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AÑO DE 1824.

Al Excmo. Señor Presidente del Perú.

Pativilca, á 7 de Enero de 1824.

Mi querido Presidente:

Anoche tuve la satisfaccion de recibir la carta y oficio de Ud. por la cual me felicita, y al mismo tiempo se conduele por la indisposicion que he sufrido.-Agradecido como debo á una sincera expresion de amistad y de consideracion de parte de Ud., retorno mis gracias á un tan digno amigo.

Mucho siento el suceso de los Granaderos del Rio de la Plata, pues esto indica un estado de anarquía continuado y perenne.

Tenga Ud. la bondad de decirle al General Martínez, de mi parte, que yo celebraría mucho que por el honor de las armas de su pais, se hiciese un castigo ejemplar con los cómplices de este suceso. Que si fuesen de Colombia, él veria si yo los castigaba, como he mandado juzgar rigurosamente á los autores de un tumulto de armas que hubo en Trujillo, entre los coraceros del General La Fuente y los Húsares de mi escolta, pocas horas despues de mi salida de allí.

Todo por el odio que nos profesan los del partido de Riva-Agüero, que siempre nos ven como

los

usurpadores del Perú, habiéndonos ántes calumniado tanto en el Gobierno con tau impuras suposiciones.Así es, amigo, que solo el General Martínez y su Division tienen con nosotros buena armonía y cumplen con su deber como buenos aliados. Yo estoy muy agradecido al General Martínez, que ha dado tan buen ejemplo. Por lo demás, Ud. ha visto lo que han hecho los chilenos.

De esto tengo que poner á Ud. una queja porque la creo fundada.

El Director Freire me escribió dándome muchos cumplimientos por mi venida al Perú, y en consecuencia me ofreció que serian más ámplios los servicios de Chile con este motivo. Él me congratula por el mando supremo que me han dado en el Perú; luego estas tropas vinieron á mis órdenes. Por otra parte, el Perú siempre ha dispuesto del mando supremo de las armas de los aliados, como ha querido, y por lo mismo, habiendo sido nombrado por el Congreso, soy un legítimo Jefe del Ejército aliado. De aquí resulta que los chilenos que estaban en el Callao no han debido irse sin mi conocimiento y que parecia que Ud. me faltaba, dejándolos ir sin mi consentimiento.

El hecho es que el Congreso tampoco ha debido decidir en negocios militares sin oirme, porque si él manda por una parte y yo por otra el mismo Ejército, tendremos un mónstruo que devorará al Perú, lo que será siempre desaprobado por la justicia, por la libertad y la política. ¿Dónde se ha visto que á unos soldados libres, por premio de sufidelidad á mis banderas, se les mande nuevamente á las cadenas? ¿Será posible ni conveniente que miéntras que todos los aliados están haciendo grandes sacrificios por el Perú, mande retirar del servicio á los libertos?.... Así va todo.

Tambien tengo otro sentimiento, y es el modo

con que se ha manejado el negocio del señor Delgado en Cajatambo. No hay una autoridad, por miserable que sea, á la cual no se consulte sobre los negocios en que ella ha intervenido, ántes de decidir nada. Conmigo no se ha tenido esta consideracion que merece el último alcalde.

Tambien estuve sumamente incómodo al saber que ni al batallon Várgas se le daban los fusiles que habia pedido; que tampoco se entregaban los caballos que trajo el General Sucre del Sur; que el mismo batallon no salia á pesar de mis órdenes. Pero ya he tenido la satisfaccion de ver que se se empiezan á cumplir éstas, y en adelante espero que todas serán cumplidas, siquiera por el Gobierno, ya que tantos facciosos y tantos forasteros no hacen más que burlarse de ellas y despreciarlas.

