Imágenes de páginas
PDF
EPUB

historia de todos los gobiernos despóticos que han reinado en Francia, de todas las tiranías militares, las conspiraciones jesuíticas y las bajezas cortesanas que han alternado allí con numerosos episodios de admirable frandiosidad.

El sistema de enseñanza en Francia es notablemente vicioso, á causa de la aglomeracion de materias que recargan el trabajo moral y mental. Ningun país es mas propicio para perfeccionar á un jóven en estudios anteriores; y sin embargo, lo creemos funesto para comenzar la instruccion y educacion de un americano adolescente. Los niños de los colegios parecen allí viejos de quince años; en sus estudios, la memoria trabaja mas que la inteligencia; es dar demasiado importancia á la cantidad de materias, en detrimento de la calidad; el sentido intelectual se desarrolla con exeso, en perjuicio del sentido moral; y al ver á un colegial francés hablar de todo con precoz malicia y esceptismo petulante, se nota que en sus preocupaciones tienen mas importancia las agudezas del ingenio que la solidez del buen sentido.

Na vacilo en afirmar que, en caso de enviar un tierno jóven á un colegio europeo, deben preferirse los colegios de Bélgica. En este país la enseñanza está tan adelantada como en el que mas, y hay la ventaja de que las instituciones, las costumbres y el espíritu público cuadran mejor á las necesidades morales de un jóven que debe ser educado para vivir como ciudadano libre de una república.

Como quiera que sea, cuando el jóven americano ha terminado su instruccion y educacion, á los diez y ocho ó veinte años, y vuelve á su patria, si trae conocimientos literarios y científicos, mas ó menos teóricos, ó mas ó menos sólidos, en compensacion se le encuentra moralmente desnacionalizado. Habiendo pasado lejos de su patria y su familia la época mas delicada de la vida, aquella en que las impresiones que se reciben deciden de la educacion y la suerte del hombre, es un jóven por la edad, pero no lo es por los sentimientos. Todas las nociones que se concretan en las palabras patria y familia, están casi borradas de su

alma, ó al menos poderosamente neutralizadas por otras impresiones é ideas. Los hábitos que habrá adquirido no se acomodarán á las costumbres de su país natal. Tendrá ideas muy distintas sobre el amor, el derecho y el deber; su alma y sus sentidos, educados por el espectáculo de una civilizacion llena de grandezas, de prodigios y fascinacion, no comprenderán la pobreza y el modo de ser de nuestra 30ciedad. El jóven semi-europeo será en su patria casi un estrangero, de seguro un fastidiado permanente; y del fastidio á la indiferencia, el desden y una maledicencia petulante y descontentadiza, la distancia no será larga.

No hay que esperar principios ni hábitos republicanos de un jóven que ha recibido sus primeras y mas hondas impresiones en un teatro poblado de señores y lacayos, de comparsas uniformadas, donde todo tiende á educar el alma y los sentidos para los goces comprados con dinero y para un modo de ser social que no se aviene con la sencillez republicana, la nocion del derecho, la modestia en las aspiraciones y el principio de que la respetabilidad no corresponde sinó al mérito.

II.

Pero veamos lo que hacen y en lo que vienen á parar los jóvenes de la segunda clase que hemos indicado. En Londres y París, ó viajando en tierra en toda la Europa, ó á bordo de los vapores en el mar, su fisonomía moral es la misma las escepciones son fenomenales. El joven tiene veinte ó veintidos años; su padre es rico y le ha enviado á pasearse y conocer el mundo, con todos los recursos necesarios para darse gusto. Sigámosle paso á paso en sus curiosos y estériles viajes.

:

¿Qué propósito lleva al alejarse de su patria? Estudiar prácticamente para ser útil á su familia y sus conciudadanos? No: va á divertirse, á gozar un poco, "fastidiado de la

miseria, el atraso ó la monotonía de su tierra."; Lleva algun plan determinado para viajar con el mayor provecho posible, ó siquiera estudiar un objeto interesante? Nada de esto. Va confiado á la dirección de algun hombre esperimentado que, entre tanta luz y tanto oropel, tanta magnificencia y tanto harapo, tanto grano y tanta paja que hay en las capitales europeas, le indique lo bueno y lo aparte de lo malo? No tal. Va con la bolsa bien provista, porque su padre que es un positivista bonachon ó rumboso-ha creido que el dinero basta para todo en Europa.

El jóven americano desembarca en Sauthampton lleno de embeleso, esclamando: “Al fin he llegado á Europa!" entra á la metrópoli-nacion llamada Londres, le da un vistazo, aturdido y embobado. y se apresura á salir de allí á todo escape. A donde se dirije desatentado y como sonámbulo? Pues á donde á de ser sinó á París! á París, la ciudad májica, la irresistible cortesana de la civilizacion, que atrae con sus sonrisas y sus cantos á todos los curiosos boqui-rubios y desocupados del orbe!

