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parece propio que alabe indirectamente á la religión que le destruyó; y menos parece propio aún, que no quiera el restablecimiento de su trono, para dar preferencia á extranjeros intrusos, que aunque vengadores de su sangre, siempre son descendientes de los que aniquilaron su imperio: este desprendimiento no se lo pasa á V. nadie. La naturaleza debe presidir á todas las reglas, y esto no está en la naturaleza. También me permitirá V. que le observe que este genio Inca, que debía ser más leve que el éter, pues que viene del cielo, se muestra un poco hablador y embrollón, lo que no le han perdonado los poetas al buen Enrique en su arenga á la Reina Isabel: y ya V. sabe que Voltaire tenía sus títulos á la indulgencia, y sin embargo no escapó de la crítica.

>>La introducción del canto es rimbombante: es el rayo de Júpiter que parte á la tierra, á atronar á los Andes que deben sufrir la sin igual fazaña de Junín: aquí de un precepto de Boileau, que alaba la modestia con que empieza Homero su divina Iliada: promete poco y da mucho. Los valles y la sierra proclaman á la tierra: el sonsonete no es lindo; y los soldados proclaman al General, pues que los valles la sierra son los muy humildes servidores de la tierra.

y

»>La estrofa 360 tiene visos de prosa: yo no

sé si me equivoco; y si tengo culpa, ¿para qué me ha hecho V. rey?

>>>Citemos para que no haya disputa, por ejemplo, el verso 720:

Que al Magdalena y al Rimac bullicioso.

>> Y este otro 750:

Del triunfo que prepara glorioso...

>>Y otros que no cito por no parecer riguroso é ingrato con quien me canta.

>>La torre de San Pablo será el Pindo de usted y el caudaloso Támesis se convertirá en Helicona: allí encontrará V. su canto lleno de esplín, y consultando la sombra de Milton hará una bella aplicación de sus diablos á nosotros. Con las sombras de otros muchos ínclitos poetas V. se hallará mejor inspirado que por el Inca, que á la verdad no sabría cantar más que yaravís. Pope, el poeta del culto de V., le dará algunas leccioncitas para que corrija ciertas caídas de que no pudo escaparse ni el mismo Homero. V. me perdonará que me meta tras de Horacio para dar mis oráculos: este criticón se indignaba de que durmiese el autor de la Iliada, y V. sabe muy bien que Virgilio estaba arrepentido de haber hecho una hija tan divina como la Eneida, después de nueve ó diez años de estarla engendrando: así, amigo,

lima y más lima para pulir las obras de los hombres. Ya veo tierra: termino mi crítica, ó mejor diré, mis palos de ciego.

>> Confieso á V. humildemente que la versificación de su poema me parece sublime: un genio lo arrebató á V. á los cielos. V. conserva en la mayor parte del canto un calor vivificante y continuo: algunas de las inspiraciones son originales; los pensamientos nobles y hermosos: el rayo que el héroe de V. presta á Sucre es superior á la cesión de las armas que hizo Aquiles á Patroclo. La estrofa 130 es bellísima: oigo rodar los torbellinos y veo arder los ejes: aquello es griego, es homérico. En la presentación de Bolívar en Junín, se ve, aunque de perfil, el momento antes de acometerse Turno y Eneas. La parte que V. da á Sucre es guerrera y grande. Y cuando habla de Lamar, me acuerdo de Homero cantando á su amigo Mentor: aunque los caracteres son diferentes, el caso es semejante; y por otra parte, ¿no será Lamar un mentor guerrero?

>>Permítame V., querido amigo, le pregunte: ¿de dónde sacó V. tanto estro para mantener un canto tan bien sostenido desde su principio hasta el fin? El término de la batalla da la victoria, y V. la ha ganado porque ha finalizado su poema con dulces versos, altas ideas y pensamientos filosóficos. Su vuelta de V. al cam

po es pindárica, y á mí me ha gustado tanto, que la llamaría divina.

»Siga V., mi querido poeta, la hermosa carrera que le han abierto las musas con la traducción de Pope y el Canto á Bolívar.

»Perdón, perdón, amigo; la culpa es de usted que me metió á poeta.

>>Su amigo de corazón, BOLÍVAR (1).» Hallazgo precioso ha sido el de estas dos. cartas del Libertador, cuya pérdida lamentaba Caro en abril de 1879 por lo curioso que sería oir á un Aquiles juzgando á su Homero, y por tratarse de la mejor poesía que, en su opi-nión, ha dictado en el suelo americano la musa del patriotismo. Afortunadamente la sentida lamentación del literato de Colombia hubo de llegar á oídos del Sr. D. F. P. Icaza, el cual, estimulado por ella, acudió al archivo de Don Martín Icaza (suegro de Olmedo, según Caro) donde las encontró, no originales, sino en copias que inmediatamente sacó á luz en Los Andes de Guayaquil. Apresuróse Caro á reimprimirlas en el Repertorio, ansioso de allegar documentos relativos á la crónica secreta de la famosa oda (gustada y admirada de los amantes de lo bello en todos los pueblos de ambos mundos que hablan lengua castellana), y gracias

(1) Repertorio Colombiano, tomo III, págs. 147, 48 y 49.

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