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avanzaba, la rechazó causándole pérdidas considerables.

1847. Tomado Chapultepec por las tropas de los Estados-Unidos á las diez de la mañana del dia 13 de Setiembre, sus columnas se movieron hácia las puertas ó garitas de la ciudad de Méjico. No obstante los descalabros sufridos por el ejército mejicano, el entusiasmo no habia decaido en él, y se preparaba á hacer la defensa de la capital. Los batallones de guardia nacional que tenian una fuerza considerable, deseaban el combate; la tropa de línea queria vengar á sus compañeros, y el pueblo todo, lleno de entusiasmo, se preparaba á prestar los servicios que se le pidieran. Entre las personas particulares que, dominadas de un noble sentimiento hácia la patria, se pusieron al lado del general Santa-Anna, sirviéndole desde el principio de la defensa del valle de Méjico, como edecanes, se encontraban D. Antonio Haro y Tamariz, hombre de buena posicion social, retirado de los negocios públicos y de costumbres tranquilas; y D. Ignacio Comonfort que se distinguió batiéndose en Churubusco, y que mas tarde llegó á hacerse notable por su «Plan de Ayutla.»>

Efectuada la retirada de las tropas mejicanas, el general norte-americano Quitman, empezó á ocupar la calzada de Chapultepec, colocando en cada uno de los arcos del acueducto tres rifleros y un fusilero. En el mismo órden colocó su fuerza el general Worth en la calzada de la Verónica. Los mejicanos tenian aun entre Chapultepec y las puertas ó garitas de la ciudad, un reducto, sin foso, en el Puente de los Insurgentes, situado en la calzada de Belen; y en la de San Cosme, la fortificacion de Santo Tomás en

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que vimos hacer alto á la fuerza del general Don Matías Peña, y contener á la columna de Worth. El general Quitman, creyendo que no encontraria ya, para tomar la ciudad, otra resistencia que la débil que pudieran oponer las puertas, hizo que su columna avanzase, protegida por los rifleros y la artillería que habia situado en los potreros; pero pronto se encontró con el obstáculo del reducto defendido por el batallon de Morelia. Viéndose detenido en su marcha, y que con solo el esfuerzo de su infantería no podia forzar el paso, ordenó que avanzase la artillería, situó un obús de á ocho enfrente del reducto, y batiendo por el frente y por el flanco la posicion, logró apoderarse de ella, obligando á retirarse al batallon que defendió el punto para dar tiempo á la reserva para que se replegase entre tanto á la ciudadela. Worth habia continuado en esos momentos su avance hácia la fortificacion de Santo Tomás, por la calzada de la Verónica, de la que al fin se apoderó, obligando á retirarse al general Rangel á la puerta de la ciudad, donde el general Santa Anna dispuso la defensa, colocando en las casas de uno y otro lado el suficiente número de soldados. El fuego hecho de las trincheras y de las expresadas casas, obligó á retroceder á los norte-americanos que avanzaban sin artillería y en pelotones, y que detuvieron su marcha para situar sus baterías que habian dejado detrás. Igual cosa le sucedió á la infantería de Quitman que avanzaba por la calzada de Belen. Ametrallada por la artillería situada debajo de los arcos del acueducto, y recibida por un nutrido fuego de fusilería lanzado de la aspillera de la casa y de los flancos de la puerta de entrada.

1847. La fuerza que defendia este punto era la insignificante de ciento ochenta hombres del 2.° de Méjico, con tres piezas de á cuatro, dotadas del muy preciso número de artilleros para su servicio, á las órdenes del general D. Andrés Terrés. Una vez dueños los norte-americanos de Chapultepec, y vencidas las dificultades que encontraron en el camino, se dirigió hácia la puerta de Belen, contra la que empezaron muy pronto el ataque. Los defensores del punto atacado hicieron un fuego vivo y sostenido, que obligó á detenerse á los invasores, como he referido ya. Al tener noticia el general Santa-Anna del intento de los norte-americanos de hacerse dueños de la

la

expresada puerta, y conociendo que la poca fuerza que guarnecia era insuficiente para poder contener por largo tiempo á sus contrarios, envió un refuerzo de 400 hombres de los batallones de Inválidos y de Lagos, al mando del general Perdigon Garay y del coronel Barrios. Este refuerzo formó la reserva de la fuerza de la puerta de entrada y se situó á su espalda, cubierto con la casa de los guardas de la expresada puerta. Los norte-americanos, para forzar el punto, situaron dos cañones de á 24 á conveniente distancia, y comenzaron á disparar sus certeros tiros sobre el sólido arco de piedra que formaba la entrada de la puerta de la ciudad. Pronto las piedras del referido arco cayeron destrozadas las balas de la gruesa artillería, causando bastante estrago en los defensores de la trinchera que estaba debajo. A la una de la tarde, y despues de tres horas de combate por aquel punto, las piedras que formaban la parte superior del arco, se desplomaron al terrible golpe de los muchos disparos de la

por

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