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chas fábricas nuevas se han cerrado en Colombia porque no correspondían á una necesidad de la industria, ó porque no contaban con un radio suficiente de consumo para sus productos.

No conocemos industria alguna que no sea más ó menos contingente. Para los cultivos de todo género en la agricultura hay que contar con las estaciones, que con frecuencia se cambian, y trastornan las previsiones más juiciosas; con el consumo, el precio, el alza y la baja de las materias que se han de cultivar. Las quinas de nuestros bosques, cuya extracción es tan sencilla, si enriquecieron á muchos, también arruinaron á algunos. El comercio, que tanto ayuda á los cambios de productos entre las naciones, está sometido al capricho de las modas, á las necesidades del momento, á la competencia y á otra multitud de circunstancias que hacen subir ó bajar los artículos y valores de cambio.

Si es cierto que la geología no ha llegado todavía á formular reglas fijas para la explotación de los yacimientos metalíferos, sí ha asentado principios positivos que pueden servir de base para las operaciones industriales. Sólo que se necesita un estudio muy detenido, científico y práctico á la vez de cada formación mineralógica y de todas sus circunstancias locales para interpretar exactamente los principios, y des cubrir las reglas que deben tener aplicación en cada caso. Nuestras observaciones constantes han llevado á nuestro ánimo el convencimiento de que en multitud de casos particulares que pudiéramos enumerar, la falta de éxito ha dependido de ineptitud, ó de negligencia en interpretar esas leyes con el fin de darles la aplicación conveniente.

En Colombia se ha incurrido en el error de conceder demasiada confianza á las indicaciones de la superficie, y sobre base tan incierta como sospechosa se establecen con frecuencia trabajos de explotación que dan resultados desastrosos, que no pueden atribuírse con razón á la industria minera ó presentarse como una prueba de su carácter contingente. Se construyen edificios y máquinas después de unos pocos cateos superficiales ó del ensaye de muestras aisladas y frecuentemente escogidas, sin ver antes si se cuenta con menas suficientes. En tales casos el empresario, víctima de su excesiva confianza y de su precipitación, debe culparse á sí mismo.

El conocimiento de las leyes que fijan el carácter de los depósitos minerales, sean filones ó aluviones, es, pues, la primera condición de éxito en toda empresa minera. Dicho conocimiento no debe limitarse á la superficie; la experiencia ha demostrado que las condiciones de composición, riqueza y extensión del mineral cambian en profundidad, ya al pasar de un terreno geológico á otro, ya al variar la configuración del terreno, etc. Además de estos datos y del estudio del mineral en sí mismo, de su composición, de su abundancia y de la cuantía de su ri

queza, es preciso, después de una exploración previa, á la que se debe dar toda la extensión necesaria para evitar engaños y decepciones, formar un presupuesto del costo de extracción y de beneficio. Si se llenan estas condiciones y se procede con circunspección, no afanándose por designar con mucha anticipación, aun en centros mineros muy conocidos, la clase de maquinaria que se requiere para la explotación, ni pretendiendo establecer desde el principio trabajos muy considerables, puede contar el empresario con que pone de su lado la mayor suma de probabilidades posible.

En toda industria hay materia bastante para serios estudios y aten ción profunda, y la minería, lejos de sustraerse á esta ley, exige del que á ella se dedica, que no olvide que si ella distribuye con frecuencia sus favores caprichosamente, premia también con usura á los que prestan á todas sus operaciones la atención debida. Er la Advertencia del Libro de la Plata, que es la historia de las minas de este metal en Chile, dice D. Benjamín Vicuña Mackenna que su libro es "una lección viva de que sólo la inteligencia sobria, la honradez constante y el trabajo que doma y persevera, han sido coronados á la larga por éxito duradero, desapareciendo todo lo demás como el humo del desierto al rededor de los descubridores casuales y de los especuladores de ocasión."

