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CAPÍTULO XI.

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SUMARIO Regreso de Colon.— Ovacion que le tributó la poblacion de Palos. - Desgracia y muerte de Martin Alonso Pinzon. - Viaje de Colon á Barcelona. Entrada triunfal en la capital del Principado. - Presentacion á los Reyes. Homenajes que se le rinden y lauros que allí recibe.— Impresion que el descubrimiento causó en España y en Europa. - Emulacion del Rey de Portugal.- Bulas pontificias.-Preparativos para el segundo viaje de Colon. - Buques, gentes y equipos.— Fonseca y Soria.- El Padre Boil.-Sale Colon de la bahía gaditana el 5 de Setiembre de 1493.Llegada á las islas Caribes.- La Dominica, la Guadalupe, la San Martin.Antropofagia. Descubre à Puerto-Rico.- Llegada á la Española. - Catástrofe de la Navidad. Sus causas. -Caonabo y los otros caciques.-La Isabela. Las montañas del Cibao.- Conducta de Bernai Diaz, de Aguado, de Margarite y del P. Boil. Triunfos de Ojeda. - Excursion de Colon por las costas de Cuba y de Jamaica. Regreso á la Española.- Su enfermedad.-Feliz llegada de su hermano Bartolomé.- Derrota de los caciques. -Sumision de los indios. - Prision de Caonabo.— Llegada de Antonio Torres. Llegada de Aguado. — Su conducta y sus propósitos. - La tempestad. Miguel Diaz y las minas de Haina. Salida de Colon y Aguado para España.

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El regreso de Colon, su entrada en el puerto de Palos y el acto posterior de su presentacion á los Reyes en Barcelona, son acontecimientos legendarios. Sería imposible pintar con sus verdaderos colores los sentimientos de admiracion y de alegría que despertarou en aquel puerto la vuelta y la presencia de aquellos navegantes, que ocho meses antes habian sido despedidos con más angustias y temores que si lo fueran para la eternidad. Aconte

cimiento indescriptible. Todos los signos de un júbilo inmenso; repique general de campanas, fuegos artificiales, músicas, algazara por las calles, cerradas las tiendas, las gentes fuera de sus casas y locas de entusiasmo y alegría; oyendo, mirando, preguntando con curiosidad insaciable y con asombro indecible á los llegados de otro mundo. Unos estrechando la mano del amigo, otros abrazando con efusion al pariente; esta mujer al hijo, aquélla al hermano, alguna al esposo; todas mirando con asombro y con cariñoso respeto á aquel hombre extraordinario, á quien quizá maldijeron un año ántes; á quien tuvieron por aventurero ó por loco, el cual habia sabido llevar y traer sus hombres y sus carabelas á tierras desconocidas por mares nunca surcados.

El puerto de Palos no habia gozado jamas, no volverá á gozar nunca dia de mayor júbilo ni de mayor gloria.

Pero áun encierra ese dia otro suceso memorable y otra leccion ejemplar. En él, ó poco despues de él, quizá entre las sombras de la noche, llegó al puerto la carabela Pinta, y avergonzado, lleno tal vez de remordimiento, y mortalmente herido por la envidia, los celos y el despecho, entró á escondidas en Palos Martin Alonso Pinzon, sin poder gozar del júbilo y de los homenajes, á cuya participacion tantos títulos tenía. Llevado por la tempestad á uno de los puertos del Cantábrico (1), y creyendo que el Almirante y su gente hubieran perecido, ó ansioso de anticiparse á él y ganar los laureles del triunfo y el favor de los Reyes, les escribió dándoles parte de los descubrimientos y pidiéndoles permiso para pasar á la córte y comunicarles en persona los pormenores del viaje.

No eran menester el desaire y con él la leccion que le dieron los

(1) Tomó puerto en Bayona, de Galicia.

Reyes, para abatir su ánimo y causarle herida mortal; la llevaba dentro de sí, efecto de sus propias faltas. Volvió á Palos y entró en su casa quebrantado de salud y profundamente abatido. Era aquél su pueblo, teatro de sus antiguas glorias, centro de su poder; y se veia en él postergado, y más que olvidado, envilecido á sus propios ojos.

Dice muy bien Irving: Cuantos honores se prodigaban á Colon, cuantos elogios recibia su empresa, se grababan profundamente en el alma de Pinzon, como otras tantas reconvenciones de su conducta. Y cuando, al fin, recibió una severa y digna contestacion á la carta que habia escrito á los Soberanos, diciendole que no era á él á quien debian recibir y escuchar, sino Dal Almirante.....» tan amarga reconvencion exaltó la fuerza de los cargos que se hacía á sí mismo; agravóse su enfermedad, y murió á pocos dias, víctima de la envidia y de los remordimientos.

