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THE NEW YORK PUBLIC LIBRARY.

ACTOR, LENOX AND TILCON FOUNDATIONS.

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HARCABITA.

N un aposento ricamente adornado, se mira una jóven vestida con elegancia y sencillez, que recostada en un sofá, con la mano en la megilla y los ojos fijos en el suelo, da mucstras de estar profundamente pensativa. Abrese una puerta, un hombre de cerca de cincuenta años y de fisonomia adusta, se dirige hacia la jóven, se sienta á su lado, y despues de unos momentos de silencio, le dice.

-¿Cuál ha sido tu resolucion, Margarita?
-¡Ah padre mio! qué quereis que os diga.
-Te has convencido ya de las ventajas que

nos trae este matrimonio.

-Si, pero queria sin embargo.... -Como! rehusarias dar tu mano à D. Carlos! -No.... pero soy tan jóven todavía: tan poco me amais, que os dais tanta prisa á separarme de vuestro lado? Ya que tanto os empeñais en que este enlace se verifique, dilatadlo siquiera un poco, mientras tengo tiempo de tratar á D. Carlos, á quien mal puedo amar cuando apenas le conozco.

-Mi palabra está empeñada; D. Carlos y yo hemos concertado este casamiento, y de no cumplir mi promesa, podrian sobrevenirnos graves males.

-Dilatadlo no mas, falgunos dias, os lo suplico.

-Es imposible.

-Pensad que se trata de la felicidad de vuestra hija; no querreis hacerla desgraciada, estoy segura de ello.

-Desgraciada! no lo serás obedeciendo á tu padre: dentro de ocho dias se verificará tu matrimonio.

-Señor, os lo pido por la memoria de mi madre; no me hagais desgraciada.

--Dentro de ocho dias repuso secamente D. Diego, y dejó á su hija sola, entregada á la desesperacion. Era Margarita una niña tan cândida y sensible, como hermosa, una de esas criaturas privilegiadas que se gozan con la dicha de sus semejantes, y derraman lágrimas con los padecimientos del desgraciado; que alargan sonriendo, un pedazo de pan al mendigo que implora su compasion, y estrechan contra su seno, colman de caricias y alivian en su so-Di mas bien, repuso D. Diego, frunciendo ledad al niño desventurado que gime huérfano el entrecejo, y dando mas aspereza á su fiso- en la tierra; en fin, uno de esos ángeles de canomía, que alguno de esos mosalvetes insus-ridad que nos manda el cielo de cuando en tanciales que hoy estan en moda.... cuando, para hacernos llevadera nuestra dura peregrinacion por este valle de dolores.

-No padre mio, os lo juro, ninguno puede llamarse, hasta ahora dueño de mi corazon. -Es verdad que D. Carlos no es muy jóven; pero tampoco es viejo, y ademas, sus riquezas y su influjo en el gobierno, hacen que sea un partido ventajosísimo para cualquiera mucha cha. El amor á él, le irás teniendo poco á poco, cuando veas que satisface todos tus deseos, Y que te proporciona en el mundo un lugar distinguido.

-¿Y juzgais esos, suficientes motivos para que le ame? no nos bastan las riquezas que ya poseemos? Por otra parte, os habeis visto en los mas altos empleos, y debeis buscar ya la tranquilidad, despues de haber sufrido todos los vaivenes y las inconstancias de la fortuna.

Don Diego, por el contrario era un ambicioso, idolatra del oro, hasta sacrificarle lo que el hombre mira como mas sagrado; de alma fria é insensible, que con el compas del egoismo en la mano, no reia, ni lloraba, sino por cálculo, y sin que su corazon latiese mas aprisa, cuando al parecer, le abatia la tristeza, ó cuando daba señales de la mas estrepitosa alegría.

Salió, pues, D. Diego á dar sus órdenes para el cumplimiento de la próxima boda, y Margarita se quedó repitiendo con voz ahogada por el llanto,,,dentro de ocho dias.»>

II.

