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viéndose abandonado del gobierno que en nada se ocupaba de él, dejó la villa enviando parte de su gente á Borburata y siguiendo con la demas á Margarita.

No sin mucho dolor suyo se retiró Fajardo; y así, apenas pisó á Margarita, cuando ocupada su cabeza en buscar el medio de volver, solo pensó en ponerlo por obra, y en 1564 envió á la costa en que desagua el Rio Bordones á esperarle una expedicion bien dotada de caballos, armas y municiones, con la cual esperaba asegurarse de nuevo en Costa firme. Mas no recelaba el infeliz que la perfidia le esperaba en sus redes, y que pronto sus planes de conquista iban á ser sustituidos con las tinieblas de la muerte. Alonzo Cobos, justicia mayor de Cumaná, con quien tuviera algun sinsabor, llamóle á aquella ciudad cuando ya era salida su expedicion, y con el objeto de ver terminadas en el seno de la amistad las diferencias que entre ellos existian. Confiado, como todo hombre valeroso, accedió á sus deseos Fajardo, y sin compañía alguna se trasladó á Cumaná. No bien hubo llegado, cuando Cobos le pren. dió y despues de ultrajarle metiéndole en un cepo, le condenó á muerte de propia autoridad, debiendo ir al suplicio arrastrado de un caballo; y no cotento aún, fuése á la prision y ajustando con su propia mano el cordel á la garganta de Fajardo le hizo quitar allí mismo la vida. ¿Qué palabra será suficiente para calificar éste hecho? ¿Quién podrá saberlo sin llemarse de honda pesadumbre? Mas ay! la historia de esta conquista, como la de toda la América, parece que debi a reunir en sí la relacion de todos los crímines con que puede mancillarse la humanidad!... Tántos son los ejemplos de perversidad que ellas presentan á la consideracion universal.

Mas no quedó impune el malvado Cobos, pues los Margariteños, sabido el lastimoso fin de su compatriota y llenos de alta indignacion, pasaron á Cumaná bajo de las órdenes de sus justicia mayor, y entrados allí de noche se apoderaron de Cobos, y en sus piraguas volviéronse á su pátria, en donde, despues de haberle seguido causa, fué ahorcado, arrastrado por las calles y dividido en cuartos. Tal fué el castigo que recibió este hombre degradado, y tal el ejemplo de celo por sus derechos dado por los de Margarita, los que hasta el presente, han conservado la virtud del patriotismo en altísimo grado.

Habia muerto en Coro, entretanto (1564), Don Alonzo Manzanedo nombrado por las Cortes en vez de Collado; y Bernáldez, qué le habia precedido, volvió á encargarse del gobierno, al favor de la buena reputacion que se adquiriera. Este sujeto, en conocimiento de todo lo acaecido con Fajardo y del desastroso fin de Narvaez, emprendió por si mismo la conquista de las Carácas; y como no era hombre de guerra, acompañóse de Gutierrez de la Peña, que habia sido honrado con el título de Mariscal. Era de esperar que un abogado y un militar no se aviniesen bien en los medios que debian adoptarse para llevar á cabo la empresa que se proponian; y asi sucedió en efecto, con no poca pérdida de tiempo.

Los Indios, en tanto, se aprestaron á recibirlos con las armas en la mano, coronando las alturas. Intimidados los españoles con el número de aquellos, y viéndose en estrecheces, se retiraron despues de haber llegado hasta el Valle del Tuy.

Segunda vez emprendió el gobernador esta conquista; pero puso la expedicion á las órdenes de Diego

de Losada, de no oscura reputacion. Mas habiéndole sucedido en el gobierno Don Pedro Ponce de Leon, este, no solo confirmó á Losada su nombramiento sino que, pareciéndole hombre digno y prudente, le confió sus tres hijos para que militasen con él.

Partió Lozada al comenzar el año de 1567, llevando consigo 150 hombres y 800 personas mas. No dirigió su expedicion como el incauto Narváez, sino que con toda vigilancia la hacia marchar, y siempre con las armas dispuestas. De tal modo, que no solo venció á lo Indios en el mismo sitio donde murio aquel, sino que puso en fuga á cuantos se le opusieron, inclusive al mismo Guaicaipuro, que en 25 de marzo del mismo año le salió al encuentro con gran número de Indios y haciendo prodigios de valor. Siguió, pues, su marcha triunfal Losada hasta el valle que riega el Turmerito, afluente del Guaire, y allí, pareciéndole delicioso el lugar, pasó la Semana Santa, confirmando aquel sitio con el nombre de Valle de la Pascua.