Porque, ya lo hemos dicho, Martin Alonso Pinzon no era un hombre vulgar. Muy lejos de ello, se descubren en él los cualidades de un hombre de mérito: valor prudente, ánimo esforzado y sereno, carácter enérgico, espíritu abierto, y nobleza de sentimientos. Habia contribuido poderosamente á la empresa de Colon, con su fortuna, con sus consejos, con su familia y amigos, con su propia persona.

Pero olvidando por un momento la importancia de la causa y seducido por el halago de la codicia ó del excesivo amor propio, mancilló para siempre su noble carácter. La misma intensidad de su dolor demuestra bien claramente que estaba dotado de altas prendas y elevados sentimientos. «Un corazon bajo no muere nunca herido por los remordimientos, los cuales no tienen jamas eco en la conciencia de los malvados. Su historia nos enseña cómo un solo desliz, una sola separacion de los deberes

morales puede contrapesar los méritos de mil servicios; cómo un momento de flaqueza puede oscurecer la luz de una vida entera de virtudes, y cuán importante es al hombre, en todas las circunstancias, ser franco y leal, no solamente para con los otros, sino para consigo mismo» (1).

No tan patético, pero más grandioso y solemne fué el recibimiento que los Reyes hicieron á Colon en Barcelona, á donde lo llamaron por carta mensajera tan luégo como supieron su llegada á Palos. Ganoso de cumplir su mision y no queriendo exponerla de nuevo á los caprichos del mar y de los vientos, determinó ir por tierra á Barcelona, áun cuando era larga la distancia. Y su llegada á la córte se retardó más, porque su tránsito por tantas ciudades y pueblos de España fué una continuada ovacion. Llevaba consigo seis de los diez indios que habia sacado de las islas, y esto bastaba para provocar la curiosidad y para llenar de asombro á las gentes; pero llevaba y mostraba ademas árboles, arbustos, plantas y frutos raros, flechas y arcos, carátulas de oro, y oro en polvo y en pepitas; todo lo cual sobrexcitaba más y más la curiosidad y provocaba la admiracion.

Hasta mediados de Abril no pudo Colon llegar á la capital del Principado, donde le esperaban con impaciencia los Reyes y con vivísima curiosidad la córte y el público. El recibimiento que allí se le hizo fué ostentoso y sin igual, como no se acuda al recuerdo del triunfador romano, con cuyo acto se ha comparado aquél. Á las puertas de la ciudad condal salieron á recibirle gran número de caballeros jóvenes y nobles de alta alcurnia, seguidos de una gran muchedumbre.

Los Reyes le aguardaban sentados en su trono, bajo un rico dosel de brocado de oro, al intento levantado en uno de los más

(1) W. IRVING, Vida y viajes de C. Colon, lib. v. cap. v.

espaciosos salones de Palacio, ensanchado y adornado exprofeso. Al lado de los Reyes estaba el príncipe D. Juan, y en derredor los altos dignatarios de la Corona y lo más granado de la nobleza española. En los semblantes de todos se pintaba la impaciente emocion, el deseo de conocer aquel asombroso descubrimiento; de ver y escuchar á aquel á quien se habia tenido hasta allí por fabuloso soñador.

Llegó por fin Colon, rodeado del brillante cortejo de caballeros y de nobles, destacándose entre todos su figura, como dice Las Casas, y no ciertamente por el ornato ni el vano oropel de su ropaje, que era sencillo, sino por lo venerable y majestuoso de su ademan y aspecto. Sus cabellos blancos y elevada estatura le prestaban notable respetabilidad, y en su semblante irradiaba la expresion del propio contento y la satisfaccion de ver premiados sus sacrificios y sus triunfos con la gratitud de los Monarcas y la admiracion del pueblo.

Al acercarse al trono, Colon quiso doblar la rodilla y besar la mano á los Reyes; pero éstos, que se habian levantado de su asiento, le alargaron benignamente las suyas, y le mandaron. sentar. Á peticion de la Reina hizo en seguida el Almirante la descripcion de los sucesos más importantes de su viaje y de las islas que habia descubierto. « Expuso, como dice Muñoz, las singulares mercedes que por tal descubrimiento Dios concedia á los Católicos Reyes » ; y despues de pintar el apacible clima de aquellas regiones, la frondosidad de sus bosques, la feracidad de su suelo, la belleza de su aspecto y la riqueza de sus minas, para lo cual traia é iba mostrando plantas, arbustos, flores, frutos, minerales y oro en várias formas, ensalzó el carácter apacible, los sentimientos tiernos y hospitalarios, y el agudo ingenio de los habitantes de aquellas tierras, cuyos ejemplares exhibia en aquellos seis cuitados indios que le acompañaban, estupefactos

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