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que era el hombre al salir de manos de la naturaleza, y lo que ganó en las primeras relaciones del estado social? La civilizacion cuando ha llegado á cierto punto, ha debido producir cambios inmensos; ¡pero cuántos eslabones le faltan à la cadena de las observaciones, desde el nacimiento del mundo hasta la época actual! ¡Cuántos pueblos é imperios han perecido, acerca de los cuales nada sabemos! y en cuanto á los que conocemos, ¿estamos seguros de la verdad de los hechos?

La tradicion nos enseña, acerca de los Egipcios, por ejemplo, las cosas mas contradictorias: por una parte nos presenta ejemplos de una gran sabiduría, reyes regidos por leyes inmutables, y juzgados despues de su muerte como en un pais libre, en que no hubiese mas magestad que la del pueblo; y por otra, una teocracia dominante, sacerdotes soberanos, bellaquerías sagradas, en fin, un culto emblemático que ocultaba verdades útiles y generales, alusiones á las cosas mas hermosas de la creacion y á los beneficios mas nobles de la naturaleza; pero degradando à la divinidad por las imágenes mas viles, y no obstante se conviene en dar al Egipto el nombre de culto; mas ¿cómo podriamos dar la razon de este elogio unánime? Y sobre todo, ¿cómo podriamos establecer, bajo el punto de vista de la buena moral, un paralelo entre los adoradores de Osiris y de tal ó cual otro pueblo moderno? Se ha dicho y frecuentemente se repite en nuestro siglo, que el cristianismo ha mejorado singularmente la condicion humana; de esta observacion, que miro como cierta, resulta la consecuencia necesaria de una perfeccion moral; no obstante, hay mas de una cosa que considerar antes de poder adoptar esta opinion sin conocimiento de causa, ¿cual era, por ejemplo, la situacion moral de los pueblos, à quienes las culpables conquistas de la España llevaron la desolacion, la guerra y la religion cristiana? Y los herederos de los nuevos creyentes son mejores, mas dulces, mas hospitalarios, ménos entregados á los vicios y ménos arrebatados por la violencia de las pasiones, que sus ascendientes? Los cristianos de México y del Perú, sometidos aun no ha mucho, á los representantes de un príncipe estrangero, éran mas felices y en consecuencia mas virtuosos que los idólatras gobernados por caciques nacidos entre sus súbditos? Dirijamos nuestras miradas sobre otro pueblo. La China poseyó en Confucio y en otros filósofos como este, hombres de doctrina mas sencilla, costumbres mas puras y acaso mas útiles à la humanidad, que toТом. ІІ.

dos los sabios de la Grecia, que como Solon y Pitágoras, aplicaron la moral al arte de gobernar, y que como Fenelon, quisieron formar préviamente el corazon de los reyes. Segun la tradicion, en ningun pais se contarian tantos príncipes virtuosos como en la patria de Tien-Long. Hace algunos siglos que los chinos se abstienen de la gran locura, ó mas bien execrable furor, que llamamos guerra; para ellos la gloria no consiste en matar á los hombres, sino en multiplicar su número y darles alimento. Debemos investigar con curiosidad los efectos producidos por el concurso de tan felices circunstancias. ¿Qué seria el pueblo chino, regido por Sócrates coronados, por leyes cuya sabiduría se ensalza y por costumbres inmutables, que en nada altera el contagioso comercio de los demas pueblos? Hé aquí, ciertamente materia para una profunda meditacion, y este punto de comparacion merece tanta mayor reflexion, cuanto que la religion cristiana no ha podido echar profundas raices en este pais. Nacerian de aquí las consideraciones mas grandes y curiosas, pero aun nos encontrariamos detenidos por falta de elementos necesarios para la conviccion. La Europa no conoce à la China sino como á cualquiera otro pueblo que ya no exista, como á Cartago, por ejemplo, cuyos anales destruyó Roma celosa: pero dejemos á un lado esta cuestion, que exige tantos conocimientos que no poseemos, y limitémonos al proceso de los antiguos y los modernos, que despues de haber hecho tanto ruido en el siglo XVII, cayó repentinamente como la encarnizada guerra de las abejas, en el libro 4. de las Geórgicas (pulveris exigui jactu.)

