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batallon, hizo un esfuerzo supremo para levantarse, se ciñó la cintura con la expresada bandera, y vertiendo sangre, y casi moribundo, logró llegar á donde estaba la reserva, evitando de esta suerte que los invasores pudieran ostentar como trofeo la bandera de su cuerpo. Las pérdidas sufridas por los norte-americanos para apoderarse del punto de los molinos fueron grandes. La defensa hecha por los mejicanos, está elogiada por los documentos que respecto á las pérdidas sufridas por los invasores en ese solo punto, tuvo el ejército del Norte. De catorce jefes y oficiales que condujeron al asalto la columna, quedaron once fuera de combate.

1847. Una vez dueños del Molino del Rey, y forzada, por consiguiente, aquella parte de la linea de batalla, los norte-americanos situaron una batería de cañones enfrente de las casas de los molinos, y echando á la vez mano de las piezas de artillería que acababan de caer en poder de ellos, dirigieron sus fuegos sobre la Casa Mata. El 4. ligero y el 11 de línea que, á las órdenes del general D. Francisco Perez, habian defendido tan brillante mente sus posiciones haciendo volver la espalda á sus contrarios, al verse ahora acometidos por todas partes, se resolvieron á hacer una defensa desesperada. Las columnas de los Estados-Unidos se lanzaron unidas sobre aquella segunda posicion, envolviéndola completamente. Los defensores las recibieron con un fuego mortífero, lanzado de las azoteas, de las ventanas y parapetos con notable acierto. La lucha se trabó pocos instantes despues cuerpo á cuerpo, disputando palmo á palmo el terreno. El coronel mejicano D. Gregorio Gelaty, se presentaba en los si

Toxo XII.

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tios mas comprometidos animando á sus soldados. En uno de aquellos momentos en que mas se distinguia por su valor, cayó muerto por una bala de fusil, disparada á quema-ropa. Su tropa, sintiendo la pérdida de su jefe, trató de vengar su muerte, y se lanzó con mas ardor al combate. Pero aquella lucha era desigual. La caballería, á pesar del clamor general de los muchos espectadores que de lejos presenciaban aquel combate, se mantuvo quieta, sin dar carga ninguna contra los invasores. Deshecho por esta causa el centro y forzada del todo el ala izquierda de la línea, las columnas norte-americanas, destrozada la Casa Mata por la artillería que operó por el frente y por los flancos, lograron al fin apoderarse del edificio, obligando á la tropa, que tan heróicamente lo habia defendido, á retirarse con su digno general Don Francisco Perez, por los maízales que se encontraban detrás de la casa, llegando así á la calzada de la Verónica.

Esta fué la victoria alcanzada por los norte-americanos en la batalla del Molino del Rey. El hecho de armas, aunque desgraciado para las armas mejicanas, fué altamente honroso por el valor que en ella demostró la parte del ejército y guardia nacional que allí defendieron la honra de la bandera de Méjico. El mayor elogio que se puede hacer del buen comportamiento de los soldados mejicanos que defendieron la Casa Mata, está consignado tambien en los partes oficiales de los mismos norte-americanos en que dicen que «<línea á línea tuvieron que conquistar el terreno.» El historiador norte-americano Greeley dice que «los mejicanos se batian con el valor de la

desesperacion.» En esa batalla, las tropas mejicanas que entraron en accion carecieron de general en jefe, y obraron llevadas de su patriotismo, bajo el mando de sus respectivos jefes que se habian propuesto vencer ó morir en los puestos que se les habia confiado. La causa que hubo para no hallarse el general Santa-Anna en ese combate, fué debida á que, esperando que el ataque lo emprendiesen los invasores por otro punto, se habia alejado para tomar todas las disposiciones que juzgase convenientes.

1847.

