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de Coro le sorprendió la muerte, cuando el Emperador én premio de su regular proceder, prolongara por tres años la época de su gobierno.

Sabido esto por Villegas, pasó al Tocuyo y se hizo reconocer en 1548, como gobernador interino, á pesar de las intrigas y pretensiones de los alcaldes de Coro y los de aquella ciudad, que reclamaban para si el gobierno.

Pensó muy luego en otra cosa que no en expediciones; pues convencido de lo infructuoso de estas, creyó que seria mas útil fundar ciudades y repartir bienes para buscar así el medio de dar reposo y tranquilidad á las gentes. Envió, pues, á Pedro Alvarez á Bor burata, para que la poblase, y éste dió principio en 26 de mayo de 1549, á la fundacion de la ciudad que mas tarde vino á ser presa de los. piratas y filibusteros que infestaron el mar de las Antillas. Fundó tambien á Nueva Segovia en el valle de Barquisimeto, en 1552. Sucedióle en el mando Villacinda (licenciado) en 1554, quien emprendió algunas excursiones contra los Indios Jiraharas con infructuoso éxito, y se decidió, por fin, á fundar una ciudad que fué la de Valencia, cuyos cimientos puso Alonzo Diaz Moreno por su órden cerca del lago de Tacarigua (1555), en posicion tan hermosa y adecuada cual no la tiene mejor ciudad ninguna de Venezuela. Muerto Villacinda en 1556, los alcaldes del Tocuyo quedaron dueños del Gobierno y encomendaron á Diego Garcia de Paredes una expedicion al interior.

Llegado este á Escuque, juzgó á propósito aquel lugar para fundar una ciudad; púsolo por obra, y la llamó Trujillo. Regresó en seguida al Tocuyo á dar cuenta de su encargo; y entretanto, los Indios, molestados por los pobladores de una manera injustificable,

resolvieron destruirlos á todos ; pusieron estrecho cerco á la nueva ciudad y obligaron, á pesar del auxilio de Paredes, á que todos se retiraran, dejando solitario aquel lugar en 1557.

Nombró en tanto la Audiencia de Santo Domingo de gobernador á Gutierrez de la Peña, el cual repobló á Trujillo por mano de Francisco Ruiz, quien cambió el nombre de la poblacion por el de Mirabel, que no conservó mucho; pues habiéndo venido, en 1559, el licenciado Pablo Collado, sucesor en propiedad de Villacinda, dispuso una excursion contra los Cuicas, pobladores de aquel lugar, encomendando á Paredes esta empresa. Este devolvió su nombre á la ciudad, que por contratiempos y circunstancias especiales cambió várias veces de sitio, viniendo á quedar, al fin en 1570, en el lugar en que hoy se halla.

Ninguna de cuantas ciudades se fundaron en Venezuela hizo tan rápidos progresos como Trujillo; y fué por esto que, atraido de su fama, el pirata Gramon, en 1668 hizo gran destrozo en sus habitantes, quemó los principales edificios y dejó dispersos á los que, viéndose saqueados, quedaron apenas con vida. Diego Romero, en los tiempos del interinazgo de Peña, habia fundado en el sitio en que anteriormente se descubrieron minas, llamadas de San Felipe de Buria, una po-blacion con el nombre de Villa-Rica, la cual cambió tambien de lugar, pues no acomodados allí los habitantes, se pasaron á las márgenes del Nirgua; y mas tarde, en 1628, al punto que hoy ocupa la ciudad, despues de haber exterminado á los Indios de aquellos lugares y cambiado sucesivamente el nombre de la poblacion por el de Nueva Jerez y Nuestra Señora del Prado, que fué el que le quedó entonces.

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Entre tanto, Fajardo, hijo de un español y de una India, nacido en Margarita, conociendo el idioma indíjena y aprovechándose de la coyuntura de su origen, emprendió en 1555 la tarea de apoderarse astutamente de algunas tierras sin violencias ni rapiña; y asi, pasando por Cumaná con algunos paisanos é indios, desembarcó en Chuspa y de allí siguió hasta Naiguatá, con cuyo Cacique trabó amistad, siendo muy bien acojido por todos. Con este suceso volvió de nuevo á Margarita, lleno de esperanzas en su empresa, de, donde con mayor número de gente regresó en 1557 desembarcando en Píritu. Allí se le unieron algunos Españoles y cosa de 100 Indios; y con ellos emprendió de nuevo su jornada, arribando á Chuspa, en donde fué agasajado por los Caciques y habitantes. Mas, temeroso de que más tarde viniera otro á gozar del fruto de sus afanes, pues que él no tenia autorizacion para aquella empresa, pasó á hablar con Peña, de quien obtuvo buena acojida y título para proseguir en su empresa. Marchóse, contento del resultado de su entrevista, y fundó la villa del Rosario en el sitio denominado Panecillo, donde habia quedado su gente construyendo habitaciones. Pero habiendo los españoles que con él estaban, atropellado muchos indígenas y hécholes constantes vejámenes, estos conspiraron á deshacerse de todos, no sin haber primero agotado toda su paciencia en soportarlos. Tuvo, pues, Fajardo que retirarse por esta causa en 1558, despues de haber luchado mucho con los Indios y vertido no poca sangre.