Siguió luego al valle de los Carácas, y pudo allí convencerse por los choques que constantemente recibia de los Indios que era grande el odio que estos tenian á los españoles, como el amor á su independencia por la cual lucharon con tanta enerjia y heroismo como no se cuenta de otros índios de America que no sean los Araucanos.

Convencido de la necesidad de fundar allí una póblacion, púsolo en obra en el mismo lugar en que ántes fuera San Francisco, (próximanente en el año de 1567), llamándola Santiago de Léon de Carácas.

Valióse entónces Losada de la dulzura y el buen trato para atraerse á los indígenas, y aunque estaban todos harto, desconfiados no por eso dejó de sacar

fruto de su nueva política, pues algunos sellaron con él paz y amistad. Pero tal era la influencia de Guaicaipuro y tal el amor que aquellos hombres tenian á su independencia, que no pudieron en su mayor parte resistir al llamamiento del héroe de los Teques, quien no cesaba de excitarlos á toda hora á una guerra sin descanso; y á no ser por una casualidad, ó mejor dicho por una circunstancia imprevista por los Indios, cual fué el hallar fuerzas españolas en momentos en que se preparaban para tener grande y nunca. vista reunion, la naciente ciudad hubiera quedado reducida á cenizas y los españoles entregados à la muerte. Los Indios, sorprendidos con aquel encuentro, se creyeron traicionados y desistieron del proyecto que tenian de caer sobre Carácas. Salvóse de esta manera la ciudad y siguió progresando á grandes pasos, ayudada en parte por los que abandonando á Borburata por malsana habian venido allí á buscar un clima benigno.

Fué entonces cuando Lozada, comprendiendo la necesidad de un puerto cercano, fundó en el sitio que ocupaba el Collado una villa á la cual dió por nombre Nuestra Señora de Caravalleda, cuando corria el mes de setiembre de 1568 (dia 18).

De antemano se habia captado la voluntad de los indígenas, por lo cual ya tranquilos no venian en són de guerra. Mas luego que pensó en hacer repartimientos de encomiendas y puso por obra el medir las tierras y contar el número de indios de cada tribu, estos se volvieron á los montes y dejaron frustrados los planes de Lozada. Desesperado este de tanta resistencia, creyó que saliendo de Guaicaipuro se terminaria todo, pues el yencedor de Suarez, Narvaez y Fajardo, debia tener

grande influencia sobre los suyos, tanto mas cuanto que los españoles mismos le temian. No en guerra. pensaba entónces Guaicaipuro, sino que retirado pasaba su vida como si no quisiese combatir mas; y fué en esta ocasion que Lozada cometió en su persona un acto indigno que manchará siempre su memoria. Con la mayor injusticia y como poseido de locura, sumarió al Cacique cual á un súbdito español, y libró contra él mandamiento de prision por todo lo que Guaicaipuro habia hecho en defensa de su pátria; cosa esta original de que apenas se conoce ejemplo. Un tal Sancho de Villar fué el que recibió la órden de prenderle. Mas corrió grande riesgo en su empresa, pues Guaicaipuro, siempre alerta, tenia consigo 20 flecheros y con ellos comenzó la mas heróica defensa. Con un estoque, que habia pertenecido á Juan Rodiguez, derribaba al osado que pretendia traspasar los umbrales de su casa, mientras que alarmados los vecinos se reunieron para prestarle socorro. La lucha se hacia á cada instante mas terrible, y era tal el denuedo de los que acompañaban á Guaicaipuro, que á no ser que los españoles incendiaron la casa, allí hubieran quedado todos ó tenido que retirarse; pero viendo cercano el incendio, el valeroso Guaicaipuro prefiirió á morir entre las llamas morir luchando con sus contrarios: lanzóse pues fuera con su indomita bravura, y herido muchas veces cayó muerto al lado de sus 22 amigos ya tambien cadáveres. Así desapareció uno de los mas bravos caciques de todo el continente, muriendo como morian los antiguos espartanos y como han muerto en nuestros dias tantos héroes en los campos del Paraguay. Sus colegas no tuvieron como él la suerte de morir luchando : juzgados como él con

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