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en nuestros archivos, y que me contaban las riquezas que en tiempos anteriores se sacaron de nuestro suelo; luégo, intimándonos más, me llevaba á los puntos explotados con mayor provecho y entraba en detalles precisos sobre las cosas de su época. ¡Cuántas veces en medio de nuestra agitada vida pública, en la que el deber me ha hecho tomar parte, me he retirado horas enteras en mi gabinete, y allí, rodeado de libros y de manuscritos, y abstraído de todo ruido exterior, he pasado momentos deliciosos, entretenido con hombres y memorias que pasaron, pero que mi espíritu animaba y les daba como un soplo de vida, revelación íntima de la inmortalidad del alma!

La forma literaria que debía dar á este libro cuando lo redacté, fue motivo de serias reflexiones. Al preparar la segunda edición volvió á preocuparme la misma cuestión, pero me decidí á no variarla. Es posible que no sea la forma más adeeuada, y que la división de los capítulos parezca como segregando asuntos que quizá no debieron serlo; yo la juzgué la más á propósito para alcanzar los fines siguientes: componer un libro que pudiera ser leído por todos; hacer su lectura amena, dejando hablar á cada escritor el añejo pero claro lenguaje de su tiempo; llamar seriamente la atención á ciertos asuntos, verbi gracia, á las causas del abandono de muchas de nuestras minas, respecto de lo cual nada se sabía en Colombia; dejar en el texto mismo las pruebas de lo que aseveraba, y no privar, en fin, á muchas familias del placer de ver figurar con honor los nombres de alguno ó algunos de sus antepasados, que aparecen tomando parte en el relato. He observado, además, que tanto el habitante de una localidad minera como el dueño de una mina, quedan muy satisfechos cuando ven que se citan las palabras textuales de los que escribieron sobre el punto que les interesa directamente.

Bien comprendo que esta forma puede no agradar á los extranjeros. Ellos no conocen á nuestros Historiadores, Cronistas, Presidentes, Virreyes, Gobernadores de Provincia, Administradores, etc., y su largo desfile no sólo les es indiferente, sino fastidioso. Esos personajes que nos son simpáticos, que para nosotros tienen alma, y palabras graves, que oímos con placer y

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recogemos con respeto, para ellos son mudas figuras de cera, que no dicen nada á su espíritu, y si les hablan no saben si los engañan ó les dicen la verdad. Por este motivo publiqué en Octubre de 1886 un resumen de mi libro en francés, en forma de Circular del Ministerio de Relaciones Exteriores. (1) Este escrito sólo tiene la extensión precisa, para dar idea de la riqueza de nuestro suelo; omití en él la cita de autoridades y suprimí todos los documentos cuya lectura no interesa á los extranjeros. Los pocos de entre ellos que son eruditos en las cosas de Colombia y conocen nuestra lengua, podrán dar la preferencia á la lectura del texto español. Esta circular dió motivo al doctor Rafael Núñez para escribir un bello artículo, lleno de conceptos tan elevados como juiciosos, que reproduzco en el apéndice. (Documento A).

Puedo decir que mis estudios y mis ocupaciones anteriores me sirvieron de preparación para este trabajo, que no creí al principio que pudiera tomar las proporciones de un libro. En París aprendí prácticamente la química, la mineralogía y la geología con hábiles profesores. En 1857 estuve en Freiberg (Sajonia), visitando sus minas de plata y estudiando los métodos metalúrgicos que se practican allí. El año siguiente establecí en Medellín un laboratorio químico, para fundir y ensayar el oro de las minas de Antioquia. En diez y ocho años que estuve al frente de él, pasó por mis manos oro por valor de cerca de treinta millones de pesos. Mis relaciones continuas con los mineros y las visitas frecuentes que hacía á las minas, me familiarizaron con todo lo que se refiere á este importante ramo de industria.

Además, pues, de que contaba con los datos, informes y noticias que había recogido durante mi permanencia en Antioquia, tenía reunida en mi biblioteca una colección de las obras escritas por viajeros ingleses y franceses á Colombia, de los libros de los bucaneros y de todo lo que se ha publicado hasta hoy dentro y fuera del país, con relación á nuestras minas. Tenía, por tanto, acopiado un caudal no despreciable de conocimientos, y un criterio formado por mi larga experiencia,

(1) Circulaire du Ministre des Affaires étrangères aux agents diplomatiques et consulaires, sur les mines d'or et d'argent de la République de Colombie.

en la materia en que iba á ocuparme. Así es que no sólo he escogido las autoridades que cito, sino que he rechazado sin piedad toda noticia que llevara un sello marcado de exageración.

Pasé algunos meses en la Biblioteca nacional consultando los libros, crónicas y manuscritos que podían darme alguna luz y suministrarme materiales. Luégo examiné algunos documentos en el Archivo histórico de la Biblioteca; de allí pasé al rico Archivo colonial, que reposa en el edificio de Santo Domingo, donde registré ó descifré centenares de expedientes relativos á las minas. No contento con esto, me puse en relación con cuantas personas podían darme noticias exactas ó franquearme documentos: muchos de los más importantes que consulté los hallé en manos de particulares.