Volvió, por tercera vez, en 1559 siendo gobernador de la provincia Pablo Collado, quien le dió 30 soldados para ayudarle en sus proyectos; y con estos, unidos á los que habia traido de Margarita, que no bajaban

de 200, comenzó nuévamente sus trabajos en 1560. Recorrió, pues, Fajardo todas las tierras que se hallan desde las cercanias de la laguna de Tacarigua hasta el Valle de San Francisco, haciendo á su paso amistad con los Caciques y demas Indios que poblaban los Valles de Aragua y los Teques. Siguió despues á la costa en que habia desembarcado, y tomando allí la gente que dejara confiada á su amigo el Cacique Guaimacuare, fundó una villa que llamó Collado, en el puerto de Caraballeda.

Fajardo, que habia notado á su paso por el Valle de San Francisco algun oro á los Indios, se dió priesa á venir en solicitud de la mina que debia producirlo; y al fin, fué tanta su diligencia, que lo halló en tierra de los Teques, por desdicha suya; pues noticioso Collado de todo esto, hizo prender á Fajardo y le despojó de los títulos que él mismo le habia otorgado. Nombróle despues, encontrándole sin delito, Justicia Mayor de la villa que él mismo habia fundado, y á un tal Pedro Miranda, que habia sido el instrumento de que se valiera para prenderlo, hízole teniente general. Siendo el deseo de este hombre reunir oro, no hizo otra cosa que consagrarse al laboreo de la mina con unos cuantos negros, mientras que, con 25 hombres, un tal Seijas recorria por su órden el pais de los Mariches que hácia el Naciente tenian su residencia.

Guaicaipuro, señor de los Teques, inquieto con la presencia de los expedicionarios, comenzó á aprestarse contra ellos, cuando Seijas, al propio tiempo, habia tenido que venirse porque la muchedumbre y valor de los Indios de aquellos valles hubieran dado remate á su vida, si despues de los primeros encuentros no se hubiese convencido de ello. Unido, pues á él, Miranda,

volvió al Collado, pasando de allí á Borburata á dar cuenta de todo lo ocurrido.

Animado el gobernador por las noticias de que eran muy poblados aquellos lugares, y mas aún, por las muestras de oro que Miranda habia llevado, concibió el proyecto de someterlos, y al efecto envió á Juan Rodriguez, acompañado de 35 hombres. Harto infausta fué para Rodriguez esta expedicion, pues no bien llegó cuando tuvo que luchar con Guaicaipuro; y aunque lo venció, el Cacique, en ocasion en que Rodriguez confiado con su triunfo se habia internado por Tácata hasta los Mariches, mató á sus hijos y á cuantos obreros habian quedado en las minas.

Aun no habia salido Rodriguez de la sorpresa que le causara aquel desgraciado acontecimiento, cuando el Indio Paracamoni, baja al Valle de San Francisco, en donde se hallaba el hato del ganado, y matando á los pastores dispersa el rebaño y reduce á cenizas las chozas que allí habian construido. Agobiado de tristeza, comprendió que aquel suceso amenazaba con otros nuevos, pues sin duda los Indios no se atrevieran á tanto sin estar todos acordados sobre lo que iban á hacer; bien pronto pudo convencerse de ello, pues Paracamoni cayó de nuevo sobre los que reunian las dispersas reses y los puso en tal estrechez, que tomaron de noche camino para el Collado. Hallólos ya de huida Rodriguez, que revolviendo aquellos pensamientos de tristeza habia resuelto ir á aquella villa y estaba ya de regreso con socorros.

Fundó entónces, en el Valle de San Francisco, una ciudad que llamó con el mismo nombre, y de esta manera creyó tener mayor seguridad contra los Indios, cuyo valor y tenacidad ya habia probado.

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