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longase su defensa;» y terminó diciendo que «en ese caso se pondria á sus órdenes para seguir resistiendo como subalterno.» Conviniendo todos con la opinion del jefe del castillo, manifestaron que era indispensable adoptar la medida de extender una capitulacion decorosa para la guarnicion. Tomada esta determinacion, pasaron en la madrugada del 28 de Noviembre á bordo de la «Nereida» los coroneles D. Manuel Rodriguez de Cela y D. José María Mendoza, y ajustaron las bases de la capitulacion, que fué aprobada por el jefe de la fortaleza D. Antonio Gaona y el contra-almirante francés Cárlos Baudin. En virtud de esa capitulacion, la guarnicion del castillo saldria con todos los honores de la guerra: se garantizaban las propiedades particulares: la entrega del castillo se haria inventariando la artillería y todos los pertrechos de guerra que en él habia, prometiendo el contra- almirante devolverlo todo luego que se arreglasen las diferencias que existian entre Francia y Méjico: se prometia asistir á los heridos mejicanos que no pudieran trasladarse á la ciudad de Veracruz; esta solo podria tener una guarnicion mejicana que no excediese de mil hombres; y quedaba levantado por ocho meses el bloqueo. (1)

(1) Hé aquí los artículos de la capitulacion así del castillo como de la plaza de Veracruz.

Art. 1.o La fortaleza de Ulua será ocupada hoy 28 de Noviembre de 1838 á las doce de la mañana por las tropas francesas, despues de la salida de la guar nicion.

Art. 2. La guarnicion saldrá de la plaza con sus armas y equipajes y todos les honores de la guerra. El almirante francés le proporcionará todos los me

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1838.

A las dos de la tarde tomaron los franceses

posesion del castillo de San Juan de Ulua y enarbolaron en él su pabellon, saludándole todos los buques de la escuadra con veintiun cañonazos cada uno, y la goleta inglesa «Satélite,» anclada en Sacrificios.

Ni la capitulacion del castillo ni la de la plaza de Veracruz fueron aprobadas por el gobierno, y por lo mismo fueron llamados á Méjico los generales D. Antonio Gaona y D. Manuel Rincon á dar cuenta de sus actos, aunque el primero, como hemos visto, no pudo portarse con mayor heroicidad defendiendo la fortaleza.

El excelente comportamiento del general D. Antonio Lopez de Santa-Anna presentándose en el sitio del peligro en los momentos solemnes del combate y el prestigio

dios de transporte. Los oficiales y tropa conservarán sus espadas. Todas las propiedades particulares serán religiosamente respetadas.

Art. 3. Los oficiales y tropa se comprometerán, bajo su palabra de honor, á no servir contra la Francia antes de ocho meses, contados desde hoy.

Art. 4. Todos los oficiales y tropa que quieran ser desembarcados sobre cualquier punto del golfo mejicano, ó en el puerto de Veracruz, serán transportados á él á espensas de la Francia.

Art. 5. El almirante francés se compromete á que se cuiden los heridos de la guarnicion por los cirujanos de su escuadra y hacerlos tratar como á los heridos franceses.

Los convenios celebrados con el general Rincon, como comandante de la plaza, dicen:

Art. 1. La ciudad de Veracruz no conservará mas que una guarnicion de mil hombres: todo lo que exceda de este número deberá salir de la ciudad en el término de dos dias y alejarse de ella en el de tres á la distancia de diez leguas. S. E. el general Rincon, comandante general del departamento de Veracruz, conservará su autoridad en la plaza, y se comprometerá bajo su palabra de honor á que la guarnicion no exceda del número prefijado de mil hom

que tenia en el ejército, hicieron que el gobierno le nombrase comandante general del departamento de Veracruz; nombramiento que fué aplaudido por toda la sociedad. En el momento que se hizo cargo del mando, ordenó al general D. Mariano Arista que forzara sus marchas con su seccion y se situase en la hacienda de Santa Fé. Tomada esta disposicion, comunicó al vice-almirante francés la desaprobacion de los tratados celebrados con el general D. Manuel Rincon, y que quedaba declarada la guerra. Carlos Baudin contestó en la tarde del dia 4 de Diciem

bre, diciendo que el gobierno mejicano se arrepentiria de no haber aceptado lo hecho por el comandante general de Veracruz, y vertió en su nota algunas frases inju

bres, hasta que las diferencias entre Méjico y Francia estén completamente allanadas.

Art. 2.o Tan luego como el presente convenio sea firmado por una y otra parte, el puerto de Veracruz se abrirá á todos los pabellones, y se suspenderá el bloqueo por ocho meses, esperando una composicion amistosa de las diferencias existentes entre Méjico y Francia.

