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República Peruana.-Comandancia General del Departamento de Guayaquil, á 16 de Julio de 1829.

Al Illmo. Señor Gran Mariscal General en Gefe del Ejército Nacional.

Anoche á las diez he recibido, por un ayudante de E. M. de Colombia, la ratificacion del tratado celebrado en ese Cuartel General. Por ella han principiado en esa hora á correr los seis dias que tengo para desocupar esta Plaza: y en su consecuencia mañana dará la vela para Paita el bergantin "10 de Febrero" y la Fragata "Monteagudo," en los que, á cargo del Gefe de E. M. Valle-Riestra, remito los batallones Ayacucho, Callao, columna de Colombia y artillería; quedándome yo con Húsares, y compañía de cazadores del Callao para llevarlos conmigo en los buques de guerra y corbėta "Pichincha."

Digo á U. S. I. esto para que tenga á bien mandar se dé la órden, para que en Paita y tránsito hasta Piura se pongan todos los auxilios necesarios á estos cuerpos.

Dios guarde á U. S. I.-B. Cerdeña.

República Peruana.-Departamento de Puno.-Julio 15 de 1829.

Muy honorable Señor Ministro de Estado del Despacho de Gobierno y Relaciones Exteriores.

Señor Ministro:

Con el entusiasmo digno de los amantes de la libertad y del lustre de la Nacion Peruana, se ha publicado por bando en esta capital, y circulado á las provincias del Departamento la plausible noticia que US. se sirve comunicarme en nota circular número 129 relativa á la renuncia que hizo el general La-Mar de la Presidencia de la República, su embarque fuera del Estado verificado en la noche del 9 de Junio, y las proclamas con que el Illmo. Gran Mariscal General en Gefe del Ejército ha anunciado á la Nacion y á sus guerreros tan venturoso suceso.

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Yo aseguro, Señor Ministro, que el resultado de tan favorables acontecimientos ha de ser precisamente el goce de la paz tan deseada por los pueblos: y que en adelante el Perú será regido por sus propios hijos y leyes. Con tan halagüeñas esperanzas tengo el placer de contestar á la apreciable nota de US. fecha 22 de Junio último; reiterándole los sentimientos de la mas alta consideracion con que soy su atento obsecuente servidor-Señor Ministro.-Rufino de Macedo.

República Peruana.-Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores.—Casa del Gobierno en Lima, á 7 de Agosto de 1829.

y

Señor:

He presentado á S. E. las apreciables notas de US. de ayer de hoy, relativas al cumplimiento del supremo decreto de 10 del próximo pasado: é impuesto de su contenido, me manda contestarle "que las aflicciones, lamentos, lágrimas, y turbaciones de las religiosas Carmelitas y Teresas, con motivo de las providencias libradas por US.," provienen sin duda del modo con que se les han hecho las intimaciones; pues si se hubiesen escogido comisionados que uniesen, á su representacion, maneras suaves y luces, ya que no era posible á US. personarse, se habrian evitado sentimientos y congojas á esas religiosas cuya capacidad no alcanza á penetrar, que las medidas dictadas para el arreglo de monasterios, no son nuevas ni injustas, sino muy benéficas y piadosas para ellas mismas.

No puede absolutamente reconocerse por monasterio ó convento la reunion de un número de monjas insuficiente para componer comunidad, y mucho mas para practicar los oficios de su instituto. US. recordará que en el año de 825 defirió á la supresion de Santa Teresa, sin embargo de que entónces contenia cinco religiosas.

A la autoridad eclesiástica compete, sin prévia excitacion de la civil, remediar los abusos de las casas regladas, y reducirlas á la observancia de sus institutos; y esto jamás se consigue, si no se ejecutan resueltamente aquellas medidas que se apoyan en la razon pública y en la justicia de las leyes.

A US. compete pues librar las providencias oportunas: y comisionar eclesiásticos de sagacidad, virtud é instruccion, que se encarguen de hacerlas cumplir; trasladando á los regula

res de ambos sexos adonde lo estimare mas conveniente; respecto á que, procediéndose así, llenará US. uno de los preferentes deberes que le impone el supremo decreto citado.

Dios guarde á US.-Mariano Alvarez.

Señor Gobernador Eclesiástico de este Arzobispado.

Excmo. Señor:

Al llegar de Arequipa á esta capital, me convencí que la República iba á sumirse en la anarquía porque el Gobierno habia perdido su respetabilidad; y sus órdenes y las leyes no eran obedecidas. Hacia tiempo que el descontento reinaba por todas partes, y que los pueblos se habian pronunciado de una manera amenazadora contra la guerra que ha sofocado la industria, obstruido el comercio, y cegado los manantiales de la prosperidad.

Esta lamentable situacion no se ocultaba á los mismos interesados en propagar los principios que conducian á la Nacion á su ruina; y aunque el clamor de innumerables ciudadanos, el voto del Ejército, y mis propias obligaciones me conminaban á salvarla, resistí tomar el mando antes de probar si la franca manifestacion de las calamidades comunes variaba la errada política de la administracion. Pero cuando, á pesar mio, toqué el desengaño, y ví eslabonarse los males con una rapidez prodigiosa, ya no fué posible desoir las justas plegarias de los ciudadanos y de los guerreros que, atropellando obstáculos, multiplicando sacrificios, y arriesgando sus vidas por darse patria, invocaron mi auxilio para impedir que acabara de hundirse en el abismo á que la precipitaban.

