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decretó por las audiencias en América la pena de último suplicio; y mui pocas cayó sobre el buen nombre de aquellos respetables cuerpos mancha deshonrosa; mas la lenidad de sus juicios y su rectitud podian disminuir el mal, no remediarlo, siendo así que la lei lo autorizaba.

Por desgracia este órden de cosas, unido á la incomunicacion de los venezolanos con el resto del mundo, y á su inmovilidad intelectual, los inclinó á un vicio funesto al sosiego interior de la república y á la moralidad de las costumbres; cual fué el de los enredos y marañas forenses. Al cual se dieron en tal disposicion, que segun refiere Depons, los ciudadanos podian dividirse bajo el respecto judicial en una clase que se arruinaba con los pleitos y otra que se enriquecia con ellos, asegurando que en Carácas solamente habia mas de dos mil personas que sacaban por oficio su subsistencia de la fortuna de los litigantes, sin contar el crecido número de estos. Esta inclinacion maligna y aborrecible era mui fuerte en otras provincias ménos pobladas, donde por lo mismo el mal que producia venia á ser mayor y mas funesto. Así se veia en ellas un número considerable de hombres despolvorando archivos y buscando piezas viejas en que fundar demandas, á tiempo que otros fomentaban la division entre las familias, y muchos con una lijerísima instruccion ó comunmente sin ella, se metian á pendolistas y hacian eternos y ruinosos los pleitos, envolviendo en tinieblas las causas claras y sencillas; verdadera polilla de la sociedad, mas perjudicial que el hambre y que las pestes. Por fortuna habiéndose mejorado la administracion de justicia por efecto de la revolucion americana, ha cesado algun tanto aquella aficion peligrosa á la par que cruel, y ́abiertas á todos los habitantes sin distincion las puertas del saber y de los honores, en vez de degradar sus buenas disposiciones naturales, las dedican hoi con mas cordura y provecho al noble estudio de las ciencias (28).

CAPÍTULO XVI.

Poblacion.

La poblacion de Venezuela era tan heterogénea como sus leyes. Hallábase dividida en clases distintas, no por meros accidentes, sino por el alto valladar de las leyes y de las costumbres. Habia españoles, criollos, gentes de color libres, esclavos é indios.

Los primeros ó iban al pais encargados de algun empleo, ó simplemente á comerciar; aquellos por lo comun ignorantes, orgullosos, despreciadores de los americanos; estos no mas instruidos, pero buenos, laboriosos, puros como el oro. Pocos en número, porque la política del gobierno puso trabas por mucho tiempo á la emigracion europea, acaso en la persuasion de que las colonias despoblaban á España, pues no pueden esplicarse de otro modo las severas prohibiciones que existian de pasar á Indias sin permiso. No se acordaba este fácilmente, ni por un tiempo indefinido. Era preciso probar que el viaje tenia un objeto mercantil; someterse á volver al cabo de dos años, que era el término ordinario de las licencias; hacer una informacion de buena vida y costumbres, segun una real cédula de 1584; no haber comparecido nunca como acusado ante la Inquisicion; ni ser hijo ó nieto de alguna desgraciada víctima de aquel cruento tribunal. Estos embarazos fueron causa de la insignificante emigracion de peninsulares á Costa-firme, con perjuicio de las colonias y de la madre patria; si bien produjeron el escelente efecto de cerrar la entrada de aquellas á gente estragada ó malhechora tal como la que poblaba comunmente los establecimientos ultramarinos de otras naciones, en poco menos convertidos que en presidios, y depósito de impurezas.

Verdad es que aunque pocos españoles, ántes de los últimos veinte años del siglo XVIII, obtenian licencia para domiciliarse en América, los mas que iban se quedaban, llevados de la dulzura del clima, de la facilidad de enriquecerse y de aquella propension á la vida sosegada que los franceses llaman desidia y pereza, tal vez porque

dista mucho de su aturdida actividad. Generalmente eran catalanes y vizcainos los peninsulares que abundaban en Venezuela, la mayor parte de unos y de otros aplicados al comercio, mui poco á la agricultura todos ellos exactos en sus pagos, fieles en sus promesas, modelos de honradez y de severas costumbres. Tan sobresalientes cualidades, y el ser mas industriosos, sobrios y económicos que los americanos, fácilmente les ganaban el afecto de las mujeres, y en tanto grado, que por lo comun hallaba esposa bella y rica el español antes de haber asegurado una decente subsistencia. Hecho indudable es este, que refieren los viajeros que en diversas épocas han visitado la América, que las tradiciones demuestran y que hoi mismo hacen patente las costumbres. « Las parcialidades, dicen Don « Jorje Juan y Ulloa (29), las parcialidades y bandos entre europeos « y criollos que se notan en todo, proceden de la demasiada pre« suncion y vanidad de estos últimos, y del miserable estado en que << comunmente llegan los europeos. Como á pesar de esto, con la << ayuda de amigos y parientes y á costa de su trabajo y aplicacion se « ponen presto en estado de casarse con las señoras mas encopeta« das, los criollos, que se suponen de las mejores familias de Espa« ña, murmuran, y estas murmuraciones dan lugar á que se saque « á relucir el verdadero orígen de los murmuradores. »