Como prueba de agradecimiento á las personas que me han comunicado, y en muchos casos regalado, documentos interesantes, apunto aquí sus nombres: son los señores D. Carlos Balén, General D. Alejandro Caicedo D'Elhúyar, D. Angel M. Díaz Lemos, D. Marco Aurelio Iriarte, D. Máximo Lorenzana, doctor D. José M. Martínez Pardo, D. Aurelio Nieto, D. José M. Quijano Otero, D. Alberto Quijano, D. Gonzalo Ramos Ruiz, D. José Manuel Restrepo, doctor D. Jacobo Sánchez, D. Guillermo Saravia, D. Enrique Umaña y D. Saturnino Vergara. Debo hacer especial mención del señor D. Ricardo S. Pereira. Encargado por el Gobierno de buscar en España ciertos documentos, entre otros los que se relacionaran con el ramo de minas, hizo indagaciones diligentes en el Archivo de Indias, de Sevilla, y en el de Simancas, y remitió copia de papeles importantes, de los que he hecho extractos de grande interés, que se leerán en el texto. Se hallan citados, además, al fin de este Estudio, en el Catálogo de los libros y folletos consultados; van señalados con una de las palabras Sevilla 6 Simancas. Acompañó á éstos un resumen de noticias varias sobre minas, tomado de las Relaciones de Iñigo de Aranza, D. Francisco Guillén Chaparro, etc., que hace preceder de algunas reflexiones, de las cuales copio lo que sigue: "Escasos son los expedientes de denuncios de minas que se encuentran en los archivos de la Península, y más raros aún los que contienen relaciones ó in

formes circunstanciados respecto á su rendimiento y situación topográfica. Las demás noticias sobre minas, ó se han perdido ó han de extraerse de largas y difusas relaciones que las mencionan al paso y en tan someros términos que la noticia suele no tener valor alguno. Héme ceñido, no obstante, á no desperdiciar ninguna por insignificante que parezca, y he copiado íntegramente los principales documentos encontrados." El señor D. Julio Mallarino tomó también en Madrid, de antiguas relaciones manuscritas, algunos apuntes sobre minas, que tuvo la fineza de poner á mi disposición.

En el texto nombro, además, las personas que me han proporcionado datos sobre el estado actual de la minería en Colombia.

En el curso de mis investigaciones he hecho una observación que apunto con gusto. En este país, como en todos los que han sido civilizados por el Catolicismo, la sociedad ha debido mucho al clero, que ha contribuído grandemente á su progreso. Entre los Virreyes, ninguno se empeñó más en el desarrollo de la industria minera que el Arzobispo Caballero y Góngora. Los más de nuestros cronistas é historiadores primitivos fueron miembros del clero secular y regular, y bien que la minería parezca extraña á sus estudios, á ellos debemos muchas noticias importantes. Hágase por un momento abstracción de las que he tomado de Fray Jerónimo de Escobar, D. Juan de Castellanos, el Obispo Piedrahíta, el Padre Velasco, el Padre José Gumilla, D. José Celestino Mutis y Fray Pedro Simón, y mi relato quedará tan reducido que perderá el interés que pueda presentar su lectura. Entre estos autores descuella Fray Pedro Simón, por la exactitud de sus observaciones y por los conocimientos que revela en materia de minas, pues había visitado las de Antioquia, las de Ibagué y probablemente las de Mariquita. El cuadro que presenta de los minerales que se explotaban al principio del siglo XVII es tan completo, que por él se comprende que ya desde esa época tenían noticias los españoles de las riquezas de nuestro suelo, y que relativamente hemos adelantado muy poco en su conocimiento. Aun más, hemos retrocedido en muchos casos, pues hemos abandonado casi por completo el laboreo de las ricas

minas de Mariquita, Ibagué, la Plata, Pamplona, Guamocó, el Darién, Dabeiba, Veraguas y el Ariari.

Las personas que han visitado los museos de Europa habrán visto los enormes esqueletos del mastodonte y de otros animales antediluvianos perfectamente armados por medio de fuertes alambres, conservando todos los huesos su trabazón natural; mas no habrán dejado de observar que comunmente faltan en la armazón algunas vértebras ú otras piezas de la osamenta que no fueron halladas y que los sabios no quisieron sustituír con otras artificiales. Lo mismo me ha sucedido á mí: no logré sacar del olvido sino restos, aunque no escasos, de la historia de las minas, y por consiguiente, al reconstruírla han quedado partes descarnadas, y vacíos que no pude llenar y que dificultan el enlace natural de la narración.

Tengo que excusarme de haber dado demasiada extensión á los capítulos que se refieren á las minas de San-Sebastián de la Plata y á la de Espíritu-Santo. Un resumen de las noticias que en ellos se contienen habría bastado para satisfacer la curiosidad del lector, pero he querido publicarlas íntegramente como muestra del esfuerzo de laboriosa investigación á que he debido sujetarme para escribir este libro.

Esta segunda edición la he aumentado tan considerableinente, que puedo decir que de opúsculo se ha convertido en libro, pues he tenido conocimiento de muy importantes documentos, cuya existencia no había sospechado antes. Así es que ofrezco al público copiosas noticias sobre las minas del Darién, de la región de Dabeiba, del Ariari, Santa-Ana, Pamplona, la Plata, Veraguas, etc., que facilitarán los trabajos de los exploradores. He agregado cuatro nuevos capítulos que llevan por título: Influencia de la Minería en el progreso general de Colombia; Vislumbres en el porvenir; La Minería científica no es más contingente que las otras industrias, y Un Gobernador español de Provincia en la época colonial. En el Apéndice publico varios documentos inéditos de no escaso interés.

La proposición de aplauso votada por la Cámara de Representantes con motivo de la aparición de la primera edición de este libro, los encomios de la prensa y los de multitud de personas ilustradas de todo el país, me han probado que acerté á

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