Nuestros conocimientos en punto á datos positivos, sobre la historia sabia y literaria de los diversos pueblos, nos obligan á circunscribirnos entre los griegos y los romanos, ủnicos que podemos poner al frente de los pueblos modernos; pero ante todo, es preciso dividir la cuestion de superioridad en dos partes bien diferentes, y poner de una las ciencias y de otra las artes y las letras. Se puede y aun se debe creer que el mundo ha conocido muchas cosas, que las lagunas de su historia nos han impedido colocar en el rango de los conocimientos adquiridos; muchas veces no hacemos mas que volver á encontrar invenciones cuyo recuerdo ha perecido en medio de los trastornos terrestres; pero limitándonos á los dos pueblos que han servido de modelos á todas las naciones europeas, nos será imposible no conocer la superioridad de

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los modernos sobre los antiguos. La historia de producciones que multiplicadas por medio
del grabado, causarán la admiracion del mun-
do, aun cuando la mano del tiempo haya bor-
rado los colores y destruido hasta la tela en
que el ingenio imprimió sus rasgos, y desde
luego podemos creer que Rafael y Miguel An-
gel, Rubens y el Dominiquino, Salvador Rosa y
Vernet son hombres divinos, sin iguales en la
antigüedad, la cual podemos creer que no po-
seyó jamas un pintor filósofo como Poussin.
Si se examina la cuestion solo por lo relativo á
las letras, no carece de dificultades, pues que
para resolverla es preciso tenerla balanza igual
entre las superioridades que exijen la mas seria
atencion. Los caracteres distintivos de la es
cuela griega, son la naturalidad, la sencillez, la
grandeza sin esfuerzo y la imaginacion: Júpiter
conmoviendo al mundo, al fruncir el sobre-
cejo, este mismo dios sonriendo con Venus, con
una gracia particular, y perfumando al Olim-
po con un aroma de ambrosia, exhalada de
su inmortal cabellera; he aquí la imágen per-
fecta del verdadero genio brillante de los grie-
gos, casi siempre guiados por la naturaleza;
pero su buen juicio tenia sus eclipses, y su de-
licado gusto algunos momentos de rusticidad,
amigos de las fábulas, las admitieron sin nin-
gun discernimiento, las declamaciones no son
raras entre ellos, y no hay ninguna escusa pa-
ra ciertas tosquedades, que se permiten sin es-
crúpulo: asi las inculpaciones de Admete á
los autores de sus dias, y las injurias de Hipó-
lito contra todas las mugeres, lastimarán siem-
pre á la razon.

sola de la astronomía nos muestra una serie
de conquistas que manifiesta progresos no in-
terrumpidos; el universo es cien veces mayor
para nosotros, que lo que era para los griegos
y romanos, y á pesar de nuestros recientes des-
cubrimientos, acerca de los conocimientos as-
tronómicos del Egipto, Newton, comparado
con los astrónomos antiguos, se asemeja á un
Dios que ha esplicado la existencia del mundo,
que tan ingeniosas y sutiles hipótesis habian
envuelto en las tinieblas. La química es una
ciencia del todo moderna, y la fisica, así como
las matemáticas, han hecho progresos inmen-
sos. El arte de la navegacion, en el cual los
modernos han desplegado todo su ingenio,
bastaria para manifestar una inmensa supe-
rioridad sobre los antiguos, quienes en gene-
ral, con relacion á las ciencias, eran niños, y
los modernos son hombres. El mundo de las
ciencias era estrecho para los antiguos, así co-
mo el mundo terrestre y el celeste que tanto
han aumentado los descubrimientos de los mo-
dernos. Nada mas juicioso que las reflexio-
nes de Marmontel acerca de la cuestion que
nos ocupa, con relacion á las artes.,,El para-
lelo de Perrault por lo relativo á las artes, es el
de un hombre ilustrado, pero que presume
mucho de sus fuerzas ó se entrega demasiado á
la adulacion: en vano los modernos siguiendo
la opinion de este, han creido que pueden au-
mentarse las bellezas de la arquitectura anti-
gua, este prodigio no ha llegado aún para no-
sotros; se ha dado á los edificios mas gracia y
comodidad, esto es obra de la esperiencia, pe-
ro no ciertamente mas elegancia ni magestad;
el ingenio ha quedado por parte de los griegos."
Esto lo testifica la estatuaria, en la cual nues-
tras mejores producciones no pueden ni por un
momento compararse con sus obras maestras.
Pero porqué progresion de ideas, porqué serie
de reflexiones, porqué dichosas inspiraciones
los griegos pudieron transformar los mons-
truos divinizados del Egipto en seres sobre
naturales, hechos á imágen del hombre, y no
obstante dotados de una belleza suprema, y cu-
yas formas variadas vinieron á ser el tipo de
cada uno de los dioses que Aténas habia adop-
tado? ¡Qué distancia hay del Buey Apis á Jú-
piter, y de Iris á Venus! ¿Cómo ha sido sal-
vada? La pintura moderna mas feliz que su
hermana, no teniendo que temer la aparicion
de las maravillas antiguas, puede hacer dudar
de la superioridad de los Zeuxis y de los Pro-
togenes: las escuelas italiana, flamenca y fran-
cesa, pueden presentar una inmensa galería

