Imágenes de páginas
PDF
EPUB

1777.

á que fueron reducidos los Indios.

La miseria y necesidad extrema á que los Indios se hallaron reducidos, lo acredita el pueblo de Yapeyú. Una estancia tenia Miserable estado como 52,000 cabezas de ganado manso, 2,000 vacas lecheras y 4,000 bueyes con los caballos y mulas necesarios para la administracion de estas haciendas; y el ganado esparcido por el campo ya no podia reducirse á sujecion, y se consideraba ser un millon de cabezas, por lo ménos. ¿Será pues creible que en nueve años se haya destruido tan enteramente que hoy cuesta una suma dificultad el dar una triste racion de carne á los infelices Indios que en corto número han quedado allí? ¿Podrá creerse que en los demas pueblos en que habia 25, 30, 40 ó 50,000 reses de ganado vacuno no haya quedado ni una sola, y que por esta razon hayan desertado aquellos naturales de su nativo suelo, y reducídose á vivir prófugos y errantes por los desiertos, y ya héchose unos mismos con los infieles en crecido número? Pero ello es caso de hecho, y tan notorio que á nadie se oculta en todas estas provincias.

Disimúlese esta digresion, que ha parecido precisa, para hacer ver la calidad de gentes que han contribuido á la decadencia de estas provincias; y que debiendo por razon de sus respectivos cargos oponer su industria y fuerzas de sus pueblos á la tiranía de los Portugueses, no solamente no lo han hecho, sino que han complacido de sus latrocinios para atribuir á ellos solos las públicas usurpaciones á que han reducido la adminis

tracion.

Continuacion

portuguesas.

Surtido el Brasil de los ganados vacunos y caballares y sus minas generales de un excesivo número de mulas, les pareció de las invasiones á los Portugueses que debian internar sus establecimientos, introduciéndose mas y mas en los dominios católicos, para poder continuar mas francamente los excesos en que, con la autoridad de todos los superiores y jefes, se ocupaba una parte de las tropas portuguesas, mandadas por el famoso mulato Píntos Bandeira, cuyos criminales procedimientos ha calificado su corte por distinguidos servicios, y sin reparar en el feo obstáculo de su nacimiento, lo ha elevado al grado de coronel, envileciendo el empleo, como los mismos Portugueses lo confiesan.

1777. Pérdida de Rio Grande.

El ministerio

de Lisboa.

Ceballos fué encargado del mando

de las tropas.

Como todos los parajes á que querian avanzar quedarian expuestos sin asegurarse del Rio Grande y de otros puestos que dependian de su guarnicion, juntó el virey del Brasil la fuerza que pudo en el año pasado de 1775, y al abrigo de la paz que subsistia en ambas cortes, atacaron al Rio Grande con todas sus baterías, y para no detenernos, es menester salir del asunto diciendo que lo perdimos por febrero del año inmediato de 1776; y no me detengo en ponderar el valor con que algunos oficiales resistieron y embarazaron su primera entrada, porque siempre se mira con tibieza el mérito hecho cuando la accion se pierde, especialmente cuando el que manda en jefe no hace la oportuna representacion que se requiere para sostener el crédito de los oficiales.

Supo el rey este insulto ; supo alguna parte de las miserias á que esta molesta nacion iba reduciendo las provincias del Rio de la Plata; supo en qué consistia su animosidad; supo que estos ladrones no eran gente vaga (como habia informado años pasados quien tuvo la obligacion de perseguirlos), sino que era tropa arreglada, que obraba en virtud de órdenes dadas por sus mismos jefes; y supo en fin que el ministerio de Lisboa aprobaba, protegia y premiaba estos excesos tan escandalosos, trabajando al mismo tiempo cuanto era posible para ocultar ó paliar su mala fe al rey Católico, hácia quien se ha manejado con artificiosa política la corte de Portugal.

Por fin se llenaron las medidas de la paciencia de S. M. Pensó seriamente sobre que en el mismo país de los escándalos debieran sus armas tomar la correspondiente satisfaccion. Tendió la vista por sus generales, y como tenia cerca de sí en el mando de su corte y distrito de ella al Excmo. Sr. D. Pedro de Cebáilos, no tuvo S. M. que pensar en otro para su eleccion. Llamóle á su real sitio de San Ildefonso: lo que pasó entre los dos nadie lo sabe, ni será fácil saberlo hasta que en el juicio final se sepa todo. Contentarémonos con saber que este general se resignó á hacer este nuevo servicio, y que para ello se venció á sí mismo, necesitando para esto de mas espíritu que para vencer á todos los enemigos del Estado.

No es este el lugar donde deba detenerme á hacer su elo

1777.

gio. Todos han visto por acá la real cédula de su nombramiento, Su nombramiento. las facultades todas para el preciso castigo de la tropa y oficialidad sin excepcion de grados, sin necesitar de consulta ni recurso del rey. Todos le ven comandante general de tierra y marina, caso de que hay pocos ejemplares. Se han visto mandar desde esos mares la parte mas considerable de esos reinos sin llegar á su capital, sin posesion, sin juramento, sin mediar nada, sin fiadores y sin alguna responsabilidad en el juicio de la residencia; porque todo lo dispensa el rey. Últimamente todos ven erigido un nuevo Vireinato, no para que este virey se entretenga en los negocios civiles y políticos, que suele ser en América la ocupacion ordinaria de los de su carácter, sino para castigar con las armas en la mano á una nacion que es fronteriza en mas de 800 leguas de terreno, y que aun en tiempo de paz es incorregible en las rateras hostilidades á que propende. Para este efecto se ha puesto la frontera en una mano, y para lo mismo se ha elevado este mando en el carácter que hoy tiene, y que es tan correspondiente al consumado mérito del primer virey.

