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car partido. Píntele Ud. muy al vivo la estimacion y aprecio que hago de su persona y mérito: no ahorre Ud. expresiones ni alabanzas. Dígale Ud. que yo lo

espero todo de él, y nada de los otros.

Léale Ud. al Presidente esta carta, en la parte que corresponde á la negociacion con los godos. Hágalo Ud. con mucho misterio para que entienda que yo no quiero que ni áun sus propios Ministros entiendan el motivo de esta negociacion, y que por la misma causa no me he atrevido á escribirle directamente á él sobre este negocio, porque si alguno de tantos sucesos casuales que ocurren en el mundo hiciese que la carta fuese vista por alguien y que se descubriese el enigma de todo este negocio, si los godos son siquiera racionales, y saben que yo espero grandes fuerzas dentro de cuatro ó seis meses, deben obrar precisamente ahora y frustrar toda mi combinacion; por lo que se necesita de una seguridad y maña muy particulares para lograr esto. Medítelo Ud. bien con él, á ver como lo mejoran en lo posible.

La cosa de Quito no me ha dado cuidado ninguno, y yo continúo mejorándome aunque lentamente.

Se me olvidaba añadir que el Presidente debe hablar de las fuerzas de mi mando, de mi capacidad y mi carácter con un tono de confianza y de jactancia que logre á lo menos imponer algo á los españoles: esto debe decirse cuando se ofrezca enseñarles nuestro ejército, en prueba de que yo no tendré inconveniente ninguno en mostrar el valiente ejército de Colombia cubierto de nobles cicatrices. En fin, Uds. dispongan allá lo más conveniente sobre esto.

Tambien me ocurre, despues de escrita ésta, que la intriga con el Oficial parlamentario pueda dañarlo todo sino se ejecuta maravillosamente, y por lo mismo Ud.

verá, con el Presidente, si conviene ó no conviene que el Oficial haga sencillamente su deber ó del modo que arriba he indicado.

Tambien me ha ocurrido que la presentacion del señor Alzaga y su comision, ofrece la oportunidad más plausible para entablar con los enemigos esta negocia cion.

Soy de Ud. afectísimo de corazon,

BOLIVAR.

Pativilca, 9 de Enero de 1824.

Al Eremo, señor Presidente Don J. de Torre Tagle.

Mi querido Presidente:

Con esta fecha escribo al Coronel Tomas de Héres una larga carta que él enseñará á Ud. Es relativa á mi nuevo proyecto. Él es de tal importancia que yo quisiera que ni el mismo papel lo supiese, porque en cuanto se sepa, se perdió el Perú para siempre.

El negocio rueda sobre una negociacion que se debe entablar con los españoles, y que se debe manejar de un modo admirable para poder sacar ventaja de él.Suplico á Ud. que la medite bien y la ejecute mejor. Yo no la inicio porque no conviene, porque entonces los enemigos se alientan. Importa ahora que la cosa salga de Ud. y no de otro. Por lo demas, lo digo en

la carta á Héres. Sobre todo, recomiendo á Ud. mucho que el oficial parlamentario sea un hombre tan seguro como sagaz y que sea necesariamente peruano.

Yo continúo todavía algo malo. Esperaba mejorarme rápidamente, y no es así. Por esta causa es que escribo este proyecto de negociacion que yo habia pensado comunicar á Ud. luego que llegase á esa capital. Ahora hay la ventaja de que es mejor que yo no esté allá, mas el proyecto entre los dos saldrá mejor; pero ¿qué se ha de hacer si las circunstancias son muy urgentes y yo no sé cuando podré irme! No puedo perder, pues, un instante; el tiempo en el dia es precioso, y su empleo puede darnos la vida ó la muerte. Adios, mi querido Presidente, soy de Ud. de

razon,

BOLIVAR.

Señor Coronel B. Salom.

Pativilca, 9 de Enero de 1824.

Mi querido Coronel.

La apreciable de Ud., de 22 de Agosto, ha llenado la medida de mi indignacion con respecto á esa sediciosa Municipalidad, y á los representamos de un pueblo á quien yo he tratado de un modo bien diverso al que merecia la conducta que ha observado desde su agregacion á Colombia. El no ha sufrido más males de parte del Gobierno y de la mía, que haber puesto á su

frente hombres que tienen tantas virtudes como Arístides: pero él con nada ha quedado satisfecho: la ingratitud más negra y más detestable ha sido el resultado de los bienes que nosotros les hemos proporcionado á costa de los mayores sacrificios. La ingratitud es el crímen más grande que pueden los hombres atreverse á cometer: pero yo he resuelto castigarla, y abandonando del todo una tierra que ha producido tales malvados, yo le haré recibir, de manos de los españoles, lecciones que la escarmienten. He resuelto hacer esto, y lo cumpliré indefectiblemente.

Ponga Ud. en libertad al Sargento Ramon Latorre.

Incluyo á Ud. esa representacion á la Corte Superior de Justicia de Quito, para que Ud. haga que se ventile este asunto con toda la imparcialidad que exige la justicia.

Mi honor está vulnerado, y yo no puedo permitir que ésto se haga impunemente: yo quiero, pues, que la Corte conozca en este asunto, y que sea Ud. el órgano por medio del cual se esclarezca la verdad en una materia de tanta trascendencia.

Dígale Ud. al Tribunal de Quito, que yo espero la vindicacion de mi reputacion de su justicia, y que espero igualmente que se la harán á Ud. por la atroz calumnia que le han levantado los malvados, falsificándole su firma, y suponiéndole ideas favorables á los godos.

Dígale Ud. á esos señores que á ellos les toca lavar la mancha de ingratitud y maldad que han echado sobre Quito sus Diputados y hoy Municipales.

Dígales Ud., de mi parte, que yo lo espero todo de su honradez; pero que si no fuese así y faltasen á

la justicia, merecerán ser envueltos en la ruina que amenaza á Quito, pues sin los colombianos, ni Quito ni el Perú serian jamás libres.

Soy de Ud. amigo,

BOLIVAR.

Señor General F. de P. Santander.

Pativilca, 9 de Enero de 1824.

Mi querido General:

Por este correo recibí la de Ud. y algunas desagradables nuevas. Un conjunto de circunstancias tan tristes como casuales me autoriza á renunciar mi destino público, mi mando del Perú, y el mando del Sur. Hablaré á Ud. con la franqueza de mi corazon y con la que debo á Ud., como amigo íntimo, y ya como encargado de Colombia.

Yo preveo que los gedos se van á mover con todo su ejército, como ya lo han indicado todos sus movimientos, antes que pueda recibir los primeros auxilios que me vengan de Colombia, y áun cuando estos por fortuna lleguen á tiempo no son de tropas, sino de recl tas sin diciplina, sin moral, sin órden y sin equipo. Así, pues, tambien preveo como infalible que el Perú se va á perder en nuestras manos, porque siete mil hombres no se pueden oponer á doce mil, ya vencedores, aguerridos y orgullosos. Por supuesto, el resul

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