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CAPÍTULO XX.

Fuerza armada.

Muchos años se pasaron ántes que España pensase en establecer tropas permanentes ó siquiera milicias coloniales, que sirviesen en Venezuela para asegurar la tranquilidad interior y para defender el territorio contra sus enemigos esteriores. Hasta la mitad del siglo XVII desempeñaron este encargo los conquistadores, á los cuales hemos visto, ora haciendo frente á los indios, ora oponiéndose á las invasiones estranjeras, en un tiempo en que su ejercicio habitual era la guerra. Pero cuando esta hubo cesado con el esterminio ó con la sumision de los indígenas cuando los nietos de los Garci-González y Losadas olvidaron con la paz el uso de la rodela y de la lanza: cuando la poblacion se aumentó y se hizo heterogénea con las castas, fué preciso sustituir á los antiguos y ya olvidados caballeros, una guardia asalariada que por lo menos mantuviese el buen órden en campos y poblados. Eso hicieron los gobernadores á su arbitrio, reuniendo partidas que no tenian de tropa ni la forma, ni la disciplina ni el nombre, por cuanto menos que á la guerra estaban destinadas á la persecucion de malhechores y de esclavos amontados. En épocas de peligros generales todos los vecinos acudian á las armas, defendiendo cual podian sus hogares; y como Venezuela por lo mismo que no llamaba la atencion de la metrópoli, tampoco escitaba la envidia de las naciones estranjeras, contra ella no se formaron al principio serias espediciones de conquista tales como las que desolaron otras colonias españolas. A mas de que la influencia de las leyes no era poco favorable á la conservacion de las ideas de obediencia y sumision á España; que ya hemos visto cuán trabada y firme era su máquina, y cuán buena para mantener al pueblo en sempiterna infancia.

Bien examinada la situacion física y moral de Venezuela, se concibe que estando el gobierno seguro de poder mantener el sos ego interior de la colonia sin el aparato de un ejército costoso, no debia aplicarse sino á defender sus costas contra las invasiones esteriores.

Sus fronteras con el Nuevo reino de Granada no exigian precauciones: las de Guayana estaban defendidas por las selvas. Ni habia que pensar en que los enemigos tramontasen las cordilleras para formar establecimientos á sus faldas, ni en los valles, ni en las llanuras apartadas; vislo que su objeto fué siempre el de saquear los puertos por acometimientos repentinos, huyendo de internarse con pequeñas fuerzas en la tierra adentro, donde hubieran tenido que arrostrar con los rigores del clima, con la fragosidad de los caminos y con las armas de los habitantes.

Los indómitos Filibusteros y los marinos ingleses y franceses en diversas ocasiones que infestaron los mares y los puertos de la Costafirme, habrian intentado penetrar en el pais, si su codicia hubiera sido estimulada con la esperanza de un botin cuantioso. Fácil era en tan estensa y mal guardada costa hacer, sin ser sentidos, y en cualquier tiempo un desembarco. Pero si esceptuamos los dos sacos de Carácas y el incendio de Trujillo por los piratas allá en tiempos apartados, no hai noticia de que ningun ataque esterior hubiese sido dirigido sino contra las poblaciones de la costa. Causa de ello fué que la civilizacion y la cultura empezaron en Venezuela por el litoral, y que las mejores y mas ricas ciudades, con pocas escepciones, eran entónces y son hoi sus puertos. Estos pues debieron ser los que el gobierno español defendiesc, escarmentado por un lado con el triste fin de Borburata, y animado por otro con la bella defensa de Guayana en tiempo de Raleigh. Consideraciones que adquirian mayor fuerza por la imposibilidad en que estaba el pais de pagar y el gobierno de sostener sin él una escuadra respetable; pues ya que no se podia impedir la aproximacion del enemigo á las costas, convenia por lo menos poner á cubierto de un golpe de mano los almacenes y depósitos reunidos en las ciudades marítimas.

