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La del primero dice: El invencible Almirante D. Antonio de Oquendo toma al abordaje la Capitana Holandesa. El general Hanspater se arrojó al mar desesperado.

La del segundo dice: Reconvenido el general holandés por el resultado del combate, contesta: que la Capitana Real de España con D. Antonio de Oquendo era invencible.

La Comisión, encargada de los cuadros, presentó su descargo, y señalado el día 15 de Agosto de 1858 para la recepción general de los mismos, se invitó al acto á todos los que perteneciendo á la Marina residían en la Ciudad, al Tribunal y Junta de Comercio, acor dando al propio tiempo dejar las puertas abier tas en los días sucesivos para todos los que gustasen visitarlos.

Llegado dicho día, se reunieron todos los invitados en la Casa Consistorial, bajo la presidencia del Sr. Gobernador D. Manuel Somoza, y explicado que fué por el Sr. Alcalde el objeto de la reunión, se dió lectura al descargo de la Comisión y acuerdos del Ayuntamiento, y la comitiva, seguida del público, subió al segundo piso, donde estaba preparada una bande ra de damasco de seda igual á la que usaba Oquendo, cuyo coste fué de 790 reales. Tomándola el Sr. Gobernador la colocó en el balcon central del edificio, donde se ostenta desde aquella fecha, los días del Corpus Christi y Jue

ves Santo, así como el garfio, y con lectura de una alocución preparada al efecto, el Ayuntamiento se dió por recibido de los cuadros, dejando el salón abierto para el público.

En el balcón central del primer piso ondeaba la bandera de la ciudad y en los demás del segundo piso el pabellón nacional.

El resultado de la suscripción fué de reales vellón 56.277,10 y el coste de los cuadros y otros gastos de 53.104, resultando un sobrante de 3.173, 10 que se invirtieron en decorar el salón del segundo piso, así como una parte de los 14.000 y pico de reales que más tarde se recibieron de Cuba y de la República oriental de Uruguay, de los cuales sobraron reales vellón 10,060 que se reservaron para cuando llegase el caso de erigirle una estatua.

Por la acción del sol, á que estuvieron ex puestos, sufrieron bastante los cuadros en el transcurso del tiempo, y el año 1877 el Ayuntamiento encomendó su restauración al afama

do artista guipuzcoano D. Alejandrino Irureta, quien desempeñó su cometido á satisfacción de los inteligentes, en un plazo de seis meses.

Desde entonces se conservan en excelente estado en la gran escalinata de la Casa Consistorial, donde son muy visitados, más por los extranjeros que por los nacionales; pero al culto pueblo de San Sebastián no le parecía bastante para enaltecer los méritos de aquel ilustre

hijo que ondeó victoriosa la bandera española por tantos mares, un homenaje encerrado entre la paredes de una casa concejil, y en medio de los múltiples cuidados que la reedificación y ensanche de la ciudad exige de sus Cuerpos Municipales, bastó que un infatigable historiador, D. Nicolás de Soraluce, llamase la atención de los mismos hácia este glorioso recuerdo, para que, acogiendo la idea con entusiasmo, no cejasen en su empeño hasta ver coronados sus esfuerzos con un hermoso y costoso monumento de piedra y bronce, cuyo importe pasa de 112.000 pesetas, levantado en paraje que en tiempos de Oquendo zurraban las olas con extrema violencia y que convertido hoy en espacioso paseo, puede ser visto desde el Cantábrico y servir de ejemplo á los bizarros que sintiendo latir en sus venas sangre igual á la de nuestro héroe, custodian sobre los mares la enseña española.

¡Loor á los pueblos que así eternizan las glorias de sus hijos!

LA ESTATUA DE OQUENDO

SU

HISTORIA

D. Nicolás de Soraluce, siendo miembro del Ayuntamiento el año 1873, promovió la idea de que se erigiera una estatua al Almirante D. Antonio de Oquendo, pero por motivo de la guerra civil que asolaba al país, hubo que suspender, para mejor ocasión, la realización de tan hermoso proyecto.

Con fecha 19 de Agosto de 1878 presentó el mismo infatigable publicista una relación de los hechos más culminantes de la vida del valiente marino, que el Ayuntamiento hizo imprimir en crecido número de ejemplares para repartirlos al vecindario, y el 21 de Septiembre del citado año elevó el propio señor Soraluce una exposición pidiendo al Excmo. Ayuntamiento de esta Ciudad que se erigiera una estatua en honor de Oquendo, exposición que fué acogida con entusiasmo por la Corporación

Municipal, la cual acordó en sesión del día 24 del mismo mes y año realizar tan elevado pen samiento.

Se verificó una reunión de personas notables de la ciudad con el objeto de secundar los deseos del Ayuntamiento, pero como no se tomase acuerdo alguno y volviera á quedar pos tergado el asunto, tuvo el laborioso escritor que insistir en su empeño, y con fecha 12 de Diciembre de 1881 presentó nueva exposición recordando el compromiso adquirido por el Ayuntamiento. Acordó éste pedir cañones al Ministerio de Marina con destino á la mencionada estatua, acuerdo que no se llevó á cabo dejando el asunto relegado al olvido.

El concejal D. Victoriano Iraola acudió con fecha 19 de Julio de 1883 pidiendo al Ayuntamiento que se nombrara una comisión encar· gada de llevar adelante el proyecto, y nombra. da esta comisión, comenzó sus tareas el 6 de Octubre de 1883, pasando á estudiar los medios más adecuados de fomentar la suscripción pública y á recoger los datos precisos para dar cima á la empresa puesta á su cuidado, basándose especialmente en los trabajos llevados á cabo con antelación en la ciudad condal para levantar el monumento de Cristobal Colón.

Muerto D. Nicolás de Soraluce, la comisión ejecutiva de la estatua, en sesión de 21 de Abril de 1885, acordó hacer constar en acta el

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