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Pero aunque el asunto de la obra raya en insignificante de puro sencillo, sin que le falte el amanerado sueño, de rigor en tales casos, y aunque las visiones que la fantasía del poeta presenta á la de D. Suero no pasan de ser paráfrasis más ó menos acertada de la bellísima Fábula del Genil del antequerano Pedro de Espinosa, no por eso desagrada la lectura del poema, ni hubiera sido justo condenar al fuego la casta pintura del tímido amor del héroe y de la esquivez, más aparente que real, de la hermosa por quien suspira. Escrito durante la permanencia de D. Ángel en Cádiz, donde á la sazón se hallaban congregadas las Cortes del Reino, ese poemita fué acogido allí con universal aplauso.

Atendidas la edad juvenil del poeta y las circunstancias especiales en que por entonces se hallaba España, natural era que el espectáculo de los diputados de la nación reunidos para organizar el país y atender á su defensa durante la ausencia de Fernando VII, prisionero en Francia, exaltase la imaginación de un hombre tan vehemente y patriota como Saavedra. De aquí su entusiasmo por la Constitución del año 12, lastimoso ejemplo de los graves males que ocasionan legisladores, más ideólogos que prácticos, enamorados de teorías inaplicables al buen regimiento de los pueblos.

Terminada la guerra de la Independencia, vuelto á su trono el Rey Fernando, recompen― sados los servicios de D. Ángel con el empleo de Coronel efectivo de caballería, nuestro poeta se consagró de nuevo en Sevilla á sus tareas literarias y á cultivar la pintura, en la que había tenido por maestro al pintor de cámara D. José López Enguídanos. El erudito Vargas Ponce, el discreto helenista Ranz Romanillos y el poeta D. Manuel María de Arjona fueron allí sus principales amigos y consejeros. Mas si por una parte procuraban dirigirle bien en sus estudios y refrenar y moderar los ímpetus de su fantasía (llegando Vargas Ponce á tildarle por su afición al toreo, en un romance muy chistoso que principia exclamando:

*Bárbaro, que así desluces

Los presentes de natura,
Y en demonio, siendo Ángel,

Tu torpe sandez te muda),»

en cambio contribuían poderosamente á llevarle por el rutinario carril de la imitación, y cortaban en cierto modo los vuelos á su nativa originalidad. Con tales ideas publicó en 1813 un tomo de Poesías; compuso á fines de 1814 el Ataulfo, tragedia prohibida por la censura, y escribió poco después otra nominada Aliatar, aplaudidísima en el teatro sevillano. Á estas

obras siguieron Doña Blanca, El Duque de Aquitania y Malek-Adhel, representada la primera con buen éxito, no representadas las dos últimas. En todas se muestra D. Ángel imitador de la dramaturgia especial de Alfieri, cuyo rigorismo clásico es todavía más recoleto que el de la escuela francesa, y en quien la sequedad de inspiración, que otros llaman lisonjeramente austeridad, nada tiene de atractiva y sí mucho de antipática (1).

Resultado de los ocios del gran ingenio en aquellos años de paz fué la segunda edición de sus Poesías, corregida y aumentada. Los dos tomos se imprimieron en Madrid: el primero en 1820, el segundo en 1821. En éste hay algo por donde se conoce el influjo que habían ejercido en el alma de nuestro poeta los principios políticos de los constitucionales más exaltados de 1812. Así es que al oirle exclamar en el Himno patriótico para la Milicia nacional de Córdoba:

"Ya son libres los pueblos hispanos,

Ya son libres. ¿Y quién alevoso

Hay acaso que pueda orgulloso
Oprimirlos de nuevo pensar?

Si hay alguno de intentos tan vanos,

Su arrogancia sin susto veremos;

(1) Véase la carta inédita de Ranz Romanillos que va al final

de este escrito. (Apéndice I.)

Y romper su altiveza sabremos,

Como escollo las furias del mar,>>

no es difícil comprender que quien tal pensaba y decía estuviese pronto á secundar como diputado las exageraciones de sus íntimos amigos D. Antonio Alcalá Galiano y D. Javier Istúriz, ni que en la tempestuosísima sesión de Cortes del 11 de Junio de 1823 votase á par de ellos la suspensión del Rey y su traslación á Cádiz. Á consecuencia de ese voto, luego que Fernando VII recobró la plenitud de su poder tuvo D. Ángel que emigrar de España, consiguiendo á duras penas salvarse en una barca que le transportó á Gibraltar en compañía de Galiano.

Sobre un año antes de verse en tal apuro compuso en muy breves días la tragedia titulada Lanuza, que inmediatamente después se representó en Madrid y en los principales teatros de provincia. En esa obra se desata Don Ángel contra el despotismo, prescindiendo completamente, no sólo de la verdad y de la verosimilitud histórica, sino del espíritu y de las ideas predominantes en el siglo xvi, y levanta á las nubes la figura del Justicia de Aragón que murió en un cadalso por su debilidad y torpeza. Al hacerlo así trataba de personificar en Lanuza el liberalismo anti-monárqui

co; y como estaba entonces muy en boga la poesía patriotera y abundaban espíritus demagógicos que aplicasen á Fernando VII los denuestos fulminados en la tragedia contra Felipe II, se concibe que los enemigos del Rey aprovechasen la ocasión de aplaudir estrepitosamente á quien halagaba sus gustos y sus pasiones. Lo cual no impide que haya en tan declamatorio poema escénico algunas situaciones no mal compaginadas, versos robustos, y ciertos rasgos de calorosa inspiración.

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