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ropa para hacer conquistas en Venezuela. En 1595, se daba á la vela en San Lucar, trayendo á su bordo mas de 2000 personas, y felizmente arribaba en abril del mismo año á Trinidad. Funestísimos resultados hubo Berrio de esta empresa, pues á pesar del número y condiciones de su gente, nada pudo hacer, sino que casi toda quedó sepultada en las inmensas soledades de Guayana, donde la fiebre y la flecha indígena los hizo presa de la muerte.

Por esta misma época, en que Berrío emprendía su loca empresa, un famoso marino británico se encaminaba en busca de aquellas tierras misteriosas cuya solicitud costaba ya tantas víctimas. Era este marino Sir Walter Raleigh, hombre valeroso y lleno de codicia, á quien nada detenia para llevar á cabo los planes urdidos por su avaricia y ambicion. En 1595, pues, salió con cinco naves en pos de aquellos lugares que solo existian en la mente de los que ardian en sed de oro. Llegó á Trinidad; alli encontró á Berrío, le prendió é incendió la ciudad de San José de Oruña en que se hallaba. Salido de allí, se internó hasta las vertientes del Caroni á donde puso término á su expedicion sin que hubiese sacado de ella nada de cuanto su cerebro habia imajinado. Sinembargo, regresado que hubo á Inglaterra, contó prodijios y relacionó cosas tan descabelladas en sus escritos, cuales solo pueden existir en impostura.

Dos viajes más á Guayana dispuso este hombre infatigable, de entónces á 1603, época en que fué preso en Inglaterra y condenado á muerte, por créersele complicado en una conspiracion que debia elevar al trono una pariente de Jacobo I. Pero no habiendo sido ejecutado, quedó en su prision. por trece años, á

cuyo término la Inglaterra y la España habian sellado la paz. Puesto en libertad, consiguió manera de formar una nueva expedicion al pais objeto de sus relaciones y esperanzas; y obtuvo para ello permiso del gobierno, no sin que temiera mucho de aquel hombre turbulento, á quién se le hizo prometer que no inquietaría las posesiones españolas. Sigámosle en su camino. Llega á las bocas del Orinoco, se detiene allí y manda á su hijo y al capitan Kaymes á apoderarse de Santo Tomé. A pesar de una gloriosa resistencia entran á la ciudad, la saquean, la queman y se retiran de ella el 29 de enero de 1618, esto es, diez y siete dias despues de haberla tomado; mas este acto de pirateria, costó á Walter mas caro que todos los otros de su vida; por que el hijo murió en la contienda, y él obligado á volver á Inglaterra por sus compañeros ya descontentos, fué ejecutado por mandato del rey, que habia hecho efectiva la sentencia de muerte que contra él habia.

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LOS MISIONEROS. - TRISTE SITUACION DE LOS INDIOS.

Próximamente un año despues de este suceso, llegaba á la ciudad incendiada Don Fernando Berrio quien la reedificó; sin lo cual, hubiera desaparecido á manos de los indígenas que inquietaban ya seriamente á los que se ocupaban en levantarla de sus ruinas.

Mas tarde, en 1764, fué fortificada; y luego, en tiempo del gobierno de don Joaquin Moreno de Mendoza, trasladada al lugar que actualmente ocupa la ciudad de Bolívar.

Desde entonces hasta 1723 poquísimos adelantes hicieron alli los españoles, no obstante que ninguna otra expedicion extranjera los inquietase en este tiempo. Los Indios, sustentando siempre la lucha, no dejaban perder ocasion de inquietarlos, y los colonos languidecian á fuerza de trabajos y zozobras. He aquí la época en que vinieron de nuevo los sacerdotes cristianos á emprender la penosísima tarea en que habian desmayado tantos brazos fuertes y corazones valerosos. Los padres aragoneses fueron aquí, como lo habian sido en Cumaná, los que se encargaron de tan ardua como meritoria empresa. Y no en vano trabajaron estos piadosos hombres, pues á fines del siglo xviii ya habian fundado 30 misiones, en donde más de 20,000 Indios recibian sin, violencia las enseñanzas fructiferas del Evangelio.

