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>>ro de las rentas que allí habia y la poca energía de la >>accion del gobierno hasta aquella distancia, halagó sus »pasiones, y le hizo formar la resolucion de no pasar de >>Mazatlan.» Mas adelante veremos los resultados de esta inconveniente conducta que, como la de otros muchos jefes, producian resultados los mas funestos. para la nacion. Por ahora ocupémonos del ejército de la frontera que se disponia á contener los avances de las tropas del general Taylor.

El general Ampudia, á quien como he dicho, envió el gobierno de Paredes una comunicacion para que entregase el mando del ejército al general Arista, quedando él de su segundo, llegó á Matamoros el dia 11 de Abril, sin que recibiese aun la comunicacion del gobierno. Su fuerza constaba de 2,200 hombres, compuesta del 4.° de línea, batallones activos de Méjico, Puebla y Morelia, del 8.° de caballería, y de seis piezas de campaña con la dotacion de ochenta artilleros. El entusiasmo se aumentó con la llegada de aquella fuerza. El general Ampudia, resuelto á pasar el rio y atacar al enemigo antes de que se encontrase mas prevenido y fuerte, dirigió á Taylor una nota en que le decia, que en el término de veinticuatro horas levantase el campo, y se retirase al otro lado del rio de las Nueces. Taylor contestó negándose, y el general Ampudia se propuso batirle. Dispuesto todo, se resolvió empezar el dia 15 el movimiento; pero se suspendió á causa de haber recibido la noche del 14 la comunicacion en que el gobierno le ordenaba entregar el mando al general D. Mariano Arista, y otra nota de éste, previniéndole que no emprendiese ninguna operacion hasta su llegada.

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Profundo fué el sentimiento que en D. Pedro Ampudia produjo la órden de que no hiciese movimiento ninguno sobre el enemigo: casi estaba seguro de derrotarle completamente, y sentia que se le diese tiempo á Taylor para fortificarse y recibir refuerzos.

1846. El general Arista al recibir el nombramiento en su hacienda de Mamulique, salió de Monterey y se puso en camino hácia Matamoros. Al llegar al rancho del Solinceño, distante tres leguas de esta última ciudad, se informó de la posicion que guardaba el enemigo. En consecuencia, dispuso. su plan; ordenó el 23 de Abril que se le reuniese en aquel punto toda la caballería, el batallon de zapadores y dos compañías del 2.° ligero, á las órdenes del general Torrejon les ordenó que el 24 pasasen el rio por un sitio llamado la Palangana y que se situasen entre el camino que va del Fronton, donde se hallaba la fuerza principal de los invasores, y la plaza de Matamoros, al frente de la cual habia quedado la que levantaba las baterías. El movimiento se ejecutó sin que las tropas invasoras lo advirtiesen, logrando con esto cortarles su base de operaciones. En el mismo dia 24, el general Arista, al ponerse al frente de las tropas, Ꭹ de ser reconocido como general en jefe, dirigió al general norte-americano Taylor, una nota. «Señor,» le decia en ella, «acabo de llegar á ponerme á la cabeza de las tropas que el gobierno de mi patria ha confiado á mis órdenes; y á la urbanidad de V. así como al uso conocido entre caballeros, me hace saludarle con toda política por medio de esta comunicacion privada, asegurándole que ya que la suerte nos ha señalado como inmediatamente con

tendientes en la lucha en que entran nuestros países, á lo menos las reglas todas de civilidad y consideracion que reinan entre generales que sostienen una guerra en las naciones cultas, serán sin duda observadas; y que siempre entrará en mis actos, justificacion, amor á la humanidad y demás circunstancias que hacen en los siglos presentes las guerras menos bárbaras, y en nada semejantes á las de la edad media. Tengo el gusto de ofrecerme á V., con tal motivo, como su mas atento servidor.>> El general Taylor le contestó al siguiente dia, con otra nota. «He tenido el placer,» le decia en ella, «de recibir su atenta carta de 24 del presente, y me permitirá V. haga recíprocos los sentimientos de afeccion personal que ella contiene: su nombre y su carácter no son desconocidos ni á mí, ni á mis compatriotas, y mientras siento que las circunstancias me coloquen al presente como antagonista, me deleito en la esperanza de que aun podré tener la oportunidad de manifestarle personalmente la alta estima y consideracion, con la cual tengo el honor de ofrecerme su obediente servidor.»>

