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Compañeros tengo en la comision; señores Diputados hay en las Cortes constituyentes mas ilustrados que yo en esta y otras materias, que contestarán á cuanto se vaya diciendo en el curso de esta discusion; y ademas ahí está el Gobierno de S. M., á quien yo felicito por haber tenido la honra de tomar la iniciativa en esta cuestion importantísima, porque al hacerlo así, ha logrado estampar sus nombres gloriosamente en las páginas de la historia del partido liberal. El Gobierno de S. M. cuenta en su seno jurisconsultos ilustres, estadistas profundos, y manifestarán el derecho que nos asiste y la justicia con que pedimos.

Vamos a los propios. Aquí, señores, aqui está para nosotros lo mas rudo de la batalla; aquí, señores, el interés local, desarrollándose, viene luchando contra el interés general. No es nuevo. En el organismo mismo del hombre hay lucha entre los miembros y el centro, Despojo! Siempre lo mismo! Se insiste un dia y otro dia, de palabra y por escrito, constantemente, en suponer que aqui hay despojo. Una y otra vez hemos contestado, y siempre la palabra despojo para nosotros; siempre, desde que existe el partido progresista, y siempre desde que se trata de estirpar los abusos; siempre despojo, siempre anarquia, siempre desórden. «Que despojamos al pueblo de bienes que posee, de bienes que son tan sagrados como la propiedad particular. No los despojamos, vuelvo à repetir lo que dije antes, queremos variar la forma de la propiedad, mas útil y conveniente para los propietarios que para el Estado. La damos una forma que llena Fas condiciones que mas convenientes pueden ser para unos y para

otros.

No hay despojo; hay ventaja; hay aumento de interés para los pueblos; hay, señores, un gran principio de moralidad en la venta de los bienes de propios. Yo siento decirlo, siento mucho decirlo; pero aquí estoy continuamente sacrificando mis instintos á mis obligaciones. En esta materia hablo por cuenta propia. Hace muchos años que pertenezco á la administracion civil del Estado; desde los escalones mas infimos hasta los mas altos, he recorrido toda la escala administrativa.

Yo, señores, usando tambien de prudencia, me limitaré á decir una cosa al Congreso. La administracion de los bienes de propios en general, salvas las personalidades, es una fuente perenne de inmoralidad en los pueblos, una fuente de rencillas, una fuente de odios implacables, y el dia que desaparezcan esas fincas, desaparecerán una porcion de males que el Gobierno no tiene hoy fuerza para evitar por mas que los deplore. No se me pida mas, porque mas, ni puedo, ni debo, ni conviene decir.

El 20 por 100 es de lo poco que al parecer beneficia el Estado; al parecer, porque el Sr. Moyano sabe que hay una ley hecha en Córtes y no con mi voto, ni con el de mis amigos (El Sr. Moyano: Ni con el mio), y en esa ley, en uno de sus artículos se consigna el 20 por 100 à la garantía é hipoteca de la Deuda del Estado, o sea en favor de los acreedores de este. Hay mas, al establecerse el sistema tributario, como ha dicho S. S., se consideró el 20 por 100 como propiedad del Estado, puesto que se gravó á las fincas con la contribucion ordinaria y territorial; de manera que los propios de los pueblos pagan el 20 por 100.

Y permitame aquí un paréntesis el Sr. Moyano. ¿Ha habido al

gun Diputado que venga aquí á proponer la supresion de esa carga? Hay nadie que, atendida la situación de los negocios económicos de España; hay nadie que osara privar al Gobierno de S. M. que las representa, de ese nuevo recurso? Yo no le conozco. Esa carga la tienen los pueblos; no podemos quitársela, y por consiguiente, ningun perjuicio sufren los pueblos. El Estado hoy se encuentra con ese derecho en virtud de una ley hecha por los amigos de S. S. (El Señor Moyano: Yo voté contra ella). Aqui cargamos con la responsabilidad de lo que hace nuestro partido. (El Sr. Moyano: Cada uno cargue con lo suyo). Pero ademas de ese 20 por 100 se paga el 12 que son 32, si yo sé sumar, y ademas de ese 32 se paga la administracion. ¡ Qué administracion! ¡qué administracion, qué arrendamientos los de esas fincas! ¡Qué valores son los que producen! ¡Cómo se pagan! Señores todos los que hayan salido alguna vez de la corte; todo el que haya, tenido ocasion de visitar los pueblos, siquiera no haya sido como yo, como administrador para examinar y ver lo que pasa en ese asunto; todo el que haya salido de Madrid, repito, sabe cómo está esa administracion, y sabe cuanto en ese particular pasa.