La salvacion de ella, que es la ley suprema de las naciones, me sometió entónces á la triste necesidad de resignar el mando en mi persona hasta la instalacion del Congreso que va á reunirse. Colocado en él por el imperio de circunstancias tan aciagas, y por el llamamiento de los buenos, mi primer cuidado ha sido sostener el religioso cumplimiento de las leyes, y conservar inalterables las benévolas y fraternales relaciones que unen al Perú con los Estados amigos y hermanos y especialmente con el que V. E. preside. Así dirigiré mis conatos á fomentarlas, satisfecho de que la causa y los intereses de ambos pueblos están perfectamente identificados.

Y, al tener la honra de trasmitir al conocimiento de V. E. los dolorosos sucesos que, con harto sentimiento, me han elevado provisionalmente al supremo mando del Perú, debo reiterarle los vivos deseos que me asisten de contribuír á la felicidad de Bolivia, y ofrecer á V. E. mis respetuosas consideraciones.

Dada, firmada, y refrendada por el Ministro de Relaciones Exteriores en la casa de Gobierno en Lima, á 12 de Junio de 1829.-Antonio Gutierrez de La-Fuente-El Ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Alvarez.

Excmo. Señor Gran Mariscal D. Andrés Santa-Cruz, Presidente de la República Boliviana.

Andrés Santa-Cruz, Gran Mariscal Presidente de la República Boliviana &. &.

A nuestro grande y buen amigo el Gefe Supremo de la República Peruana.

Grande y buen amigo:

Vuestro despacho de 12 de Junio me instruye del cambiamiento que habeis dirigido en la capital de esa República instigado por el voto nacional, para levantarla del abismo á que era arrastrada. Yo me apresuro á felicitaros por un acontecimiento que debe influir en la buena suerte del Perú, jamás indiferente á la Nacion Boliviana ni á su Presidente que en la carrera pública de sus servicios, ha contraido tantos deberes hácia ese respetable público.

El derecho público de los Estados Americanos descansa sobre el código de la razon; y los carros del Gobierno nunca deben arrastrar las naciones. Fué libre el pueblo peruano porque merecia serlo; y el conjunto de las ventajas de su posicion parecia llamarlo á ser el asilo de las leyes. Se bastaba á sí mismo: y, dotado de todas las virtudes que forman el caudal de las sociedades republicanas, tuvo tiempo de haber adoptado una marcha que consagrase la sabiduria de sus instituciones, pero desgraciadamente su administracion pasada turbó su reposo, provocó los peligros, y le empeñó en una guerra escandalosa, fratricida y de funestas consecuencias.

El Perú, contento de su suerte, cuando empezaba á recoger los frutos de su emancipacion, y descansar de los sacrificios consagrados á la causa de la América, se vió obligado á llevar una guerra temeraria sobre una Nación amiga. Las desgracias de Tarqui despertaron su buen sentido; deseaba envolver los estandartes guerreros; pero sus conductores se obstinaban todavia en regar los campos de Colombia con la sangre pe

ruana.

Ni la filosofía ni la política pueden ver sin horror que, só color de la guerra, se autorize el fratricidio: y que dos naciones amigas se sacrifiquen sin piedad bajo los sangrientos auspicios de Marte. Los votos del Perú, los de Bolivia, los de la América toda piden solo la paz continental, como el mejor garante de las formas establecidas. Una tan noble causa parece haber animado el sentimiento de todos los ángulos del Perú: y os ha hecho, grande y buen amigo, el órgano del grito nacional, para restablecer la concordia porque suspiran tanto los Estados de Colon.

Yo os felicito otra vez, grande y buen amigo, porque, oyendo el clamor de ese pueblo generoso, os preparais á cerrar las fatales puertas de Jano. ¡Ojalá que nunca jamás se vuelvan á abrir entre nosotros; y que la moderacion presida siempre nuestras empresas! El grito de paz, con que ha prorrumpido el Perú, ha resonado en el corazon de Bolivia que os acompañará con sus votos y con su valer para tan noble empeño.

Dado, firmado y refrendado por el Ministro de Relaciones Exteriores en el Palacio del Gobierno de la Paz de Ayacucho, á 10 de Julio de 1829.-19o de la independencia.-Andrés Santa-Cruz.-El Ministro de Relaciones Exteriores.-Mariano Enrique Calvo.

El Presidente de la República Boliviana á sus conciudadanos.

¡Bolivianos!-Deudor de vuestra confianza, tengo el deber de satisfacerla. Los últimos acontecimientos del Perú son favorables á la América entera y á vuestros intereses en particular. Yo me apresuro á anunciaros su carácter, porque os debo dar cuenta de cuanto tenga relacion con nuestros destinos. Visteis con, horror los ódios de dos repúblicas hermanas: y no debísteis negar vuestras lágrimas á los sepulcros de Tarqui. La sangre derramada por la mano de la discordia TOMO IX. HISTORIA-11

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