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to fué más grande con el rótulo que todo lo que pueden valer el Poder y todos los godos del mundo, tanto más, cuanto que estamos esperando por momentos una batalla en la Goajira, entre Montilla y Morales: esto sí que merece un extraordinario y la incomodidad que Ud. se ha tomado por una miseria insignificante. Es preciso que Ud. guarde su furia para los casos importantes; todo lo demás es inútil y aun perjudicial, porque gasta uno su paciencia, y el pueblo se acostumbra al rigor, en lo que se pierde mucho. No tome Ud. las cosas tan á pecho, porque yo no quiero que l'd. se desviva por pequeñeces, y si exijo de Ud. sacrificios, es para cuando la patria esté en peligro. Modérese Ud., mi amigo, en su celo y aumente su malicia con calma y discrecion para no volver á ser engañado por unas gentes que no tienen ningun interes por cosa alguna.

Ud. quiere venir á verme, lo que no puede ser en el dia cuando no tenemos tropas por esas partes, y Ud. sabe que no tenemos seguridad en nadie; porque los pastusos por una parte, y los que no son pastusos por la otra, todos nos dan cuidado de mucha consideracion; por consiguiente, Ud. debe ante todo, levantar dos batallones para defender ese país en todo evento. Aquí dejo yo uno organizado y dejaré tambien un escuadron de caballería para que atienda á la seguridad de la ciudad.

Todavia no sé cuándo me vaya, pues estoy esperando las noticias del General Sucre que debe llegar, hoy ó mañana, con el Coronel Héres que viene á darme parte de todo.

Ayer recibí noticias de Lima; ya habian comenzado á llegar los Rifles para el 8, con los que tendremos once mil hombres, sin contar á Bogotá. Los enemigos tienen siete mil y decian que se movian del 15 al 20

de este, pero esto no puede ser porque ellos no son locos para venirse á perder inutilmente, siendo nosotros más fuertes, y teniendo una plaza de armas como el Callao. Si los enemigos no vienen, estamos resueltos á una expedicion de cinco mil hombres á Intermedios, quedando seis mil en Lima, de los aliados; pero esta expedicion no va á obrar sino á llamar la atencion por aquellas partes y destruir sus tropas en marchas y contramarchas; mientras tanto se disciplinarán nuestros reclutas y se repondrán nuestros enfermos, de la navegacion.

Yo pienso que la paz está al hacerse, y por lo mismo no debemos dar batalla decisiva. La España está acosada por los Aliados, y la Inglaterra desea nuestra independencia, por lo que estoy esperando por instantes á los Enviados españoles, y aun dicen que han llegado órdenes á la Costa Firme para cesar las hostilidades; en esta circunstancia, todo nos promete paz y prosperidad.

Yo sé lo que conviene que Ud. haga y las órdenes que necesita para mandar; Ud. quedará autorizado como lo estoy yo: pero no deberá hacer uso de su autoridad, sino en caso extremo para no tener que chocar con nadie. Si Ud. quiere, sinembargo, venir á verme, venga por si acaso estuviere yo aquí. De paso puede Ud. dar sus órdenes para formar el batallon de Quito, y en todo caso á la vuelta llevará Ud.: armas, pertrechos y cuanto sea preciso para la seguridad de ese país. Aquí tenemos todo, pero nos faltan bestias con que remitir á Quito un gran parque. Ud. podrá dar las órdenes convenientes y tomar todo lo que quiera de los almacenes de Guayaquil.

Tanto al General Valdez como al General Sucre les han ofrecido el mando en Jefe del ejército del Perú,

pero ninguno lo ha querido recibir porque han temido comprometerse, y porque ninguno tiene confianza de vencer, no por falta de tropas sino de obediencia. El Presidente dice que insistirá en que el General Sucre tome el mando, porque tiene muchas recomendables circunstancias; cuenta con él para todo y no se hará nada que no sea de su aprobacion. A mi me están esperando en todo el país y hasta las comidas las tienen hechas en Lima.

Soy suyo de corazon,

BOLIVAR.

Señor General Antonio. José Sucre.

Guayaquil, 24 de mayo de 1823.

