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decidió retirarse á un convento, en donde profesó, en 1523. Y ni allí, el santo varon se olvidó de sus propósitos y de su amor á los indígenas, sino que asíduamente trabajó por ellos, abogando siempre por leyes que aliviasen la suerte de tantos infelices, condenados al exterminio por el espíritu de la avaricia que á todos dominaba.

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Los BEL

- A. NA

D. BOICA.

H. REMBOLT. LCDO. FRIAS. CARVAJAL. MUERTE DE URRE. LCDO. PERES DE TOLOSA. - TERMINO DE LA DOMINACION DE LAS BELZARES.

Muy de esperar era que el Gobierno de España, en presencia de tales sucesos, tomara interés en remediar tan funestos males; mas sea por descuido ó por cualquiera otra causa, Cárlos V, que á la sazon reinaba en la Península, no sólo no atendió á esta necesidad, sino que para baldon suyo, decretó la esclavitud de todos los Indios que no se sometieran voluntariamente, autorizando al efecto á los Españoles que emprendian conquistas en el Nuevo Mundo.

No se dejó esperar mucho el resultado de tal medida, pues bien pronto las costas de Venezuela se vieron plagadas de hombres feroces, que, animados de la codicia, no pensaban en otra cosa que en hacer esclavos sacrificando á su intentó cuanto á ello se les oponia. En campo de muerte y asolacion se convirtió bien pronto

la Tierra firme. Errantes los Indios en el interior del pais, acaso buscaban un asilo menos inseguro para sus hijos y sus esposas; pues los que desgraciadamente se quedaban en sus moradas habian de luchar constantemente con enemigos po derosos, ó ser tristes víctimas de aquellos hombres feroces. Visto lo cual por la Audiencia de Santo Domingo, buscó manera de poner remedio á tan desenfrenadas piraterias, y al efecto, envió á Costa-firme un sujeto llamado Juan Ampúes; el cual, aunque para ello no llevó autorizacion, fundó en 1527 la villa de Santa Ana de Coro, en el mismo sitio donde hoy existe, despues de haber trabado amistad con los indígenas y conseguido que de muy buen grado el Casique Manuare, jefe de la nacion Caiquetia, sellara con él un tratado, por el cual se reconocia feudatario de los reyes de España. Hombre prudente, Ampúes vino con este hecho á demostrar cuan diferentes frutos daba un trato dulce y una política agena de perfidia para con los hijos del suelo privilegiado que se queria explotar. Y grande progreso hubiera hecho su colonia en corto tiempo, si el monarca en cuyas manos estaba el cetro español no desdañara la riqueza del comercio y de las industrias que florecen en la paz, por seguir las sendas de la guerra y gozar de las frívolas delicias de la victoria. Ocupado sólo en conturbar el viejo mundo, no pensaba en las regiones inmensas que hiciera Colon aparecer á la faz de las naciones, y si en ellas se ocupaba alguna vez, no era sino para entregarlas á la avaricia y crueldad de especuladores extranjeros. Así, cedió como feudo hereditario, á los Belzares, riquísimos comerciantes de Ausburgo con quienes estaba en negocios, la provincia de Venezuela, desde el cabo de la Vela hasta Macarapana.

Nombraron, pues, éstos como gobernador de estas. tierras (para lo cual estaban autorizados competentemente) á Ambrosio Alfinger, que, acompañado de Bartolomé Sailler como teniente general, salió para Coro á la cabeza de una regular expedicion, á donde sin tropiezo alguno llegó á fines de 1528. Ampúes, acatando las reales disposiciones, con harto dolor de su alma puso en manos de aquellos hombres, de nacion extraña, el gobierno de la Colonia; mas devoró en silencio la tristeza que le causaba el ver que el fruto de sus desvelos y afanes iba á ser recogido por otras gentes. Alfinger, ya en posesion de todo, sólo pensó en recoger oro y reunir esclavos. Siendo su objeto sacar, riqueza, y no civilizar, marchó por las sendas que habian trillado los que antes de venir Ampúes trajeran á las regiones de Costa firme el espanto, los dolores y la destruccion. Largos de contar serian los crímenes y atrocidades de Alfinger degradada la humanidad en su persona, fuera mejor dar su nombre al olvido y la historia de sus atentados al silencio más profundo. La muerte precedia á sus pasos, el incendio los seguia y el clamor de la esclavitud acompañaba sus horas, para siempre aborrecidas. De esta suerte recorrió no sólo las comarcas puestas bajo su dominio, sino tambien las que se extienden en las costas del lago de Maracaibo; y aun no contento, fuése hasta los fértiles campos que riega el Magdalena, y, merodeando por estas tierras, vino á salir al fin á Chinacota, y allí terminó sus dias tenebrosos, de resultas de una herida que le infirieran los Indios, en ocasion en que sólo se hallaba acompañado de un amigo, si es que amigos y no cómplices. pueden tener semejantes hombres.

