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se ejercitara únicamente en sacar el metal, quemarlo y tirarlo al río, sólo por aprovecharse de aquella corta porción de oro que le dejaría cada carga, y me han informado que este sujeto desperdiciaría más de mil cargas de metal en la forma dicha. Así han desaprovechado tantos millares de cargas, labrando por una pequeña cantidad de cobre ó de oro el que tan manifiestamente daba á conocer su rica ley de oro y plata!" (Carta al Virrey, Marzo 13 de 1762).

En la segunda mitad del siglo pasado se pusieron de nuevo en laborco algunas de las más afamadas minas de aquella comarca, en las que se hallaron ricos minerales argentíferos asociados al oro nativo: San-Antonio, San-Cristóbal, la Chorrera de Móngora, etc. Se construyeron ingenios para la amalgamación y se llevaron beneficiadores de fuera. Todo esfuerzo por separar la plata fue vano. D. Pedro Ugarte escribía chistosamente al Virrey Messía de la Zerda en 1766: "Bastante hay gastado haciendo diferentes guías" (ensayos) "de todos los metales de estas cercanías sin dar á luz la curación de alguno, pues todos están muy enfermos de antimonios y otras mezclas, que impiden al azogue coger la plata aunque la tengan." En efecto, la estibina, ó sulfuro de antimonio; la blenda, ó sulfuro de zinc, y algunos compuestos arseniurados se oponen tenazmente á la amalgamación de esos minerales complejos. El minero alemán D. Jacobo Wiesner se dejó vencer al fin del siglo XVIII por esta dificultad, que tampoco pudieron superar los ingleses que explotaron esas minas en el segundo cuarto de este siglo.

El problema que está por resolver no es, pues, el de la riqueza de las minas, que casi todas han sido nuevamente descubiertas con minerales en que abundan el oro y la plata. El problema que está siempre en pie es el del tratamiento metalúrgico aplicable á sus menas: resuélvase éste, y los veneros de Alta, Baja y Vetas darán oro y plata en abundancia.

El ejemplo de lo que pasó en la opulenta mina del Zancudo ilustrará mejor este asunto. Allí era el filón en su principio muy rico en oro nativo, además de que las piritas estaban descompuestas; pudo, pues, sacarse mucho oro sin dificultad. A cierta profundidad disminuyó este metal y se presentaron los sulfuros metálicos en combinación con la plata. La mina pasó por una serie de vicisitudes, y su laboreo estuvo suspendido por algún tiempo. Dos veces sus dueños, desalentados, la vendieron por ínfimo precio. Se ensayó amalgamar sus minerales y no se obtuvo ningún resultado favorable. Finalmente, en 1851 se construyeron hornos para fundir los residuos piritosos y se perseveró en mejorar este método de explotación, que fue coronado por el éxito. Hoy la empresa del Zancudo es el establecimiento metalúrgico más importante que tiene Colombia.

Resumiendo las impresiones que deja la lectura de este capítulo sobre el modo como se explotaban las minas de filón en el tiempo de la Colonia, llegamos á las siguientes conclusiones:

Como no se hacía uso de las bombas, los trabajos no podían pasar de cierta profundidad, y los mineros se veían precisados á construír extensas y costosas galerías de desagüe.

El trasporte de las menas era lento y caro, pues se hacía á espaldas de hombres, pasando por socavones estrechos, bajos, tortuosos y peudientes.

Las comunicaciones se establecían sin orden y venían á ser peli. grosas; no se sabía procurar la ventilación y las minas se asemejaban," como dice M. Chevalier de las de México,—“ á un edificio construído por un arquitecto sin inteligencia, donde, para pasar de una pieza á otra contigua, hubiera que dar la vuelta á toda la casa.”

En tales condiciones las cantidades de menas extraídas de los filones eran, puede decirse, insignificantes, y así sólo se podían explotar los más ricos. Hoy causa admiración leer que al fin del siglo pasado el señor D'Elhúyar apenas logró hacer sacar de la mina Manta 3,402 quintales de mineral en un año! Este solo hecho basta para explicar el mal éxito de los trabajos emprendidos entonces por cuenta del Gobierno español en las minas de Santa-Ana.

En las Relaciones de mando de los Virreyes se encuentrau noticias bien interesantes que ponen de manifiesto el atraso inconcebible en que se hallaba la industria minera en tiempo de la Colonia, siendo ésta la subsistencia del Virreinato.