La necesidad que de ello habia era tan urgente, que algunos particulares, para remediarla en parte, ofrecieron al gobierno sus caudales, como sucedió en la antigua Guayana, donde Don Carlos Sucre y Don Juan de Dios Valdez levantaron á su costa en 1754 y 1755 los castillos de San Francisco y del Padrastro el de San Fernando situado frente à los otros en la isla de Limones, no se construyó hasta 1779. Tambien se fortaleció á Angostura con los fortines de San Rafael y San Gabriel, colocado este en la ciudad y el otro en la ribera opuesta; porque nunca desconoció el gobierno colonial la conveniencia de guardar el Orinoco. Árbitro de navegar libremente

por él, un enemigo activo se adelantaria en poco tiempo por el norte á las llanuras de Cumaná, de Barcelona y de Guayana; por el noroeste á la provincia de Barínas, por el occidente á las de Casanare y aun hasta el pié de las montañas de Pamplona, Tunja y Santafé de Bogotá. La defensa del Orinoco se halla íntimamente unida á la seguridad del territorio venezolano; y cuando así no lo demostrara la simple vista de su carta geográfica, lo probaria la reciente lucha entre aquella colonia y su metrópoli. La importancia de este punto militar fué prevista por Raleigh dos siglos há, pues en la relacion de su primer viaje á Guayana habla mui á menudo á la reina Isabel de la facilidad con que habria podido conquistar una gran parte de las posesiones españolas con solo haberse hecho dueño del curso del Orinoco y sus caudalosos tributarios.

Maracaibo habia sufrido mucho de los piratas. En 1668 fué saqueada por el frances L'Olonais, el cual habiendo recorrido sin oposicion las riberas del lago, hizo padecer la misma suerte á la ciudad de Gibraltar, fundada por Lidueña en 1552. Tres años despues el capitan ingles Morgan condujo á ellas quinientos filibusteros, penetró en la tierra adentro, hizo un botin inmenso y se escapó felizmente de una escuadra española que le esperaba en el tablazo (64). Entonces no habia en la barra sino un fuerte pequeño mal construido y peor artillado que llamaban Zapara, de cuyos fuegos se libró tambien el pirata por medio de un artificio ingenioso. Las aguas formaron posteriormente un canal distinto del que barrian los fuegos del fortin, y con este motivo se levantó un castillo enfrente del otro en una pequeña península arenosa. La importancia militar de Maracaibo es tan grande como la de Guayana, y de un género análogo desde él pueden simultáneamente hostilizarse las provincias de Barínas, Trujillo, Coro, Mérida y el Nuevo reino de Granada, con la ventaja de tener segura la retirada y de poder elegir el punto del ataque.

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Ménos cuidado se puso en defender á Coro y su puerto de la Vela, en el cual se construyó un fortin poco importante. Lo mismo puede decirse de Barcelona. Para impedir la entrada del Neveri se levantó un fortin llamado comunmente el Morro por la forma del terreno, siendo este un terromontero que sale al mar en una estrecha lengua de tierra arenosa, á distancia desigual de la boca del rio y puerto de Pozuélos, situado cosa de legua y media á barlovento. El enemigo, dueño de Pozuelos, que es escelente para el anclaje y

del

desembarco, iria sin obstáculo por tierra á Barcelona, á pesar de los fuegos del castillo; por cuya razon fué esta obra (del mismo modo que otras muchas de igual clase en América) gasto inútil del erario y fortuna de gobernadores é ingenieros.

No así Puerto-Cabello, en donde se levantaron hermosos Y sólidos baluartes, que con razon le hacian pasar por ser el puerto mejor fortificado de la antigua capitanía general de Costa-firme. Poco ménos la Guaira, herizada de baterías destinadas á defender la rada y á formar á la capital un antemural inespugnable. Cumaná, la mas antigua de las ciudades venezolanas, tuvo una batería en la boca del bello Manzanáres y un castillo llamado de San Antonio en la desnuda colina que por el oriente la domina. Margarita es un pais tan interesante bajo el respecto comercial, como bajo el militar. Apartada de la tierra firme hácia el norte por un canal de pocas leguas y situada á barlovento de todas sus provincias, podria ser en manos de un enemigo poderoso la factoría general de Venezuela y un punto desde el cual dirigiria fácilmente sus espediciones contra cualquier lugar de la costa, que le conviniese acometer. Estas consideraciones determinaron al gobierno á construir fuertes en Juan-Griego, Pampatar y la Asuncion, capital esta y aquellos puertos principales de la isla; precaucion tanto mas útil, cuanto que saqueadas é incendiadas sus poblaciones por los holandeses en 1662, se conoció el interes que tenian las Antillas estranjeras en privarla de las conveniencias de su contratacion con el continente.

