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nuevo en 1501, cargado de riquezas y de esclavos que vendió contra la expresa prohibicion de los reyes de España. Por ello recibió el condigno castigo; pues fué preso y condenado á rescatarlos á costa suya, y á restituirlos á su patria de donde los extrajera con mengua de la humanidad.

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No así se condujo Rodrigo Bastidas, quien teniendo por compañero al experto piloto Juan de la Cosa, emprendió su viaje en el mes de octubre 1500; y despues de haber tocado en una isla que se halla entre Guadalupe y tierra firme, entró en el golfo de Venezuela, reconoció las costas que se hallan al Sur y Ocaso de Coquibacoa, y pasando luego por la Vela, siguió costeando más de 150 leguas y pudo reconocer la embocadura del Magdalena, las islas de Bará y San Bernardo y los puertos que en esta costa se hallan. Continuó aún más, hasta el puerto del Retrete, en donde terminó su excursion. Este hombre cuya índole era dulce y cuyo corazon no estaba desposeido de piedad, trató segun su manera de ser á los habitantes; y aunque hizo algunos esclavos, no fué con ánimo de nespecular en ellos, sino sólo con el objeto de enseñarles...

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Non pocas debieron de ser las utilidades que reportó este aventurero en su viaje, pues pudo volver á España en setiembre de 1502 con buena cópia de oro y piedras preciosas, despues que habia sacado los gastos de su expedicion, perdido en Santo Domingo sus buques, sufrido no pocos trabajos, atendidó á los cuantiosos gastos de un proceso que Bobadilla le formó y mantenido durante este tiempo á toda su gente.

En enero del mismo año se daba á la vela otra nueva expedicion de Cádiz, dirigida por el capitan Alonzo de

Ojeda, quien venia nombrado gobernador de la provincia de Coquibacoa, la que debia poner bajo su domínio y poblar. Mas su viaje fué infruc tuoso, pues aunque llegó á establecer fortificaciones á cosa de 25 millas del cabo de la Vela, y quiso plantar allí su Colonia, la falta de bastimentos por una parte, y por otra la hostilidad de los habitantes que poco se prestaba para conseguir nada de ellos, le obligaron á vivir del robo y el pillaje, haciendo excursiones á lo interior. Pero no era esta vida la que contentaba á sus compañeros; así, esto agregado á muchas otras circunstancias de disension y resentimientos, fueron causa de que le prendiesen y envíaran á Santo Domingo, y así tuvo un triste resultado su empresa.

Todas las tentativas, pues, de colonizacion fueron infructuosas en Venezuela, y sus costas permanecieron, por muchos años, siendo sólo el teatro de actos de violencia y crueldad, cometidos por los que á ellas se dirigian; poniendo así una barrera más fuerte á los que intentasen formar allí colonias y pensasen en fomentar relaciones con los indígenas para endilgarlos por las vias de la civilizacion.

En vano se propuso el P. Bartolomé de las Casas, fundar Colonias en las costas que se dilatan de Pária hasta Santa Marta, para lo cual obtuvo concesion el año de 1520. Con aquella constancia y celo que le eran peculiares, fomentó su empresa; y cuando ya habia establecido dos conventos, uno en Chichiriviche y otro más al Oriente, y con la dulzura del trato y la piedad del ánimo, conseguido hacerse de la confianza de los indígenas, un suceso funesto vino á dar por tierra con sus esperanzas y á poner un nuevo obstáculo á la colonizacion. Un tal Alonzo Ojeda, distinto de aquel

de quien hemos hablado, desembarcó en aquellas costas, y, valiéndose de una perfidia, pudo tomar presos como 36 Indios, con el intento de venderlos como eselavos. Alarmados legitimamente los indígenas con esté nuevo atentado, y queriendo naturalmente deshacerse de tan peligrosos huéspedes, tramaron el modo de verificarlo. No tarde se les presentó oportunidad de tomar venganza, pues se pusieron en Ojeda y algunos de los suyos que temerariamente habian venido á tierra, y les dieron muerte. No contentos aún con esta reparacion, asaltaron uno de los conventos y dieron muerte, asimismo al vicario y lego que allí encontraron, dejando todo aquel campo talado, é incendiado el convento. Era de esperar que con tales sucesos los colonizadores del Nuevo Mundo se convencieran de las dificultades que ofrecerian para lo adelante estas piraterias; mas, léjos de eso, parece que estaba como vinculado en ellos el deseo de oprimir y exterminar, pues poco tiempo despues de acaecido esto presentóse Gon'zalo de Ocampo con una expedicion de 300 hombres, llevando órden de la Audiencia de Santo Domingo para traer á aquellos infelices habitantes la muerte, la asolacion y la esclavitud. A propósito era el tal Ocampo para esta empresa, pues la supo llevar á término, ahorcando á unos, empalando á otros, devastando las comarcas y esclavizando á numerosos infelices de que llenó sus buques. Y lo que es más abominable de todo esto, es que tan indigno hombre se valió á su intento de perfidias y de dobleces, con que pudo engañar á los incautos y desgraciados Indios. Estableció este mal hombre, una colonia, algo más al Occidente, cerca de la embocadura del Cumaná, y le dió por nombre Nueva Toledo.

