de la naturaleza, á aquel culto sin ídolos, cuyo templo pusieron los pueblos primitivos por do quiera, en la gruta, en el valle, en la montaña.

Necesario, ó por lo ménos justo era que las asociaciones religiosas espiasen los males que habian hecho al mundo en nombre de la religion, abogando ante los reyes por la causa de los indios, resistiendo á la violencia de los encomenderos, deteniendo la efusion de sangre derramada en la conquista, reuniendo las tribus errantes en pequeñas poblaciones y dándoles ideas acerca de la vida y de la disciplina de los pueblos cultos. Esto hicieron los misioneros; pero una vez asentados los fundamentos de la asociacion civil, su ministerio fué perjudicial, tanto al desarrollo y progreso de la sociedad, como á la mejora de los individuos. « Tales han sido los efectos de aquel sistema, dice Humboldt, que los indios han quedado en una situacion poco diferente de la que tenian cuando sus>> habitaciones no estaban todavía reunidas en torno de la del misionero. >>

Mas por grandes que hayan sido los abusos nacidos del sistema en sí mismo y del carácter particular de los que lo plantearon, debemos deplorar su completa destruccion; mayormente cuando no se le ha reemplazado con ningun otro capaz de llenar el vacío que ha dejado. Desgraciada raza indígena ! La independencia y la libertad, conquistadas en beneficio de todos por las colonias antes

españolas, han sido árboles sin fruto ó de fruto venenoso para ella. Verdad es que los misioneros la oprimian, pero tambien la conservaban; al paso que vejada, estafada, escarnecida en estos últimos tiempos por las autoridades civiles, y apocada por las guerras y las enfermedades, se acerca mas y mas cada dia al término de su existencia. Baste decir que la poblacion indígena de las misiones del alto y bajo Orinoco, que á principios del siglo XIX era de veinte y un mil treinta y cuatro almas, hoi está reducida á siete mil quinientas una. ¡ Pluguiese á Dios que el gobierno republicano que rige actualmente aquel hermoso pais cuidase como debe de conservar y mejorar las tristes reliquias indianas que han sobrevivido á la conquista, al régimen monacal, á las pestes y á la guerra de la independencia! (19)

Y con esto, habiendo dado fin á la historia de las misiones, nada mas tenemos que contar de la reduccion de Venezuela, que ellas completaron por medios enteramente pacíficos.

Desde el año 1600 en que Oviedo dejó su historia, hasta el de 1797 á que llevamos la nuestra, la paz del pais no fué alterada por ningun acontecimiento de general importancia, si no es algunos ataques aislados y sin mayores consecuencias, hechos á diferentes ciudades de Venezuela por franceses ó ingleses, cuando unos ú otros estaban en guerra con España. Dos vezes fueron rechazados de Cumaná los primeros, una en 1654, otra en 1657. Mas afortunados en Caracas, la saquearon en 1679, retirándose con un gran botin á sus bajeles. Por su parte los segundos intentaron en vano un asalto á la Guaira y á Puerto-Cabello por los años 1759 y 1745, siendo rechazados con pérdida de ambos puertos, del mismo modo que lo habian sido ya en Angostura el año 1740. Pero generalmente hablando, aunque la metrópoli estuviese agitada por diversas causas, sustentase guerras, formase alianzas, perdiese ó recuperase territorios, Venezuela permaneció tranquila gozando su larga paz de dos siglos; á lo cual contribuia el ser pobre y no escitar la codicia de los enemigos de España, cuyos ojos y manos no se movian con fuerza sino tras las ricas flotas del Perú y de Méjico. Por de contado, cuando en la mísera madre patria se apocaba el poderío, la riqueza, el saber; cuando la indolencia ó la imbecilidad de sus reyes la conducia al abismo de humillacion y de miseria á que no debió jamas llegar, era imposible que la colonia dejase de sentir

los efectos de tan lastimoso desgobierno, pues, rama de aquel tronco tan robusto y sano en otros tiempos, con él debia medrar ó aniquilarse.

La historia, pues, en el intermedio que hemos indicado no puede hallarse sino en la marcha progresiva de las instituciones de todo género que se establecieron en el pais: y por eso las recorreremos luego rápidamente, para dar una idea del estado en que se hallaba á fines del siglo XVIII la capitanía general de Venezuela; que así vino á llamarse el terreno que ocupa en el dia la república del mismo nombre.

