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de trigo y garbanzos, y muchos mayores que avellanas. El sitio estaba tan cerca á la grosedad de las minas, que con facilidad todos se empleaban en sacar oro; con que fué tanta la suma que en pocos días fueron descubriendo y habiendo á las manos, que no se las daban á cogerlo. Fueron luégo comprando negros esclavos, que enviaban en cuadrillas los mercaderes de Cartagena, y ocupando los indios sólo en labranzas y cosechas de maíz. Llegó esto á tanto, que en dos años vino á ser el pueblo más rico de su tamaño que había en estas Indias, pues en veinte españoles que constituían la nata del pueblo, tenían ya más de 2,000 negros esclavos: lo menos que cada uno daba de jornal cada semana eran diez pesos de oro; y muchos daban esta cantidad en un día, y algunos 30 y 40 y 100, y tal día hubo que un solo esclavo sacó 500. Muchas semanas tuvo de saca el capitán Diego de Ospina 2,500 pesos, de donde me vino él mismo á decir en los días pasados, que había dado él solo de quintos al Rey de lo que había sacado en este puesto, á razon del quinzavo, que es la merced que le tiene hecha á este pueblo, más de 60,000 pesos." (Luégo había sacado más de 900,000 pesos).

"Hallaban este oro los esclaves y algunos indios que lo extraían de dos maneras á los principios era oro que llamaban corrido ó bosado de las vetas, que fué muestra de que las había; con que se ofrecieron á buscarlas subiendo por los amagamientos de las quebradas, y dando con ellas en su nacimiento, y que lograron hallar los criaderos, se dió con la grosedad que decimos en muchas partes. Yo estuve en algunas de éstas el año de 1613, en especial en la que llaman Loma-Rica, y vi que con solos dos dedos que escarbasen las negras en el portal de la casa, lavaban aquella tierra y sacaban dos y tres reales de oro. De que todos andaban cargados desde el más niño hasta el mayor, que parecía había hecho testamento la tierra, como ellos decían, y había repartido con todos ellos sus grandes riquezas. Pero al fin como riquezas de ella, que por muchas que se tienen pocas quedan, y siempre la mano corta y tasada se le echó de ver á pocos años, que agotándose ésta con la prisa que le dieron, y saliendo de ella misma algunas enfermedades, con que vino aquel gran número de esclavos á quedar en menos de 500. Habiendo sido los gastos de sus amos excesivos y sin consideración, ha llegado todo en estos tiempos á ser de harto, poco, por la gran baja que en todo ha habido, y no ha sido menor en los indios; que aunque la tierra la trastornasen daría las mismas riquezas que antes, y por ventura mayores, pues las tiene, y la flaqueza de la gente se las deja tener en paz."

Esta observación es muy exacta, pues hará poco más de medio siglo que se empezaron á beneficiar minas de veta en Remedios, y en la

actualidad producen más de 300 libras de oro por mes, además del que se extrae de las minas de aluvión.

Fray Pedro Simón concluye así: "Más ó menos, según sale la fama de la saca del oro, se ha dado de quintos á las cajas reales, después que se comenzó á sacar esta última vez (como de 1594 á 1620), más de 400,000 pesos, todos á razón del quinzavo." (Luego el producto de las minas había sido de más de 6.000,000 de pesos en oro).

Los habitantes de San-Juan de Rodas, hostigados por la continua guerra en que vivían con los naturales, se pasaron en 1584 á poblar á otra parte más cerca del río Cauca, y fundaron una villa que llamaron San-Jerónimo del Monte, "dos días de camino del Cauca, á la parte del Oeste, tierra de valientes minerales de oro que gozaban sus indios... Estaba el pueblo fundado en una pequeña sabaneta, tierra llana; hanse sacado de sus minas muchas y grandes puntas de oro suelto. Hay noticia de muchas y grandes sepulturas de indios ricos." (Fray Pedro Simón). Esta población, que se proveía de mercaderías por el río SanJorge, y distaba cuatro días de camino de Cáceres, con el río Cauca de por medio, se fué extinguiendo hasta su completo abandono, que fué á mediados del siglo XVII.

