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anuncio, el compañero de su infancia le conduce cautelosamente á un sitio donde por sus mismos ojos pueda convencerse de la infidelidad de su mujer. Oculto en el boscaje, la ve efectivamente acompañada de un apuesto joven á quien ella da con viva efusión ardiente beso en la mejilla, como en pago de la canción amorosa que acaba de oirle. La tempestad estalla en el alma del ofendido esposo. Arrójase sobre ambos, los apuñala con implacable furia, y huye horrorizado de aquel lugar donde Blanca y el gentil mancebo quedan en tierra bañados en su propia sangre.

Confundido entre los marinos que acompañaron á Cristóbal Colón en sus portentosos descubrimientos; batallando luego en las huestes de Hernán Cortés que sometieron á la dominación española el vasto imperio de Motezuma; esquivando constantemente el trato de los hombres; en pugna incesante consigo mismo, Nuño Garcerán busca ansioso la muerte por todo el mundo. Viejo ya, torna de América (siempre ocultando su calidad y su nombre), más de treinta años después de aquella horrible catástrofe. Cuantos vienen con él de Méjico en la nao que le conduce á Sevilla, apenas desembarcan en la reina del Guadalquivir se apresuran á conocer y disfrutar las delicias de tan gran emporio. Nuño en tanto

no demuestra

Para desembarcar priesa ninguna,

Y ya entrada la noche por la escala
Desciende, y toma asiento en la falúa,
Y manda que á la orilla más distante,

No al bullicioso muelle, le conduzcan »

Entregado al rigor de recuerdos que no se extinguen; vagando errante y solitario, á la tibia claridad de la luna, por las desiertas praderas de Tablada; perdido en aquella extensa llanura que parecía,

"Sin árbol, casa, ni sombra,

Una inmensa verde alfombra
Tendida de mar á mar,»

Nuño se siente sobrecogido al tocar con el pié un objeto que sale rodando, y con el cual tropieza á cada nuevo paso que adelanta. Á pesar de su varonil espíritu, no amortecido por la edad ni por los dolores, siente que se hiela su sangre al ver ante sí una descarnada calavera.

"Obsérvala horrorizado,

Y en las órbitas desiertas

Y de carne no cubiertas
Ve dos chispas relucir:

Dos ojos ¡desventurado!
Que lo miran y confunden,
Y tal desmayo le infunden
Que no puede el triste huir.»>

El asombro que le embarga sube de punto cuando de aquella calavera sale una voz conocida que le llama por su nombre. Es la voz de Rodrigo, á quien tuvo siempre por leal, y que le habla para descubrirle la abominable traición de que treinta y tres años antes le había hecho víctima.

Enamorado de Blanca, Rodrigo intenta seducirla no bien Nuño parte á la guerra. La casta esposa rechaza indignada tan criminales intentos. Enardecido é irritado por los desdenes, el falso amigo jura vengarse sin piedad. Para conseguirlo tan completa y ferozmente como anhela su rencor sañudo, aprovecha la circunstancia de haber ido á vivir en el castillo un hermano de Blanca, gallardo mozo á quien ella amaba con ternura y al que Nuño no conocía sino de nombre. Rodrigo intercepta las cartas de Blanca noticiando á su esposo la llegada de su hermano, de igual suerte que cuantas le dirigía. Pero ardiendo cada vez más en sed de venganza, temeroso de que Nuño llegue á descubrir por la ofendida esposa tamaña deslealtad, fragua el proyecto de llamarle, según se ha visto, despertando en él sospechas, y le hace creer que el hermano de Blanca era su amante. No hay que repetir cuáles fueron las consecuencias de ese inícuo engaño. El corazón aleve de Rodrigo sabía muy

bien los extremos de que es capaz la pasión celosa en pechos como el de Nuño.

La muerte de Blanca; la inmediata desaparición de su marido que se aleja de aquellos lugares y los abandona horrorizado, como si únicamente en ellos le persiguiese la sombra de la mujer querida; el espantoso huracán que á raíz del crimen se desata cual castigo del cielo, trastornando llanos, derribando montes, arrasando edificios y campiñas en los opulentos estados del caballero leonés, todo contribuye por de pronto á la impunidad de Rodrigo. Pero esa impunidad no le libra de sí mismo ni le impide vagar años y años

"Perseguido de fantasmas,

De despecho, de ansiedad,
Anhelando del sepulcro

El hondo sueño y la paz.»>

Acosado por la inquietud que no le permite hallar tranquilidad ni sosiego en parte ninguna, se dirige á Sevilla donde á lo menos podrá vivir desconocido. Sin embargo, allí tropieza una mañana en el muelle con un hombre que clava en él sus ojos, le reconoce, le nombra, le arrastra consigo á la llanura de Tablada, le obliga á batirse, y tras brevísimo combate le atraviesa el corazón. Era D. García, el cariñoso hermano de Blanca, que logró pro

videncialmente escapar con vida la terrible noche en que su celoso cuñado le dejó por muerto.

Tal es lo que refiere á Garcerán la voz que sale de la calavera.

Semejante revelación, hecha por permisión divina y por tan imponentes medios sobrenaturales en el lugar donde sucumbió el malvado, acaba de robar á Nuño el escaso aliento que le había dejado el terror, y cae desplomado en tierra. Al amanecer del día siguiente un venerable religioso, que atravesaba el campo de Tablada de vuelta de una alquería, encuéntralo aún sin sentido, lo recoge con gran trabajo, ardiendo en caridad cristiana, y lo transporta á la celda de su convento. En ella, reanimado un tanto por la eficaz solicitud del buen cenobita,

compulsado

Acaso del tremendo

Espectáculo horrendo

Que Dios en el letargo le ha mostrado,

Y en lágrimas amargas prorrumpiendo,

Confesión con ferviente

Voz demanda anheloso;

Y viendo el religioso

Que ya el menor retardo no consiente,

En confesión le escucha silencioso.>>

Al oir el nombre del penitente experimenta

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