Los romanos á quienes fueron por largo tiempo desconocidas las letras, lo han tomado todo de los griegos, y frecuentemente no son mas que un pálido reflejo de un original de brillantes colores y lleno de armonía; pero se dirá que el segundo de estos pueblos tenia sentidos y facultades que le faltaban al primero; jamas la gravedad romana, ni aun cuando la molicie de las costumbres habia debilitado los ingenios y ocupado á las almas con dulces imágenes de voluptuosidad, pudo tomar la mezcla de naturalidad jé imaginacion, de realidad y ficcion, ni aquella delicadeza y jovialidad que brillan siempre entre los griegos. Virgilio, y aun el mismo Horacio, tienen algo de severo y sombrío al lado de las escenas risueñas que el patético Eurípides ha puesto en los coros de sus tragedias. Por naturaleza duros, acostumbrados á padecer sin quejarse, descendientes de Bruto, que sacrificó sus hijos á la patria, destronando á los reyes con indiferencia y derribando un imperio, sin que los conmoviese tan solo por

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y sobre todo, la elocuencia de la pasion, colocan á la imitacion en una posicion muy superior al original. El autor de la Eneida mutila la Iliada, algunas veces la imita de una manera poco juiciosa, pero otras la corrije con mucha felicidad. Homero conservará siempre el primer lugar, pero Virgilio sin elevarse á la misma altura, tendrá la gloria de haber dado mas de una vez buen juicio à su maestro, y la Eneida aunque inferior à la Iliada, y aun á la Odisea, bajo muchos aspectos, no deja de marcar un progreso en el entendimiento humano.--No hay tragedia latina, y en cuanto á la comedia, solo Aristófanes representa á toda la Grecia, pues que nos faltan Menandro y sus rivales; Aristófanes tenia un bello ingenio, que Platon no dejó de conocer: frecuentemente elevó el tono y el fin de la comedia, y no carecia de buenas intenciones politicas; encuéntranse en sus obras coros admirablemente poéticos, pinturas verdaderas del corazon humano y rasgos de sátira la mas mordaz; pero algunas veces es obsceno y aun asqueroso, lo cual desmiente á la reputacion del pueblo ateniense en punto á delicadeza y buen gusto, pues hoy ciertamente nadie se atreveria ni aun en los mas viles corrales à recitar libremente infamias semejantes à las que toleraban los griegos en el magestuoso teatro de Sófocles. Aristófanes con sus buenas cualidades, así como con sus defectos, no podria hacer contrapeso á Plauto y Terencio; pero las obras de estos dos poetas, y en especial las del segundo, manifiestan en todo una imitacion que es casi un plagio; este hecho, y la espresion tan conocida de César, dimidiate Menander, aplicada á Terencio, espresa claramente que es preciso que Roma ceda la palma á Atenas. Otro tanto sucede en el género cultivado por Cátulo, Tibulo y Propercio, y conforme á su propio voto, lés eran superiores, Safo, Simónides, Alcea y Philetas; no obstante, dudo, segun su modo de sentir el amor, que ninguno de estos poetas haya unido, como el cantor de Lesbia, la vivacidad de imaginacion, el modelo de la cortesía y la jocosidad, á la elocuencia y á la mas dulce sensibilidad, y aun puede creerse que la ternura, el encanto y la melancolía de Tibulo, dones particulares de la naturaleza, al hermano de Virgilio en poesía, no debieron nada á la Grecia; en cuanto à Propercio, algunas de sus composiciones respiran una fuerza, una grandeza y una gravedad que no he encontrado en ningun escritor griego. Chaulieu, Bertin y Parny, no poseyeron el don de la poesía en el mismo grado que estos hombres famosos,

