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mayor fuerza; y hoi, la destruccion ó por lo ménos el abandono de las fortificaciones, es una idea generalmente acreditada. Nosotros sin embargo creemos que su conveniencia es puramente relativa á las. circunstancias de pobreza y debilidad en que se hallan esos estados; pues para ellos en efecto seria empresa imposible sostener sus plazas fuertes contra los ataques de naciones poderosas, cuando por otra parte bastarian simples baterías de costa para precaverlas de un insulto de piratas, apénas probable en el estado presente de los mares. Dia empero llegará en que mas ricas y fuertes, puedan arrostrar sin inferioridad con la pujanza de los pueblos viejos de la Europa, y entonces habrán de emplear para su defensa esos medios que hoi son malos solo porque son insuficientes. Ni las facciones mismas serán entónces tan temibles, porque en los pueblos ya formados ellas no vuelcan ni destruyen; ni son apénas otra cosa que enfermedades leves en cuerpos habitualmente sanos y robustos. Sin que por esto dejemos de confesar que á Venezuela lo que al presente conviene es librar su seguridad en la defensa de su territorio interior los altos montes que le sirven de baluarte, su inmensa faja de llanuras y las selvas apartadas, son las tres líneas naturales en donde sus hijos deben combatir el mayor poder de otras naciones.

Volviendo á las fortificaciones marítimas, tenian estas ademas en tiempo del gobierno colonial el importante objeto de mantener el pais en la obediencia. Los españoles podian en caso de un levanta— miento general retirarse á sus fortalezas, ponerse en comunicacion con las islas vecinas, recibir de ellas ausilios suficientes de hombres, armas y dinero, y dirigir sus ataques sobre cualquier punto de la dilatada y accesible costa de Venezuela. Privados los habitantes de los medios y conocimientos necesarios para batir murallas artilladas, ó se someterian nuevamente, ó tendrian que llevar la guerra á las llanuras apartadas, con miserias y trabajos inauditos.

Ambos fines lograron completamente los nonarcas, si bien es verdad que el de la defensa esterior se debió ménos á su sabiduría Y prevision que al plan formado por los ingleses de no intentar empresa alguna seria contra los establecimientos continentales. Satisfechos con la posesion de algunas islas en el archipiélago de las Antillas, dejaron que la España conservase con infinitos sobresaltos y gastos sus colonias principales, mientras ellos viviendo aquí y allí diseminados, al parecer como vergonzantes, se enriquecian con el contrabando que arruinaba á la metrópoli.

Pero esta misma comunicacion con estranjeros, y la poblacion que de suyo crecia á pesar de tantos obstáculos interiores y esteriores, empezaron á inspirar al gobierno el temor de que no fuesen suficientes los medios empleados hasta entonces para conservar la paz en la colonia. Ordenó pues en 1768 la creacion de un batallon veterano (65) para guarnecer á Carácas, Puerto-Cabello y la Guaira, y en 1771 se mandaron organizar cuerpos de milicias en la capital, en los valles de Aragua y en Valencia. Para pagar el primero se elevó á cinco por ciento el derecho de alcabala, que anteriormente era de dos, y se confió su mando á un empleado que decian teniente de rei, segundo jefe militar de la capitanía general. Los segundos fueron divididos en milicias de pardos y de blancos y á ellas fueron llamados todos los hombres libres de quince á cuarenta y cinco años, con escepcion de eclesiásticos, empleados, curiales y otras gentes. Ademas del batallon veterano y los de milicias, habia compañías sueltas de una y otra clase en varias provincias, ascendiendo el total de la fuerza alistada y organizada para el caso de guerra á catorce mil hombres escasos.