Por un exeso de condescendencia, ó de curiosidad, el jóven viajero se digna honrar á Lóndres con una visita de ocho ó diez dias. Diez dias en Londres! lo mismo valdria gastar un minuto en visitar y observar un gran museo! Si el viajero se aventura á recorrer las calles de Cheapside y Cornhill no creais que va á observar el movimiento comercial é industrial de la gran metrópoli: necesita comprar un magnífico reloj inglés y de paso arroja una mirada equívoca sobre el Banco de Inglaterra, el templo del Royal Exchange, y á trescientos pasos de allí el Puente de Londres y Monumento conmemorativo del famoso incendio del siglo XVII. Si se pasea por el Strand, por la inmensa calle de Orford, ó por la de Piccadilly, no va á observar el movimiento admirable del periodismo, de ciertas industrias, de las librerias y ajencias que hacen tan gran papel en la vida del pueblo inglés y de casi todo el mundo, sinó á ver muchachas bonitas, tiendas de joyas, y algun teatro: no vá á contemplar las ma

villas del Bristish Musseum sinó á mirar con delicia suntuosos almacenes de sederías y objetos de lujo; no va á echar una ojeada sobre el museo de Geología, sinó á deleitar la vista con las magnificas fachadas de los palacios aristocráticos alineados en Pall-Mall, Piccadilly y las calles contiguas.

Durante sus diez dias de profunda observacion de Londres, pasará las mañanas vagando deslumbrado por Regent Street, las tardes viendo pasar regimientos de coches aristocráticos por las márgenes de la Serpentina en Hyde Park, y las noches en las prestigiosas orgias de Cremorne Gardens -á chelin la entrada. De resto, el esplin se apoderará del jóven viajero, y á los diez dias se le oirá esclamar con suficiencia, al atravesar la Mancha por la via de Dover y Calais: "Oh! no me hable usted de Lóndres! es una ciudad insoportable! Una ciudad de mercaderes y cortesanas, de fango y niebla, de carbon de piedra y cerveza, donde todo es prosa y especulacion. brutalidad y frialdad, indiferencia y egoismo." Y el moceton corre á Paris, muy persuadido de que conoce á Londres como sus manos...

Ya está en Paris nuestro peruano, chileno, colombiano ó mejicano. Llega á buen tiempo. El mes de mayo termina; comienzan las diversiones del verano-que son para los estranjeros, porque casi toda la sociedad de gran tono, que no es la mejor, y la de sábios literatos, se ausenta de Paris,―y todo es deslumbrador en la ilustre metrópoli del arte, la ciencia, la elegancia y el placer. El jóven viajero se creeria deshonrado si no se apease en uno de los hoteles mas suntuosos, sea en la calle de Rivoli, en la de la Paz, en los Boulevards de gran tono. Son muy caros, es verdad; pero procuran el altísimo honor de poder decir á sus amigos: “Vivo en el hotel tal;"-como quien dice: me hombreo con los mas opulentes y aristocráticos viajeros. Provisto de ropa nueva en Londres, el cándido personajillo se lanza, apenas se instala en el hotel, á pasear por los májicos Boulevards su interesante personilla en la cual tolo el mundo tiene la insolencia de no reparar, escepto...... las loretas de pa

cotilla. Hélo ahí en campaña, apenas al vestir el uniforme del dandy; recluta, pero audaz; desorientado y embelesado, pero lleno de pretensiones.

Una hora despues está desconocido. Irá blandiendo una varilla casi impalpable; se infigirá la tortura de ajustarse un lente ó binóculo sobre la nariz, perfectamente inútil puesto que no es de aumento ni de disminución; habrá añadido á la cadena de su reloj tantos colgandejos, que tendrá el aire de llevar en el chaleco un rácimo de frutas; y en todo su individuo no se hallara señal alguna que le haga parece americano. Sus primeras noches serán consagradas as delicias del Chateau de fleurs, en los campos Eliseos; luego al baile Mabille, á la Closerie des lilas, al Parque de Asniéres y á todos los Casinos famosos de Paris. Los bailes de máscaras de la ópera tendrán su turno en el invierno; pero entre tanto se consagrará con asiduidad á saborear las inmundas zarzuelas de los teatros de Variedades, Palacio Real y Bufonerías parienses.

A pesar de sus infinitas seducciones, Paris no impide que otros lugares ejerzan su atraccion. El jóven paseante corre á buscar en Baden-Baden y otras ciudades del Rin las emociones de la roleta, y los amores de condesas incógnitas ó aventureras farsantes. ¿Pero va siquiera en busca de algo, por detestable que sea? No tal: va porque es de gran tono y rigorosa necesidad fingir un paseo por el Rin, para poder decir en el invierno: "He pasado el verano en los baños de Banden, Viesbaden y Spa". En el año siguiente lo pasará en Vichy, ó irá hasta los Pirineos, donde se curan ciertas enfermedades que acarrean las costumbres del gran tono... . .

Ha llegado el invierno, con su nieve, sus nieblas y su fango, pero tambien con sus diversiones, su afluencia de sábios, de literatos y gentes aristocráticas. Todos los teatros ofrecen lo mejor que pueden; se abren las bibliotecas, los cursos universitarios, las academias y sociedades científicas. El jóven viajero tiene el campo libre para estudiar, visitar museos, archivos y establecimientos industriales. ¿Que

« AnteriorContinuar »