un instante el ruido de su caída, la piedad les era casi desconocida; y así no se encuentran en su teatro ni los dolores profundos de Hécuba, Priamo y Cliptemnestra, ni la desesperacion de Andrómaca, ni los tiernos sentimientos de Polixenes y Efigenia, ni las lágrimas del niño Orestes, que ruega para que no se dé muerte à su hermana; y finalmente, ni aquella adhesion á la patria, que se mezcla á las mas dulces afecciones del corazon y aun al amor de la vida; sentimiento natural en todas las edades, y sobre todo, en la juventud. No obstante, Terencio arrancó algunas lágrimas á los feroces hijos de Rómulo. Virgilio, nacido con una alma melancólica, vino à enternecerlos con Andrómaca, Niso y Eurialo, con Lauso y Pallas; pero mucho mas aún con el jóven Marcelo, delicia de la corte de Augusto y esperanza del pueblo. La sensibilidad de Eurípides es mas profunda que la de Virgilio, pero los presentimientos y los dolores de Evandro no tienen semejantes en todas las tragedias del autor de Hécuba. Virgilio no tenia ni el ingenio ni el buen juicio que Homero, pues que tomando la Iliada y la Odisea para formar un solo poema, no hizo mas que una composicion defectuosa, cuya primera parte destruye á la segunda. Las mayores bellezas de Virgilio son faltas á los ojos de la razon; pero no obstante, quién osaria manifestar el voto casi impío de que estas faltas no hubieran sido cometidas? Si Homero tiene escenas mas grandes que las del libro segundo de la Eneida, ¿dónde puede encontrarse en él una tragedia semejante á la muerte del pueblo Troyano? Todo allí es bello, verdadero, sencillo, y no obstante, magnífico. El terror y la piedad no podrian llevarse mas allá, y las impresiones que producen no resultan como en Eurípides de suposiciones inverosímiles, ó debilitadas por una rápida sucesion de movimientos que se contrapesan y se borran. La pieza gira en un órden admirable, y el interés se aumenta hasta el desenlace: así todo poeta dramático que medite el libro segundo de la Eneida, debe estar seguro de hacer progresos en su arte.--Homero no pudo ni aun sospechar la admirable pintura de los amores de Dido; pero de Homero á Apolonio, el tiempo habia ocasionado cambios en las costumbres que produjeron el cuadro de la pasion de Medea inspirada por Jason: esta pintura de los combates de la inocencia y del pudor contra los atractivos del primer amor, tiene una frescura y una gracia de que carece la viuda de Sichéo; y si el carácter del héroe impidió á Virgilio adornar su episodio, lo que añade al poeta griego,

pero el amante de Eleonor profirió acentos que vibrarán eternamente en los corazones. Le Brun era insensible al mérito de Parny, mas este fué bien vengado por las elegias del ambicioso rival de Pindaro.-Las mugeres entre los griegos cultivaron el género erótico y aun algunos otros; por desgracia el tiempo no ha conservado ninguna de las obras que formaban su fama; pero toda la antigüedad comprueba que los modernos en este punto han hecho una inmensa pérdida, y el nombre de Safo, de quien no nos quedan mas que algunos versos, resonará eternamente. Despues de Mme. Deshouliéres, que poetizó dos ó tres veces en su vida, pero sin los dones sagrados, han brillado en Francia algunas mugeres con mucho esplendor, estando colocada á su frente Mme. Dufresnoi, discípula de Tíbulo y de Propercio, alimentada con Horacio y Virgilio, cuya lengua poseía, y formada en la escuela del siglo XVII, tiene una correccion rara, una elegancia clásica y un gusto puro y delicado. Un célebre escritor le concede la gloria de ser la primera muger en Francia que haya verdaderamente conocido y practicado con talento el dificil arte de la versificacion; y aunque tiene alguna afectacion, no carece de elocuencia cuando se deja arrastrar por las impresiones de un corazon ardiente y sensible; pero puede echársele en cara que escribiendo como hombre håbil, abandona el carácter distintivo del su sexo. La señorita Delfina Gay (boy Mme. de Girardin) deseosa desde muy temprano de inscribir su nombre entre los de las mugeres dotadas de talento poético, manifestó desde un principio contrastes muy singulares: inspiraciones frescas como la mas lozana juventud, y sentimientos de otra edad que solo pueden ser adivinados: aparece a veces como una niña que juega con el amor, como con un dios desconocido; otras como si hubiera esperimentado aquellas delicias mezcladas con la amargura de que habla Càtulo con tan tristes recuerdos: poco despues, y sin embargo muy jóven aun la señorita Delfina Gay, se atrevió á levantar el velo que ocultaba las nacientes emociones de su corazon virginal; pero las mus sas indulgentes, á pesar de su reputacion de severidad, concedieron gustosas á su discípula el perdon de estas indiscreciones llenas de encanto y de gracia: la señorita Gay se distingue tambien por sus valientes rasgos, por su precision, por su elegancia y por su estilo: trabaja con calor y con cierto entusiasmo que procede de la pasion de adquirir celebridad; pero se conoce que se fatiga, y uno quisiera no

