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en la campaña que terminó en Ayacucho, les otorgó el título de ciudadanos del Perú. Tambien autorizó á Bolívar para que diese por sí cualquiera otra clase de recompensas á los que habian tan generosamente expuesto su vida en defensa de la patria.

El 10 de marzo cerró este cuerpo sus sesiones, despues de haber nombrado á Bolívar presidente de la. República, autorizándole para diferir sí así lo creia conveniente la Legislatura nacional, y para que delegase las facultades de que estaba investido en una ó mas personas que quisiera elegir para sucederle en cualquiera circunstancia.

El general Sucre, que habia penetrado en el alto Perú, al llegar convocó una asamblea general de representantes del pueblo, la cual se reunió en 10 de julio, declarando para el 6 del siguiente la independencia de esta parte del Perú, bajo el título de República de Bolívar. Sucre fué encargado del mando directo de los departamentos, mientras á Bolivar se confiaba el ejecutivo nacional por todo el tiempo que estuviera en su territorio. Encargóse tambien al Libertador de una constitucion, y se fijó el 25 de mayo siguiente para la réunion de una asamblea constituyente, con cuyo acto cerró sus sesiones aquel soberano cuerpo.

Sucre, en su marcha triunfadora en el alto Perú, habia visto postrarse ante su ejército 25 generales, 1,100 jefes y oficiales y 18,000 soldados. En medio de tales triunfos, su alma generosa y su noble corazon pensaron en Colombia; y así, diputó un oficial que fuera á presentar al gobierno de tan gloriosa República los trofeos de su última campaña. Entre estos figuraba el estandarte de Pizarro y los pendones que eran el emblema de la subordinacion de aquellas provincias á España.

Para entonces, pues, solo quedaba por reducir en aquel inmenso territorio del alto y bajo Perú el Callao, en cuya plaza el general Rodil se habia hecho fuerte desdeñando la capitulacion de Ayacucho. Despues de una heróica defensa, este jefe capituló el 23 de enero de 1826, habiéndole hecho el general Salon, jefe de las fuerzas sitiadoras, todas las concesiones que merecia su bizarra resistencia, como el espíritu de generosidad que animó siempre á los jefes republicanos.

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XIX 1826.

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ARBITRARIEDAD DE PÁEZ AL DAR CUMPLIMIENTO Á LA LEY DE
MILICIAS. EL INTENDENTE ESCALONA Y EL CONSEJO MUNI-
CIPAL DE CARÁCAS PROTESTAN CONTRA LOS ACTOS DE PÁEZ.
PÁEZ ES ACUSADO, SUSPENDIDO DE SU EMPLEO Y LLAMADO
Á DAR CUENTA DE SU CONDUCTA ANTE EL CONGRESO. ESCA-
LONA NOMBRADO EN LUGAR DE PÁEZ. INTRIGAS Y TRAICION
DEL DOCTOR PEÑA. SUS FUNESTOS RESULTADOS. · EL CON-
CEJO MUNICIPAL DE VALENCIA OFRECE Á PÁEZ LA AUTORIDAD DE
QUE SE HALLABA DESPOSEIDO. PÁEZ LA ACEPTA. MARIÑO
SIGUE Á PÁEZ Y LE OFRECE SU ESPADA. EL INTENDENTE
CRISTÓBAL MENDOZA CONVOCA UNA REUNION EN CARACAS, Y
PROTESTA NO HACER NADA QUE SEA OPUESTO Á LAS INSTITU-
CIONES DEL PAIS. BOLÍVAR ES LLAMADO. PÁEZ REVESTIDO
DEL MANDO SUPREMO POR EL CABILDO DE CARÁCAS.
SIDAD DE OPINIONES EN LOS PRONUNCIAMIENTOS.
BLEAS DE CARÁCAS Y VALENCIA PIDEN EL GOBIERNO FEDERAL.
ASAMBLEA GENERAL DE CARÁCAS. SE PROPONE EN ELLA
LA SEPARACION DE VENEZUELA. VANOS ESFUERZOS DE MEN-
DESPRESTIGIO DE LA IDEA DE DESMEMBRACION DE
COLOMBIA. MENDOZA SALE DEL PAIS. NUEVOS ERRORES
DE PÁEZ. BOLÍVAR ENVIA AL SR A. LEOCADIO GUZMAN Á
VENEZUELA. BOLÍVAR SALE DEL PERÚ PARA COLOMBIA.
SU PROCLAMA DE GUAYAQUIL. BOLÍVAR EN VENEZUELA.
SU PROCLAMA A LOS VENEZOLANOS. - PÁRRAFOS DE UNA CARTA
QUE DIRIGIÓ Á PÁEZ. PÁEZ INTENTA HACER ARMAS CONTRA
BOLÍLAR. No ENCUENTRA APOYO. PENA ES PRESO EN

DOZA.

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MARACAIBO.

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BOLÍVAR EN PUERTO CABEllo.