Hay una enfermedad moral, conocida en todos los países donde se hacen descubrimientos de ricos minerales, que podemos llamar la fiebre minera, verdadera alucinación que hace ver tesoros por todas partes. Esta fiebre ataca aun á hombres juiciosos, que no pierden por otra parte ni un momento la calma en sus demás negocios. Ella es mala consejera y conduce á irreparables desastres. Ya se compran acciones de minas por precios exageradísimos, porque se dice que se descubrió un rico filón, ó se habla de muestras ensayadas que dieron un resultado sorprendente; ya se hacen gastos considerables para fundar empresas, sin tomarse el trabajo de hacer una exploración minuciosa; ya se inician pleitos que devoran el capital que pudiera servir para impulsar labores productivas, disputándose á veces por minas imaginarias! Y luégo sobreviene el desaliento de los que no se cuentan en el número de los favorecidos, porque han gastado su entusiasmo y su energía en pura pérdida. En Departamentos como el Tolima, donde la minería es una industria relativamente nueva, las exageraciones de la prensa, unidas á las de los descubridores y especuladores en veneros de oro y plata forman una especie de fantasmagoría minera que engaña á muchos y que hará al fin numerosas víctimas. Hay quien se entretenga en el juego pueril de valuar en números la cantidad de oro acumulada en un punto dado, ó en suscribir informes sobre minas que no ha visto. Así se ve subir rápidamente el precio de las acciones de ciertas minas

desconocidas antes; acaecerá con muchas de ellas lo que sucede con las bombas de jabón, que se inflan instantáneamente, se convierten en globos en los que se reflejan los colores del iris, y revientan sin dejar huella de su brillantez. En folletos, informes y artículos firmados por ingenieros y por personas que pasan por serias hemos leído afirmaciones inauditas; si se descubre una nueva mina, dicen que es la más rica que se conoce; si se explora una región aurífera, que dará más oro que California. Haremos algunas citas, callando los nombres de sus autores:

"No veo otra solución para la miseria que nos amenaza sino las minas del Tolima, Estado que juzgo hoy más rico y abundante en minas que Antioquia, donde están ya muy explotadas.... No veo otra industria de porvenir y salvadora sino las minas del Tolima."

"Las riquezas del Cauca y Antioquia son ya bastante conocidas, pero mi humilde opinión, que sólo el tiempo vendrá á fortalecer, la haré conocer hoy día al país. La valiosa é inagotable riqueza de Colombia está en su propio centro, ó sea el Estado del Tolima."

"Las tres regiones de Santa-Ana, las Lajas y San-Juan de Frías son inmensamente ricas: las considero tres panales de plata aurífera cubiertos por otro panal de mineral argentífero."

"Creemos no equivocarnos diciendo que LA REGIÓN ARGENTÍFERA DE TODO EL NORTE DEL ESTADO DEL TOLIMA ES LA MÁS RICA DEL MUNDO, contando y aun comparándola con las inagotables é inundadas minas de México." Quien escribió esto ignora que las minas de México producen tanta cantidad de plata en un año como la que han dado las del norte del Tolima en tres siglos; que se han explotado en ese riquísimo país filones de cincuenta metros de espesor, y otros de más de un metro, cuya masa entera estaba formada de argiritrosa ó plata roja, mineral que contiene hasta sesenta por ciento de este metal!

Señalamos estos males porque ha llegado la ocasión en que la industria minera habrá de ser atendida en Colombia, como que, cegadas por el momento las demás fuentes de producción, tendrán que ocuparse sus habitantes en la explotación de sus ricos minerales, y no queremos que se frustren los esfuerzos que se hagan y se malgasten los capitales que se inviertan por la falta de juicio, de experiencia y de conocimiento. Entre el exagerado entusiasmo y el necio pesimismo hay un justo medio, en el que la severa razón, apoyada en la experiencia, precave de todo exceso y conduce al éxito.

Lo que hemos dicho hasta aquí se entiende con los nacionales. Agregaremos algunas palabras sobre el mal éxito frecuente de las compañías extranjeras que han venido en distintas épocas á explotar minas en Colombia. En general ellas emprenden sus trabajos sobrecargándolos con grandes capitales ficticios que se reparten entre pro

motores, corredores y agentes de bolsa; luégo incurren con frecuencia en el error de no tener en cuenta las circunstancias peculiares del país. Se empieza por enviar una multitud de empleados y de obreros, invirtiendo mucho dinero en los gastos de trasporte, en los sueldos excesivos y en la subsistencia de ellos. Una vez que se establecen en el país se vuelven, con frecuencia, exigentes, muchos se entregan á la embriaguez y son un embarazo para las empresas. Además, sin considerar que los más de nuestros caminos son estrechos, quebrados, de tránsito difícil y no dan paso sino á cargas de un peso limitado, se despachan pesadas máquinas, cuyas piezas vienen á encallar en la margen de nuestros ríos. Encuéntranse así masas de hierro en muchas localidades: testigos mudos de desastres debidos á la imprevisión. Cométese aun otro error, y es el de construír edificios costosos, para vivir con todas las comodidades de la vida, olvidando que la economía es un elemento sín el cual es muy difícil alcanzar buen éxito en los negocios industriales. Ha habido director extranjero de minas que habiendo llegado con un cargamento de vinos y de alimentos preparados, se hizo construír una casa llena de comodidades en una región despoblada y sólo permaneció en ella mientras duraron las provisiones que llevaba.

