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Señor General A. José Sucre.

Guayaquil, Abril 30 de 1822.

Mi querido General:

Tendré la mayor satisfaccion en saber que Ud. haya llegado bueno al Callao, y que haya encontrado ese pais en estado de defensa, y capaz de rechazar á Canterac, de cualquier ataque que le haga. Aquí han llegado enviados del Perú, á solicitar, mi marcha á ese pais, trayéndome sin ratificacion el tratado con el General Portocarrero y el cual devuelvo para que se ratifique; por nosotros, hemos cumplido, y además es justo. Los Gobiernos deben guardar dignidad y mucho más cuando son fuertes y se circunscriben en los límites de la moderacion.

Como no he tenido noticia alguna de Colombia, porque me faltan dos correos á causa de que habrán ido por Barbacoas, no sé nada de Morales ni de nadie.Tampoco he recibido el permiso del Congreso para ir al Perú, el cual espero dentro de quince dias, para verificar mi marcha: mientras tanto hago embarcar los mil quinientos hombres que faltan, y Ud. me manda aviso de lo que haya hecho y visto en ese país. Por otra parte si hay algun grave suceso, debe verificarse á principios del mes que viene, porque despues de llegados los rifles, no es probable que el enemigo se acerque de Lima; y para entonces yo no podria estar allá. Para lo sucesivo, Ud. sabe lo que yo he pensado y debemos hacer, y esta es mi resolucion final en todo caso, como digo al señor Briesente, que debemos imitar á Fabio y no á César, en el estado actual de las cosas. Insisto, pues, en la mayor circunspeccion, hasta

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y de

que la Europa decida nuestra cuestion con la España. Pero, si por desgracia hubiese ocurrido algun mal suceso, debe Ud. hacer los mayores esfuerzos para defender el Callao, y para que se defienda el territorio libre del Perú. Es para lo que más deseo estar allá en un caso semejante, porque es cuando más se necesita de más autoridad, de más celo, de más actividad más inteligencia. Estas cualidades son las que Ud. tiene y que Ud. debe desplegar en su mayor latitud.Dentro de ocho dias irán 6 ú 800 hombres de "Bogotá" y los demás seguirán en los buques de guerra, ó cualesquiera otros que se puedan proporcionar: de todos modos, antes de quince dias estarán todos en marcha. Asegure Ud. al Presidente de todo lo que le digo en esta carta.

Yo soy de Ud., mi amigo, con la mayor consideracion, su afectísimo de corazon,

BOLIVAR.

Ilustrisimo señor Doctor Don Salvador Jiménez, Obispo de Popayan.

Cuartel General en Pasto, á 10 de Junio de 1822.

Ilustrísimo señor:

Tengo la honra de contestar la muy favorecida carta de V. S. I. que poco ántes de entrar en esta ciudad anteayer, tuvo la bondad de poner en mis manos el señor secretario del Obispado, Don Félix Liñon y Haro.

Es ciertamente con la mas grande complacencia que he visto expresar á V. S. I. los sentimientos de consideracion y aprecio hacia mi persona, y las protestas francas y generosas con que descubre el fondo de su corazon y el estado en que se halla su conciencia religiosa y política. No son los franceses sólos los que han estimado y aún admirado á los enemigos constantes,, leales y heróicos. La historia que enseña todas las cosas, ofrece maravillosos ejemplos de la grande veneracion que han inspirado en todos tiempos los varones fuertes, que sobreponiéndose á todos los riesgos, han mantenido la dignidad de su carácter delante de los mas fieros conquistadores, y aún pisando los umbrales del templo de la muerte. Yo soy el primero, Ilustrísimo señor, en tributar mi entusiasmo á todas las personas célebres que han llenado así su carrera hasta el término que les ha señalado la Providencia. Pero yo no sé si todos los hombres pueden entrar en la misma línea de conducta sobre una base diferente. El mundo es uno, la religion otra. El heroismo profano no es siempre el heroismo de la virtud y de la religion. Un guerrero generoso, atrevido y temerario es el contraste mas elocuente con un pastor de almas. Caton y Sócrates mismos, los séres privilegiados de la moral pagana, no pueden servir de modelo á los próceres de nuestra sagrada religion. Por tanto, Ilustrísimo Señor, yo me atrevo á pensar que V. S. I. léjos de llenar el curso de su carrera religiosa en los términos de su deber, se aparta notablemente de ellos abandonando la iglesia que el cielo le ha confiado, por causas políticas y de ningun modo conexas con la vida Señor. Por otra parte, Ilustrísimo Señor, yo quiero suponer que V. S. I. está apoyado sobre firmes y poderosas razones, para dejar huérfanos á sus mansos corderos de Popayán; mas no creo que V. S. I. pueda hacerse sordo al balido de aquellas ovejas afligidas, y á la voz