Al siguiente, el general Torrejon que se habia situado en el punto designado por Arista, tuvo noticia, por el teniente D. Ramon Falcon que se hallaba de explorador, de que una avanzada de caballería invasora se encontraba en un sitio llamado Carricitos. Torrejon marchó inmediatamente con una fuerza de dragones al encuentro de la avanzada norte-americana, la atacó, hizo prisioneros un capitan, un teniente y cuarenta y cinco soldados, quedando el resto de la fuerza muerta en el campo de la accion.

1846. Tres dias despues otra fuerza de tejanos que

se hallaban en la resaca de San Antonio, atrincherada en un corral, fué derrotada por el comandante del escuadron auxiliar de Matamoros, D. Rafael Quintero. Los tejanos huyeron, para salvarse, á un bosque impenetrable, dejando cuatro muertos en el campo, y cuatro prisioneros en poder de los mejicanos. Estos ligeros triunfos hacian augurar una feliz campaña para las tropas mejicanas.

El gobierno, procurando que nada faltase á aquellos soldados, seguia buscando los medios de agenciar recursos; y al ver que el Sr. Gorostiza, ministro de hacienda, renunciaba la cartera, nombró para ella á D. Francisco Iturbe, que tomó posesion de su destino el 2 de Mayo. La primera providencia del nuevo ministro de hacienda fué la suspension de pagos de toda clase de créditos. El gobierno, despues de varios considerandos en que manifestaba lo ruinoso é ineficaz que era el sistema de contratos que no proporcionaban recursos en el acto, la necesidad urgente que habia de salvar la patria enviando á sus defensores todo lo indispensable, y de otros no menos importantes, dió el decreto que tenia tres artículos. En él decia, que «se suspendia provisionalmente el pago de toda clase de créditos que gravitaban sobre las rentas del gobierno general, y cualquiera otro pago que se estuviese haciendo entonces por decretos ú órdenes espedidas hasta aquella fecha; que todas las oficinas de las rentas generales de la república pasarian al ministerio de hacienda, inmediatamente que recibiesen aquel decreto, una razon circunstanciada de todos los pagos que se les hubiese mandado hacer, y suspendieran en cumplimiento del artículo presente, expresando las sumas que tuviesen paga

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das y lo que faltase que satisfacer; y que con presencia de los datos que remitiesen dichas oficinas, el gobierno determinaria el pago, en el modo Ꭹ órden que fuesen mas convenientes, conciliando los derechos de los interesados con la marcha de la administracion pública.

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1846. Este decreto de suspension de pagos prestó á la prensa de oposicion una arma poderosa para atacar al gobierno. El Contra-Tiempo, periódico de bastante importancia, decia que el primer acto administrativo del nuevo ministro de hacienda, habia sido un golpe mortal al crédito del gobierno y de la nacion : que ninguna de las circunstancias en que se habia pretendido fundar la suspension completa de todo pago, la autorizaba, porque no hay circunstancia ninguna tan grave para una nacion, á la que no puede hacerse superior por otros medios menos inmorales y mas adecuados á su objeto con menos gravámenes. Añadia que, disponer un deudor contra la voluntad de sus acreedores no pagarles, no habia un solo principio de justicia que lo autorizase. En el mismo sentido escribieron el Monitor Republicano, La Reforma, Don Simplicio y otros periódicos, aunque ninguno de ellos indicaba cuáles eran los medios de que el gobierno podia valerse. Como en aquella suspension de pagos entraba tambien el destinado al noble objeto de atender al Hospicio de Pobres, D. Ignacio Trigueros, hombre de cualidades altamente recomendables, que siempre se ha interesado por la suerte de los desgraciados, se dirigió á ver al ministro de hacienda Sr. Iturbe, solicitando la excepcion de ese pago para el hospicio, digno de ella por mil títuel ministro, penetrado de la justicia de aquella so

los, y

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