El Virrey Solís escribía en 1760: "En todo se ha favorecido y auxiliado las minas de oro, facilitando la introducción de negros.... En las célebres de plata de Mariquita, aunque se ha solicitado su valor no se ha adelantado cosa al modo con que, con mucho desprecio, cogen poco ó nada; porque no habiendo, como no hay, inteligentes ni caudales, que es lo que requieren las de este metal, toda diligencia es frustrada. No há mucho que se concedió á uno registro de las de plata de la Montuosa, en las vetas de Pamplona; y por lo dicho es de temer suceda lo que siempre se ha observado, que no se consiga adelantamiento alguno."

En la Relación anónima, escrita en tiempo del Virrey Messía de la Zerda (1772) leemos:

"Se atribuye el que no se ha logrado la riqueza de las minas á diferentes causas, pero más notorias son la poca inteligencia con que se ha emprendido el trabajo, el ningún método observado, el defecto de conocimientos de los metales y modo de beneficiarlos, y de las máquinas ó instrumentos para ello. Viéndose no pocas veces algunos

empeñados en fábricas de hornos, molinos y utensilios, no han cuidado de asegurar la permanencia de la veta y precaver los riesgos de aguarse, y así fallan del todo. Siendo comunes los derrumbes y semejantes contratiempos, debieran cautelarse con anticipación, con lo que no se verían tantos arruinados y arrepentidos, ni su desgracia culpable retraería á otros de imitar, no su modo sino su ejercicio."

Pocos años después, en 1789, decía el Virrey Góngora:

"No teniendo más atención ni industria que las minas, parece que debían haber apurado ya todo lo que el arte da de sí, y aprendido á economizar para aprovechar toda la sustancia de las minas, pero nada menos. Causa admiración oír lo que se desperdicia por falta de inteligencia y cuidado, de modo que no será ponderación si se dice que apenas sacan la mitad del metal que pudieran, y la prueba más evidente que en todas las tierras de minas de labor hay infinitos holgazanes sin más subsistencia que relavar los terreros y escombros que dejan los mineros."

En fin, en 1803 escribía, con mucha razón, el Virrey D. Pedro Mendinueta:

“Sólo diré que la mayor parte de mineros arruinados lo han sido por falta de conocimientos, y que si ahora sin ellos, es decir, sin dirección, sin economía, sin ingenios ni máquinas, reportan utilidades del laboreo de sus minerales, las lograrían mayores con estos auxilios, y ahorrarían mucho tiempo y brazos en sus faenas, y por consiguiente una parte de los grandes capitales que invierten en estos establecimientos." Aun hoy tiene su aplicación este juicio en muchísimas minas de Colombia.

A fines del siglo pasado reemplazó el señor D'Elhúyar el defectuoso y dispendioso método de amalgamación usado hasta entonces en el país por el que inventó el Barón de Born. Aun este último lo consideraba costoso, y poco adecuado la Compañía inglesa que explotó la mina de Santa-Ana. El mineral de Pamplona no se pudo beneficiar por ese método. En la actualidad las compañías que explotan las minas de plata de Frías y del Cristo exportan sus minerales para fundirlos en Swansea. Esta operación les ocasiona un recargo de gastos : flete de río y de mar, seguro y beneficio, de trece libras esterlinas por tonelada.

En otros capítulos hemos hablado con suficiente extensión de otros acontecimientos que han motivado el abandono de numerosas empre sas mineras, en especial de la guerra de la Independencia y de la ma-g numisión de los esclavos.

Lo dicho hasta aquí basta para probar que no tan sólo se puede abrir vastísimo campo á la minería descubriendo nuevos veneros de oro

y plata, sino que además se pueden explotar nuevamente con provecho muchísimas minas que han sido abandonadas, ora por la impericia de sus dueños, ora por causas independientes de su voluntad.

IV. LOS MÉTODOS DE EXPLOTACIÓN.

Quedaría incompleto el estudio que venimos haciendo de las minas de Colombia, si no dijéramos algo relacionado con los métodos de explotación que se han usado en el país. Para ser consecuentes con nuestro propósito, dejamos la palabra á los autores que los han descrito. La transición de un estilo á otro hará así menos uniforme y más interesante y variado el asunto.