percibir nunca semejantes esfuerzos en una muger: no obstante, tiene momentos de abandono, en los cuales suele hacer vibrar las cuerdas mas sensibles del corazon. Hay grandes esperanzas en la señorita Gay si cultiva su talento, y sobre todo, si sigue algunos consejos severos é ilustrados que es capaz de oir y de poner en práctica. Mine. Desbordes-Valmore es siempre muger, y solo muger en poesía, este es su carácter distintivo. Nunca habiamos encontrado en los versos de las émulas de Corina y de Safo, que le precedieron, esos rasgos imprevistos, esa ingeniosa sencillez, esos misterios medio revelados, ese abandono lleno de encanto y esa dulce fantasía que dan tanto realce, tanta agudeza y originalidad á las mugeres poseidas del amor, y para colmo de dicha, parece que se oye la voz de una muger en la melodía de sus versos.-Sin repudiar la inagotable fuente del amor, dominio de su sexo, otra muger de nuestros dias toma tambien sus argumentos en otro órden de ideas. Mme. Tastu, á quien distinguen la pureza, el candor, la calma de una alma serena, la elevacion de sentimientos, una inteligencia viva y dotada de un juicio recto, lo cual es una superioridad, una fantasía meditabunda, una melancolía natural y mezclada de algunos recuerdos que no carecen de amargura, acerca de las vanas promesas de dicha con que la sociedad abusa de los corazones crédulos y confiados. Muger, madre y poetisa, ella canta las delicias del amor maternal, la cuna de la niñez, la marcha rápida de los años, los recuerdos de la juventud, las impresiones religiosas y los dones misteriosos de la poesía; sus elegías tienen un sello de inocencia y pureza que forma su principal atractivo: algun dia se le llamará la Musa casta, el mas hermoso nombre que puede darse á una muger.-Ya los ingleses lo dan ó pueden darlo á Mme. Felicia Hemans su compatriota, quien nunca ha puesto en sus escritos sino pensamientos que las mugeres puedan aprobar en alta voz, y que los hombres no teman alabar delante de ellas. La gravedad, la uncion, la religiosidad en las ideas, la pureza sin mancha, la nacionalidad exaltada y el amor à la patria tan tierno como las afecciones de familia, son los caracteres de la poesía de Mme. Hemans, cuyo talento se distingue por un conocimiento profundo del valor de las palabras de su lengua maternal, por su pureza y elegancia, y por aquella gracia melancólica que causa un encanto inesplicable. El estilo de Mme. Hemans es tan esclusivamente inglés, que sus obras son intraducibles.

