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para hacerse valer. U. es un hombre que nunca puede ser comprometido por ningun suceso, porque la moderacion, la prudencia y la bondad, guían sus pasos. U. no debe temer nada del tiempo y por el contrario, debe esperarlo todo de él; pero ceso en mis consejos, por que he dicho que no tengo derecho para aconsejar lo que no pienso hacer.

Si en

Por acá hemos estado bien hasta ahora: todo se organiza y marcha. No pienso ir á Bogotá, sino despues que sepa el resultado de la campaña del Perú, siendo útil por estos países é inútil por esos. Venezuela se me necesita que me llamen, iré: más, no sé lo que será del Sur. Esto vale algo y puede conservarse siempre: no sé lo que vale Venezuela, ni sé el tiempo que durará. Yo en Venezuela no haré más que correr embarcado en la tempestad en que puedo naufragar con mi nave, mientras que aquí, navegando en el Pacífico, puedo anclar cuando quiera y asegurar la nave en el mejor puerto, y con las mayores seguridades. En fin esto puede servir para tabla de salvacion.

Deseo á U. la mayor satisfaccion en todos sus negocios y reposo en su cabeza para que sirva ó no sirva á la Patria que le debe tanto.

Adios, mi querido Coronel, soy de U. de corazon.

BOLIVAR.

P. D.-Muchas expresiones de mi parte á los demás Secretarios, y á Revenga escríbale U. muchas veces de mi parte, que estoy muy satisfecho de su condueta diplomática, y que le amo mucho.

BOLIVAR.

Señor Fernando Peñalver.

y como

Cuenca, Setiembre 26 de 1822.

Mi querido Peñalver.

Hace mucho tiempo que no recibo cartas de Ud, no sé de su salud, le pregunto por ella, y por la situacion que ha tomado, ó va á tomar. Tambien me alegraria mucho saber de Ud., cuál es el estado moral y político del pueblo y Gobierno de Venezuela. Cuando pregunto esto, más deseo saber lo triste que lo brillante; porque para lo brillante no faltan plumas.

La libertad del Sur nos ha dado cuatro hermosas provincias: la de Quito es grande, bella y poblada; y Guayaquil es incomparable y preferible á todas, aunque ménos poblada: en lo sucesivo dará un millon de pesos anuales. Todo el pais es abundante de víveres; muy patriota y muy colombiano. Los valles de Quito son pintorescos, pero están amenazados de horribles volcanes; y yo auguro que este pais será inundado de fuego, y no le encuentro otro defecto. Yo pienso que el Sur será nuestra reserva en todos los casos de apuro; así, estoy procurando procurando hacerle todo el bien imaginable, de modo que cada provincia en particular ha recibido beneficios señalados. En fin, mi amigo, mi amigo, me he propuesto mejorar, cuanto esté en lo posible, un pais que tiene vecinos seductores y rivales, con el objeto de que nuestra buena conducta sea toda su defensa.

El General San Martin vino á verme á Guayaquil, y me pareció lo mismo que ha parecido á los que más favorablemente juzgan de él, como Francisco Rivas, Juancho Castillo, y otros. Yo he mandado dos mil

TOMO XXIX

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quinientos hombres de Colombia al Perú, y han llegado y deben haber entrado en campaña. No siendo adivino, no sé cuál será el resultado de esta lucha, porque las fuerzas son relativamente iguales. Pienso quedarme en el Sur hasta la decision de la suerte del Perú, porque en caso fatal, tenemos que hacer esfuerzos inauditos para terminar la guerra por esta parte.

Chile ha instalado ya su Congreso; Lima habrá hecho lo mismo; los Gobiernos de estos dos Estados son realistas, y los pueblos republicanos, así es que hay una lucha cruel, y quien sabe si justa por parte de los jefes. Iturbide, ya sabrá Ud. que se hizo Emperador por la gracia de Pio, primer sargento; sin duda será muy buen Emperador. Su imperio será muy grande y muy dichoso, porque sus derechos son legítimos, segun Voltaire, por aquello que dice: "El primero que fué rey, fué un soldado feliz" aludiendo sin duda al buen Nembrod.

