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otros doscientos veinte y cinco mil maravedís, que hacen tres medias anatas de más de la principal, en conformidad de lo resuelto por la sala del Consejo de hacienda, que la administra por decreto de 13 de Febrero de este año. Dada en Madrid á 7 de Marzo de 1662.-Yo el rey.El Conde de Castrillo.—Licenciado D. Juan de Carvajal y Sande. Licenciado D. Antonio de Contreras.-Yo Martín de Villela, Secretario del rey Ntro. Sr. la hice escribir por su mandado. Registrada, D. Pedro Castañeda, Canciller mayor.-D. Pedro de Castañeda.

Certificación del Secretario: Habiéndose des pachado este título de ciudad á la villa de San Sebastián sin ponerla Noble y Leal se ocurrió por su parte al consejo de la Cámara y presentó papeles por diferentes cartas y cédulas de Su Majestad, justificó el llamarla Noble y Leal y pidió se le diese el título añadiendo en él esta preeminencia. Y por resolución de consulta de veinte y cinco de Junio de este año se sirvió Su Magestad de mandar se enmendase como se ha hecho así en este título original, como en el traslado que está en el sello. Madrid á cinco de Junio de mil seiscientos y sesenta y dos años.— Martín de Villela.

«En 1699 (15 de Junio) expidió el mismo monarca un diploma á favor de la ciudad, añadiendo al título que tenía de noble y leal el timbre de muy noble y muy leal, en grado super

lativo, en consideración á que por otra real cédula de Carlos V de 28 de Diciembre de 1542, se le había dado igual denominación; sin embargo de que la provincia de Guipúzcoa se había opuesto tiempos atrás aún al título de Noble y Leal, pretendiéndole exclusivamente para sí. >>

Dicc. Geográfico-Histórico de España por la Real Academia de la Historia, pág. 331.

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EPILOGO

I

«La verdad es la que dicta, yo quien escri be.» Estas palabras, tan graves, tan austeras, que estampó Melo para exponer sus propósitos al narrar la Guerra de Cataluña, pueden servir de divisa á los interesantes y bien encaminados trabajos de investigación que, en bien de la historia de Guipúzcoa, va realizando mi excelente amigo y compañero don Serapio de Mújica, Inspector de Archivos municipales de aquella provincia. Espíritu sólido y modesto; ávidamente curioso de las cosas de su país; diestro en leer y descifrar documentos antiguos, como quien por largo tiempo viene dedicándose constantemente á esta labor, tan humilde, al parecer, pero tan fructuosa; sobradamente sereno para no dejarse alucinar por patrañas embelesadoras, que toman tinte y color de patrióticas; perseguidor infatigable y

afortunado del pormenor y el detalle, cuando éste es útil y sirve para arrojar siquiera un rayo de luz sobre algún punto controvertido de nuestro pasado; nada presuntuoso ni enamorado de su propia opinión, y pronto á admitir dó. cilmente la ajena siempre que se presente revestida de las suficientes garantías de acierto; adorador de la verdad por la verdad misma, Serapio de Mújica, en quien veo yo el continuador más feliz de las tareas de Gorosábel, es ya benemérito de la historia vascongada, y lo será cada vez más. En Serapio de Mújica, como en Gorosábel, encuentro realizada aquella tradición de cronistas puntuales, exactos y minuciosos que nos conceden los negadores de la capacidad artística de la raza euskara. Uno y otro carecen de fantasia; pero la fantasía, que es don raro y exquisito, sirve, no pocas veces, para descaminar al investigador y hacerle tener por histórico lo que no es más que producto de su imaginación soñadora. En este sentido, lejos de lamentar esa carencia de fantasía de nuestros investigadores, debemos felicitarnos de ella; porque, si bien es cierto que, como dice Menéndez Pelayo, para escribir la historia «hay que saber leerla, y sentirla é interpretarla, y concebirla como un todo orgánico y vivo, para lo cual no basta la letra muerta de los documentos; pues, si así fuera, no habría historia mejor que un archivo bien ordenado, y hasta seria ilícito y aún per

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