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está formando la Nación, ¿no serán con el tiempo ocasiones peligrosas? ¿Y un jefe tendrá siempre bastante virtud para no limitar en sus hijos, parientes y amigos, la elección del Congreso, y asegurar en su familia ó en su secta la herencia del poder? Esta condición del proyecto ha hecho filosofar y politiquear mucho por acá, porque en efecto ha habido monarquías muy estrictas, muy absolutas en que no era tan rigurosa la sucesión hereditaria. Yo mismo no estoy lejos de creer que este carácter no cuadra bien con la idea de República (1).»

Pero dejemos estc y volvamos á lo que más halagaba y satisfacía á nuestro poeta, en quien las aficiones literarias y el cultivo de amistosas relaciones con hombres tan dignos de estimación por su ingenio y saber como lo era Bello, rara vez dejaban de sobreponerse á consideraciones políticas ó de otra especie.

Así como en Londres tuvo Olmedo la satisfacción de contraer imperecedera amistad con el gran cantor venezolano, en París la contrajo muy afectuosa con otro insigne hijo de América al cual no había conocido antes sino de fama. Era éste D. José Fernández Madrid, que en 1816 ejerció la alta magistratura de Presi

(1) TORRES CAICEDO: Ensayos biográficos, tomo I, pág. 121.

dente en las Provincias Unidas de NuevaGranada y Venezuela, y que á la sazón desempeñaba en Europa una misión diplomática. Veamos, pues, lo que Olmedo decía respecto de él á su amigo Bello, aprovechando la ocasión para culparle donosamente de no haber recibido carta suya:

«PARÍS, febrero 9 de 1827.

»Querido compadre y queridísimo amigo: »El necio soy yo que, sabiendo que los carros no andan sino con dos ruedas, que los hombres no andan sino con dos piés y que las aves no vuelan sino con dos alas, he esperado hasta ahora una contestación de V., no habiéndole escrito dos cartas. Luego que he vuelto en mí, me apresuro á remediar el daño que me he ocasionado por mi distracción. ¡Qué hará V. conmigo cuando esté más distante!

»>Como este clima, estas costumbres, esta lengua me son menos desagradables que cualesquiera otros que no sean los míos, me he dejado ir sin apresurar mi regreso, y como para serenar la delicadeza de mi conciencia, doy algunos pasos que se dirigen al objeto de mis encargos públicos.

»A las dos ó tres veces de haber tratado á V. lo tuve por uno de mis mejores amigos, y creo que en el día ya tiene algunos años nues

tra amistad. Casi lo mismo me ha sucedido con el dulce y sincero trato del Sr. Madrid. ¡Yo no sé qué tienen estos malditos poetas de pegajosos! Hablo de los que no son satíricos, porque entonces los poetas pertenecen al genus irritabile de mujeres y de sacerdotes, y no han nacido para hacerse muchos amigos.

»V. está lleno de tantas y buenas noticias de América; yo aquí sólo sé lo que dicen los papeles públicos, á los cuales es preciso creer por mitad de la mitad.

» Sé que está V. nombrado Ministro de Colombia en esta corte. Me alegro que tenga V. en su país personas que no lo olvidan; pero, para alegrarme de veras y por entero, quisiera saber antes cómo van por allí las finanzas, porque la situación de V., mi querido amigo, hablándole con toda la ingenuidad de mi corazón, me es doblemente sensible, porque V. la sufre, y porque yo no p...

>> Con el Sr. Biré remití á V. una encomiendita, que presentará V. á mi Andresito, con un beso de mi parte.

>>Mis afectuosas memorias á mi amable comadre y mis cariños á los Bellitos.

»Y, adiós, hasta luego.

>>Siempre suyo, siempre,-J. J. OLMEDO. >>Al amigo García, memorias.

» Al Sr. Biré debo tantas atenciones y bue

nos servicios, que no puedo menos de recomendarlo á la amistad de V. (1) »

En algún pasaje de esta carta nótase cierto saborcillo impropio de la índole del autor; resabio sin duda de la perniciosa influencia de los libros que más corrían por entonces, y que le ocasionaron en 1803, cuando aún era colegial en San Carlos, el ser denunciado á la Inquisición é incluído en el Índice de registros que contiene los denunciados desde el año 1780, por tener libros prohibidos y haber prestado un ejemplar de la Henriada de Voltaire (2). Pero en cambio, ¡con qué ingenuidad y sencillez no expresa el afecto que el dulce trato de Fernández Madrid había despertado en su alma! Ampliando las noticias que de él había comunicado á Bello, escribíale poco después la siguiente epístola, notable por el juicio que formula del vate neogranadino y de sus composiciones poéticas:

«PARÍS, marzo de 1827.

>>Mi muy querido amigo:

»Con un atraso inexplicable he recibido la de 20 del pasado, y me apresuro á contestarla

(1) AMUNÁTEGUI: Vida de D. Andrés Bello, págs. 261 y 262. (2) Ferú.-Tradiciones, por Ricardo Palma (Lima, 1883), página 127.

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para neutralizar, si puede ser, el efecto que debe causar el temor de la amenaza del anatema que lancé ayer contra V...

Hoy he visto á Madrid, y como siempre hemos hablado de V. Agradece las expresiones de V., y me encarga decirle que hace tiempo que le conoce y aprecia... etc., etc.

>> Para dar á V. una idea del carácter de este amigo bastará decir que tiene el candor y la bondad de darme sus versos para que se los corrija, y lo que es más raro, la docilidad de ceder á mis observaciones. Nosotros (aquí entre los dos) los que tenemos poco genio somos muy doctrineros; y haciendo de maestros (cosa muy fácil) pensamos adquirir una reputación que no podemos sostener con nuestras composiciones.

>>Las composiciones más perfectas tienen sus talones vulnerables, y toda nuestra manía está en acometerlas por la parte flaca. Y nos va perfectamente, pues V. sabe que, con semejante astucia, aun el afeminado Paris derrocaba los Aquiles.

>>Es verdad que un amigo á quien quiero mucho, y á quien V. conoce, me hizo una ó dos veces en Londres el mismo cumplimiento. Pero ya me guardaré yo de creerlo por esto tan bueno como Madrid. Este no tiene ninguna sospecha contra él, mientras que el otro pi

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