Mucho temo que las cuatro planchas cubiertas de carmesí, que llaman trono, cuesten más sangre que lágrimas, y den más inquietudes que reposo. Están creyendo algunos que es muy fácil ponerse una corona y que todos lo adoren; y yo creo que el tiempo de las monarquías fué, y que hasta que la corrupcion de los hombres no llegue á ahogar el amor á la libertad, los tronos no volverán á ser de moda en la opinion. Ud. me dirá que toda la tierra tiene tronos y altares; pero yo responderé que estos monumentos antiguos están todos, minados con la pólvora moderna, y que las mechas encendidas las tienen los furiosos, que poco caso hacen de los extragos.

Adios, mi querido Peñalver: escríbame Ud. mucho. y créame su mejor amigo,

BOLIVAR.

Al señor Gran Mariscal del Perú, Don José de la Mar. San Miguel.

(Confidencial).

que

Loja, 14 de Octubre de 1822.

Estimado amigo :

Es infinita la satisfaccion que he tenido al saber Ud. está á la cabeza del Poder Ejecutivo del Perú. La pérdida que se ha hecho del General San Martin no puede ser reparada sino por Ud. y el General Alvarado. Crea Ud. que el gozo que me ha dado el acierto del Congreso ha sido mitigado por la súbita separacion del Protector. Los hombres públicos valen tanto cuanto es la opinion que se tiene de ellos.

El General San Martin era respetado del Ejército, acostumbrado ya á obedecerle; el pueblo del Perú le veía como á su Libertador: él por otra parte, habia sido afortunado, y Ud. sabe que las ilusiones que presta la fortuna valen á veces más que el mérito. En fin, mi amigo, el Perú ha perdido un buen Capitan y un Bienhechor. Pero el Perú debe consolarse con la idea de que el Congreso es dirigido por la sabiduría, cuando ha dado tal acierto á sus elecciones que han recaido en dos hombres grandes.

Yo estoy encantado, mi querido General, en saber que Ud. es el Jefe de la Administracion. El General Castillo ha debido dar á Ud. de mi parte, una prueba irevocable de estos sentimientos. Yo preví que Ud. habria de reemplazar al Protector, desde que tuve la fortuna de conocer á éste en Guayaquil: me parecia muy distante de querer continuar en el mando; y así, juzgué que la buena suerte llevaba á Ud. al Perú á su

cederle. Tuve presente que los votos del Congreso podrian dividirse entre el General Alvarado y Ud. Sinembargo, no dejaba de pensar tambien que el General Alvarado estaba llamado con urgencia á dirigir las operaciones militares, siendo compañero de armas de todos los Jefes y Oficiales de ese Ejército aliado, además de otras muchas relevantes cualidades que son comunes á Ud. y que necesita todo hombre que dije un Estado en medio de las convulsiones de la revolucion y de la guerra.

Reciba Ud., mi amigo, mis cordiales felicitaciones, Puede Ud. contar con todo lo que depende de mí para ayudarle á alcanzar el término de su carrera, con dicha y gloria. En esta parte yo me felicito tambien, mast no puedo dejar de tener muy cerca á mi corazon todas las angustias que Ud. va á devorar, teniendo que arrostrar el embarazo de las pasiones ajenas y el cúmulo de obstáculos que la revolucion, en su marcha, multi plica como se van esperando. No obstante todas estas consideraciones melancólicas Ud. no debe desmayar encontrándose afortunadamente en la situacion que se requiere para llenar una carrera gloriosa: Ud. es veterano viejo en el mundo. Su cabeza está adornada de laureles y de ideas liberales, justas y exactas; Ud. no está combatido por sentimientos interesados; ningun partido exterior le acosa, ningun empeño personal excitará sus aspiraciones; Ud. no teme á la muerte, y Ud. ama la libertad: pocos merecerán tal elogio.

Mucho siento tener que indicar á U., de paso, que las imprentas de Lima no me tratan tan bien como la decencia parecia exigir. Quiero suponer que mi conducta ó la del Gobierno sea viciosa, no basta sin embargo esta causa para empeñarse Naciones amigas en increparle una á otra sus defectos. Colombia ha podido manifestar desaprobacion á algunas operaciones de

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