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culo adicional de Dorrego, por el que se debia titular Representacion Nacional.

Octubre 9-Falleció en Buenos Aires el presbítero doctor don Manuel Antonio Acevedo, cuyo nombre se lee al pié de la Acta de nuestra independencia, como diputado por Catamarca.

Octubre 12-Batalla de Sarandí, á 20 leguas de Montevideo, ganada por el general Lavalleja al ejército del Brasil, mandado por el general Ventos Manuel, el cual tuvo 400 muertos y 500 prisioneros, siendo los combatientes como 2,000 por cada parte.

Octubre 21-Llegaron á Buenos Aires el doctor don Bernardino Rivadavia y el señor don Ignacio Nuñez.

Octubre 25-El Congreso del Rio de la Plata declaró reincorporada de hecho la Provincia Oriental á la República, recibiendo en la misma fecha á su diputado.

1828.

Octubre 4-El 17 de Setiembre el "Nocton" llegó á Buenos Aires con el secretario de la Legacion Argentina, don Pedro Feliciano Cavia. El tratado preliminar de paz entre la República y el Imperio del Brasil, que él condujo, fué despues de ratificado, llevado á Montevideo por los señores Azcuénaga y el Almirante Brown para su canje, el cual tuvo lugar en 4 de Octubre.

1834.

Octubre 1o-A consecuencia de la revolucion del 19 de Setiembre se recibe del gobierno de Buenos Aires el Presidente de su Sala de Representantes, don Manuel Vicente Maza.

MIGUEL NAVARRO VIOLA.

Octubre 1863.

LITERATURA

DE LA ELOCUENCIA SAGRADA EN BUENOS AIRES

ANTES DE LA REVOLUCION

Con motivo del libro titulado:

Oración fúnebre pronunciada por el R. P, F, Julian Perdriel (Prior del convento de Predicadores de Buenos Aires) el dia 12 de Julio de 1799 en las solemnes exequias que se celebraron en la iglesia de Santa Domingo, por el alma de la Señora Beata Doña María Antonia de la Paz.

(Buenos Aires-Imprenta de MAYO-1863-55 págs. in 12.0)

La oratoria sagrada ha debido esperimentar entre nosotros las mismas vicisitudes que nos da á conocer la historia literaria de la Península. Aunque la verdadera elocuencia sea una para todos los tiempos y naciones y se la juzgue por reglas de caracter constante, sin embargo, la moda y el gusto que varian en razon de causas transitorias, han producido estravios tan lamentables en el estilo oratorio, que apenas pueden creerse en fuerza de la veracidad de los testimonios que prueban su existencia. La historia de fr. Gerundio no es una invencion esclusiva del P. Isla: los oradores sagrados de su tiempo le suministraron los materiales, los caracteres, y hasta las palabras con que compuso su libro, poco ático, por lo mismo que provoca demasiado á la risa. ¡Cuánto se habrá abusado en América del culteranismo, de la mania de

las circunstancias, de la erudicion mal traida, de los retruécanos y del estilo ampuloso que reinaron en el púlpito durante la larga decadencia de la literatura española !

Nuestras antiguas crónicas refieren uno de esos sucesos ridiculos á que frecuentemente daban lugar los predicadores sin ciencia y de pésima escuela rutinera. El mal gusto habia llegado hasta nosotros envuelto en el sayal de los frailes que á par de los soldados del fijo nos mandaba la madre España para afianzar la colonia.

El buen virey Vertiz, queriendo dar un poco de suelta á los vecinos de Buenos Aires, contribuyendo, en cuanto de él dependia, al desarrollo social de la ciudad colocada á la cabeza del vireynato, permitió todo género de diversiones. lícitas. Fundó la primera casa de comedias, y lo que parecerá estraño para aquellos tiempos, permitió los bailes públicos de máscara.

El escándalo que causó en cierta porcion del pueblo la introduccion de esta costumbre, tuvo, naturalmente, representantes exaltados en el claustro, y no faltó quien se atreviese á predicar un sangriento sermon contra aquella diversion infernal, haciendo responsable al virey, ante la justicia del cielo, de las dañosas consecuencias que debia traer aquella promiscuacion pecaminosa y anónima de personas de ambos sexos, disfrazadas y ocultas bajo la careta.