Art. 3. El que mande esta plaza cuidará eficazmente de que no se ponga dificultad alguna en que las tropas francesas que ocupan el castillo de Ulua, puedan proveerse de víveres frescos en la ciudad de Veracruz.

Art. 4. Por parte del contra-almirante Cárlos Baudin se compromete á que la fortaleza de Ulua será evacuada por las tropas francesas, y restituida al gobierno de la república, tan luego como las diferencias existentes actualmente con la Francia estén allanadas, lo mismo que todos los artículos de guerra que se reciban por los correspondientes inventarios.

Art. 5. Los franceses que en consecuencia de las primeras hostilidades tuvieron que alejarse de Veracruz, tendrán libertad de volver á ella, serán respetadas sus personas y haciendas, y reparados con competentes indemnizaciones cuantos daños hubieren padecido con su ausencia de parte de la poblacion y de las autoridades mejicanas. Las indemnizaciones debidas á dichos franceses serán arregladas á juicio de peritos, ó de los tribunales de la república.

riosas á la nacion, manifestando que le seria fácil demoler instantáneamente á Veracruz, desde el castillo y la escuadra; pero que no lo hacia, porque no era culpable el vecindario de la ciudad de las disposiciones de su gobierno. El general Santa-Anna, que se habia propuesto defender la ciudad contra el parecer de la junta de guerra que opinó que era imposible su defensa, tomó todas las disposiciones que juzgó convenientes, y citó como punto de reunion, la línea que formaban los cuarteles de la plaza, cuyas puertas habia mandado cerrar la tarde anterior. Casi toda la noche del 4 la pasó Santa-Anna proyectando en su casa, situada en la esquina de las Damas y el Coliseo, la manera de rechazar á los franceses en caso de que intentasen un asalto. La persona con quien se ocupaba del plan de defensa, era el general Don Mariano Arista. Despues de haber estado tratando de diversos asuntos relativos á la guerra, se fueron á acostar, recomendando en los cuarteles la vigilancia.

de

Eran las cinco y media de la mañana del 5 de Diciembre cuando el contra-almirante Baudin, viendo que una neblina espesa se levantaba impidiendo descubrir aun á corta distancia los objetos, envió una fuerza con objeto que penetrase, sin ser vista, en la ciudad, inutilizase la artillería y se apoderase del general Santa-Anna que en aquellos momentos descansaba. Habiendo saltado á tierra, el príncipe de Joinville, que iba á la cabeza de la tropa, aplicó un petardo á la puerta de un rastrillo para derribarla y penetrar por ella. Al estallido causado por el petardo, despertó Santa-Anna, al tiempo que los franceses penetraban á la ciudad y se dirigian á su aloja

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miento, no obstante el fuego que se les hacia de los cuarteles; pero antes de que llegaran á la casa del jefe que anhelaban aprehender, éste habia logrado salir, y presentándose en los cuarteles, animó á sus soldados al combate. No tuvo la misma fortuna el general Don Mariano Arista, pues fué hecho prisionero en los momentos que bajaba la escalera de la casa. Como el objeto de los asaltantes no habia sido otro que el de apoderarse por sorpresa de SantaAnna y destruir algunas obras de defensa de la plaza, se retiraron para reembarcarse. Santa-Anna, al ver el movimiento retrógrado de sus contrarios, se puso á la cabeza de una fuerza y les fué siguiendo hasta el muelle. Los franceses habian colocado en este un cañon cargado con metralla, previendo que serian atacados al retirarse, y haciendo fuego en el momento en que los mejicanos se acercaban, fué herido Santa-Anna en la pierna y mano izquierda, y muerto el caballo que montaba. A los estragos hechos por el disparo de la pieza de artillería, la columna se desordenó, y los franceses se reembarcaron sin ser molestados mas que de las aspilleras de la muralla que estaba próxima al muelle. El general D. Antonio Lopez de Santa-Anna fué conducido á los cuarteles por los soldados del 9. batallon. Viéndose imposibilitado de disponer por sí mismo la defensa de la ciudad, sobre la cual empezaron á romper sus fuegos cuatro buques de la escuadra y el castillo de San Juan de Ulua, dispuso que le llevasen al punto llamado los Pocitos, que está cercano á la ciudad, por el rumbo del Sur,

У dió órden al coronel D. Ramon Hernandez, á quien encargó el mando de la plaza, que abandonase esta y se

dirigiese al mismo sitio llevándose todo el material de

guerra que le fuese posible.

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