En estas fortalezas mantenia el gobierno presidios mas ó ménos numerosos; pero á ellos y á una que otra compañía suelta que hacia el servicio militar en los lugares principales ; se reducia toda la tropa destinada á defender interior y esteriormente el país. Cuando los guipuzcoanos establecieron en él su monopolio, emplearon para conservarlo diez bajeles armados y buen número de marineros y soldados que ahorraron á la corte el trabajo de mantener en pié considerables fuerzas ; pues fiando este la defensa de los pueblos y las costas al interes de aquellos mercaderes, se limitaba á enviar de vez en cuando, y si el caso lo exigia, piquetes poco numerosos. La compañía hizo en efecto al gobierno y al pais en punto á la defensa, servicios de mucha consideracion. En 1759 contribuyó con su gente á rechazar de la Guaira tres navíos ingleses de alto bordo que atacaron el puerto inopinadamente: en 4740 llevó desde España en sus navíos trescientos hombres del regimiento de Victoria con muchas

armas y pertrechos en 1743 hizo desistir al almirante ingles KnoIles del empeño de asaltar el puerto mencionado, causándole gran quebranto en sus naves y en su tropa : dos vezes le auyentó en seguida mal parado de Puerto-Cabello, á donde arremetió despues que se rehizo en Curazao: en aquel puerto hizo construir á su costa algunas baterías para la guerra contra ingleses; y en fin, desde 1742 hasta 1746 mantuvo armados ora seiscientos, ora mil cuatrocientos hombres, evitando al gobierno gastos y cuidados. Asi fué que ya iba corrida la mitad del siglo XVIII, y todavía no habia pensado España en formar un plan de defensa esterior mas completo, ni siquiera en guarnecer la provincia con tropas permanentes y disciplinadas.

En los últimos tiempos ha prevalecido generalmente en Venezuela la opinion de que las fortificaciones son inútiles para la defensa del pais contra las invasiones esteriores, y perjudiciales en las conmociones interiores. Los que siguen este modo de pensar alegan que en su estado actual son incapazes de resistir un bombardeo : que una nacion poderosa se aprovecharia de ellas, reparándolas, para prolongar y aun perpetuar la usurpacion, atento que las repúblicas de América no podrian arrancarlas de sus manos que le servirian de apoyo para conquistar el pais, á tiempo que de no hallar ninguna, habria de abandonarlo por no ser fácil construir otras nuevas con pérdida de tiempo y de dinero. Esto por lo que respecta á los enemigos estraños; que con los propios son distintas las razones. El gobierno que conspirase contra el pueblo, dicen,

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á dónde irá á buscar armas y almacenes si es vencedor, recursos y refugio si es vencido? A los recintos amurallados. En ellos es tambien donde fraguan sus traiciones y revueltas los bandos turbulentos: en ellos donde un puñado de hombres descarriados del pueblo perturban el movimiento reformador de las sociedades regeneradas, y contribuyen á darle una mala direccion ó á retardarlo muchos años. Cuando las naciones conciben una idea, descubren un interes ó sienten una necesidad, se levantan, hablan y triunfan, porque su voluntad, con ser una, es la de todos. Ellas no conspiran, sino se revuelven; ni huyen de la luz y de la verdad, porque nunca buscan sino lo que es bueno, grande y generoso.

La esperiencia, que ha confirmado desgraciadamente en Venezuela y en otros estados modernos de la América, la exactitud de unos y otros argumentos, les ha dado, como era necesario,

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