શ્રી બાક

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Miss Landon, dotada de una alma tierna, de una imaginacion movible, y de una viva sensibilidad, cultiva la poesía con un éxito muy favorable; encuéntranse en esta jóven afecciones de familia y sentimientos apasionados de gloria, toda la variacion de emociones que → pueden vibrar en una alma de artista, y agitar una vida literaria, el vacio de la gloria, el amor, en fin, el amor puro apasionado, fiel, pero desgraciado, pagado con la indiferencia, estrellado por la inconstancia y destruido por la muerte. La pintura de las pasiones es toda la poesía de Miss Landon; ellas han puesto su sello á todas sus creaciones, de modo que sus obras llenas de interés, no pueden leerse sin regarlas con algunas lágrimas, y desear vivamente ser amado por una muger tan capaz de sentir las mas dulces relaciones de los corazones, y de tomar parte en los dolores mas vivos de un ser sensible. Para disputar el premio del poema lírico, Horacio permanece solo en presencia de Pindaro, pero lo que poseemos del cantor de los juegos olímpicos, no podrá igualar á la pieza, cuyo principio es: Qualem ministrum fulminis alitem, oda en que están el genio, la historia, las costumbres y el carácter de Roma. Si la naturaleza hubiera dotado à Montesquieu de ingenio poético, habria pintado del mismo modo á la señora del mundo. Aunque los romanos tuviesen á los griegos un respeto supersticioso que alucinó su razon, nosotros debemos creer el juicio de Horacio acerca de los maestros de que se hizo respetuoso discípulo, marcando un intervalo inmenso entre ellos y él. En cuanto à la poesia filosófica, Horacio es el único en la antigüedad, por la esquisita mezcla de juicio, de ingenio, de gracia y de urbanidad que distingue sus epistolas. Horacio es el Luciano de la poesía, pero con mas recato, medida y buen gusto. Podria caracterizarse la obra de Lucrecio, diciendo que es un poema escrito por un romano, en cuyos versos se notan la aspereza y la austeridad de su pais, con los ricos adornos y las gracias de una imaginacion ateniense, pero no con la perfeccion de estilo de sus maestros, y puede compararse á un trozo del mas esquisito mármol, cuya parte superior es un dios de mano de Phidias, y el resto una informe masa apénas desatada por el cincel. Entre los modernos, no se encuentra en el poema filosófico nada tan elevado como la obra de Lucrecio, y nada tan acabado como las Geórgicas de Virgilio: si Delille no es un poeta de primer orden como Lucrecio, si no se remonta como él con un vue

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lo de águila, reemplaza con el brillo de los
colores, con la riqueza y la variedad de esti-
lo, y con otra porcion de bellezas lo que le fal-
ta de alta y profunda inspiracion, y si su poe-
ma de la imaginacion fuera trasmitido á nues-
tra edad por los antiguos, seria objeto de los
mayores elogios. En las Estaciones de Thomp-
son brilla la poesia en las descripciones, y el
encanto en la pintura de los sentimientos: el
patriotismo del autor que no alaba mas que
las grandes virtudes y los grandes servicios
hechos á la libertad, nos inspira una simpatía
mucho mas viva que el patriotismo de Virgilio,
que profana la santa poesía con el elogio de
César y de Augusto, y no se atreve á acusar á
Syla. Ovidio es todavía mas poeta griego que
Lucrecio: sus Metamorfosis forman una serie
de encadenamientos semejantes á los de Armi-
da, y parece que no han costado mas esfuer-
zos que los prodigios creados por la amante de
Reinaldo. El mérito de la composicion, las in-
geniosas analogías, el arte de las transiciones,
la variedad de tonos, el talento de recrear el
entendimiento y de conmover el corazon, y el
de comunicar ya un dulce interés hácia un ob-
jeto, ó ya de hacerlo enteramente dramático,
se reunen para hacer á esta obra única en la
literatura. Los modernos ni tienen ni podian
tener un Ovidio, pero tienen un Ariosto, y el
Orlando furioso sobrepuja en mucho á las Me--
tamórfosis por su variedad, su riqueza poé-
tica y el arte de interesar al lector, aun impa-
cientándolo frecuentemente, interrumpiendo
relaciones y escenas que ocupan toda su aten-
cion. La obra de Ariósto no solo es digna de
ponerse en paralelo con las Metamorfosis,
pues en algunos puntos rivaliza con la Iliada,
y es en su conjunto el modelo de la epopeya
heróica y de la cómica reunidas en una misma
composicion. Hemos perdido las obras de
Lucilio, pero Horacio y Juvenal, que se pare-
cen tan poco, son en la sátira modelos que no
tienen semejantes. El segundo de estos poe-
tas se distingue como Tácito, por una especie
de bellezas grandes y sublimes, desconocidas
en la escuela griega. No omitiremos el notar
que el pintor de Tiberio ha hecho con solo la
verdad, una sátira del hombre mucho mas
enérgica y profunda, que los retratos, hijos de
la cólera de Juvenal, que nos hacen dudar al-
gunas veces de su conviccion. Despues de ha-
ber leido á Tácito, no se encuentran ya hipér-
boles en Juvenal. Apesar de Tito Livio, Sa-
lustio y Tácito, algunos críticos podrian vaci-
lar en recusar la superioridad histórica á He-
rodoto, Tucidides y Xenofonte; no obstante,

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