De manera, señores, que por el 20 por 100 que pagan los pueblos, yo me atrevo a asegurar que ganan cuando menos otro 20, porque es raro el pueblo en que el 50 por 100 líquido entre en las cajas del ayuntamiento. No hay despojo; no lo hay; estamos en nuestro derecho : no hay mal para los pueblos, puesto que los beneficiamos.

Y dice el Sr. Moyano: por qué quitarles ese 20 por 100 á los acreedores? S. S. ha leido el proyecto de ley, y allí tiene la contestacion el Sr. Moyano, allí vera que disponemos de esas rentas que corresponden al Gobierno; y á dónde van? ¿Y á qué van? Van á la Deuda, van á obras públicas. ¿Y cómo van? Con precauciones, propuesta porque no me parecia bien llevar tan lejos cierto género de el Ministro de Hacienda, y yo debo decirlo, combatido por mi, precauciones. Pero ahí están; el Ministro ha querido que estén en la ley, y ahí están precauciones nimias, que són un tributo á esas preocupaciones de que nos hablaba antes el Sr. Moyano: á esas preocupaciones que yo deseo no tener necesidad de atacar de frente, pero que, si fuera necesario, las atacaria. El que sirve, señores, à un Principe, como el que sirve á un pueblo, le debe el bien y le debe la verdad; y cuando el Príncipe ó el pueblo están obcecados; cuando el bien y la verdad rechazan, entonces, señores, es un deber de conciencia sacrificarse, disgustar al que servirse quiere para servir à la razon y á la justicia, que son antes que servicio ninguno.

Y

Pero esto es verdad, tranquilicese el Sr. Moyano, disipe los temores que en su conciencia recta han infundido las esposiciones de esos 2,000 ayuntamientos, parte mínima de los muchos que tiene la Monarquía española; tranquilícese; no son los pueblos fos que representan, han sido los ayuntamientos, los de aquella época, los que administraban los pueblos... no digo mas. Los pueblos, el verdadero. pueblo, ¿cómo no ha de preferir que les aseguremos, como de hecho y de derecho les aseguramos, sus rentas líquidas y netas, superior å la actual desde el primer dia, garantida con lo mas que se puede garantir, con la vida propia del Estado? ¿Qué hipoteca, que garantía puede pedirseles a hombres ni à corporaciones, mas que la garantice con la existencia propia? ¿¡Pues que seria de nosotros y del Gobierno? De nosotros que estamos aquí por un error lamentable, acos

tumbrados á considerarle como distinto de la sociedad y lo que es peor, como enemigo de la sociedad, cuando no es mas que el producto del Estado social bueno ó malo, porque ningun pueblo tiene mas gobierno que el que merece. ¿Cómo, señores, aquí, legisladores, aqui hemos de partir del principio inconcebible, de la exageracion del pesimismo de que por el mero hecho de poner en manos del Gobierno una cantidad cualquiera, esa cantidad esté en peligro? ¿Cómo he de admitir yo esta doctrina? ¿Cómo ha de haber quien la sancione? Seria necesario que estuviéramos peor que dementes, idiotas, y ni aun idiotas y dementes seriamos.

Y sin embargo, tambien nosotros hemos pagado tributo á la preocupacion popular; tambien nosotros hemos dicho: tomad esos cupones, y esos cupones os serán admitidos en pagos de contribuciones. ¿Y sabe S. S. qué sucederá con ese papel? Sucederá lo que sucede hoy con los pagarés de los compradores de bienes nacionales, que son el papel mas estimado que hay en España; que son un papel repartido, tenido y circulante como dinero. Ni puede ser de otro modo.

