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comodidades y encantos de la ciudad culta? Sabemos que el motivo de la lei fué benéfico, pues temia la corrupcion de las grandes poblaciones, y los muchos tormentos que le habrian hecho sufrir los otros habitantes; mas hubiera sido bueno evitar el estremo peligroso de un completo aislamiento, avecindando en sus pueblos cierto número de familtas de otras razas, con cuyo ejemplo y trato aprendieran ideas, usos y costumbres diferentes. De este modo se habrian conseguido dos objetos importantes: uno llevarlos insensiblemente á gustar de la sociedad; otro darles algunos defensores contra la tiranía de los que, viéndolos solos, los trataban cual pudieran á fieras. Mas es ya tardía esta queja, y aun inútil será, si no sirve el mal pasado de saludable escarmiento; si continúan abandonados los indios á la merced de los inhumanos que hoi los acaban con las mismas vejaciones de otros tiempos; si en fin los gobiernos republicanos de América se desmienten de sus principios, no poniendo al mal oportuno remedio, como lo piden la humanidad y la justicia.

Estos desgraciados que acabamos de describir en sus imperfectas relaciones con la sociedad colonial, componian la última de sus clases, si tal puede llamarse una que existia, por decirlo así, fuera de ella, sin influir de modo alguno en sus modificaciones y cambios, como cuerpo heterogéneo, de movimiento y vida diferentes.

Aquí deberíamos pues concluir la enumeracion de los habitantes de la antigua Venezuela, si no fuera conveniente decir una palabra acerca del sistema adoptado por el gobierno español para impedir la entrada de los estranjeros en el territorio de sus colonias; y esto con el fin de que se vea hasta qué punto cuidaba de mantenerlas separadas de toda comunicacion y trato con los europeos. Siendo la primera condicion que se exigia para conceder permiso de pasar á América la de ser español, dicho se está que ningun estranjero penetraba en Venezuela, legalmente á lo menos. En todo el tiempo que abraza nuestra historia se siguió severamente este sistema con pocas escepciones de individuos, que á favor de engaños ó por disimulo de las autoridades, se establecian en el pais. Esto duró hasta que una cédula de 1801 autorizó al consejo de Indias para conceder á los estranjeros el permiso de pasar á América, mediante un derecho que impondria segun las circunstancias y el objeto del viaje. La misma dédula exigia una crecida cantidad á los que quisiesen residir en las colonias, y el doble de ella á los que ademas desea

sen naturalizarse. Grande alteracion era esta sin duda, y un paso mui avanzado hacia un órden de cosas mas liberal y conveniente que el antiguo; pero en sustancia poco decisivo. Porque las costumbres públicas rechazaban con tanta tenazidad á los estranjeros, que para mantenerse en la tierra era preciso, ó vivir ignorado en la oscuridad y la miseria, ó comprar con humillaciones y prodigalidades el sosiego que de un momento á otro podia turbar una delacion dada á los comisarios del Santo Oficio, ó á las autoridades civiles; siendo entónces mui válida en la opinion popular, la idea de que era hereje y revolvedor todo hombre nacido fuera de America ó de España. Así pues, para nada tenemos que contar la influència estranjera en Venezuela hasta fines del siglo XVIII y primeros años del siguiente, siendo insignificante, ó por mejor decir nulo, el número de europeos establecidos en ella ademas de los peninsulares.

El de las clases sociales del pais en el mismo tiempo, poco mas ó ménos, no está perfectamente averiguado. La falta de censos generales ha hecho hasta ahora imposible un cálculo exacto; si bien Humboldt y Bompland parecen haberse aproximado mucho á la verdad en las observaciones que sobre este punto hicieron en su viaje á Venezuela, consultando algunos censos parciales, las relaciones de curas y misioneros, varios datos estadísticos de consumos, comercio y agricultura, y los informes de diferentes empleados en el ramo de hacienda y otras personas inteligentes en la materia. Admitiendo pues el resultado que obtuvieron aquellos viajeros, si no como exacto, por lo menos como bastantemente verisímil, la capitanía general de Venezuela tenia en los primeros años del siglo xix obra de ochocientos mil habitantes, de los cuales eran blancos nacidos en Europa doce mil, blancos hispano-americanos ó criollos doscientos mil, de castas mistas ó gentes de color cuatrocientos seis mil, esclavos negros sesenta y dos mil, indios de raza pura ciento veinte mil, y entre estos últimos ochenta y nueve mil en las solas provincias de Cumaná, Barcelona y Guayana, y diez mil independientes en el delta del Orinoco y en los montes (54).

CAPÍTULO XVII.

Agricultura.

A consecuencia del principio reconocido por el gobierno y los publicistas españoles de que la América pertenecia en propiedad á la corona, no solo conquistó esta la tierra, sino que la repartió entre sus vasallos, cual pudiera haberlo hecho con bienes mostrencos. Injusto era ; pero así debió suceder en un pais sin cultivo ni ciudades, donde la mayor parte de las tribus andaban errantes, sin aficion al trabajo, sin ideas de la propiedad territorial, y donde al fin, ó se apocaron lastimosamente o perecieron.

