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Me he limitado á presentar los hechos principales que manifiestan cómo se verificó el establecimiento de la religion cristiana en estas regiones, omitiendo la infinidad de noticias particulares que se hallan en las crónicas de las diversas órdenes religiosas y en las obras de los misioneros, siendo esta la parte mas abundante de nuestra historia y sobre la cual se podrian escribir volúmenes enteros, que ahora atraerian poco la atencion y la curiosidad de los lectores. He creido tambien deber abstenerme de hablar de todas aquellas tradiciones piadosas, que han sido objeto de disputas empeñadas entre los escritores, y que deben ser mas bien materia de respeto que de discusion. Cualesquiera que sean las opiniones de los lectores, la conducta de los misioneros que vinieron á predicar el Evangelio á estos paises, debe parecer ejemplar y admirable. Los piadosos verán en ellos unos varones apostólicos, que desprendidos de todo interés humano, sin pretender premio ni remuneracion alguna en la tierra, aspirando solo á la corona de gloria prometida á los que vencieren en la lucha que ellos acometieron, consagraron todas sus fatigas, á costa de trabajos y privaciones increibles, al beneficio de las almas, estableciendo entre los indios la religion por cuyo celo se empleaban en tan laborioso ministerio; los que atienden mas a los intereses mundanos y que quieren hacer de la humanidad una causa diversa de la de la religion, no podrán ménos de admirar en estos hombres, los protectores de los oprimidos, los defensores de los indios, la única barrera que los preservó

de la tiranía y los libró de la ruina. Con la religion les enseñaron tambien las artes mas necesarias á la vida civil y dieron principio á la industria á que la Nueva-España debió su grandeza y prosperidad, habiendo hecho conocer el Sr. Zumárraga al emperador Cárlos V todos los recursos del pais y todo lo que convenia hacer para su fomento. Estos esfuerzos en beneficio de la humanidad, no fueron el resultado de principios filosóficos, sino únicamente el efecto de la caridad cristiana, cuyo mas glorioso triunfo ha sido la civilizacion de todo el nuevo continente, detida al empeño y trabajo de estos humildes misioneros, que su siglo colocó entre los santos y que todos los venideros deben ver con el respeto y la veneracion que se debe á las mas heróicas virtudes, y con el reconocimiento á que se hicieron acreedores por los muchos é inmensos beneficios que hicieron á toda la América que fué española y muy especialmente á nuestra república megicana.

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Vista del palacio antique de les vireyes de Megico que fue quemado en el molin de 8 de Junio de 1692

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OCTAVA DISERTACION.

FORMACION DE LA CIUDAD DE MEGICO,

SEGUN se ha dicho en otro lugar de esta obra, la antigua Mégico se componia de dos ciudades, Tenochtitlan, y Tlaltelolco, que en su principio fueron dos monarquías separadas, sometida la segunda á la primera: con el transcurso del tiempo y el aumento sucesivo de ambas poblaciones, vinieron á quedar reunidas y confundidas en una sola, que fué casi enteramente arruinada en el sitio que le puso Cortés. Este se retiró á Cuyoacán despues de la toma de la capital y prision del emperador Cuauhtemotzin, y dudando si convendria reedificar la antigua ciudad 6 fundar una nueva en otra parte, consultó con sus capitanes y se resolvió por lo primero, siendo los motivos de su determinacion el conservar el nombre de Mégico y el influjo que ejercia sobre todo el pais, y aprovechar las ventajas que la situacion en medio de la laguna proporcionaba, para la defensa y fácil conduccion de todo género de comestibles y efectos. Mas adelante, la consolidacion del dominio español redujo á la nulidad algunas de estas ventajas, que en las circunstancias del momento se habian considerado tan importantes, y entonces, cuando el remedio era ya muy dificil y TOM. II.-26

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