del Gobierno de Colombia que suplica á V. S. I. que sea uno de sus conductores en la carrera del cielo. V. S. I. debe pensar cuántos fieles cristianos y tiernos é inocentes niños van á deja de recibir el Sacramento de la Confirmación por la falta de V. S. I., cuántos jóvenes alumnos de la Santidad van á dejar de recibir el augusto carácter de Ministros del Criador, porque V. S. I. no consagra su vocacion al altar y á la profesion de la sagrada verdad. V. S. I. sabe que los pueblos de Colombia necesitan de curadores, ya que la guerra les ha privado de estos divinos auxilios por la escasez de sacerdotes. Mientras Su Santidad no reconozca la existencia política y religiosa de la Nacion Colombiana, nuestra iglesia ha menester de los ilustrísimos obispos que ahora la consuelan de esta orfandad, para que llenen en parte esta mortal carencia. Sepa V. S. I. que una separacion tan violenta en este hemisferio no puede sino disminuir la universalidad de la iglesia romana y que la responsabilidad de esta terrible separacion recaerá muy particularmente sobre aquellos que pudiendo mantener la unidad de la iglesia de Roma, hayan contribuido por su conducta negativa á acelerar el mayor de los males, que es la ruina de la iglesia y la muerte de los espíritus en la eternidad. Yo me lisongeo que V. S. I. considerando lo que llevo expuesto, se servirá condescender con mi ardiente solicitud, y que tendrá la bondad de aceptar los cordiales sentimientos de veneracion que le profesa su atento obediente servidor,

BOLIVAR.

Eremo, señor Protector del Perú.

Quito, á 17 de Junio de 1822.

Excmo. señor:

Al llegar á esta capital, despues de los triunfos obtenidos por las armas del Perú y Colombia, en los campos de Bomboná y Pichincha, es mi más grande satisfaccion dirigir á V. E. los testimonios más sinceros de la gratitud con que el pueblo y Gobierno de Colombia han recibido á los beneméritos libertadores del Perú, que han venido con sus armas vencedoras á prestar su poderoso auxilio en la campaña que ha libertado tres Provincias del Sur de Colombia y esta interesantísima capital, tan digua de la proteccion de toda la América, porque fué una de las primeras en dar el ejemplo heróico de libertad. Pero no es nuestro tributo de gratitud un simple homenaje hecho al Gobierno y Ejército del Perú, sino el deseo más vivo de prestar los mismos y áun más fuertes auxilios al Gobierno del Perú, si para cuando llegue à manos de V. E. este despacho ya las armas libertadoras del Sur de América no han terminado gloriosamente la campaña que iba á abrirse en la presente estacion.

Tengo la mayor satisfaccion en anunciar á V. E. que la guerra de Colombia está terminada, que su ejército está pronto para marchar donde quiera que sus hermanos lo llamen, y muy particularmente á la patria de nuestros vecinos del Sur, á quienes por tantos títulos debemos preferir como los primeros amigos y hermanos de armas.

Acepte V. E. los sentimientos de la más alta consideracion con que soy de V. E. atento obediente servidor.

BOLIVAR.

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