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Bobadilla la inferioridad de su posicion, viéndose tan pequeño y degradado al lado de sus víctimas. Por lo que dispuso de luego á luego la partida de las naves que debian conducirlas, quedando él libre para entregarse, como lo hizo, al torrente de sus pasiones in

sensatas.

No ménos que él deseaba Colon verse distante de aquellas playas malhadadas. Queria llegar á España y confundir á sus enemigos; queria ostentar sus hierros en la corte, para afrentar su ingratitud á la faz del pueblo generoso que poco antes le habia conducido á ella colmado de bendiciones y de aplausos. En vano quiso Alonso de Vallejo, capitan del barco en que iba preso, quitarle los grillos, como hubo perdido de vista la Española. A ello se denegó constantemente, diciendo que los llevaba por órden de los reyes, y que era su lei la obediencia que al llegar á Castilla, si así lo disponian, recobraria su libertad; mas que entre tanto, preso y aherrojado debia ir, segun su voluntad.

Y con todo seria injusto achacar la mala conducta de Bobadilla y sus violencias á los reyes católicos, que léjos de autorizarlas, las reprobaron luego. En 1498 la colonia de la isla Española habia llegado á un estado deplorable, sin que la corte pudiese atinar con la verdadera causa de ello, en medio de las noticias opuestas y contradictorias que recibia, ora de Colon, ora de sus adversarios. El conflicto era grande; porque el almirante se quejaba de Roldan y sus adictos, y estos acusaban á los Colones de tiranía y de crueldad; mayormente de dureza en el modo de tratar á hombres como ellos « de calidad y honra. » Tenian eco estas vozes en la corte, donde los descontentos contaban amigos que las hacian resonar en alto con exageracion y bulla. Empiezan á sospechar los reyes si seria cierto lo que decian tantas personas, lo que ofrecian probar tan plenamente. Y á estas sospechas, naturales sin duda, se añadia su mortificacion por ver desvanecidas en los efectos las ponderadas riquezas de los descubrimientos. Á la benéfica Isabel habia incomodado mui mucho el haber Colon arbitrariamente reducido á esclavitud los indios, y mandádolos vender de mano poderosa en Andalucía. No ménos le habia llegado al alma la pena de privacion de alimentos impuesta por Colon en la Española á los reos de cualquier delito; pena segun ella, igual á la de muerte. Mas aun descompuso el almirante las cosas con el empleo de adelantado que dió á su hermano Bartolomé, sin anuencia de la corte,

y con usurpacion de la potestad real, á la que únicamente competía el nombramiento para tan altas dignidades. Esto con respecto á Colon. En cuanto á los revoltosos, fueron tantas las razones que contra ellos espuso el almirante, que los reyes se decidieron á mandar un juez pesquisidor que averiguara lo pasado, y dando fuerza á las leyes, impidiera para lo futuro la renovacion de los trastornos. Atentos siempre al mayor bien de Colon, y deseosos de hallar justificacion á su conducta, detuvieron un año entero la partida del comendador, aguardando nuevas de la Española, y los procuradores de ambas partes. Llegaron estos en 1500. Colon enviaba, es verdad, procesos legales y relaciones bastante autorizadas; pero que ni ponian en claro todo el negocio, ni cerraban la boca á un enjambre de revoltosos y descontentos, recien llegados de las Indias. Los cuales, estenuados y macilentos, ponian los gritos en el cielo, acusando el rigor y la ambicion del almirante y sus hermanos; y pedian sus sueldos atrasados, el premio de sus servicios, el resarcimiento de daños, y justicia en fin contra el audaz estranjero á quien llamaban orígen esclusivo de sus males. Tantos y tan uniformes clamores debian ser oidos, y satisfecha la necesidad de restablecer el órden en medio de aquel tumulto de pasiones é intereses encontrados.

