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nociera toda la belleza de la idea ofuscada con la muchedumbre de los versos, que es el principal defecto de mi canto. Dispenseme V., pues: porque yo, descontento de la ejecución, me contento con la bondad del plan, y quisiera fijar las mientes de todos en esto sólo para evitar la infamia de cualquier modo.

»¿Quiere V. saber hasta dónde van los ardides del amor propio? Pues sepa V. que en la desgracia de no haber hecho una cosa tan buena, me consuelo con la idea de que yo podía hacer algo mejor.

>>Deseo que V. me escriba sobre esto con alguna extensión, diciéndome con toda franqueza todas las ideas que V. quisiera que yo hubiera suprimido. Lo deseo y lo exijo de V., porque en mi viaje pienso limar mucho este canto y hacer en Londres una regular edición; y para entonces quisiera saber el parecer y juicio de V. (1).»

La respuesta no se hizo esperar, y corrobora la especie apuntada ya respecto á la educación literaria del Libertador y á su aptitud para representar á un tiempo mismo el papel de Augusto y el de Mecenas.

(1) Repertorio Colombiano, tomo II, págs. 294, 95 y 96. En esta misma carta habla Olmedo de estar ya haciendo en Guayaquil una edición de su oda, que podría servir de modelo á la que e hiciese en Lima.

Antes que esta última carta llegase á manos de Bolívar, habíase apresurado el famoso caudillo á manifestar su gratitud al poeta y á comunicarle su primera impresión respecto á la oda que acababa de recibir sin aditamento de comentarios ú observaciones. Aquel generoso espíritu, sobre el cual pesaban á todas horas los más abrumadores cuidados, escribía desde Cuzco á Olmedo el 27 de junio: «Hace muy pocos días que recibí en el camino dos cartas de V. y un poema: las cartas son de un político y un poeta, pero el poema es de un Apolo. Todos los calores de la zona tórrida, todos los fuegos de Junín y Ayacucho, todos los rayos del Padre de Manco-Capac, no han producido jamás una inflamación más intensa en la mente de un mortal. V. dispara... donde no se ha disparado un tiro; V. abrasa la tierra con las ascuas del eje y de las ruedas de un carro de Aquiles que no rodó jamás en Junín; V. se hace dueño de todos los personajes: de mí forma un Júpiter, de Sucre un Marte; de Lamar un Agamenón y un Menelao; de Córdoba un Aquiles; de Necochea un Patroclo y un Ayax; de Miller un Diomedes, y de Lara un Ulises. Todos tenemos nuestra sombra divina ó heróica que nos cubre con sus alas de protección como ángeles guardianes. V. nos hace á su modo poético y fantástico; y para continuar en el

país de la poesía la ficción de la fábula, V. nos eleva con su deidad mentirosa, como la águila de Júpiter levantó á los cielos á la tortuga para dejarla caer sobre una roca que le rompiese sus miembros rastreros; V., pues, nos ha sublimado tanto, que nos ha precipitado en el abismo de la nada, cubriendo con una inmensidad de luces el pálido resplandor de nuestras opacas virtudes. Así, amigo mío, V. nos ha pulverizado con los rayos de su Júpiter, con la espada de su Marte, con el cetro de su Agamenón, con la lanza de su Aquiles, y con la sabiduría de su Ulises. Si yo no fuese tan bueno, y V. no fuese tan poeta, me avanzaría á creer que V. había querido hacer una parodia de la Iliada con los héroes de nuestra pobre farsa. Mas no: no lo creo. V. es poeta y sabe bien, tanto como Bonaparte, que de lo heróico á lo ridículo no hay más que un paso, y que Manolo y el Cid son hermanos, aunque hijos de distintos padres. Un americano leerá el poema de V. como un canto de Homero; y un español lo leerá como un canto de facistol de Boileau. Por todo doy á V. las gracias, penetrado de una gratitud sin límites (1). »

Estas palabras del Libertador atestiguan su ilustración y buen sentido. Pero donde más se

(1) Repertorio Colombiano, tomo III, pág. 146.

dejan ver una y otro es en la carta de contestación á las observaciones de Olmedo concernientes á su poesía, fechada en Cuzco á 12 de julio de 1825. Dice así:

«Mi querido amigo: Anteayer recibí una carta de V. de 15 de mayo, que no puedo menos que llamar extraordinaria, porque V. se toma la libertad de hacerme poeta sin yo saberlo, ni haber pedido mi consentimiento. Como todo poeta es temoso, V. se ha empeñado en suponerme sus gustos y talentos. Ya que V. ha hecho su gasto y tomado su pena, haré como aquel paisano á quien hicieron rey en una comedia y decía: «ya que soy rey haré justicia.» No se queje V., pues, de mis fallos, pues como no conozco el oficio daré palo de ciego, por imitar al rey de la comedia que no dejaba títere con gorra que no mandase preso. Entremos en materia.

>>>He oído decir que un tal Horacio escribió á los Pisones una carta muy severa, en la que castigaba con dureza las composiciones métricas; y su imitador M. Boileau me ha enseñado unos cuantos preceptos para que un hombre sin medida pueda dividir y tronchar á cualquiera que hable muy mesuradamente en tono melodioso y rítmico.

Empezaré usando de una falta oratoria, pues no me gusta entrar alabando para salir mor

diendo: dejaré mis panegíricos para el fin de la obra, que en mi opinión los merece bien, y prepárese V. para oir inmensas verdades, ó por mejor decir, verdades prosáicas, pues usted sabe muy bien que un poeta mide la verdad de un modo diferente de nosotros los hombres de prosa. Seguiré mis maestros.

»Usted debió haber borrado muchos versos que yo encuentro prosáicos y vulgares: ó yo no tengo oído musical ó son... ó son renglones oratorios. Páseme V. el atrevimiento; pero usted me ha dado este poema, y yo puedo hacer de él cera y pábilo.

»Después de esto, V. debió haber dejado⚫ este canto reposar como el vino en fermentación, para encontrarlo frío, gustarlo y apreciarlo. La precipitación es un gran delito en un poeta. Racine gastaba dos años en hacer menos versos que V., y por eso es el más puro versificador de los tiempos modernos.

El plan del poema, aunque en realidad es bueno, tiene un defecto capital en su diseño.

»Usted ha trazado un cuadro muy pequeño para colocar dentro un coloso que ocupa todo el ámbito y cubre con su sombra á los demás personajes. El Inca Huaina-Capac parece que es el asunto del poema: él es el genio, él la sabiduría, él es el héroe en fin. Por otra parte no

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