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civilizacion ¡Adelante! Adelante! De seguro que si los difuntos volvieran á la vida hallarian tan insoportable al siglo XIX, que sin vacilar se regresarian con la música á la tierra de los calvos.

Repetimos que muy en embrion y con gran cautela hemos apuntado este curioso hecho desentendiéndonos de adornarlo con la multitud de glosas y de incidentes que sobre él corren. Las viejas cuentan que cuando murió el hacendado desapareció su cadáver, que á buen seguro no recibió sepultura eclesiástica, arrebatado por el que pintan á los piés de San Miguel: y que en las altas horas de la noche paseaba por las calles de Lima en un carro inflamado por llamas infernales y arrastrado por una cuádriga diabólica. Hoy mismo hay jente que cree en estas paparruchas tan á pié juntillas, como en la constitucionalidad de cierta reforma legislativa. Dejemos al pueblo con sus locas creencias y hagamos punto y acápite.

III.

DE COMO EL ARZOBISPO DE LIMA CELEBRO MISA DESPUES

DE HABER ALMORZADO

Sabido es para los buenos habitantes de la republicana Lima, que las cuestiones de fueros y regalias entre los poderes civil y eclesiástico han sido siempre una piedrecilla de escándalo. Aun los que hemos nacido en estos asendereados tiempos recordamos cierta enguinfingalfa entre uno de nuestros presidentes y el metropolitano, la que terminó sin recurrir á otra decision canónica que al fiat gubernamental. Mas en la época en que por S. M. don Fernando VI mandaba estos reinos del Perú, el señor conde de Superunda, estaban casi contrabalanceados los dos poderes y harto tímido era S. E. para recurrir á golpes de autoridad. Cuestioncillas fútiles acaso en su origen como la que en otro capítulo dejamos consignada, agriaron los espíritus del virey y del arzo

bispo Barroeta hasta enjendrar en los dos una séria odiosidad.

El conde de Superunda en su relacion de mando dice hablando del arzobispo :-"Tuvo la desgracia de encontrar jénios de fuego conocidos por turbulentos y capaces de alterar la república mas bien ordenada. Estos le indujeron á mandar sin reflexion persuadiéndole que debia mantener su jurisdiccion con vigor y que esta se estendia sin límite. Y como obraba sin esperiencia, brevemente se llenó de tropiezos con su cabildo y varios tribunales. Los caminos á que induje muchas veces al arzobispo, atendiendo á su decoro y la tranquilidad de la ciudad eran máximas muy contrarias á las de sus consultores y no perdieron tiempo en persuadirle que se subordinaba con desaire de su dignidad y que debía dar á conocer que era arzobispo, desviándose del virey que tanto le embarazaba. El concepto que le merecian los que asi le aconsejaban y la inclinacion del arzobispo á mandar despóticamente, lo precipitaron á escribirme una esquela privada con motivo de cierta cuestion particular, diciéndome que lo dejase obrar y procuró retirarse cuanto pudo de mi comunicacion. A poco tiempo se aumentaron las competencias con casi todos los tribunales, y se llenó de edictos y mandatos la ciudad poniéndose en gran confusion su vecindario. Si se hubieran de espresar todos los incidentes y tropiezos que se ofrecieron posteriormente al gobierno con el arzobispo, se formaria un volúmen ó historia de mucho bulto."

Y prosigue el conde de Superunda narrando la famosa querella del quitasol en la procesion de la novena de la Concepcion, que tuvo lugar por el año de 1752. No cumpliendo ella á nuestro propósito preferimos dejarla en el tintero y contræernes á la última cuestion entre el representante de la corona y el arzobispo de Lima.

Práctica era que solo cuando pontificaba el metropolitano se sentase bajo un dosel inmediato al Virey, y para evitar que el arzobispo pudiera sufrir lo que la vanidad humana calificaria de un desaire, iba siempre á palacio un familiar la

víspera de la fiesta con el encargo de preguntar si concurriria ó no á ella.

En la fiesta de Santa Clara, monasterio fundado por el Santo Toribio de Mogrovejo y al que legó su corazon, encontró Manso el medio, infalible en su concepto, de humillar á su adversario contestando al mensajero que se sentia enfermo y que por lo tanto no concurriria á la funcion. Preparáronse sillas para la Real Audiencia, y á las doce de la mañana se dirijió Barroeta á la iglesia y se arrellanó bajo el dosel; mas con gran sorpresa vió poco despues que entraba el virey precedido por las distintas corporaciones.

¿Qué habia decidido á S. E. á alterar asi el ceremonial? Poca cosa. La certidumbre de que S. Ilma. acababa de almorzar en presencia de legos y eclesiásticos una tísica ó robusta polla en estofado, que tanto no se cuidó de averiguar el cronista, con su correspondiente apéndice de bollos y chocolade las monjas.

Convengamos en que era durilla la posicion del arzobispo, que sin echarse á cuestas lo que él creia un inmenso ridículo, no podía hacer bajar su dosel. Su Ilma. se sentia tanto mas confundido, cuanto mas altivas y burlonas eran las miradas y sonrisas de los palaciegos. Pasaron así mas de cinco minutos sin que diese principio la fiesta. El virey gozaba en la confusion de Barroeta y todos veian asegurado su triunfo. Superunda humillaba á la sotana.

Pero el bueno del virey hacia su cuenta sin la huéspeda, ó lo que es lo mismo, ignoraba que quien hizo la ley hizo la trampa. Manso habló al oido de uno de sus decanes y este se acercó al arzobispo manifestándole en nombre de S. E., cuan estraño era que permaneciese bajo dosel y de igual á igual, quien no pudiendo celebrar misa por causa de la consabida polla del almuerzo, perdía el privilegio en cuestion. El arzobispo se puso en pié, paseó sus miradas por el lado de los golillas de la Audiencia y dijo con notable sangre fria. -Señor oficial! Anuncie antes á S. E. que pontifico.

Y se dirijió resueltamente á la sacristía de donde salió en breve revestido.

Y lo notable del cuento es que lo hizo como lo dijo.

(Concluirá)

RICARDO PALMA.

DOS PALABRAS

SOBRE LA CABALLERIA ARGENTINA

(Conclusion) (1)

Las guerras y la táctica de los ejércitos sufren estrañas y estraordinarias modificaciones á medida que el mundo pro

gresa.

En Eurpa, la caballeria no tiene ahora como en los días de Marengo y Austerslitz vastas llanuras donde operar y lueir su bizarria.

En la reciente guerra de Italia, que terminó con la paz de Villa Franca, una red caprichosa de ferro-carriles, un sin fin de canales ó un laberinto de aldeas, villorios y ciudades, se oponian á sus largos despliegues.

La industria ha asentado su planta productora allí donde solo crecía una silvestre vegetacion.

La infanteria y el cañon se hacen cada vez mas el arma de la civilizacion.

Cuanto mas bárbaro es un pueblo tanto mas numerosa es su caballeria é insignificante su infanteria.

ges.

Ved sino á los tártaros, á los cosacos y á los árabes.

La caballeria es el arma de las tribus nómades y salva

Notad esta metamorfosis: la caballeria que en la Edad Media era el arma de la gente civilizada, es en los tiempos opuestos al feudalismo el elemento de los bárbaros del desierto.

(1) Véase las pájinas 63 y 275.

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