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el General Lara, y el Coronel Urdaneta como Jefe del Estado Mayor. Los otros 3 batallones de Colombia se quedarán instruyendo mientras sean reclutas, guarneciendo el Callao y Lima, pero pidiendo desde luego á ese Gobierno que no quede mandando dicha Plaza ese Oficial Anaya, ú otro semejante, sino que se la den á un General ú oficial de la confianza del Gobierno y de U.; un hombre en fin, que no nos haga traicion en ningun caso como ya lo hizo el actual Gobernador, porque el traidor es traidor siempre. Pida Ud. sin rebozo la expulsion de todos los godos y enemigos que están mandando; y si no lo hacen así, no dé nuestros batallones para ninguna expedicion, porque no hay ninguna seguridad con semejante gente ni en Lima ni en el ejército.

Esta nueva expedicion que se haga se compondrá de las tropas de los aliados y de toda la que tenga el Perú, en Lima y el Callao, ó en cualquiera otra parte; y si no, que no vayan las tropas de Colombia á ninguna expedicion. porque no se deben sacrificar solas por ninguna causa. Dicha expedicion será movida segun lo dicte el estado del dia, con uno de estos objetos: primero, auxiliar al General Santa Cruz en Intermedios segundo, llamar la atencion del enemigo por Jauja ó por Ica; y tercero, ocupar algun territorio vacante que deje el enemigo y tenga recursos de subsistencia, pero de ningun modo convendré en que nuestras tropas se comprometan en combates probables, sino seguros; y mucho menos si son decisivos. Repito aquí de nuevo mi órden del dia, de no combatir, sino esperar los resultados de la política.

Si el Gobierno del Perú no quiere seguir ninguno de estos planes, puede Ud. indicarle que nuestras tropas pueden venir á la de Trujillo hácia Cajamarca, dejando la guarnicion necesaria en el Callao. Entonces

que

aquel pais dará algunos recursos, y yo mandaré el rcsto, nuestros batallones podrian tambien distribuirse en acantonamientos cómodos sobre Huanuco ú otros puntos, que amenazasen aunque de léjos al enemigo, y que variasen en cierto modo su permanencia para hacerla ménos pesada á los pueblos. Sea donde sea estas vayan, siempre estarán mejor disciplinándose y viviendo de cualquier modo, hasta que yo vaya á darles direccion, advirtiendo á Ud. de paso que yo mismo no emprenderé nada, si no tenemos medio de movilizarnos, y caballos robustos para la caballería; porque el movimiento es el elemento de la guerra, como de la vida.Con este objeto debe Ud. empeñarse fuertemente con ese Gobierno para que se redoblen los esfuerzos para conseguir caballerías y que se mantengan bien, con un cuido esmerado, con fierraduras y repuesto de ellas: que no se permita que nadie monte un caballo, y que estos caballos se cuiden por personas que los quieran como si fueran sus propias mujeres.

Si la expedicion del General Santa Cruz cumpliere con su mision y vuelve á Pisco ó al Callao sin grandes pérdidas, soy de sentir que entonces conviene hacer un movimiento general con todas las tropas reunidas y estancadas, yo á su cabeza: de otro modo las diseusiones intestinas serán nuestros vencedores. Pero añado tambien que este movimiento no deberá efectuarse sino despues de saberse que los españoles no reconocen la Independencia del Perú; porque este único es el que debe imponernos la necesidad de arrauear con las armas una decision ya dada por la politica.

Lo diré más claro: perdida la esperanza, debemos buscar la salud en la desesperacion de un combate que. perdido, no habrá añadido ni quitado nada al Perú; y

ganado le habrá dado la esperanza de ser independiente. Esta es mi última razon.

Soy de Ud. afectísimo servidor y amigo,

BOLIVAR.

A. D.

Tenga Ud. esta carta por oficial: la reconozco como tal, para que en todo tiempo sirva á Ud. de documento

auténtico.

BOLIVAR.

Guayaquil, 29 de Mayo de 1823.

Señor Anacleto de Clemente.

Mi querido Anacleto:

Hoy he recibido cuatro cartas tuyas en una de las cuales me anuncias la llegada de tu madre á Carácas, de la Habana, lo que he celebrado mucho para que no anduviese entre españoles, pudiendo haber seguido el ejemplo de su hermana Juanica, que prefirió todo á la vergüenza de vivir entre los enemigos de su nombre. El otro día te mandé una libranza de 1.500 pesos contra el arrendador de San Mateo, para que pagases á Antonia el valor de su pasaje. Ahora te mando una órden para que dicho arrendador pase mensualmente á tu madre 100 pesos, y á la vieja Hipólita 30 para que se mantenga mientras viva.

Yo te he dejado mi poder para que entiendas en mis negocios; pero no con el arrendador de San Mateo, porque éste debe entenderse directamente conmigo.

Todos los esclavos que no eran del rínculo que tú posees ahora, los he dado libres porque eran míos y he podido darles la libertad; así, ninguno quedará esclavo por ninguna causa ni motivo.

Dime qué están haciendo en la hacienda de Zuata; el negocio de la de Chirgua debe quedar inmediatamente arreglado con mi tio Feliciano. La deuda del tio Juan Félix se la perdono á sus herederos, y dícelo así á ellos. Me alegro mucho que no hayas tomado el trapiche del Guaire porque de ningun modo me conviene.

Que se haga la fiesta de la Trinidad todos los años con la misma decencia que se ha acostumbrado ántes, porque yo no quiero lujo en nada, pero tampoco indecencia.

Escríbele á Peñalver que tenga la bondad de encargar á un sujeto de bien que vaya á Chirgua, á fin de ver qué partido se puede sacar de aquella hacienda; y que haga lo mismo con respecto al Valle de Aroa, pues yo no sé quien lo posee ni lo disfruta ni como haremos para sacar las inmensas ventajas que ofrece en minas, arriendos y aserraderos. Dile, en fin, que me escriba dándome parte de los informes que haya recibido y de lo que le parezca mejor hacer; de lo que le quedaré muy agradecido.

He sabido con infinito dolor la muerte de mi primer amigo, de Fernando. Dile al Marqués y á toda su familia que hoy he recibido la infansta noticia, y que así no tengo valor para escribirles; que para el próximo correo estaré más sereno y podré hacerlo con más facilidad; La muerte de este hombre es la continuacion de nues

tras desgracias; todos los buenos han muerto ya, mis buenos amigos han perecido todos los más, y sólo yo sobrevivo para llorarlos por la patria y por mí.

Tambien he sabido la muerte de Pepe Toro y la de Don Andres de Ibarra; á sus familias manifiéstales el dolor que me han causado estas pérdidas.

A tu madre dale memorias de mi parte; no le enseñes esta carta para que no vea lo que al principio he dicho, pues nada sacamos con aumentar las causas. de dolor. Ya sabia la muerte de tu padre; díme como ha venido tu hermanito y para que sirve; dile que me escriba para ver como piensa y que puedo hacer

por él.

Tuyo,

BOLIVAR.

Señor Marques del Toro.

Guayaquil, Mayo 30 de 1823.

Mi querido Marques.

Es una fortuna para entrambos el que se hayan pasado muchos dias entre la muerte del pobre Fernando y este en que escribo, y Ud. recibe mi carta.Ni Ud. ni yo podriamos tolerar el dolor que nos causaria una pérdida tan lamentable. Yo he perdido mi primero y mejor amigo: Ud. ha perdido un hermano como Fernando, ¡ como Fernando, el mejor de los hombres!; sí, mi querido Marques, hemos quedado solos en el mundo, sin nuestros excelentes compañeros, herma

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