Y no puede decirse que para ello se escogió de intento y con perfidia un mal sugeto, pues Bobadilla gozaba el concepto de buen caballero, honesto y religioso, segun lo dice Oviedo. Cásas confirma este juicio, añadiendo « que nunca oyó entonces, cuando « tanto se hablaba de él, cosa deshonesta ni que supiese á codicia, « ni aun despues de su deposicion y muerte. » Los despachos y provisiones que llevó para su comision, se estendieron en los términos mas decorosos para todos y para el almirante mismo, encargándose en ellos al juez pesquisidor, un prolijo exámen de todo, justo y discreto. Difícil era, ó por mejor decir imposible, que los reyes sospecharan miras torcidas en el proceder de quien, como Bobadilla, era tenido en grande y comprobado concepto. Y por eso no consideraron que el constituirlo á un tiempo juez y sucesor del acusado, era darle ocasion y estímulo para condenar á este de antemano. A su arribo á la isla, halló, como hemos visto, estinguida la rebelion y aquietados los ánimos, en términos de ser inútil y aun perjudicial la intervencion de su autoridad. Mas no fué culpa de los reyes el que los descontentos,

holgándose de la llegada del juez, se acalorasen de nuevo; ni que Bobadilla, ó por violento, ó por crédulo, ó por ambicioso, hiciese revivir la llama mal apagada del pasado incendio, y procediese con tanta crueldad como injusticia contra los tres Colones.

Estos entre tanto, favorecidos del viento, y tratados con gran respeto y cortesía, llegaron á España el 25 de noviembre, despues de un viaje que por fortuna fué mui corto. Debieron á la complacencia de los conductores el que sus cartas se enviasen á la corte, ántes que las del comendador y los procesos; y no bien las leyeron los reyes, cuando mostrándose en estremo apesarados, los mandaron poner en libertad y los proveyeron de dineros para su viaje á Granada, donde á la sazon moraban. Al llegar á la presencia de los monarcas, arrojóse á sus piés Colon, en estremo agitado y conmovido, sin poder articular una palabra. Repuesto luego, habló de sus desgracias con dignidad, de la justicia con modesta entereza, de sus enemigos con generosidad y comedimiento. Los reyes le oyeron atentos y á todos trataron benignamente, en particular á él, por quien la heroica reina habia tenido y conservó siempre parrticular estimacion y afecto. Díjosele que su prision y la de sus hermanos habia sido contra su voluntad, le prometieron satisfaccion de agravios y perjuicios, y revalidacion de los privilegios y mercedes anteriores. Todo esto, dice Cásas, «< con palabras mui amorosas y « eficazes » cuya sinceridad no desmintieron los hechos. Considerando cometidos sus yerros sin voluntad y con buena intencion, admitiéronle sin replicar sus disculpas. Mas tarde se anularon varias providencias intimadas por Bobadilla, y se le mandó restablecer en sus antiguas prerogativas. Ordenóse la observancia de los contratos que tenia hechos en beneficio de la real hacienda, que se les devolviese á él y á sus hermanos lo que les habia tomado el gobernador, ó cuando ménos, que se les reintegrase con los bienes de este, y en fin, que se acudiese al almirante con los derechos que le correspondian. Ni entónces ni despues hicieron mérito alguno de las cartas con que apoyaba sus pesquisas el comendador; siendo de notar con este propósito lo que dice el cronista Oviedo : « que << las mas verdaderas causas de la deposicion del almirante quedá« banse ocultas, porque el rei é la reina quisieron mas verle en«mendado que maltratado. » Colon, por lo menos, nunca pidió, como pudo, la entrega del proceso formado contra él, para defenderse y vindicarse; si bien es cierto que jamas se mencionó en jui

cio, porque los reyes, á mas de favor, le acordaron houras y mercedes. Esta noble y generosa conducta ha sido pintada por innumerables autores estranjeros con singular exageracion, error y parcialidad. Lo cual no es estraño si se considera que las cosas de España, por una desgracia no merecida, han andado por el mundo de mucho tiempo á esta parte, lastimosamente revueltas y desfiguradas.