Dos años despues se paseaba Margarita, una

tarde, en el jardin de una casa de campo, y en su fisonomía se retrataba la mas honda tristeza. Sus miradas abatidas, su andar lento y la indiferencia con que al parecer respiraba el aroma de las flores, y sentia halagadas sus sienes por la brisa balsámica del jardin, todo manifestaba claramente las penas que atormentaban su corazon. Era ya esposa de D. Carlos, hombre de cuarenta y cinco años, y que en dos que llevaba de casado con Margarita, no habia tenido ni una caricia, ni una palabra de amor para la pobre jóven: indiferencia, desvío, ved lo único de que sabia usar para con ella. El amor de D. Carlos ántes de casarse, se redujo al siguiente raciocinio:,,mi caudal sube á tantos pesos; Margarita tiene igual cantidad, luego si me caso con ella veré duplicadas mis riquezas, mientras que si otra fuere mi' esposa, sin tener nada, mi capital quedará reducido á una mitad, porque no se le aumentará un maravedí, y lo gastaremos entre dos, que al fin, una muger que pasa de la miseria á la opulencia, gasta sin medida y.... no hay duda, me decido por Margarita.»

Ella virtuosa, sensible, en una edad en que el interes no es el móvil de nuestras acciones, se figuraba en sus sueños de felicidad, un hombre tierno, apasionado, que pagase su amor, con amor solamente, un hombre en fin, que si existe, no pertenecerá por cierto, á la clase clevada de nuestra sociedad. No obstante, habia empleado todos los medios posibles para conquistar el corazon de su esposo, y aunque veia burladas sus esperanzas, à fuerza de virtud sobrellevaba con resignacion una vida tan

amarga.

Sentóse finalmente debajo de un arbol frondoso, despues de haber recorrido el jardin, y pocos momentos despues se le acercó D. Pablo, un jóven libertino y sin conciencia, íntimo amigo de D. Carlos, que no ignoraba el cálculo comercial de este para casarse, y el descontento de Margarita.

--Porqué tanta tristeza, Margarita, la dijo, con voz dulce, y dirigiéndole una mirada de vivo interés.

--Ah! no estoy triste, contestó sonriendo amargamente y dando muestras de querer levantarse.

----No se incomode V., varios amigos mios 7 Carlos con ellos, están á poca distancia de nosotros; mirelos V.

Tranquilizóse Margarita, y D. Pablo con el lenguaje artificioso y astuto de un hombre sin fé, prosiguió.

--Tal vez algun disgustillo con Carlos....

--Caballero! quien le ha dado á V. derecho... --No lo lleve V. á mal, quiero tanto à Carlos y me intereso tan vivamente por V! Es un poco desabrido, es cierto; pero su corazon es excelente, y V. debe tener bastantes pruebas de que la ama tiernamente. ¿Y como podria no amar tanta hermosura y tanta virtud? De mí, digo, que daria mi vida por la felicidad de V., por no causarla la menor desazon; que à ser esposo de V., hubiera sido toda mi vida el amante mas obsequioso, mas fino....

-Ya es demasiado, cree V. que si mi esposo oyese tal lenguaje....

--Estoy seguro de que sabria conocer lo puro de mi afecto, 'y haria justicia á mi amistad.

Levantóse Margarita precipitada, sus megillas se encendieron, un estremecimiento involuntario agitó instantaneamente sus miembros, su corazon latió con violencia, y con voz turbada:-Vamos á unirnos con Carlos, dijo. D. Pablo le ofreció el brazo; ella rehusó por un momento, mas tuvo por fin que ceder y se dirigieron ambos hacia donde estaban en conversacion varios jóvenes con el esposo de Margarita.

¿Mas porqué tal turbacion, tal desasosiego de aquella pobre jóven?

Quien sabe; mas D. Pablo no era la primera vez que trataba de envenenar con su aliento ponzoñoso aquella flor delicada y hermosa que empezaba ya á marchitarse sin abrigo: Margarita era una criatura sencilla, y para la cual era desconocido el fingimiento, el lenguaje del seductor era siempre tan amoroso, tan apasionado.... pobre Margarita! tal vez luchaban en tu corazon el deber y el amor; mas por esta vez triunfó el deber.

III.

Con que has conseguido salirte con la tuya, querido mio; decia á D. Pablo en un café un jóven elegante que le acompañaba.

--Sí, por fortuna, amigo mio; la intriga que me habian formado estuvo á punto de echarme á rodar, pero al fin he vencido y el destino es mio.

--¿Y qué intriga era esa?