Siguióle en el mando Juan Aleman, hombre de natu

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raleza pacífica y de carácter apacible, el cual no inquietó á los indigenas en el tiempo de su gobierno, que fué corto, pues á poco nombraron los Belzares por gobernador á Jorje Spira, el cual salió de España" á principios de febrero de 1534.

No distante estaba Spira de igualar á Alfinjer en su manera de proceder. Se internó hasta Barinas y despues de mil vicisitudes en aquellos llanos anegadizos; despues de haber pasado á saco cuanto encontró al efecto; despues de errar en constantes refriegas, lle-" vando la muerte y la asolacion por todas partes, aflijido de trabajos y sin gran provecho de sus fechorias, llegó á Coro en el mes de febrero de 1539, con solo 90 hombres de 400 que habia sacado. De allí siguió á Santo Domingo á entenderse con los agentes de los Belzares en aquella isla, sobre sus negocios.

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Envió luego á un tal Navas (Alonzo) con una pequeña expedicion ; y cumpliendo este las instrucciones que de él traia, pasó á la entrada del gran lago de Maracaibo, y en la isla donde moraban los Indios Zaparas, hizo gran carniceria de ellos, y siguiendo los impulsos de su corazon nada recto, lejos de volver adonde Spira estaba, prosiguió por la costa hasta Cumaná, por en medio de serranias, y consumó en esta excursion los dias que de allí corrieron hasta 1540 en que rio Spira, dejando en su lugar á Juan Villegas, alcalde mayor de Coro. Este no vió deslizarse muchos dias de su gobierno, pues á esta sazon la Audencia de Santo Domingo nombró gobernalor interino á Don Rodrigo de Labastidas quien, asimismo, vino á presidir la Iglesia de Coro elevada á catedral; por el papa Clemente VII en 1552, siendo este Labastidas, su primer obispo. Era de esperar que este sujeto encaminara

por segura via su gobierno, é hiciera florecer aquella colonia naciente; mas¡ puede tanto la avaricia! que el señor Labastidas, contaminado de ella, lejos de pensar en nada útil, se endilgó por donde sus antecesores habian caminado, y olvidando la mansedumbre y la piedad que la religion de que era alto representante encarece, solo pensó en hacer esclavos y acumular riquezas. Asi, las noticias del Dorado (1), que en aquellos tiempos corrían valederas, alentaron su ambicion, y oyendo atentamente las relaciones y pinturas que, Límpias, soldado de Federman (2) y algunos de los que habian acompañado á Spira, le hacian, preparó una expedicion que confió á Felipe Urre, teniente. general de la Colonia, el cual salió en junio de 1541 de Coro, y por la costa vino hasta Agua Caliente, de donde se internó á Barquisimeto.

Herman Perez, á la sazon iba en la misma empresa de buscar el Dorado, con gente traida del nuevo reino de Granada; y sabido por Urre que aquel en dias atras habia estado en aquellos sitios, comenzó á temer por el buen éxito de su empresa, creyendo que podia Perez llegar primero que él á aquellas encantadas regiones que habian trastornado la rectitud del obispo de Coro, y así apresuró sus marchas por la misma via que llevaba Perez. Corrió, internándose mas y mas en vastas regiones, pasando caudalosos rios, luchando

(1) El Dorado era una ciudad, que la mente de los conquistadores habia ideado siguiendo las mentirosas descripciones de los Indios, que para alejarlos les pintaban con los mas grandes atractivos una tierra lejana llena de grandes riquezas.

(2) Fué este hombre, compañero y segundo de Spira en su expedicion, y desertándosele con altísima deslealtad, siguío las huellas de Alfinger, y despues de recorrer parte de la Nueva-Granada volvió á Coro, sin provecho alguno de sus travesias.

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