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Entre tanto, la aurora de 1826 trajo en Venezuela grandes conflictos, que vinieron á ser en lo futuro la

piedra fundamental de la discordia. Páez, queriendo llevar á cabo con todo rigor el decreto de alistamiento de milicias de que hemos hablado, ni se paró en los obstáculos que le presentaba la animadversion de todos por tal decreto, ni en las consecuencias que de su empeño pudieran resultar; sino que, atento solo á su designio de reunir tropas, convocó por tercera vez las milicias para el 6 de enero en el convento de San Francisco. Mas no habiendo sido aquella reunion cual la esperaba, destacó soldados por las calles con órden de llevar á aquel lugar á todo ciudadano que encontrasen. Tal manera de proceder, indigna de un republicano, pues era atentatoria á los derechos del ciudadano, no pudo sino ser piedra de escándalo y de descontento general; tanto mas, cuanto que tan arbitraria órden fué cumplida con verdadera violencia.

El Intendente Escalona, en presencia de tamaño desacierto rogó á Páez suspendiera su procedimiento, ofreciéndole invitar á los ciudadanos á una nueva reunion. Accedió á ello Páez, y el 9 tuvo lugar el nuevo alistamiento con gran contento suyo por lo concurrido del acto. Luego, el Intendente ocurrió al gobierno supremo quejándose de aquel proceder arbitrario. El Concejo municipal no se limitó á esto, sino que dirigiéndose á los representantes de la Nacion, les puso de manifiesto lo acontecido en los dias 6 y 9. La Cámara de representantes, considerando fundadas las quejas de la municipalidad de Carácas, propusó al Senado en 30 de marzo una acusacion contra Páez suspendiéndole de su empleo, la cual fué aceptada por este respetable cuerpo, llamándole á dar cuenta de su conducta.

El ejecutivo nacional, al dar cumplimiento al decreto del Congreso, nombró para suceder á Páez al general

Escalona, que (dicho de paso) no tenia muy buena amistad con él, pero que indudablemente habia eumplido con su deber. Páez, herido en su amor propio, se apresuró sin embargo á hacer reconocer á Escalona como comandante general de los departamentos de Venezuela y Apure. Mas el doctor Miguel Peña que tenia sobre él grande influencia, ganoso de hallar una coyuntura favorable contra el gobierno de Colombia, en cuya nombre habia sido condenado, y temeroso al mismo tiempo de las resultas de una nueva acusacion que sobre él pesaba por fraude de una cantidad de pesos hecho al mismo gobierno, buscó manera de producir una conturbacion popular. Páez se hallaba á la sazon en Valencia para fines de abril, y allí trabajó Peña con asiduidad y constancia inauditas para conseguir su objeto.

No pudiendo con la intriga ni por medio alguno Peña ni sus cómplices conseguir que el Concejo municipal se prestara á sus pretensiones aviesas, valióse de medios. indignos que de nuevo mancharon su ya desacreditado nombre, y que han puesto un sello deshonroso en la frente y memoria de sus parciales. Tramó una especie de conspiracion que, manchada con la sangre de tres asesinatos, vino á violentar al Concejo municipal para que renovara en la persona del general Páez la autoridad de que se hallaba desposeido. Alzóse entónces una voz que no puede apellidarse sino la de un romano de los tiempos de la República, y protestó con alto y esforzado ánimo contra proceder tan indigno. Este fué el señor Peñalver; mas su voz no fué oida, sino que se perdió en el estruendo de los amotinados que al fin triunfaron del cuerpo municipal, que con grande y culpable debilidad ofreció de nuevo á Páez la autoridad

apetecida. Este, manchando todas sus glórias y dando. un ejemplo tan pernicioso como criminal, aceptó aquel ofrecimiento tan incompetente como monstruoso, como que estaba en colision con un acuerdo del Senado. Este hombre, arrastrado por consejeros criminales, siguió luego cometiendo errores, sin que la voz del patriotismo tuviera eco en su corazon ni su conciencia. Así pues, aquel gran guerrero, que habia renovado en América las hazañas de los mas heróicos griegos, encendió en su patria la odiosa tea de la discordia civil, que mas tarde la ha arrastrado á la ruina y al martirio. Mariño, tambien ofuscado, siguió los intrincados senderos de Páez, y ofreció marchar al frente de 3,000 hombres del Oriente á asegurar aquellos propósitos. En tanto, la ciudadania no dejaba de tener nobles y esforzados representantes, que sustentando la causa de la justicia despreciaban el peligro de las comociones populares. Fué uno de ellos el señor Cristóbal Mendoza, hombre honrado y lleno de la virtud del patriotismo, que como Intendente de Carácas convocó para el 5 de mayo una reunion que considerase aquel suceso bajo su verdadero punto de vista. Mas sus generosos arranques se estrellaron en la indolencia y el temor que se habia apoderado de los ciudadanos; y así, se retiró protestando que no autorizaria nada que fuera contrario á las instituciones nacionales.

Mariño, de los 3,000 hombres que habia ofrecido, apénas pudo presentar en Caracas 40 prueba ésta mas que evidente del verdadero espíritu que á todos dominaba contra los actos de Páez. Los pocos amigos de este ambicioso general, tergiversando entónces las tendencias de aquellos sucesos, quisieron darle un sesgo conveniente, y lograron que los cuerpos muni

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