Pródigos fueron los reyes en la concesion de tierras á los conquistadores, ó mas bien en la confirmacion de las que estos se tomaban para sí en las mejores y mas pobladas comarcas. Ya hemos visto la marcha que siguieron las encomiendas dadas al principio solo á pocas personas con domicilio fijo en los lugares, despues á todos indistintamente, por último á los conquistadores y pobladores por dos vidas. Esta circunstancia sin embargo hacia volver á la - corona las encomiendas, pasado un cierto número de años, y con este motivo las propiedades realengas se aumentaban ó nuevas concesiones las ponian en otras manos, sin que de este trasiego sacase nadie provecho, sino era el rei y sus ministros. Gran daño, al contrario, resultaba de ello á los indios, los cuales trabajaban como bestias para diversos señores, atentos solo á sacar pronto partido de unas haciendas que no debian pertenecerles mucho tiempo. Cuando este mal cesó en 1687, fué necesario pensar en otros medios de cultivo, y ántes de todo en dar á las propiedades una consistencia legal que asegurando á los dueños el fruto de su trabajo, los estimulase á seguirlo con mayor esfuerzo; pero los gobernadcres que hasta mui entrado el siglo XVIII habian tenido facultad para conceder tierras, mediante la presentacion de los cabildos, fueron privados de tan importante atribucion en 1755. El objeto de esta torpe medida era llevar á la corte solicitudes y litigios, que

son el alimento de covachuelistas y curiales; y ni eso se logró, porque el temor á las dilaciones, dispendios y peligros del viaje retrajo de él á los venezolanos, los cuales ó se pasaron sin tierras, las poseyeron sin títulos bastantes con perjuicio de sus descendien

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Duró esto algunos años, si bien no tantos como hubiera durado á haber salido bien el pensar de la codicia fiscal; pero burlada esta en sus intentos, hubo de cometer á las audiencias por cédula de 1754 la concesion definitiva de tierras, ordenando al mismo tiempo que se presentasen á los delegados del tribunal los títulos con que se estaban poseyendo. Si habian sido concedidos por los gobernadores, quedaban refrendados, con tal que el poscedor se hubiese mantenido dentro de sus límites; mas si estos se hallaban traspasados, quedaba el propietario sujeto á comprar al rei el terreno usurpado, ó á perderlo con las mejoras y frutos que tuviese.

Cuán pobre fuese la cultura del suelo venezolano en los primeros años de la conquista, lo hemos visto ya en el lugar donde dijimos como entregado en manos de los rudos y perezosos indígenas, bastaba apénas para el sustento de los colonos. Ninguna produccion de útil comercio se pidió entónces á la tierra; que el afan era saber del oro, y única industria el buscarlo. A este anhelo por enriquecer prontamente con los metales preciosos, se unió la pesquería de perlas, donde á millares perecieron los indios. Contemporáneo de estos males fué el salteamiento de indígenas y el tráfico que se hizo de ellos en toda la costa, principalmente en Maracapana, Cumaná, Araya y Cubagua, factorías de aquel comercio vil. Mas los veneros de oro tan buscados fueron humo vano, costosa mas que útil la afamada pesquería, y los esclavos hubieron de acabarse con la despoblacion y la vigilancia del gobierno; resultando de aquí que por no abandonar la tierra, fué preciso desistir de buscar riquezas por medios diferentes de la agricultura.

De todos los frutos americanos útiles para el comercio de Europa, el primero que se cultivó en Venezuela fué el cacao; almendra sabrosa y nutritiva cuyo uso conocian desde tiempo inmemorial los mejicanos. De estos lo aprendieron los españoles, y su consumo se hizo luego tan general, que pronto llegó á ser para el antigno mundo objeto de necesidad, y para el nuevo uno de esportacion mui precioso.

Mas adelante veremos cuáles fueron los erroneos principios eco

nómicos que siguió el gobierno español en el establecimiento del comercio esclusivo con las colonias, y sus malos resultados; pues ahora lo que importa es saber que el cultivo del cacao en Venezuela fué fomentado por los holandeses establecidos en Curazao, recibiéndolo España por su mano y la de otras naciones europeas, hasta los primeros años del siglo XVIII. Tan entregada se hallaba la madre patria al comercio con las otras colonias ricas de oro y plata, y tan olvidada estaba la Costa-firme á causa de la pobreza de sus productos, que hasta aquel tiempo no representó este pais papel ninguno en el sistema mercantil del Nuevo-Mundo. Apénas se creerá, pero ello es cierto que desde 1700 á 1728 no pasaron de cinco los navíos que á él fueron de España, y que desde 1706 hasta 1724 no hizo viaje para la Península una sola embarcacion. Realmente Venezuela fué patrimonio de los holandeses, hasta que en 1728 pasó á serlo de la compañía llamada Guipuzcoana, favorecida por la corte con el privilegio de hacer esclusivamente su comercio. Júzguese ahora cuán poco le interesaba al gobierno la conservacion del monopolio por su propia cuenta, cuando se desistió de él en favor de particulares, echando en olvido los principios que hasta entonces habian dirigido invariablemente su conducta mercantil y política. El motivo de tan esencial modificacion en el sistema fiscal fué conseguir por mano de españoles, mas barato y en mayor copia el cacao, única produccion esportable que por aquel tiempo daba el suelo; debiendo así la provincia á aquel importaute fruto uno de los muchos males que retardaron sus progresos.

El añil, originario de la India, y tan estimado en Europa, no se cultivó en Venezuela sino á fines del siglo XVII. El eclesiástico Don Pablo Orrendain y Don Antonio Arvide, inteligentes agricultores vizcainos, lo hicieron llevar de Guatemala y empezaron a beneficiarlo en 1774, á pesar de la desaprobacion general de los colonos americanos y españoles; los cuales aficionados esclusivamente al cacao, estaban imbuidos ademas en la preocupacion de que la tierra en que este prosperaba no consentia otras sementeras. Los primeros ensayos fueron tan dichosos, que en breve, cambiadas las ideas, produjeron una revolucion en la agricultura; por manera que muchos se dedicaron con ahinco á sembrar la nueva planta, mas laboriosa sin comparacion que la otra ; pero menos delicada y de mas pronto y seguro rendimiento. Apenas se dará ejemplo en

HIST. ANT.

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