D. Jorge Juan y D. Antonio de Ulloa, que hicieron un viaje á la América del Sur en los años de 1735 y siguientes, describen así el método de explotación usado en los placeres auríferos de la Provincia de Popayán :

"El modo que tienen para extraer el oro consiste en cavar la tierra del mineral, y sacándola, la van depositando en un estanque grande hecho á este fin, en el cual dejan que corra el agua hasta que se llene, teniendo dispuesto un conducto. Mueven dentro de aquel estanque la tierra, que ya hecha lodo está en él, para que lo más ligero vaya saliendo por el conducto que sirve de desagüe. Así continúan hasta que á fuerza de moverlo sólo queda en el fondo lo más pesado, como son las piedrecillas, las arenas y el oro. Después lo sacan con bateas á propósito, y llevándolo al rededor con movimiento pronto y uniforme, y remudando aguas, va separándose lo menos pesado de lo más sólido.

"Las aguas que salen del estanque van á pasar á otro más abajo, repitiendo las mismas operaciones, y últimamente si quieren las vuelven á repasar en un tercer estanque."

Vamos al norte del Departamento del Cauca y observemos la manera de beneficiar las piritas de los filones. M. Boussingault, que la describe en una Memoria publicada en 1826, nos servirá de guía:

"Para extraer el oro de la pirita se pulveriza ésta y se lava, procediendo del modo siguiente:

"El edificio en que se practican estas operaciones se halla en el declive de la montaña y se compone de una ramada capaz de contener una docena de operarios; en el piso bajo de ésta se ha hecho un hoyo circular de seis pies de profundidad y diez de diámetro. Al rededor de esta excavación diez mujeres (por lo común son las negras), cada una con una piedra de pórfido delante de sí, alta de dos pies é inclinada

hacia el hoyo, se ocupa en moler el mineral con otra piedra redonda, que es un pedazo de pirita mezclada con cuarzo. Estas piedras son iguales á las que sirven para moler el maíz, y la operación se ejecuta de la misma manera colocando el mineral en la parte superior de la piedra, y reduciéndolo á polvo después de haberlo humedecido para facilitar el trabajo; la pirita así molida cae en la alberca formando una especie de pasta líquida.

"Luégo que la alberca se llena de pirita molida, se hace pasar una corriente de agua por una semana entera, meneando de cuando en cuando la pirita para separarla de las tierras que puede contener, y luego se comienza á lavar. Esta operación la ejecutan las negras con extraordinaria habilidad, en bateas de madera, que tienen la forma de conos deprimidos de 15 á 18 pulgadas de base y tres á cuatro de profundidad. Ponen en primer lugar como 20 libras de pirita molida en la batea, y la introducen en el agua, en la cual están ellas mismas metidas casi hasta la rodilla, y después de desagregarla en el agua, dan á la batea un movimiento giratorio muy rápido, teniendo cuidado de darle sucesivamente diferentes inclinaciones para facilitar la salida de las materias que se hallan suspendidas en el agua. Después de haber continuado esta maniobra por algunos minutos, sacan la batea del agua, y dándole con una mano una inclinación de cerca de 45°, hacen caer con la otra la pirita, que aparece extendida en el plano que forma la batea por su posición. Comienzan de nuevo la operación hasta que sólo queda en el fondo una pequeña cantidad de pirita, ya rica en oro. Entonces redoblan su atención hasta que acaban recogiendo una cantidad de oro casi puro, que ponen en una cajilla de cuerno que llaman cacho. Cuando han juntado así cierta cantidad de oro lo ponen todo en la batea para limpiarlo bien y luego lo dejan secar en una sartén de fierro. Después de esta operación todavía la pirita desechada se lava dos ó tres veces más, dando siempre oro, y, cuando ya no se extrae nada, se saca de la alberca, se amontona y se abandona al aire por ocho ó diez meses. Al cabo de este tiempo se muele de nuevo y se sujeta á las mismas operaciones, produciendo entonces una cantidad de oro casi igual á la primera. Lo que queda se vuelve á amontonar, se muele y se lava hasta que desaparece completamente. El agua que corre hacia el Cauca en estas operaciones arrastra una pirita muy tenue de la cual todavía extraen oro los negros mazamorreros."

El Capitán inglés de marina, Mr. Carlos S. Cochrane, visitó en 1823 las minas de Coyaima, en el Tolima. De su libro de viajes traducimos lo siguiente:

"Pasé por muchos antiguos lavaderos de los indios y me desmonté para examinarlos. Se hallan generalmente eu la pendiente de una

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