Hemos conocido ó tenido noticia de ingenieros de minas enviados al país á hacer exploraciones, que no sabían manejar la brújula, ni distinguir los minerales entre sí, y aun menos ensayarlos.

Son muchos los millones de pesos que los extranjeros han derrochado en empresas mineras que, manejadas con inteligencia y economía, habrían dado buenos resultados.

No estarán de más algunas advertencias á los que deseen venir á explotar nuestras minas.

Se encuentran fácilmente en Colombia obreros que no exigen un salario considerable, dóciles, fuertes é inteligentes. En el Departamento de Antioquia hay muy buenos trabajadores. Basta, pues, hacer venir directores entendidos que enseñen á los colombianos las operaciones de la minería en que ellos no tengan práctica. Con frecuencia causará sorpresa el ver la facilidad con que muchos aprenden las aplicaciones de la ciencia á la industria y se perfeccionan en los oficios hasta el punto de poder dirigir grandes empresas. El vasto establecimiento metalúrgico del Zancudo tiene por director á un colombiano, D. Ildefonso Gutiérrez; otro colombiano, D. José M. Barreneche, fue durante algunos años director de las minas de la Compañía inglesa del Frontino y Bolivia. Un humilde obrero antioqueño, el señor Isidro Cardona, ha dirigido con mucha habilidad los trabajos de la cortada del río Nus, ganando el modesto salario de diez francos por día.

Los ingenieros extranjeros, señores Powles, Greiffenstein, Gledhill,

Gifford y otros muy pocos más, que han dirigido con tanto acierto como buen éxito minas propias y ajenas, han empleado generalmente de preferencia mineros del país, aun para trabajos de difícil ejecución.

M. A. Moulle abona la exactitud de nuestras afirmaciones. Hablando de Antioquia dice lo siguiente, que puede hacerse extensivo á las regiones mineras del Cauca y del Tolima: "El personal obrero de las minas es excelente; puede compararse con un personal europeo ordinario, y es superior á éste en la fidelidad y en la regularidad del trabajo. Se encuentran en Antioquia mineros, palanqueros, carpinteros, herreros, etc. El personal secundario es también muy numeroso; goza de una gran reputación de probidad justamente merecida; puede suministrar á una grande empresa de minas directores de trabajos, sobrestantes, etc., etc. El obrero como el sobrestante colombiano es muy inteligente; manifiesta el más vivo deseo de aprender y posee la cualidad inestimable de conocer los caracteres especiales de sus minas por una experiencia trasmitida de generación en generación."

Todos los trabajos de minas deben disponerse con orden, economía y previsión, para evitar el gasto improductivo de los capitales y la ruina que vendría á ser la consecuencia de una conducta imprudente.

Es preciso considerar que cuando se dejan las comodidades y los goces de la vida europea para buscar fortuna en un país nuevo, debe uno acomodarse á los usos del lugar adonde va á establecerse y aun imponerse algunas privaciones.

Nada es más necesario, en fin, para fundar una empresa industrial, que comenzar por un estudio serio de las condiciones del país y de las circunstancias especiales del negocio. No se debe pensar en hacer venir las máquinas y el tren necesario sino cuando todo haya sido determinado con precisión.

VIII.-UN GOBERNADOR ESPAÑOL DE PROVINCIA EN LA ÉPOCA
COLONIAL.

Cuando la comarca del Darién salve la barrera que sus ya largas desgracias han opuesto al desarrollo de sus riquezas y se abra para ella el libro en que se apunten las etapas del progreso, el nombre del insigne caballero español D. Andrés de Ariza será pronunciado con veneración y respeto. Diez y seis años de su vida consagró á su pacificación, al establecimiento en ella de un orden estable y á dar á conocer las excelentes condiciones de su suelo para empresas mineras y agrícolas. Los informes que con tal fin dirigió á su Gobierno son hoy día casi los únicos documentos que conservan la historia de los copiosos productos extraí

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