Para que un Gobierno cualquiera, nuestro ó ageno, enemigo ó amigo de esta ley, llegara á rechazar la admision de estos cupones, que en la ley se proponen, y que yo espero que la Asamblea decrete, era menester que ese Gobierno careciera de toda nocion de moralidad; que tuviera en su mano una fuerza suprema que hiciera callar voces y alientos; y şi ese caso llega, ¿qué derecho sirve, qué Constitucion, que garantía, qué seguridad al dinero ni á la finca? ¿Sabeis lo que hará? Tomará vuestro dinero para gastarlo en sus vicios. ¿Sabeis qué hará de vuestras fincas ? Las incendiará para iluminar su regocijo será un Neron el que os mande, no será un Gobierno. Ya hemos visto aquí tentativas de esa especie, empréstitos forzosos, y hemos visto en seguida, Sr. Moyano, revoluciones de Junio y Julio. ¡Ay de los Gobiernos que osen tocar de tal manera el crédito! ¡Ay de ellos! Y no me sirven los ejemplos desdichados de los gremios, de los vales Reales, de los juros. Aquellos los tomaba el señor de vidas y haciendas; estos los toma la nacion soberana, lo toma la madre, y hay inmensa diferencia, sí, de las entrañas de la madre al corazon del tirano.

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Y lo que he dicho de los propios y del clero, igualmente aplicable es á los bienes de la beneficencia.

Señores, de todos los ataques que se nos dirigen, el único que me afecta, que deploro, es el que versa sobre la materia importante de que me estoy ocupando. Señores, en nombre de la humanidad doliente, en nombre de los pobres desvalidos se nos viene á decir: ahombres sin piedad ni misericordia, fanáticos empedernidos, vais á sacrificar hasta el principio de la sociedad à vuestros principios, vais á hacer precaria la existencia espirante del enfermo en el hospital; vais á privarle de alimento al huérfano desvalido, despues de negar un techo hospitalario al anciano, solo ya en el mundo.» Señores, semejantc género de argumentos no son lícitos; si de buena fé se hacen, suponen una obcecacion incomprensible: si de mala, no es este el sitio donde deben rechazarse.

¿Cómo? Esta beneficencia, cuyos recursos bastan apenas á cubrir una pequeña parte de sus inmensas necesidades: esa beneficencia, en cuyo auxilio tienen que venir, deben venir el presupuesto del Es

tado, el provincial, el municipal, la caridad pública, la privada, hasta los vicios sociales que se ponen en contribucion para socorro de los desvalidos; esa beneficencia, señores, que mantiene a tantos españoles, padres de familia, hombres honrados, se la quiere despojar de los beneficios que les reporta. Eso es bueno para una pastoral facciosa; pero no se debe oir en un Congreso español. Me indigna semejante généro de argumentos.

Nosotros variamos la forma de esa propiedad, Sres. Diputados, porque si la administracion de los propios es mala, la de beneficencia, salvas algunas honrosas escepciones, es pésima. No salgamos de Madrid; no examinemos mas que las fincas urbanas; suponed, como yo quiero, pericia en los empleados de esa administracion; pero ved sus arrendamientos, y comparad el arrendamiento de una finca que acupa este sitio, con la de un particular que ocupa el inmediato, y se verá como están atendidos los intereses de los pobres. No hablaré de las obras hechas y deshechas para satisfacer necesidades de orgullo, hechas á costa de la beneficencia. No os hablaré, señores, de los abusos que se cometen en este ramo, que he tenido ocasion de examinar, que lo he visto palpablemente, y me he encontrado sin fuerzas para remediar esos abusos, abusos que es imposible cortar sin cortar la fuente, sin arrancar de raiz la venenosa planta que mata, mata a una porcion de desvalidos en España. Cuando en vez de una finca, cuyo producto es dudoso, cuya administracion viciosa es de dificil reprensión, tenga un hospital, un asilo de mendicidad, desapareciendo todo abuso, entonces, el pobre podrá contar con un socorro; el que no puede contar con su fortuna es otro, y á ese otro és a quien yo quiero quitarle el medio de que la haga.

No os hablaré de la economía de la administracion innecesaria, pues cuando no se trata sino de cobrar un cupon determinado, y ha de hacerse por este medio, entonces no hay riesgos, hay ventajas, y por último, moralidad.

Ha hablado tambien el Sr. Moyano de los bienes del secuestro de D. Carlos, pero ligeramente, pues S. S. se interesa en esto tan poco como yo.