--El otro pretendiente era astuto y no perdia tiempo: se me anticipó y le hizo un regalo magnífico al Sr. L. de quien pendia la provision del destino: es claro que yo era hombre perdido, porque el numerario estaba escaso y no podia yo hacerle otro regalo que le inclinase mas à la justicia, que el de mi rival. Mas de pronto, recuerdo que la querida de D. L. no me era absolutamente desconocida, voy á ver

la, renuevo mi antigua amistad, la hago in-
teresar fuertemente en mi favor, y como ves,
mi
buen competidor, perdió dinero y empleo, y yo.
no gasté el primero y consegui el segundo.
--Bravisimo, chico, bravísimo, te doy mil
parabienes por tan glorioso triunfo. Ah! tú
si que puedes decir con verdad que aseguraste
tu fortuna! Un empleo en la aduana marítima
de Mazatlán! No pierdo las esperanzas de al-
canzar, por influjo de mi tio otro igual ó seme-
jante. ¿Y cuándo es la marcha?

--Debia verificarse dentro de tres dias, mas siempre tendré que aguardarme otros tres mas para dar tiempo á que el marido se ausente y.... ya me comprendes.

--Qué! tambien en esto has logrado tu. intento? Vamos, Pablo, eres el hijo mimado de la fortuna.

--Qué quieres, con algun ingenio y una regular dosis de constancia, se hacen maravillas. Desde que murió D. Diego, Carlos trataba á Margarita, no solo con desvío, sino con positiva aspereza, todos los dias la reñia por el mas insignificante motivo, y aun llegó á decirla una vez, que no la amaba, y que un compromiso con D. Diego, le habia estrechado solamente à tomarla por esposa. La pobre muchacha ponia el grito en los cielos, se desesperaba, y entónces tenia lugar perfectamente mi papel de consolador, No niego que tuve mucho que luchar con la rancia virtud de mi adorada paloma, pero al fin, las circunstancias eran para mi de tal suerte favorables, que todo salió á pedir de boca. Con que ya comprenderás que Margarita va conmigo, y por lo tanto es preciso aguardar á que se aleje mi buen amigo Carlos.

--Vamos, eres un calavera en toda la estension de la palabra. ¿Pero qué no temes las consecuencias de un paso tan atrevido? ¿Crees que el marido, cuando lo sepa, se quedará ma

no sobre mano?

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--Adios buena alhaja'
--Adios.

IV.

Trasladémonos ahora á Mazatlán, despues que han transcurrido tres años, y en un cuarto miserable, alumbrado por una lámpara opaca, veremos á un hombre pálido, y de ojos desencajados, paseandose con agitacion y murmurando algunas palabras con tono melancólico.--Todo se ha perdido, decia, ningun recurso me queda aquí para subsistir, es indispensable volver á México; allí con empeños... mas porqué ha cai · do sobre mi esta desgracia, cuando otros de peor conducta que yo se mantienen en sus empleos y jamas son castigados? Mas qué dudo! imprudente! Haberme desavenido con ese comerciante rico, debia perderme; me cegó la codicia. Si me hubiese contentado con el dinero que me ofrecia por el contrabando!.... y lo peor es que nada tengo, porque el maldito juego.... Esa muger me estorba y aumenta lo desesperado de mi situacion; es preciso deshacerse de ella. La llevaré conmigo á México, donde tal vez puedo recobrar mi destino, y allí la dejaré; su marido podrá compadecerse de ella, ó si nó sus parientes. Y sobre todo, qué me importa! harto apurada es mi situacion para que busque quien la agrave. No la diré sin embargo donde vamos, porque estoy seguro de que se negara, fingiré que nuestra marcha es á otro lugar cualquiera, al cabo no conoce mas camino que el que tragimos de México, y llevándola por otro estraviado.... Sí, partiremos

dentro de dos dias.

Al llegar aquí D. Pablo, se presentó una muger hermosa, con el cabello suelto; era Margarita. Sus ojos antes tan apacibles, tan seductores, estaban ahora apagados, y sus megillas de rosa habían perdido su color y su frescura. Tres años de arrastrar una vida de remordimientos, habian bastado para arrancarle aquete y sin mancha, que anima las facciones de un lla belleza incomparable de una alma inocenrostro juvenil. Desventurada! todo se conjuró para perderte! mas cobra ánimo, empapa con tus lágrimas los piés de Jesucristo, como la pecadora del Evangelio, y tu alma tornará à despedir la suave fragancia de la virtud, y ceñirá otra vez tus sienes la resplandeciente aureola de la pureza.

--Deseaba verte, la dijo D. Pablo, he medi- . tado ya el único partido que me resta, y es indispensable no perder un momento. --¿Qué has resuelto?

--Pasado mañana saldremos de aquí para....

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