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hallarse en presencia de la Católica Isabel, incomparable soberana en la cual resplandecían

"El más claro entendimiento,

La virtud más pura y noble»?

Y ¿quién no descubre en La buena-ventura del valiente mancebo de Medellín al rayo asolador del imperio de Motezuma, al héroe sin rival, asombro y pasmo del orbe, que tan hondamente grabó en su alma y practicó los dignos consejos de su padre?

"Hernando, Hernando, hijo mío,

Á tierras lejanas vas

Donde nunca olvidarás

De mi noble sangre el brío.

»Cual cristiano y caballero

Teme á Dios, guarda su ley,

Sirve con lealtad al rey,

Sé devoto y sé guerrero.»

¿Quién no ve compendiadas en las calidades del romance que se titula Bailén las más características de la epopeya y del drama: un gran pueblo por héroe; una arraigada creencia por inspiración; un sentimiento patriótico por bandera; y la soberbia de la ambición incontrastable, y el castigo del engaño, y la ruina del invencible, y el triunfo de la constancia? Al aparecer Napoleón en el poema le encon

tramos

"De oro, de hierro, de barro Inmensurable coloso,

La frente en las altas nubes,

El pié en los abismos hondos;

»De infierno, de cielo y tierra

Un incomprensible aborto,

Un prodigioso compuesto

De ángel, de hombre y de demonio (1).»

Al concluir el romance vemos las valerosas huestes del nuevo Alejandro, triunfantes de la Europa y del África, abatidas por primera vez ante el patriótico arrojo de bisoñas turbas, y que desde el trono del Eterno vuelan dos ángeles,

"Uno á dar la nueva al polo,

Su nieve en fuego tornando;
Otro á cavar un sepulcro

En Santa Elena, peñasco

Que allá en la abrasada zona
Descuella en el Oceáno.»>

Si queremos presenciar la lucha de un alma. ardiente con la pasión y el deber, derramar

(1) Lamartine había aplicado este pensamiento á la calificación de Byron:

Toi, dont le monde encore ignore le vrai nom,

Esprit mystérieux, mortel, ange ou démon.

El Duque de Rivas, desarrollando la idea con mayor vivacidad, la ha completado y engrandecido, dándole al par aplicación más oportuna.

lágrimas que consuelen y purifiquen (porque á través de la emoción que experimentemos nos descubran el triunfo del alma sobre el alma, la mayor y más costosa victoria del sér humano, la salvación y eterna dicha del espíritu), busquemos al gran Marqués de Lombay; aprendamos en El solemne desengaño que experimenta al contemplar los míseros despojos de la que tuvo ignorado altar en el fondo de su corazón, en qué vienen á parar la hermosura, el poder, la grandeza, cuantas vanidades nos deslumbran ó cautivan en este mundo. Entonces conoceremos lo que va de la pasión que triunfa del libre albedrío, de la cual es testimonio elocuente D. Álvaro, á la que sucumbe aherrojada por la fuerza imperiosa de la voluntad. Entonces llegaremos á decir con el héroe de tan ejemplar y conmovedor romance:

"No más abrasar el alma

Con sol que apagarse puede;

No más servir á señores

Que en gusanos se convierten.»

El Cuento de un veterano, drama terrible ocasionado por una de aquellas venganzas que en Italia eran tan comunes en otros días, manifiesta los estragos de esa infernal pasión en un pecho de mujer, y el abismo á que el libertinaje arrastra al hombre. La vuelta deseada y

El sombrero, donde se pintan sucesos de la vida contemporánea, son dos historias melancólicas de amor profundo y mal logrado que rebosan ternura. El segundo, sobre todo, es de un encanto indefinible. Nunca he podido leer la desgracia de aquella humilde Rosalía,

"Falta de aliento, de vida,

El alma rota y deshecha,»

sin envidiar la facultad poética de quien sabe crear poemas que van tan derechos á conmover el corazón.

Con sumo gusto procuraría debatir aquí ampliamente la cuestión del romance, haciéndome cargo de las mil consideraciones artísticas de importancia que con ella se relacionan, si el Duque de Rivas no la hubiese tratado con acierto en el Prólogo de su libro, y no temiese yo pecar de prolijo distrayendo al lector del objeto principal del presente escrito. La índole de ese género de composición y el haberlo aquél sistematizado de un modo tan nuevo y feliz, disculparían tales reflexiones. Pero, bien mirado, me figuro que la cuestión está ya resuelta en favor del metro genuinamente nacional, gracias á las condiciones que lo avaloran y á la eficacia con que las hace resaltar el Duque en sus Romances históricos. Después de los citados ejemplos, ¿necesitaré añadir que en

el estilo de esos poemas se advierte la acertada conjunción de la ingenuidad sencilla y candorosa de nuestros primitivos romances con la bizarra estructura de los de Salinas, Góngora y Lope de Vega, y con la forma altiva ó escolástica del calderoniano? ¿Necesitaré indicar que, por rendir tributo á las circunstancias propias del género, por ser claro y popular, el poeta desciende algunas veces hasta el límite de lo vulgar y prosáico? ¿Serán bastante demostración del arrebato de su vuelo, de su riqueza expresiva las muestras que insensiblemente he dado en el discurso de estas sumarias indicaciones?

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