Mi querido General, Ud. crea que el pais no se salva así. El mio se ha libertado porque ha habido unidad y obediencia, no siempre voluntaria, pero siempre constante. De Pradt dice, con mucha razon, repeliendo á los maestros de la guerra, que el arma de ésta es el despotismo; es decir, mando sin límites y obediencia sin exámen. El Congreso, es verdad, me ha autorizado suficientemente, pero el mismo Congreso anda ya embarazándome con sus providencias. El Gobierno debía consultarme hasta para el ejercicio de sus funciones naturales, y el Gobieruo no lo hace. De este modo yo no puedo hacer nada que corresponda á las esperanzas del Perú, á su libertad en fin.

Si las cosas continúan de este modo yo me descargaré de la responsabilidad á que me he sometido gustosamente para contribuir á la felicidad de este pais; pero ántes, daré al público un manifiesto en que explique las causas que me han obligado á ello, y me retiraré llorando la

suerte del Perú, la de mis bubuos amigos, y muy particularmente la de su digno Presidente, á quien amo tan cordialmente como á mi mejor amigo y á quien me atrevo á hacer esta confidencia sin rodeos, animado de la ilimitada confianza que me inspira su amistad. En fin, mi querido Presidente, Ud. reciba `con indulgencia estas líneas que ha dictado el corazon y la fuerza de mi carácter.

Ya se me habia olvidado decir á Ud. que mi Secretario escribe á la Secretaría del Congreso, instándole fuertemente sobre medidas seguras para obtener recursos para el Ejército. Esta condicion es sine qua non. La mitad del Perú está libre, la otra mitad la tienen, los godos. Nosotros tenemos correos, ellos no los tienen y todo marcha por allá abundantemente mientras que nosotros lo pasamos de un modo que no es creible á nadie que no lo vea.

Venezuela tuvo catorce años de una guerra exterminadora y nunca tuvimos 400.000 almas libres, siendo el pais más pobre de toda la América, pero sus hijos no han hecho nada, nada para impedir que los salvásemos. Ustedes tienen cuatro años de guerra de pan pintado: aquí no se ha exterminado nada, y este es el segundo pais de la América toda, en cuanto á ri

quezas.

Deseo tener un grande ejército del lado de Huanuco para poder impedir que los enemigos bajen á Lima; por lo mismo quiero que el batallón Vargas esté pronto para marchar á la Sierra á fin de aumentar nuestras tropas por aquella parte. Con las tropas del Perú y del Río de la Plata sobra para defender el Callao: que se hagan nuevos reclutas en el Departamento de Lima y de la costa para aumentar el batallon de Pardoyela que debe unirse en el Callao para asegurar los reclutas; este

batallon no debe bajar de mil plazas, pues, sin contra diccion tiene el mejor jefe que hay, según me ha informado todo el mundo: despues, que los reclutas sean todos de la costa, porque si no se mueren. Además, se puede mandar cuadros á este Departamento y al de Lima á levantar tropas para que sirvan á aumentar la defensa del Callao.

Diré á Ud, de paso, que toda tropa del Perú que se emplee encerrada en una plaza fuerte, se deserta sin remedio y se pierden el gasto y el trabajo. No puede Ud. imaginarse la dificultad que hay para retener en las filas las tropas que están en el Norte. Así es que todos los dias se renuevan los batallones y ya solo quedan reclutas. Eu cuanto á dormir al raso ó hacer largas marchas, se quedan todos desertados. Las tales tropas no valen un comino; sus propios jefes me pidieron que los mandara al Callao; pero siendo serranos, veia que iban á morir todos despues de trasportados allá. Prefiero mandarlos á campaña donde está Valdez que es buen temperamento. Los fusiles que tienen no valen nada tampoco. En fin, yo digo á Ud. con franqueza que no cuento más que con las tropas de Colombia, y, por lo mismo, me veo obligado á sacar las últimas que quedan en el Callao y en Lima á fin de poder hacer algo que valga.

Adios, mi querido Presidente.

Soy de Ud. con la mayor atencion, su afectísimo amigo y servidor,

BOLIVAR.

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