Despues de haber dispuesto el dia anterior, como tengo referido, de una manera sumamente acertada la línea de batalla que, con disgusto de los inteligentes en el arte de la guerra, cambió, en gran parte, al oscurecer, se dirigió á Méjico, donde pasó la noche. Al rayar la luz primera del siguiente dia, persuadido de que el ataque principal lo emprenderian los norte-americanos por la puerta ó garita de la Candelaria, se dirigió á este punto, al frente del batallon del 1.° ligero. No bien llegó á la expresada puerta de la ciudad, cuando escuchó desde ella el fuego de cañon con que habia empezado la lucha en el Molino del Rey. Santa-Anna, anhelando llegar pronto al sitio del combate, dispuso su tropa, y se puso en marcha para el teatro de la accion. Pero por mucha prisa que se diese, no pudo llegar al lugar deseado sino despues de las nueve de la mañana, hora en que todo habia terminado ya, y en que era de todo punto imposible reparar el de

sastre.

En la calzada de Anzures se encontró con el coronel Echeagaray que, despues de haberse batido con el denuedo que dejo mostrado, se retiraba, llevando dos cañones

que habia logrado salvar en la tenaz lucha de los molinos. Santa-Anna intentó que se resistiese de nuevo á los norte-americanos que continuaban avanzando; pero fué imposible: las columnas invasoras se encontraban casi encima de les fugitivos, y fué preciso abandonar las dos piezas y retirarse á Chapultepec, desde cuyo cerro se hacia un fuego certero de cañon sobre las tropas de los EstadosUnidos que se hallaban dueñas de la Casa Mata. Una bomba dirigida desde el castillo de Chapultepec, incendió el depósito de pólvora del referido edificio, matando al teniente de ingenieros norte-americano Amstrong. Algunas partidas de invasores, embriagadas con el triunfo alcanzado, separándose de sus columnas, intentaron penetrar en el bosque de Chapultepec; pero se tuvieron que alejar por el fuego que sobre ellas hicieron los batallones de San Blas y Querétaro. Terminada la accion, los norte-americanos, dueños del campo disputado con noble heroismo, recogieron sus heridos y sus muertos, y volvieron á su cuartel general de Tacubaya.

Este hecho de armas, costó al ejército invasor, segun los partes oficiales de los mismos norte-americanos, muy cerca de ochocientos hombres. Las pérdidas de los mejicanos fueron tambien numerosas. En los Estados-Unidos se dice que en esta batalla se componia el ejército mejicano que entró en accion, de catorce mil hombres, y que la mandó el general Santa-Anna en persona. Ambos asertos son falsos. Las fuerzas que verdaderamente combatieron no fueron mas que las compuestas de los cuerpos que he mencionado al hablar de los defensores de los molinos

y de la Casa Mata, auxiliados, los del primer punto, por el

1847.

3. ligero al mando del coronel Echeagaray. Con respecto ⚫ al general Santa Anna, manifestado dejo que, á pesar de su empeño, y por haber acudido antes á la puerta de la Candelaria, por donde creia que atacarian los norte-americanos, no pudo llegar á donde realmente fué la accion, sino despues de terminada ésta. La verdad histórica exige, por lo mismo, que repitamos que en el hecho de armas del Molino del Rey, las tropas mejicanas carecieron de general en jefe: que la batalla se redujo á los esfuerzos aislados que cada cuerpo atacado hizo sin nadie acudiese en su auxilio, y que sin que hubiese una cabeza encargada de la combinacion del conjunto indispensable para alcanzar un resultado feliz.

La accion del Molino del Rey no proporcionó á los invasores todos los bienes que de ella se habian prometido. El general Scott dispuso el ataque de los molinos. Ꭹ de la Casa Mata, creyendo que en los expresados edificios existia un material considerable de guerra, del cual anhelaba apoderarse para quitar todo recurso de defensa á la capital de Méjico; pero nada de lo que esperaba se encontró en ellos. El resultado, pues, no correspondió á los sacrificios hechos por el ejército invasor, que volvió á. su cuartel general de Tacubaya despues de enterrar sus muertos Ꭹ de recoger sus heridos; y los generales Scott y Worth tuvieron, despues de la batalla, un vivo altercado que dió por resultado el que el primero privase mas tarde del mando al segundo, y de que éste acusase á aquel al gobierno de los Estados-Unidos.

Poco despues de que los norte-americanos volvieron á su cuartel general establecido en Tacubaya, las fuerzas

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