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Ha dicho S. S., y es verdad, que era una de las hipotecas destinadas al pago de la Deuda. En primer lugar están destinados á indemnizaciones. Pero yo le diré al Sr. Moyano, que por ese arreglo de la Deuda, el Gobierno está en su derecho de aplicarlo y redimirlo con dinero, en virtud de ese arreglo de la Deuda. Los bienes del secuestro del ex-Infante D. Carlos (que de Dios goce) tienen que venir á invertirse mitad en amortizacion de la Deuda, y mitad en obras públicas; por consiguiente, están completos, están llenos sus deseos en esta material: On

Hablaré poco respecto de la cuestion administrativa, pues que reservo los pormenores á mis dignos compañeros, mas entendidos que yo. He hablado do la cuestion política, y he dicho lo que saben. fos demas.

Pero se dice: «propietarios, estais arruinados: ¿quién os compra en adelante nada si el Gobierno va á echar 8,000 millones de propiedad al mercado público? En qué mercado? No parece sino que van á salir los mandatarios del Gobierno por las calles y plazas obligando a todo el mundo á que compre en dia determinado. Lo que se propone es que pueda venderse, y se venda cuando haya

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quien lo pida. ¿Hay comercio mas modesto? La tienda se abre, la muestra se pone, y el comprador vendrá cuando le plazca. (Pisas). Cada uno tomará lo que le acomode; hay para todas las concien. cias; los devotos no querrán los bienes del elcro, pero se llevarán sin escrúpulo los de propios. (Risas.)

La venta, señores, está prevista de la única manera posible; y cuando es la posible, es la buena. Véndase cuando haya comprador; y cuando lo haya, sáquese á pública subasta. ¿Qué mas quiere S. S.? ¿Cómo hemos de vender? ¿Qué quiere S. S. que hagamos? Yo deseo que no se vuelva á hacer este argumento.

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Dice S. S.: «yo admito el proyecto de desamortizacion, pero no todo de una vez.» Es decir, que se diga al clero: «desde el año próximo te vendo tus bienes, y el clero tiene el mismo disgusto que si los hubiésemos vendido.» Que se diga á los pueblos : «te vendemos los propios el año siguiente.»¿Y serán amigos nuestros si no se han vendido los bienes? ¿Qué es lo que quiere S. S. que no 1 lastime a los enemigos de mis doctrinas y de las del pais? Bueno fuera para el partido á que S. S. corresponde, pero no para el mio, que no lo quiero. Esta ley, señores, tiene un alto objeto politico, como así lo han reconocido el Gobierno, la comision y las Córtes que la votaron, mejorándola si es, como no lo dudo, imperfecta como obra al cabo de hombres, y obra precipitada, porque esta es la verdad.

¿Sabe S. S. cuál es el objeto que nos hemos propuesto? Lo diré tan francamente como acostumbro siempre a decir las cosas. Nos hemos propuesto variar la índole de la sociedad española tan radicalmente como conviene, y variar la indole de su Gobierno; poner en armonía la condicion social de los gobernados con las condiciones políticas de los gobernantes.

Mientras ha habido en España una Monarquía absoluta, ha debido haber un clero propietario, una aristocracia con mayorazgos; ha sido conveniente, ha sido bueno; desde el momento que vamos á tener una Monarquia constitucional, liberalísima, es preciso que no haya en España mas que ciudadanos y propietarios, cuya fortuna, cuya independencia se cifren esclusivamente en su trabajo, pero que no encuentren obstáculo para llegar por todos los caminos á lo mas alto de la sociedad, como a lo mas alto del Gobierno.

Esto nos hemos propuesto, y la ley lo dice claramente en su letra y en su espíritu, que el pobre pueda adquirir fácilmente; por eso el exigir que las fincas no se saquen enteras á pública subasta sino por partes para procurar así la subdivision mayor posible, por eso lo exiguo de la cuota de cada plazo; por eso lo largo de este; porque no venimos á hacer la causa de los ricos; venimos á hacer la causa de los pobres, que el Sr. Moyano y los enemigos del proyecto nos acusan injustamente de desatender porque ha dicho S. S.: del colono perderá,» el argumento es especioso é ingenioso, solo que es en favor del proyecto. Dice S. S. «el colono del convento que para 12 frailes tenia la renta de 50 familias, y adviértase esto porque es antecedente que conviene no olvidar; el colono del convento que tenia superabundancia escandalosa de renta para sus necesidades, no se veia apremiado y tenia por un canon reducidísimo el usufructo de la propiedad. Yo lo sé tambien como S. S.; en el

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