La gobernacion de Venezuela, que en su origen comprendia solamente la tierra que media entre Maracapana y el cabo de la Vela, abarcó despues mayores límites hasta poseer bajo la denominacion de Capitanía general, muchas comarcas importantes por su estension y fertilidad. Estas vamos á enumerar. La provincia de Carácas, era una de las mas ricas y estensas, y en ella estaban incluidas las que hoi decimos de Coro, Barquisimeto y Carabobo. La de Cumaná, que comprendia en su territorio la actual de Barcelona. La de Guayana, que hasta 1768 estuvo unida á Cumaná. La de Maracaibo, dependiente al principio de la gobernacion de Venezuela, despues de Mérida, que era provincia granadina desde la conquista. Mas como el ser puerto y estar en una situacion ventajosa ofrecian al comercio y á la administracion pública grandes conveniencias, llegó á ser Maracaibo poco despues capital del gobierno de su nombre, y en él estaban incluidas las actuales provincias de Mérida y Trujillo. La de Barínas, en fin, cuyo territorio pertenecia á los gobiernos de Maracaibo y Venezuela, y que fué creada en 1787, comprendiendo la mayor parte de las llanuras que forman al presente la provincia de Apure. A estas comarcas deben añadirse la isla de Margarita, que tenia un gobernador particular, y la de Trinidad, que caia dentro de la jurisdiccion de la capitanía general, hasta que á principios de 1797 fué ocupada por los ingleses.

Estos diversos distritos y gobiernos pertenecieron algun tiempo al vireinato de la Nueva Granada. A él fueron agregados Maracaibo por medio de su union con Mérida en 1678; Guayana, Cumaná Y sus dependencias en 1594; Caracas en 1748; pero erigida en 4754 la capitanía general de Venezuela, quedaron separados todos ellos, escepto el primero que no se le incorporó definitivamente sino en 1777. Los lindes terrestres de este vasto pais no están aun bien de

terminados, ni jamas lo estuvieron. Mas de cuarenta años emplearon varias comisiones pagadas por el gobierno español, en fijar los de sus posesiones americanas, vecinas de otras estranjeras, y nada dejaron decidido. Por lo que respecta á las tierras de Venezuela que parten términos con la Nueva Granada, originaron en ellas tal desórden los frecuentes cambios de jurisdiccion, que hoi mismo son sus límites asunto de difíciles y enmarañadas controversias entre los distintos gobiernos republicanos que se han levantado sobre las antiguas colonias españolas. No podemos entrar en ellas nosotros sin salir del plan que nos hemos propuesto, y por tanto solamente diremos que el territorio de la antigua capitanía general, abarcaba treinta y cinco mil novecientas cincuenta y una leguas cuadradas (20) con arreglo á los términos que reconocian y respetaban los dos gobiernos. Tenia por límites al norte el Océano atlántico y el mar de las Antillas, al sur el imperio del Brasil, contiguo á la provincia de Guayana, al poniente la Guayana inglesa, que tambien linda con la venezolana, y últimamente al ocaso la Nueva Granada, confinante con las provincias de Maracaibo, Mérida, Apure y Guayana (24).

CAPÍTULO XV.

Organizacion religiosa, política, judicial y de hacienda de la capitanía general de Venezuela.

La famosa donacion que hizo el papa Alejandro VI á los reyes Católicos, imponia á estos la obligacion de convertir á la fe cristiana los bárbaros de las regiones que se fuesen descubriendo en el nuevo hemisferio ; y tanto por cumplirla, cuanto por llenar un deseo de su propio corazon, quiso desde mui temprano la magnánima Isabel, que la religion marchase en la conquista al lado de las armas. Pero en las islas americanas no pudo impedir el sacerdote la crueldad desapiadada del guerrero en el continente, donde mas activo que la codicia, quiso plantear primero sus pacíficos reales, perdió su tiempo y derramó su sangre en vano; y cuando anas tarde se abrió en él por sí solo un camino, ó siguió el rastro de los conquistadores, nada mas hizo que suspender la guerra, sin alcanzar gran cosa en la instruccion cristiana de las tribus. El hecho es tan cierto, que está corroborado por las mismas leyes españolas, generalmente favorables á los indígenas, y por muchas disposiciones eclesiásticas que demuestran la poca confianza que se tenia en su ilustracion religiosa, mucho tiempo despues de la conquista.

Un concilio provincial reunido en Lima declaró que los indios debian ser escluidos del sacramento de la Eucaristía; y aunque Paulo III en su célebre bula de 1557 decidió que como criaturas racionales tenian derecho á todos los bienes del cristianismo, mas de dos siglos despues se hallaban con trabajo algunos dignos por su instruccion de obtenerlos. Escluyóseles, como tambien á los mestizos, del presbiterado y de las órdenes religiosas en todas las colonias españolas, y fué inútil que Felipe II, Cárlos II, Felipe V y Cárlos III revocasen tan injusta disposicion en distintas épocas. del modo mas terminante y preciso; pues en mui pocas provincias de América se dió cumplimiento al mandato de los reyes. ¡ Tanta era la ojeriza con que los españoles y sus descendientes veian á los

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