Reprobada la conducta de Bobadilla, y resuelta su deposicion, no era prudente, acaso ni aun posible, enviar al almirante para que le tomara residencia. Semejante desacierto hubiera sumido la colonia en nuevas y mas crueles turbaciones; tanto mas, que su autoridad habia sido combatida siempre allí por la generalidad de los colonos. Cuánta fuera la ojeriza que contra estos habia él por su parte concebido, se deduce de muchos pasajes de sus cartas. << Fago juramento, decia en una que escribió con motivo de su prision al ama del príncipe Don Juan, que cantidad de hombres han ido á las Indias que no merecian el agua para con Dios y con el mundo, y agora vuelven allá. » Y á los reyes en esta misma ocasion suplicaba « por sí y por toda su casa, que no se le enviase á gobernar la isla mientras no se estableciesen en ella pobladores mas honestos y aplicados. » Y no siendo asequible este deseo del almirante, por el pronto á lo ménos, determinaron los reyes enviar á la Española, en calidad de interino, á frei Don Nicolas de Ovando, comendador de Lares en la órden de Alcántara, caballero de buena sangre, virtuoso y con crédito de entendido y prudente. Si creemos á Don Hernando Colon, hijo y biógrafo del almirante, mucho irritó á este la conducta de los reyes en el presente caso. Y en tal estremo, que á todas partes que discurriese, llevaba consigo, como muestras de su ingratitud, los grillos que habia tenido puestos: en su estancia los tenia colgados, y quiso que á su muerte fuesen con él enterrados en el mismo ataud.

Si concibió tan hondo resentimiento Colon, á pesar de su cordura y ejemplar piedad, fué con poca razon por cierto; pues en todas ocasiones los monarcas le dieron pruebas de favor Y afecto. Hecho el descubrimiento, halló en ellos una fuente perenne de gracias, como ningun vasallo las habia recibido, como ni él mismo acertaba á ponderarlas. En 1495 se le concedió á él y á sus herederos perpetuamente la gracia de traer por armas las del reino con esta letra: «A Castilla y á Leon nuevo mundo dió Colon. Por una vez se le libraron entónces mil doblas de oro, ó por ellas, tres

cientos sesenta y cinco mil maravedis. Asignáronsele diez mil de estos anuales durante su vida, « porque habia visto primero que otro alguno la tierra de las islas, » favor injusto, que mas acaso que ninguno de los recibidos, prueba el favor que gozaba en la corte el almirante, siendo evidentemente cierto que el primero que vió la tierra fué Juan Rodríguez Bermejo, español y marinero de la Pinta. A él y á cinco criados suyos se les mandó dar buen aposento en los pueblos por donde transitaran. Le autorizaron para proveer los oficios de gobernacion en los nuevos dominios, y en vez de mandarle, le recomendaban las personas de su mayor confianza para que las atendiese y colocase. Con él se consultaban los reyes, siguiendo sin vacilar sus opiniones y dictámenes. A todos se mandó que le respetasen y obedeciesen, « porque nos queremos que el almirante de las Indias sea mucho honrado y acatado como es razon y segun el estado que le dimos. » En 1497 se confirmaron las mercedes y privilegios anteriores y otros muchos ; se arregló el modo como percibiese á su satisfaccion los derechos que le correspondian; se le permitió la saca de granos, sin derechos, de España para Indias; se condecoró á su hermano Bartolomé con la dignidad de Adelantado de las Indias, que sin facultad le habia concedido él mismo; se le dió permiso para fundar uno ó mas mayorazgos; y en 1498 se nombró á sus hijos Don Hernando y Don Diego por pajes de la reina. Otras muchas mercedes que seria largo y molesto referir (2) manifiestan el favor que Colon gozó por mucho tiempo en la corte.

Si despues se minoró algun tanto, con perjuicio de sus prerogativas, débese á las desgraciadas disensiones que turbaron la paz de la colonia, y á sus numerosos enemigos de fuera y dentro de la corte; pero no á la voluntad de los reyes ni á la ingratitud de la nacion. Aquellos, y sobre todo Isabel, le mostraron siempre el mas cordial afecto, y España ha ostentado con justo orgullo entre sus glorias los hechos del insigne navegante, reverenciando su nombre á la par de los mas grandes é ilustres. Tampoco fué desconfianza, porque cuál podia concebir el buen entendimiento de Fernando ¿ contra un estranjero sin familia ni riquezas, general aunque injustamente odiado por los pobladores de sus nuevos dominios ? Debe creerse pues, que en la época de sus desgracias y hasta la muerte de la reina, el principal, si no el único motivo que se opuso al restablecimiento de la autoridad de Colon, fué la general per

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