Divididas las milicias en clases como lo estaba la sociedad, dando el mando de los cuerpos á los mas ricos y nobles habitantes, y estableciendo que ningun pardo pudiese pasar de capitan, juzgó el gobierno suficientemente precavido el mal de poner las armas en manos de sus colonos. El tiempo probó que estas cautelas eran insuficientes; y aunque no pertenece á la época que abraza nuestra historia el exámen de las causas que hicieron perder á España sus colonias, indicaremos sin embargo como una de ellas el establecimiento de estos cuerpos. Ellos hicieron nacer en el pais un espíritu militar que el carácter ardiente y vanidoso de los venezolanos abrazó con entusiasmo; y como las distinciones con que se les honraba no podian satisfacer á ninguna de las clases, era fácil prever que el deseo de otras mayores debia ponerlas al fin de cuerdo en el modo de obtenerlas. Ya ántes en Méjico, en Quito y en la isla de Cuba, de resultas de algunos reglamentos de rentas, se habian visto en 1765 muestras graves y peligrosas de inobediencia é insubordinacion. Despues, el comercio libre, las guerras imprudentes de Cárlos III y la contratacion con estranjeros, autorizada por miseria que ellas produjeron, llevaron á Costa-firme nuevas ideas; y estas, desarrollando aquel espíritu, le dieron una tendencia fatal á la soberanía española.

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CAPITULO XXI.

Educacion pública.

Los medios á que España debió por tantos años su pacífico imperio, conocemos ya en mucha parte, habiendo examinado, acaso con demasiada prolijidad, el estado político, civil, religioso, agrario, comercial y militar de Venezuela. Si algo nos falta, es completar esta relacion histórica diciendo tambien cuál era la condicion intelectual y moral del pueblo en la época que precedió inmediatamente á la de su independencia.

Todo guarda el mas estrecho enlaze en la instituciones de los pueblos, por manera que es imposible suponer un estado avanzado de civilizacion y de cultura allí donde los otros ramos de poder y de ventura nacional no existen; donde el gobierno es opresivo; donde el pensamiento y la accion están sujetos á trabas; donde el hombre, encerrado en límites estrechos, no ve delante de sí el premio que estimula al saber, que anima al trabajo y que inspira las virtudes sociales. Por esto la educacion pública en América, y sobre todo en Venezuela, estaba en la situacion mas lamentable, siendo absolutamente nula la del pueblo y en sumo grado incompleta la de las clases elevadas.

No hai para qué hablar de los primeros cincuenta años que sucedieron á la conquista; años oscuros, sin monumentos, sin historia, sin vida, en los que nada se hizo en favor de la tierra ni del hombre. Si bien no fueron para este mejores los siguientes, cuando incomunicado con el resto del mundo, se embrutecia en la soledad y en el ocio. Allá en el año de 1696 fué cuando se vió una luz lejana y remisa de ilustracion, con haber el obispo Don Diego de Baños y Sotomayor, natural de Santafé de Bogotá, fundado en Carácas el colegio seminario de Santa Rosa, dotándolo de cátedras y becas. Trece de las últimas y nueve de las primeras se establecieron en él, siendo estas de gramática latina, filosofía aristotélica, teología, cánones y música llana. Por de contado la institucion estaba destinada solamente para los jóvenes que debian entrar en la car

rera eclesiástica, y de ningun provecho era para el comun de las gentes. Los ricos que deseaban ver en su casa, ya que no un sabio, un doctor por el estilo de los de aquel tiempo, tenian que enviar sus hijos á las universidades de Santo Domingo, Méjico ó Santafé, de donde volvian graduados y algunas vezes aprendidos. Pero esto costaba grandes sumas, y se hacia, como debe presumirse, con no pocos riesgos; por lo cual los obispos, gobernadores y cabildos no cesaron de instar al rei por la creacion de una universidad en Venezuela, semejante á las que ya estaban planteadas en aquellos y otros muchos lugares de América. Felipe V accedió al fin á sus descos por cédula de 1721, que el sumo pontífice Inocencio XIII confirmó en el año siguiente, quedando convertido el seminario tridentino de Carácas en universidad real y pontificia con los mismos privilegios que la de Salamanca. Aumentáronse las clases con una de derecho civil y otra de medicina, y como ya entonces se pudieron obtener grados académicos sin salir de casa, recibieron de ello graude alivio los hijos del pais. Una razon semejante movió á los habitantes de Mérida á pedir á la corte de Madrid igual gracia para un seminario que tenian; mas se la negó Cárlos IV á principios de este siglo « porque S. M. no consideraba conveniente el que se hiciese « general la ilustracion en América (66). » Y estas eran las únicas casas de educacion general que existian en la comarca, porque con la espulsion de los jesuitas vinieron á tierra algunas otras que ellos mantenian en distintas provincias, bajo la dependencia de la universidad en cuanto á los grados superiores.