Mas el motivo de las pendencias que efectivamente habia entre unos y otros, y el de la ojeriza con que á pesar de sus connotaciones se miraban, provenia tambien de la casi esclusiva preferencia que sobre el criollo daba siempre el gobierno al español para los empleos de honor y lucrativos de las colonias. Las leyes no establecian diferencias; por el contrario, tanto ellas como muchas reales cédulas recomendaban la provision de los destinos indistintamente en peninsulares y americanos. Mas en la práctica era otra cosa. Así nos lo dicen verídicos autores, y lo que es mas, la historia gencral de América fundada en documentos auténticos. Por aquellos sabemos que hasta el año de 1637 se habian nombrado para las indias españolas trescientos sesenta y nueve obispos, de los cuales solo doce criollos; y que desde el tiempo de la conquista hasta 1840, sobre ciento sesenta y seis vireyes y quinientos ochenta y ocho capitanes generales, gobernadores y presidentes, hubo diez y ocho américanos. Y acaso obtuvieron tan rara distincion por haber sido educados en España; cosa que, para decirlo de una vez, se conseguia difícilmente, siendo necesario un permiso espreso del rei. La

segunda refiere, que entre veinte y cinco prelados que tuvo Venezuela hasta 1770, tres eran americanos, ninguno natural de la provincia. Finalmente, esto último debe decirse respecto de cincuenta y nueve gobernadores y capitanes generales que rigieron el pais hasta el año 1790.

No era por cierto tan grande la diferencia en los demas empleos de la iglesia, en los del foro, la milicia y la administracion pública; pero por mas natural que se considere la espantadiza desconfianza de la corte, no por eso dejaban de hallarla injusta, y con razon, los hijos de América. Irritábanse de ella tanto mas, cuanto que generalmente eran mui superiores por sus conocimientos (con ser tan pequeños) á la generalidad de los peninsulares que el comercio ó el favor del gobierno llevaban á su tierra. El lujo de los empleados españoles, que en vano se esforzaban á igualar, contribuia á inspirarles contra ellos una aversion que tenia mucho de envidia a; y no poca entraba, para rematar la enemistad, en los zelos con que veian la constante prosperidad comercial de los peninsulares, y la influencia que en el pais, mal grado suyo, adquirian por su riqueza y buen comportamiento.

Mas no se crea por esto que el criollo carecia de importancia social, ni que, como dice Robertson, abatido en él todo vigor y toda actividad, consumiese su vida en el fausto, en la molicie y entregado á las prácticas de una vergonzosa supersticion.

La vanidad era efecto de su posicion, mas que de su carácter; pues allí donde hai distinciones no merecidas existe siempre, y con su ostentacion se consuelan los que no pueden alcanzar los objetos de una noble ambicion. Es la vanidad vicio de los pueblos regidos. por gobiernos absolutos, donde la sociedad está dividida en clases; donde el premio se reparte segun ellas, no por el mérito; donde el mayor favor, la mas brillante apariencia, la mas ilustre alcurnia son los únicos títulos con que se obtiene la consideracion y el poderío. Esto esplica por qué el americano, idólatra de su patria, mal hallado con el sistema de la metrópoli y zeloso de los peninsulares, se esforzaba sin embargo en hacer derivar de ellos su prosapia, y andaba siempre à vueltas con el árbol genealógico y otras bagatelas de nobleza hereditaria; si bien no faltaban entre ellos unos pocos que por pique, necesidad ó mas fundado orgullo se hacian descender de los antiguos caciques de la tierra. No eran mas supersticiosos los americanos que los españoles; ni podian serlo, pesando sobre unos y otros

HIST. ANT.

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igualmente la inquisicion, la intolerancia religiosa y la ignorancia. Ménos industriosos, sí, ménos activos, mas entregados á la vida holgada é indolente de los climas equinocciales. Mal era este debido á la tierra, pródiga en mantenimientos de fácil adquisicion ; á la nota de vileza que caia sobre el blanco que se dedicaba á las artes mecánicas; á la poca estension y muchas trabas que tenia el comercio marítimo; á la nulidad del interior; á la manía de empleos que engendra la mezquina política de un gobierno suspicaz, enemigo de los progresos sociales; y últimamente á la escasez de instrucion en las clases mas elevadas, así como en las mas humildes de la sociedad. Mas á pesar de todo, el criollo, en la acepcion mas lata que esta palabra tenia en otros tiempos, es á saber, el descendiente blanco de europeo, ha tenido siempre merecido renombre de hospitalario, generoso, dulce y atento: con capazidad mucha y valeroso.

Entre ellos no babia en Venezuela sino seis títulos de Castilla, tres marqueses y tres condes. Todos eran cultivadores, militares, clérigos, frailes, empleados en rentas ó en los tribunales; mui pocos negociantes. Las artes útiles á la comodidad de la vida y las liberales, desestimadas como serviles, eran abandonadas á una clase estimable y numerosa que las preocupaciones privaban de consideracion Y de respeto, aunque digna por muchos títulos de obtener uno y otra.

Esta era la de los pardos libres ó gentes de color, como decian, mezcla del europeo, del criollo ó del indio con el africano, y las derivaciones de esa mezcla; clase intermedia entre el esclavo y el colono español, y que contenia con diversas denominaciones una larga escala de colores, hasta que estos, despues de muchas generaciones, se confundian con el de la raza de los conquistadores, y participaban de sus privilegios. Es numerosa en Venezuela, porque allí, como en todos los países de América, el blanco mezcló gustosamente su sangre con la del África en fáciles é ilegítimos placeres, y porque tanto la religion como las leyes y las costumbres, favorecieron la manumision á que el amor inclinaba. Así fué que en las colonias españolas hubo en breve mas libertos y descendientes de ellos que esclavos.

Estos, como se sabe, fueron introducidos en el Nuevo-Mundo con el pretesto de conservar la raza indígena, y verdaderamente por especulacion, necesitando los colonos gente mas briosa y fuerte para el trabajo del campo y de las miras, que lo eran los indíge

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