D. Gaspar de Rodas, "Gobernador y Capitán general de la Gobernación y Provincia de Antioquia, Yamesí (1) y tierra de entre los dos ríos," promulgó en 1587 sus Ordenanzas de Minas, por las razones que expresa en el preámbulo, que es del tenor siguiente: "Por cuanto en la ciudad de Zaragoza de mi Gobernación se han descubierto y se descubren cada día minas de oro, así en ríos y quebradas como en otras partes, y es la dicha tierra de tal calidad y promete grandes esperanzas de riqueza de oro de las dichas minas, y hay necesidad de hacer Ordenanzas para la labor de ellas, y porque Su Majestad y sus reales provisiones libradas en la capitulación que conmigo mandó tomar, me da poder y facultad para ello, como consta y parece por un capítulo de ella, cuyo tenor es el que sigue: Ytem se le concede que pueda hacer las Ordenanzas que le pareciere para el buen gobierno y labor de las minas de aquellas tierras ;' conforme á lo cual yo hice ciertas Ordenanzas para la labor de dichas minas para el año pasado de 1584, y desde el dicho tiempo acá cada día se han descubierto muchas y muy buenas minas de oro, y siempre van á más, y así usando de la dicha facultad, y conforme al capítulo, de nuevo hago y ordeno las Ordenanzas siguientes."

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Reproducimos al fin de este libro (Documento B) estas antiguas Ordenanzas, como pieza de interés histórico. En ellas se establece el (1) Yamesí se llamaba la tierra que ocupaban los indios yamesíes, donde se fundó Zaragoza :

principio que sirvió de base á la legislación española de minas, que atribuía á la real Corona las riquezas del subsuelo, para darlas al des cubridor y explotador de los metales preciosos. A esta sabia disposición, que siempre ha estado vigente en Antioquia, se debe en gran parte la prosperidad de que ha gozado este Departamento esencialmente minero. Él mismo las complementó en 1593.

En los primeros tiempos de la colonia sacaron copiosísimo fruto los felices explotadores de las minas. Hallaron placeres tan ricos en oro, que bastaba inclinarse á recoger la tierra y lavarla en la batea para saciar su codicia con el brillo del precioso metal. Parecía, como decían los moradores de Remedios, que la tierra había hecho testamento y les había repartido sus riquezas. Hablando de las nobles familias á quienes sirvieron de tronco los conquistadores de Antioquia, dice el Obispo Piedrahíta: "Si se requieren letras, podrán testificar las Escuelas del Nuevo-Reino y Quito, que los criollos de Antioquia, Cáceres y Zaragoza acreditan siempre haber sido criados en minerales de oro; y si este metal es el que realza prendas tan relevantes, á muy pocos ha desamparado la fortuna en esta parte." (1)

El progreso de la minería fué bien lento en todo el curso del siglo XVII. El número de los nuevos pobladores era muy reducido y el clima malsano de algunos de los centros mineros los diezmaba. En Zaragoza era tan común ver morir prontamente á los españoles que venían en busca de fortuna, que cuando llegaba un chapetón, iban otros á preguntar al Cura cuánto pedía por el vestido del pobre aventurero, pues éste no traía otra prenda con qué pagar su entierro. La población indígena disminuyó tan rápidamente, que pronto faltaron brazos para el trabajo de las minas; y además los negros esclavos costaban muy caro y pocos podían comprarlos.

Siguieron explotándose con provecho las playas del Cauca, del Porce, del Nechí y de varios afluentes de estos dos últimos ríos. Las vetas continuaron por mucho tiempo sepultadas en las entrañas de la

(1) Y en ella (*) desde el tiempo que decimos,

Gaspar de Rodas hizo su vivienda,

No sin deseo de fundar más pueblos

En las provincias de entre los dos ríos,

A lo cual aspiraban otros muchos

Varones de caudal y principales,

Que de la gran riqueza de aquel suelo.
Tenían ya noticia y experiencia.

(*) La ciudad de Antioquia.

(CASTELLANOS, Elegías).

:

tierra sólo se beneficiaban las de Buriticá, algunas ricas venillas y rodados (1) desprendidos de los filones.

Los bucaneros, que desde 1670 asolaban las costas del Atlántico, tuvieron noticia de los ricos minerales de Antioquia, en especial de los de Buriticá, y pretendieron penetrar en su territorio para hacer botín de sus tesoros. Dos indios, dicen las crónicas, llamados Manco y David, lograron con su astucia desanimar á los filibusteros de su intento. Dichos indios se ofrecieron á servir de guías en la expedición proyectada, mas pidieron antes herramientas para abrir una vereda. Picaron varios árboles en los lugares del tránsito, de manera que cayeran á un mediano impulso, y luego que los invasores habían penetrado un poco en el bosque, desviándose los indios hacían caer un árbol que empujaba otros, poniendo en grande aprieto á los piratas, que desistieron de su intento y regresaron al mar de las Antillas. Se aségura que en el pueblo de Buriticá, de donde eran vecinos Manco y David, existe un documento en el que consta que las autoridades los dispensaron del tributo en premio de tan señalado servicio. (1) (Camilo Echeverri y Manuel Uribe A. Estudios industriales sobre la minería antioqueña en 1856). Juzgamos que los bucaneros que intentaron entrar á Antioquia fueron los mismos que llegaron á Quibdó en 1679, como lo referiremos más adelante.