El sermon tuvo mucho éco y hasta la conciencia de los mas ájiles y fervorosos bailarines comenzó á perturbarse y á encojerse, á tal punto, que el virey se consideró en la necesidad de curar el mal causado á su autoridad por la reprobacion lanzada desde el púlpito contra una de sus medidas de buen gobierno. En este conflicto, el discreto mandatario como aguerrido soldado, se dijo á sí mismo, el púlpito debe ser como la lanza de Aquiles que tenía la virtud de cicatrizar las heridas que causaba. Si un fraile franciscano ataca mis máscaras queridas, es preciso que otro del mismo hábito las defienda y deje airosos mis mandatos: similia similibus.

Y efectivamente, echándose á buscar por los claustros al

fraile que menos hubiese manejado á Ciceron y á los santos Padres, tropezó con el Reverendo Francisco Oliver, quien no trepidó en encargarse de desvanecer en el auditorio, en la primera ocasion que se presentase, las malas impresiones que habia producido en él el acalorado sermon del enemigo de los disfraces. El P. Oliver subió al púlpito en un dia de gran concurrencia al templo y se propuso probar con el mas grande desenfado y con la agudeza mas vulgar, "que don Baile podia contraer matrimonio sin impedimento con la señora doña Devocion", y que en consecuencia el baile de máscaras no tenia nada de reprensible en sí, ni de pecami

noso.

Una risa general acogió la defensa de proposicion tan descabellada, y el escándalo se disolvió en sainete, con provecho de los aficionados al paspié y á las intrigas propias de las reuniones con disfraz.

Por fortuna, la imprenta que hubiera conservado en Buenos Aires los detestables sermones de los campazas del siglo pasado, se estableció en una época en que nuestro clero en general era mas ilustrado y mas sabio que la masa de los sacerdotes en las provincias de España. La imprenta de Niños Espósitos no suministraria página alguna al proceso que quisiera formarse á los delitos contra la dignidad de la elocuencia sagrada cometidos en los púlpitos de Buenos Aires. Por el contrario, por una coincidencia notable, las dos producciones de ese género que encontramos, de fecha mas remota, dadas á luz por nuestra tipografía, correspondientes ambas al año 1797, asocian los nombres simpáticos de dos sacerdotes porteños, famosos por sus conocimientos, sus virtudes y sus servicios, el P. fr. Cayetano Rodriguez y el doctor don Carlos José Montero.-¿Quién no conoce los méritos y raras cualidades del primero? El segundo fué el primer profesor de filosofía en el colegio de San Carlos, y el mas antiguo de los catedráticos de teología patentado por la Córte, en la cual, como aquí, llegó á gozar del crédito y del valimiento que merecia por sus luces.

El panegírico predicado por Rodriguez, en loor de los grandes Patriarcas San Francisco de Asis y Santo Domingo de Guzman, y la oracion fúnebre en las exéquias del virey Melo, pronunciada por el doctor Montero, son dos bellos trabajos, decorosos, discretos, sin resabios de mal gusto, de lenguaje culto y corriente, y despojados de esas formas exóticas que suele inspirar la lectura de los libros teológicos y el apartamiento de la sociedad del mundo. Ambas oraciones tienen por fuentes de la elocuencia que las hace notables, los sentimientos mas delicados y una varonil sensibilidad.

El P. Rodriguez poniendo en paralelo los bienes producidos á la humanidad por los afamados conquistadores y por sus dos humildes héroes de la caridad, acierta á decir las bellas espresiones que reproducimos, sin poder resistir á esta tentacion:"Al sonido de estas voces. Pompeyo, Annibal, Alejandro, resalta la idea de lo que Pompeyo hizo en la antigua Roma, Annibal en Cartago, Alejandro en Persia. Nombres inmortales esclaman, que nos recuerdan la existencia de unos hombres que haciéndose superiores en cierto modo á su propia naturaleza, hallaron el secreto de crearse ellos mismos su nobleza, siendo esto en espresion del sabio orador romano, mas dificil que heredarla. Asi discurre el mundo de unos héroes que labraron su fortuna, su elevacion y su gloria sobre las ruinas de sus semejantes, y que no obstante el esplendor de su mérito, jamás hicieron á un hombre mejor ó mas feliz”.

Este rasgo, si no nos engañamos, se aparta de los caminos trillados por los predicadores comunes; es una consideracion moral deducida de la filosofia de la historia, que nos revela las buenas y clásicas lecturas que hicieron de su autor uno de los poetas y prosadores notables de los primeros tiempos de nuestra revolucion.

El doctor Montero nos dá en las honras del señor Melo, una prueba inequívoca, de cuanto distaba él de aquellos oradores que pusieron en ridículo la santa mision de enseñar la fé religiosa y de moralizar á los hombres convenciéndoles de

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