«En el orbe literario un pueblo civilizado sin universidad es « como un pueblo religioso sin templo (67). » Así pensaba Viera, elegantísimo historiador de las Canarias; pero seguramente aquel docto escritor entendia por universidad una institucion de enseñanza pública, dirigida á objetos de comun prevecho en todos los ramos de prosperidad nacional; no una escuela limitada á pocas ciencias escogidas, como de propósito, entre las de ménos aplicacion á las necesidades y conveniencias del hombre y de la sociedad, y enseñadas por métodos bárbaros, llenos de error y confusion.

Las ciencias sagradas y varios conocimientos que les sirven de ausiliares son sin duda alguna, no diremos útiles, sino indispensables para cuantos se dediquen al santo ministerio de la doctrina religiosa, basa á nuestro ver esencialísima de toda sociedad regularmente organizada. La religion, bija de la verdad, inalterable y

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eterna, no puede admitir mudanza, ni aumento, ni diminucion en sus dogmas; y así, los mayores esfuerzos para conocerla en toda su perfeccion, no pueden pasar de conocerla tal cual nos la enseñan los libros sagrados, los santos padres y las tradiciones de la iglesia. ¿Por qué pues oscurecerla con preocupaciones y errores de nuestro limitado é imperfecto entendimiento, queriendo por un orgullo insensato, añadir luz y verdad á la fuente de donde hemos recibido una y otra? ¿Por qué profanar la primitiva pureza y sencillez de las creencias, revistiéndolas con el ropaje de una ciencia estravagante y vana, formada de ideas abstrusas y de pueriles sutilezas esplicadas en lenguaje y estilo incomprensibles y groseros?

Pues á esto estuvieron reducidos por muchos años los embolismos que con nombres de tales y cuales teologías desacreditaban la religion, daban armas para combatirla á los incrédulos, embrollaban y pervertian el juicio, y quitaban á los jóvenes un tiempo precioso que hubieran podido dedicar al estudio de las ciencias verdaderas, no ménos útiles al estado que á la religion. A mas de que, siendo la carrera eclesiástica en aquellos tiempos desgraciados, la que daba mas crédito y utilidad, á ella ó por lo menos á la enseñanza de los conocimientos que requeria, se destinaron esclusivamente los colegios. Por lo cual separaba una distancia inmensa las constituciones de semejantes establecimientos, de lo que hubieran debido ser para contribuir á la mejora del pueblo; siendo lo peor de todo, que por falta de alianza entre las letras divinas y humanas, vinieron á recer aquellas toscas, rudas y despreciables, cuando las otras renacieron en tiempos posteriores con todo el esplendor que habian perdido.

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Formaba el latin la basa de los estudios y en él se leian las ciencias eclesiásticas, la jurisprudencia civil, la medicina, en una palabra, todo lo que se enseñaba entónces. Aquella hermosa lengua fué en la época de la restauracion de las letras la que por lo comun cultivaban los sabios, y aun se aplicó tambien á las negociaciones diplomáticas, contándose entre las cualidades del príncipe la de hablarla con facilidad, gracia y correccion.

En verdad, los monumentos literarios que dejó la antigüedad fueron la fuente y el origen del saber moderno, y serán siempre la admiracion y la delicia del género humano. Ántes que los pueblos actuales ensanchasen los límites de las ciencias con descubrimientos nuevos, tuvieron que enterarse y ponerse al nivel de los conoci

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