Algunas dificultades se presentaron, sin embargo, á las misiones, cuales fueron las contiendas que unas tribus tenian con las otras; mas éstas tuvieron al fin término, y vencedores y vencidos acogieron sin gran esfuerzo las benévolas insinuaciones de aquellos constantes sacerdotes. Fué entónces cuando estos últimos pensaron en traer de Trinidad algunas reses, para formar con ellas un rebaño que en lo futuro les garantizase la subsistencia. Acertadísima fué la idea y dióles grandes resultados, pues habiendo comenzado con muy pocas ya para fines del siglo contaba el rebaño mas de 150,000 cabezas. Pero estos hombres, á quienes hemos visto comenzar piadosa y caritativamente la obra de la colonizacion, degeneraron luego hasta el punto de ser émulos de los mas crueles conquistadores. Olvidando su deber y posponiendo á la codicia todo sentimiento generoso, diéronse á punibles especulaciones,

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con que han manchado su memoria y deshonrado su ministerio. Habiéndose hecho poderosos, regian á su voluntad todas las cosas; y no contentos aún, hicieron para ellos un derecho el no reconocer ninguno. Entregados ya á una vida mundana y no obedeciendo sino á sus desenfrenadas pasiones, llegaron hasta robar Indios, asaltando sus chozas y arrebatándoles el fruto de todos sus cuidados, sus hijos!... De aquí se originó que, poseidos de justisimo dolor, los Indios hicieron guerra cruda á los monasterios. Vióse muchas veces venir á aquellos infelices á pedir justicia á las autoridades civiles de las poblaciones contra los misioneros. A tan triste y miserable estado llevó el destino á aquella raza, que parece haber venido á la tierra sólo para regarla con su sangre y con sus lágrimas.

Fueron tales en lo sucesivo los desmanes de los misioneros, que en 1813 las Cortes españolas decretaron que se entregasen todas las misiones de Guayana al ordinario ecleciástico, por los males que sufrian los habitantes fisica y moralmente. Así, los beneficios que hicieron estos hombres costaron bien caro á aquella tierra, porque al fin su comportamiento trajo á ella tantas miserias y amarguras, cuales hubiera podido traer el más endurecido conquistador de los que con sus armas asolaron al nuevo continente.

Ahora que hemos visto cómo vinieron los misioneros á ejercer completo dominio en esta parte de lo que despues se llamó Capitania general de Venezuela, dirijamos la vista al resto de su dilatado territorio.

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Sancho de Alquiza habia sucedido en Carácas á Baca, á quien dejamos ocupado en el gobierno por la muerte de Peña Lidueña, mientras corria el año de 1601. Ningun acontecimiento notable tuvo lugar durante su gobierno ni el de los que le siguieron hasta 1679, en que los franceses, en guerra con la España, saquearon á Carácas, llevándose todas las riquezas que encerraba. Ya habian éstos mismos, en 1654 y 1657, intentado apoderarse de Cumaná, mas habian sido rechazados.

Despues de esto todo quedó tranquilo hasta los años de 1739 y 1745, en que los ingleses atacaron infructuosamente á La Guaira y Puerto Cabello, com o en 1740 lo habian hecho en Angostura. Empatóse luego la paz, que prosiguió sin interupcion los últimos años del citado siglo XVIII.

Entretanto, en 1731 se habia erigido la Capitania general de Venezuela y en ella quedaron comprendidas, en 1777, todas las provincias que forman hoy su inmenso territorio y que antes habian estado separadas: la de Carácas que comprendia á Coro, Barquisimeto y Carabobo; la de Maracaibo, que habia estado bajo la jurisdiccion granadina desde la conquista, y que comprendia á Mérida y Trujillo: la de Cumaná, que se extendia á Barcelona y Guayana; la de Barinas, que,

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