Revestido de esta nueva dignidad, besó las manos de S. M., recibió sus últimas órdenes, partió para Cádiz el dia 9 de agosto de 1776 y llegó á aquel puerto el 16 del mismo. Se le habia dicho que todo lo hallaria pronto; pero no fué así, sino que todo tuvo que aprontarlo por sí mismo se fueron acercando las tropas que revistó personalmente. Despidió las que no juzgó convenir para la empresa, y tocó esta suerte al regimiento de voluntarios extranjeros; cuyo golpe fué propio de su entereza "(y como se dijo en la corte), de un general que prefiere el decoro de las armas y el seguro servicio de S. M. á los respetos humanos. Reconoció las armas y el tren de artillería, la pólvora y víveres, y en una palabra, examinó este jefe escrupulosamente cuanto habia de servir en el ejército; y para que á su tiempo no experimentase la tropa turbacion alguna, señaló los dias en que los 9,000 hombres de su mando deberian acampar por brigadas en el Campo-Santo, á fin de que des

T. VI.

16

Su partida

para Cádiz.

Reconocimiento que practicó.

1777.

Sa embarque con su familia

y la plana mayor.

Salida del horizonte

de Cádiz.

pues del desembarco supieran hacerlo á la primera órden. Esta maniobra hizo ver la extrema necesidad que de ella habia se notó faltar esta práctica, no en los soldados solamente, sino en muchos oficiales muy antiguos. Creeré que convendria enseñasen esto en la famosa escuela de Ávila, en lugar de otras cosas que no corren prisa por ahora.

En estos afanes consumió el resto del mes de agosto y el inmediato setiembre. Para el 1° de octubre estuvo evacuado cuanto dependia de sus providencias para el servicio de la expedicion, y así lo hizo saber á la corte con la expresion de que estaba pronto á embarcarse en la misma hora que se lo avisase el general de mar. Deseaba este momento eficazmente, pero la marina no aprontó lo que dependia de ella con aquella puntualidad que convenia. El perjuicio de la detencion era notable, y nadie, podia comprenderlo sino solo el general, que sabia haber de comenzar sus operaciones por la importante conquista de la isla de Santa Catalina, para lo cual era menester no perder la estacion del verano, que en estas partes corre desde diciembre hasta marzo, á fin de que en él y parte del otoño pudieran maniobrar la escuadra y convoy en estas costas, sin exponerse á la imponderable violencia de los sudoestes, nombrados aquí pamperos, que reinan en estos mares desde mediado el mes de mayo por lo regular. Toda detencion mortificaba extraordinariamente á nuestro general; y aunque en 1° de noviembre avisó al comandante de la escuadra que ya era tiempo de embarcar la tropa, y efectivamente se embarcó en ese dia, y el siguiente con S. E. la plana mayor y su familia, sin embargo la mortificacion continuó hasta el 13 del mismo, en que toda la escuadra se hizo á la vela con toda felicidad.

En este mismo dia 13 de noviembre salimos del horizonte de Cádiz, en siete singladuras estuvimos al sud de las Canarias, y en quince nos hallamos paralelos con el Cabo Verde, siempre unidos escuadra y convoy sin la menor novedad. En diez grados norte experimentamos algunas calmas y antes de salir de ellas, en uno ú otro rato de aquellos que llaman ventolinas,

se comenzó á notar alguna dispersion en el convoy. El averiguar su verdadera causa sería meternos en un asunto odioso. La verdad es que el dia 11 de diciembre nos hallamos con 36 naves de ménos de guerra y transporte, y el Diario de los pilotos nos hace relacion en el dia antecedente de una maniobra mandada por el general de la escuadra, que ellos han juzgado intempestiva, y á la cual atribuyen la separacion. Los oficiales de marina sienten de otro modo, aunque algunos de ellos en voz baja han dicho mas de lo que podia esperarse de su cautelosa precaucion. Pero sea la que fuere la verdadera causa, no puede dudarse que esto bastó para que el resto de la navegacion se hiciese con ménos gusto y satisfaccion de la que los bellísimos vientos ofrecian, porque con el pretexto de esperar que una ú otra embarcacion se nos reuniese, se navegaba tan lentamente, y se desperdiciaban tantas brisas y vientos generales, que no pudo ménos de notarse la desazon que esto ocasionaba al general del ejército, oficialidad y tropa.

Con esta pausa nos condujeron á la isla de la Ascension ó de la Trinidad, que es una sola, y este era el último punto de reunion para todas las embarcaciones separadas, á quienes se habia prevenido en la instruccion que la escuadra cruzaria por delante de esta isla solamente 48 horas; pero sin embargo, siguiendo su idea la marina, se nos detuvo en este paraje desde el 17 de enero hasta el dia 30 del mismo: con lo que crecia la impaciencia de quien veía el verano inútilmente pasarse exponiendo toda la expedicion á una desgracia.

El dia 30 seguimos el rumbo con el desconsuelo de no haber hallado aquí los buques dispersos, ni las fragatas, que desde la corte se habian mandado salir á estas alturas, con las noticias que el Excmo. Sr. virey habia pedido se le anticipasen, especialmente las que eran relativas á la distribucion que los enemigos hubiesen hecho de sus fuerzas en las várias partes y puertos que debian cubrir en la costa del Brasil; pero la Providencia, que se ha declarado abiertamente en la especial proteccion de este armamento, dispuso que en los dias 6 y 7 de febrero se apresasen una fragata pequeña de comercio, una zu

1777. Dispersion del convoy.

Llegada

á la isla

de la Ascension.

Continuacion de rumbo.

« AnteriorContinuar »