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creada en 1787, se dilataba por las extensas pampas que riega el Apure; y las islas de Margarita y de Trinidad.

Tranquila pues, como hemos dicho, seguia esta colonia, sin que mayores sucesos vinieran á perturbarla hasta 1797, en que, gobernando Don Pedro Carbonel, vino un notable acontecimiento á fijar una nueva era para Venezuela; la era de los grandes sacrificios y de la independencia, de que aquel año fué un crepúsculo sangriento.

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SEGUNDA PARTE

Guerra de la Independencia. — República de Colombia

(Comprende los años transcurridos de 1797 hasta 1830)

I

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Declinaba el sol del siglo xvii, cuando un resplandor de verdadera gloria surgia en los dilatados campos del septentrion del Nuevo Mundo; y las naciones, á quienes el feudalismo oprimiera con yugo más que ninguno ignominioso, presentian en el entusiasmo de una esperanza halagadora épocas de grandes transformaciones de que aquel resplandor de gloria les daba un vivo testimonio.

Los dias de la Grecia libre renacieron en los de Franklin y de Washington; y la reivindicacion de los derechos humanos, consumada ya en los campos del Nuevo Mundo, habia despertado á las naciones hinchendo su corazon con el santo amor de la libertad.

En la fragua del resentimiento más concentrado fundióse en Francia el hacha vengadora de los pueblos, bajo cuyo filo debian rodar en el polvo las cabezas de los representantes de la usurpacion, que en el nombre del derecho habia oprimido desde tantos siglos á læ

humanidad. En el cuadrante de los tiempos habia sonado la hora olvidada de los tiranos: la hora de la indignacion popular, que aterradora como el rayo puso profundo espanto en el corazon de los reyes, destruyó las curules de la tiranía y disipó las tinieblas que velaban el porvenir de las naciones.

Los vientos del mediodía de la Europa agitaban ya los pendones en que se veia lucir este lema de redencion: «< Igualdad, libertad, fraternidad; » y sordo y pavoroso como el rugido de las tempestades, se escuchaba resonar la voz de la Francia, que clamaba : «No más esclavitud, mas bien morir!... »

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Las inconstancias y debilidades de Luis XVI habian apresurado los tiempos; y ahogado en su própia sangre, desapareció á impulsos del torrente devastador de una ira por tanto tiempo comprimida.

El trono rueda en pedazos, confundido con el yugo y las cadenas; las herraduras marcan en los enrojecidos campos, las huellas de la triunfadora propaganda; el polvo que levantan las agitadas muchedumbres oscurece los horizontes; desaparecen las demarcaciones geográficas; y dondequiera que llega el movimiento regenerador, allí triunfa y resplandece; y adonde quiera que se halla uno de sus representantes, allí hay más que un romano!... Ya Hoche, aquel génio cuya estrella debia apagarse pronto, para desdicha de su patria, ha clavado más allá del Rhin la hermosa bandera de los representantes del pueblo !...

Mientras tales acontecimientos estremecen las naciones del viejo mundo, y los derechos del hombre en la persona de sus representantes ganan su terrible contienda contra los opresores, al otro lado del Atlántico, aquella hermosa propaganda despierta algunos cora

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