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nación en las Cortes de los Reyes. Pues bien, sea. Yo, para desempeñar á V., lo más que puedo hacer, lo más que prometo es trabajar con celo, portarme con honradez, y vivir modestamente para no deshonrar la elección de V. ni el nombre republicano.

>>En el correo escribiré al Gobierno de Colombia pidiendo el permiso; pero no esperaré el resultado en caso de que deba salir antes de la contestación; pues estando estos departamentos á la disposición de V., con más razón debe estarlo la cosa más pequeña de la República, mi persona.»

Los hombres de entonces no solían ser tan duchos como los de ahora en el arte de fingir sinceridad y honradez, ni tan fáciles en faltar descaradamente á sus promesas. Las de Olmedo al Libertador no eran, pues, ni fueron jamás, vanas palabras. Su gratitud al héroe por la merced recibida arrancaba del fondo del corazón. Halagábale, sin duda, una distinción envidiable y honrosa que no había solicitado. Pero sus gustos sencillos y la dolorosa perspectiva de alejarse por algún tiempo de su hogar y de sus hijas que tanto amaba, le hacían sentir mucho que á deshora le sacasen de su colmena de Guayaquil, donde empezaba á vivir tranquilo, aun cuando no le salían muy buenos los panales.

Con el afán de quien se halla en situación difícil y anhela salir de ella pronto para pasar el mal trago y cumplir sin demora penosos deberes, decía más adelante en la misma carta:

«Yo necesito unas instrucciones muy claras y prolijas, porque mi intención es no propasarme una línea de mis atribuciones. Aun la parte dispositiva que suele dejarse á los apoderados, según las circunstancias, quisiera que fuese lo más estrecha y circunscripta que ser pudiera. Á los que no tienen bien sentado el pulso, cuando escriben sin pauta suelen salirles torcidos los renglones. >>

Y un mes después (en carta del 15 de mayo) añadía en son de apremio:

«Estoy esperando con ansia los papeles que me remitan de Lima sobre mi comisión. Quisiera que allá aprovecharan de la salida de algún buque para mayor brevedad. Saldré cuanto antes pueda: la vía de Panamá me parece la mejor; pero si en Lima no andan listos, temo que pase el julio sin estar yo en Jamaica, y entonces se pasa la buena estación de navegar por las Antillas, Usted sabe que en agosto no salen buques de Jamaica, y que es preciso esperar á los paquetes que salen cada mes ó cada mes y medio; y que cuando está amagado el mal tiempo, suelen retardarse más. Yo estoy prevenido; de modo que después de recibir

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mis credenciales, nada tengo que hacer sino embarcarme.»>

Todavía se vió precisado á insistir de nuevo el 30 de junio en la reclamación de credenciales é instrucciones, repetida ya sin fruto una y

otra vez:

«Hasta ahora no he recibido los despachos del Gobierno ni parece mi compañero Paredes. Cuando recibí en abril el nombramiento de mi comisión, me formé estos jardines alegres. Mientras llega mi aceptación se habrán extendido las instrucciones. El buque que debe llevar á los diputados del gran Congreso al Istmo, estará pronto: saldrá luego de Chorrillos con escala en Guayaquil; me embarco, llego á Panamá á principios de junio; á fines del mismo llego á Jamaica; aprovecho el paquete que sale en julio, y en todo agosto puedo ver en Windsor la casa de Pope. Todo se ha disipado, y tengo ahora el sentimiento de que quizá mi viaje empezará por el mismo tiempo en que yo creía debía estar concluído.

>>Yo no podía tener ni podía desear un compañero mejor que Paredes. Sus luces me ilustrarán y su conducta será el ejemplar y el freno de la mía.»

Por último, en 5 de agosto de aquel mismo año anunciaba su partida al ilustre caudillo cuyas glorias había cantado con estro pindá

rico, y se despedía de él con estas delicadas palabras llenas de sentimiento y de verdadera emoción:

«Hoy salgo. Voy á dejar mi tranquilo hogar por el estrépito de las Cortes, ó lo que es lo mismo, abandono las plácidas corrientes del Guayas por las tumultuosas olas del Océano.

»Hoy salgo. Este es el momento en que conozco que tiene algún valor el servicio que voy á hacer. Como después que soy marido y padre no me he separado ni á tanta distancia, ni por tanto tiempo, ni con tantos peligros, ni con tantas incertidumbres sobre el regreso, nunca he sentido un pesar como éste, que á la verdad es... inexplicable.

»Este pesar se aumenta con la triste reflexión, que jamás he hecho en otros tiempos, sobre mi futura subsistencia y la de mi familia. Pero las obligaciones y el amor paternal reforman y castigan con los días los sentimientos meramente filosóficos. Voy á pasar dos ó tres años en inquietud, porque ya pasó la edad de las ilusiones. Me parece que volveré como me voy... Dios conserve muchos años á la cabeza de esta casa; pues ya sabe V. cuál fué la herencia de Alejandro. De todos modos, parto resignado, y en cierto modo contento; porque voy á obedecer y complacer á V., y porque voy á servir á la patria. »

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NTES de abandonar las playas de
América para dar cumplimiento en

Londres á la misión diplomática que

le había confiado el siempre vencedor Simón Bolívar (según le nombra en carta dirigida al Libertador felicitándole por la victoria de Ayacucho (1), golpe decisivo contra las armas espa

(1) Esta carta, una de las siete inéditas publicadas por Caro en el núm. 1o del Repertorio colombiano, donde la reproduce conservando fielmente hasta la ortografía del original, merece particular atención. Por eso la traslado aquí al pié de la letra:

=

"Al libertador: al siempre Vencedor Simon Bolivar.= Mi querido señor y muy respetado amigo. En este momento me dicen que sale un buque para el Perú: y no quiero perder la primera ocasion de felicitar á V. por la memorable victoria de Ayaxcuco.-Con mi licencia poética trasformo así el nombre de Ayacucho porque suena desagradablemente: y ninguna cosa fea merece la inmortalidad. =Aora, aora sí me confieso absolutamente sorprendido: pues aunque jamás desconfié del suceso, era precisa una divina inspiración

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