En 1701 expidió el Gobernador de la provincia, D. Francisco Fernández de Heredia, un documento á favor de D. Fernando Toro Zapata, en el que lo califica de primer descubridor de minas de oro corrido. Si esto en rigor no es exacto, pues ya para entonces se habían explotado no sólo los aluviones de los ríos y de las quebradas, sino también terrenos aluviales más antiguos, sí es cierto que á él más que á ninguno otro se debió entonces el desarrollo de la industria minera en Antioquia.

En la Memoria citada de D. José Barón de Chaves, dice: "Es tanta la copia de minerales que contiene la Provincia, que en ella apenas se puede poner la planta que no sea sobre el oro, y sin que parezca inconveniente lo que á V. E. expongo, no llegan todos los negros de cuadrilla á 900. El metal que se saca sube no obstante por lo que mira á sólo tres poblaciones, que son Antioquia, Medellín y Rionegro, á 50,000 castellanos de oro (500 libras) por año, y no contemplo que sea la tercera parte de lo que se extrae de los veneros....

(1) Entre nosotros se da á los rodados el nombre de riegos.

(2) Mi respetable amigo el doctor José M. Martínez Pardo, me ha escrito de Antioquia diciéndome que conoció, en 1817, á un individuo descendiente de Manco, que gozaba aún del privilegio de no pagar tributo.

El valor de un negro bozal es por lo regular de 250 castellanos de oro en polvo.”

En 1768 se habían emprendido trabajos importantes en los ríos Guadalupe, San-Andrés de Cuerquia, Río-Grande, Río-Chico etc., para facilitar la corriente de las aguas (colgar las minas). Hacía ocho ó diez años que estaban colgando la mina de Río-Chico y faltaban aún dos ó tres años para terminar la operación. Se quejaban los dueños "de suma escasez de esclavos, y de que en la compra de ellos se les iba el mejor jugo de la mina." Mucho oro se sacó por entonces y se ha sacado en este siglo de los mencionados ríos.

Por ese tiempo se descubrieron los aluviones altos de Santa-Rosa de Osos, cuyo finísimo oro de 20₫ á 22 quilates en brillantes escamas, se extrajo en grande abundancia. Estas minas no podían trabajarlas por falta de agua sino cuando llovía, ó recogiéndola en estanques.

El doctor Manuel Uribe A., dice en su Geografía general de Antioquia: "A principios del siglo XVIII, algunos habitantes del valle de Aburrá (Medellín) tiraron para el lado de la hasta entonces solitaria comarca del valle de los Osos, con el fin de buscar oro. Lo primero en que se ocuparon fué en explorar el territorio de San-Pedro, pasaron Juégo á los lados de Belmira, y contrajeron por último su trabajo á beneficiar los lechos y playones de Río-Chico y Río-Grande. Esta explotación fué de admirable riqueza en un principio, sobre todo en Quebraditas, San-Andrés, San-Jacinto, San-Pedro, Entrerríos y lo que hoy es Azuero.

"Halagados por la ganancia, siguieron los exploradores hacia el norte, y siempre con buen éxito fueron estableciendo empresas á uno y otro lado, hasta llegar á las cercanías del punto en que está hoy la ciudad de Santa-Rosa. Conseguido esto, fabricaron una ranchería en la parte sur de aquel punto, y ese cuartel general, ocupado por empresarios distinguidos, se enriqueció bien pronto, estimuló nuevas empresas y atrajo gran número de habitantes.

"Inmediato al caserío quedaba un plano elevado en forma de anfiteatro, y sobre ese plano agruparon habitaciones que al fin, y ya para mediados del siglo XVII, presentaban aspecto de ciudad. Esa ciudad puso su planta sobre un banco de oro, pues como tal se reputa hoy el sitio en que está. . . .

"Hasta entonces, entre otros ricos placeres, se trabajaron como de más crédito los de San-José y la Matica." Ambos placeres se explotan aún.

En 1758 hizo un español, D. Antonio de Quintana, un penosísimo viaje de exploración de Medellín al río Tenche, afluente del Nechí, en compañía de dos mineros, un montaraz y doce peones. Gastaron 69 días

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