Mi querido General:

Ayer vino el Coronel Héres trayéndome una caja de papeles y de noticias. He conversado largamente con él preguntándole todo lo que merecía explicaciou, y he pensado mucho sobre la suerte del Perú y del Ejército Libertador.

Todavía no sé el resultado de la batalla decisiva entre Montilla y Morales. Tampoco tengo aún noticia. de que se haya instalado el Congreso; y quizás hasta el 15 del mes que viene no reciba la respuesta del Congreso sobre mi marcha al Perú. No siento mucho ese retardo porque en el interin, llegan y descansan nues. tras tropas, se disciplinan sus reclutas, y nos alcanzan 18

TOMO XXIX

los resultados de los sucesos de Europa, ántes de emprender nada que sea decisivo en ese pais. Despues de una meditacion tan profunda y tan atenta, cuanto soy yo capaz, me he confirmado más y más en mis primeros designios. Cada día recibo nuevos refuerzos á mis opiniones políticas: todo confirma de un modo sólido mis conjeturas sobre una próxima paz. La Inglaterra es la primera interesada en esta transaccion, porque ella desea formar una liga con todos los pueblos libres de América y de Europa, contra la Santa Alianza, para ponerse á la cabeza de estos pueblos y mandar el mundo. A la Inglaterra no le puede convenir que una nacion europea, y fuerte por su carácter, relaciones y antiguo dominio, como la España, tenga una posesion como el Perú en América, y preferirá que sea independiente bajo un poder débil y un gobierno frágil: así, con cualquier pretexto apoyará la independencia del Perú; y no se puede dar pretexto más plausible que el de tener los independientes su capital, su puerto y plaza fuerte, una Marina, un Ejército, el espíritu del pueblo, el contagio de la independencia, y, en fin, todo lo que cubre un pretexto para el que tiene el buen deseo de protejer un partido que le es favorable.

Sabe la Inglaterra que con apoyar á la España en su pretension sobre el Perú, disgusta á todos los pueblos del Nuevo Mundo que tienen el empeño de la independencia absoluta. Debe saber tambien la Inglaterra, no ménos que la España, que es un gérmen de guerra eterna la posesion del Perú por la España, que siempre ha de tener la antipatía nacional entre los antiguos y los nuevos españoles, y por lo mismo hemos de procurar todos, echarlos del Nuevo Mundo, para que jamás puedan revivir sus derechos posesivos: de modo que si la Inglaterra desea que el Imperio que ahora pretende formar con la liga de los pueblos libres, no

tenga turbaciones que pongan en peligro sus partes ó el todo de este coloso, debe necesariamente procurar arrancar la semilla de la discordia, que forzosamente nos habria de conservar un dominio europeo en el Nuevo Mundo.

No hay la menor duda de que nuestra actual situacion nos ordena imperiosamente el mantener con la mejor apariencia nuestra posesion del Perú. Esta se pone en un riesgo inminente exponiéndola á la suerte de las armas, en momentos en que la América está pendiente de la política europea, que no dá espera ninguna y que ha decidido ya de nuestros intereses con aquella premura que exige el peligro de la España, y la prosperidad de la Inglaterra.

Perdiendo nosotros una batalla, todo cambia contra el Perú: entónces las apariencias están por los españoles, poco menos que las rivalidades; pues, desde luego, no solo sitiarían al Callao sino que ocuparían la provincia de Trujillo, que es el Perú que tenemos.

Ud. sabe que por esta parte parte no ha quedado tropas: que los cuerpos que se están levantando ahora son de guarniciones locales, indispensables por una parte é inamovibles por otra. Hasta de aquí á dos ó tres meses, no no vendrán los cuerpos que se esperan de las costas del Norte, por lo que nos sería imposible defender esta provincia de Trujillo y mantener á Pasto en quietud, despues de una derrota en esa parte. Todo esto quiere decir que mientras no se haya decidido la batalla contra Morales, no podemos contar con seguridad en el Sur: que mientras estén pendientes los sucesos militares de los sucesos políticos, son inútiles los esfuerzos que hagamos por combatir; y, que mientras el conjunto de los negocios de preparativos y de todas las tropas, no esté en aquel estado

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