Sin embargo, entre los que vinieran á América,

había uno, del cual ya hemos hablado, el P. Bartolomé de las Casas: sujeto éste en quien los reveses, las con-b trariedades y los sufrimientos sólo servian para acriso lar más en su noble corazon, el amor de la virtud, y los sentimientos piadosos y caritativos que entraña la doctrina evangélica. De condicion apacible y de ánimo inquebrantable, era una de sus más relevantes dotes la constancia. Este ilustre varon, á quien ya hemos visto fundando conventos, y tratando de establecer bajo sólidas bases colonias en las costas que, segun su con49 trato con el Gobierno de España estaban bajo su juris-}· duccion, se presentó con los Reales Despachos de que era portador á la Audiencia de Santo Domingo, y pidión se diese á ellos cumplimiento; pero lejos de esto, yp dando rienda más á la codicia y á la doblez, que á la i buena fé y al deber, aunque publicaron con señales de acatamiento aquellas disposiciones, no revocarone las órdenes dadas á Ocampo: y solo despues de haberi sido amenazados por Casas, con que se volvería á Es-í paña á dar testimonio de lo acaecido, pudo conseguir la misma armada que habia llevado Ocampo; pero quedando éste en Costa firme, á sueldo, con el mando de 150 hombres de los que allí se hallaban....

Llegó pues Casas, no sin haber experimentado algunas contrariedades, á Nueva Toledo; y con gran quebranto de su ánimo, vió desvanecerse sus esperan zas. Un campo de miseria y confusion fué el espectáculo que se le ofreció á la vista. Todos ó casi todos los que allí estaban, al ver las embarcaciones, no pensaron ya sino en volverse á la Península ó á Santo Domingo, pues devastado todo aquel pais, no ofrecia al ojo de su codicia cosa que los convidase á permanecer en él; y así éstos y algunos de los que habian venido

com Casas, se fueron con Ocampo, quedando aquel, ro deado de pocas gentes, en un lugar castigado ya por aquellos hombres, en quienes todo sentimiento generoso se habia extinguido.15, OM 569

-Grandes contratiempos tuvo que sufrir despues de esta continjencia; por lo cual, viendo la necesidad de busear remedio á los males que amenazaban la total ruina de todo, resolvió pasar á Santo Domingo, y si era necesario á la Corte misma, para solicitar un apoyo eficaz á sus propósitos. Y asi lo hizo, dejando encargado de su gente á Francisco Soto, á quien dió sus instrucciones. No bien se habia ido Casas, cuando los indíge nas tqataron entre sí el modo de salir de los que alli quedaban. Hartos de sufrimientos y opresión, aquellos infelices se reunieron y con encarnizamiento atacaron á los españoles; los destrozaron, pusieron fuego al edificio, arrasaron el campo y sustituyeron al lugar de la Colónia un paraje de muerte y asolacion. Los que se hallaban en Cubagua, sabido esto, no se atrevieron á defenderse, aunque no bajaban de 600, y sin esperar á} los que se preparaban para atacarlos se embarcaron para Santo Domingo. Tal fin tuvieron los esfuerzos de colonizacion en Costa firme; tal fué el ejemplo de perversidad dado por los que, alejándose del designio del venerable Casas, trajeron, en vez de civilizacion al Nuevo Mundo, la frágua de los odios y el rencor, y la piedra de discordia que habia de poner entre los colonizadores y los indígenas un manantial de sangre vertido sólo por perversion de ánimo y aliento de codicia.

Casas, contristado con tales sucesos; viendo burladas sus esperanzas ; sin elementos para continuar con buen éxito en su nobilísima empresa de traer por la mansedumbre y la caridad la colonizacion al Nuevo Mundo,

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