Los mexicanos permanecieron la mayor parte del dia siguiente á la salida de los españoles, quietos en la capital, ocupados en limpiar las calles de los cadáveres cuya corrupcion podria haber originado una peste. Tambien se emplearon en tributar los honores fúnebres á los guerreros muertos en aquella jornada, sacrificando á los míseros prisioneros, los cuales al ver su triste destino, de buena voluntad lo habrian trocado por el de aquellos que dejaron sus huesos en el campo de batalla. Gran fortuna fué esta para los españoles, pues así tuvieron tiempo de respirar; pero Cortés conoció que no debia contar con que aquella inaccion durara mucho tiempo, y ademas, previendo cuán importante era burlar la vigilancia de su enemigo, dió órden á las tropas de que se alistasen para proseguir la marcha. Dejaron encendidas las luminarias para engañar mejor á los enemigos, y á la hora señalada, sin tocar tambores ni clarines, pero con las fuerzas algo restauradas, dejaron los españoles el teocalli en cuyo recinto habian encontrado tanto refrigerio. En aquel dugar hay hoy un templo dedicado á la Vírgen bajo la advocacion de |