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sus afecciones, y su mayor elogio era el de haber dado libertad á doscientos españoles que tenía en su poder, cuando hacía la guerra de Independencia, el día mismo que supo que su padre había sido ejecutado en México. Virtud digna de un Santo Padre de la Iglesia, si se quiere; pero falta notable de un General, que podía sacar mayores ventajas de los enemigos, cangeándolos con otros, ó armándolos entre sus filas.

«Algunos contestan este hecho, pero Bravo no lo ha desmentido. Sus enemigos le acusan de cruel y sanguinario por algunos actos de severidad que se han cometido en su nombre: yo creo que obrando por sí este hombre, se inclinaría generalmente al bien; mas todas sus acciones son efecto de influencias, que él mismo no acierta á conocer.

«Don Pedro Celestino Negrete, es un General español, que hizo la guerra cruelmente á los insurgentes; se unió á Iturbide en 1821, y sirvió bien á esta causa. Es hombre de un talento mediano, obstinado como sus paisanos, adicto á las ideas de monarquía moderada. Me parece afecto á la nación mexicana, en donde tiene una familia distinguida; y la poca parte que tomó en los sucesos posteriores á la Constitución de 1824, hace creer que preferiría el retiro y la tranquilidad doméstica, á una influencia peligrosa.

<<Don Miguel Barragán, es uno de aquellos personajes que han entrado á figurar en la escena política sin grandes recursos mentales, sin instrucción, sin energía; pero con deseos positivos de hacer un bien á su patria.

<<De consiguiente, cooperó como pudo á la Independencia en 1821, aunque anteriormente había hecho la guerra con los realistas. Introducido en las logias españolas, era en cierta manera como Bravo, el instrumento de los directores. Pero su carácter es suave, y no participa nada de la dureza y obstinación de este General. Barragán, por último, cometerá errores por condescendencia de partido ó de familia, pero no por intención. Don Anastasio Bustamante hizo mucho tiempo la guerra á los patriotas, entre las filas españolas. No es hombre de grandes capacidades ni de genio superior. Tiene mucha calma en sus resoluciones, y no se sabe si esto procede de meditación ó de dificultad en comprender. Pregunta, antes de entrar en un proyecto, si será justo. Pero cuando una vez se ha convencido ó lo parece, se sostiene con constancia. Más le ha acomodado obedecer que mandar en grande, y por esto era tan ciego servidor de los españoles, y de Iturbide después. Tendré ocasión de hablar más adelante de este individuo.

«No es necesario describir el carácter de otros jefes subalternos, cuyos nombres no representan sucesos memorables. En presencia de las cuestiones generales, ligadas al interés público y al honor nacional, que empiezan á nacer en esta época, los nombres propios no tienen valor, sino en cuanto se ligan con las primeras por relaciones íntimas, y en cuanto estos nombres representan un sistema ó un pensamiento político. Bajo este aspecto, es como he considerado á los hombres de quienes hablo. No debo por consiguiente omitir los de los Generales Terán, Santa-Anna y Guadalupe Victoria, que han hecho históricos sus nombres por sus acciones. A la nación importa conocer á sus ciudadanos,

y á la posteridad deben pasar presentados con imparcialidad, para que su juicio no esté fundado sobre conjeturas vagas ó mentirosas tradiciones. La presente generación dirá si al hablar de estos personajes, que han figurado entre sus negocios de estado, doy una plumada, que parezca dictada por otro interés que el de la verdad.

<<Don Guadalupe Victoria es hombre del pueblo; porque su nacimiento, sus trabajos y su fortuna, han sido del pueblo. Siendo estudiante en San Ildefonso de México, dejó el colegio en 1811 para alistarse entre los patriotas, en cuyas filas sirvió, si bien constantemente, no con el éxito que sólo corresponde á los grandes conocimientos, á la actividad y al contínuo trabajo. Tuvo serios disturbios con Don Juan Nepomuceno Rosains y con Don Manuel Mier y Terán, nacidos de disputas sobre el mando. Sus fatigas todas fueron en la provincia de Veracruz y parte de Puebla; varias veces ocupó el puente del Rey (hoy Nacional) é impidió el paso de las tropas españolas al interior, y de los convoyes de platas al puerto; pero nunca dió una grande acción ni sus empresas salieron de la órbita común. Sirvió como podía alcanzar á la causa de la Independencia, y se manifestó contra los proyectos de Iturbide, como hemos visto. Los principales defectos de Victoria, son: la irresolución é indolencia, y mucha presunción de poseer grandes conocimientos, que ciertamente no posee. ¿Y dónde pudo haberlos adquirido? Por lo demás es humano, amante de la libertad y sinceramente deseoso del bien de su patria. Como he de hablar en adelante de este personaje, por el papel que ha hecho después, no me extiendo más sobre su carácter.

«Se ha dicho, con mucha generalidad, que cuando Iturbide entró en Querétaro ó San Juan del Río, Victoria le presentó un plan ridículo de monarquía, cuyas principales bases eran: que el monarca fuese mexicano, que se casase con una india, cuyo nombre debía ser Malinche, aludiendo á la célebre Doña Marina de Hernán Cortés; que Iturbide le despreció y trató como un demente, y que este fué el principio del odio de Victoria contra este jefe. Yo no doy ascenso á esta anécdota, aunque me la han referido personas caracterizadas. Lo que no deja duda, es que Victoria se presentó á Iturbide, y que éste no le consideró capaz de ningún empleo de mucha representación. Quizá esta circunstancia ha contribuido mucho á la elevación de Victoria.

<«<Don Manuel Mier y Terán, es uno de los personajes que más se han distinguido entre los antiguos patriotas y mexicanos independientes por sus conocimientos, sus servicios patrióticos y constante aplicación al estudio. Es quizá el hombre menos franco y más difícil de ser conocido entre sus contemporáneos. Sea por la desconfianza que tiene de los demás, sea por querer aparecer siempre incomprensible, se nota en sus conversaciones cierto embarazo, una obscuridad que no proviene evidentemente de falta de capacidad para explicarse. El modo con que disolvió el llamado Congreso de Tehuacán, explica su carácter. Por lo mismo, no es hombre de voluntad fuerte, aunque está algunas veces convencido de lo que debe hacerse. Esta reserva, esta ambigüedad, no da lugar á las confianzas de la amistad, ni de los partidos, y quizá por esto Terán no

tiene amigos ni partido. Aunque no era del de Iturbide, sólo le hacia la guerra con hipocrecía y sordamente. Le veremos después aparecer en la escena, aunque nunca con mucho brillo.

<<Don Antonio López de Santa-Anna, es uno de los Generales de quien tendré que ocupar muchas veces á los lectores. Habiendo servido al Gobierno español, contra los antiguos insurgentes, tomó parte en el movimiento nacional de 1821, con el ardor y entusiasmo que pone en todas sus empresas. Sirvió útilmente en la Plaza de Veracruz y otros puntos, y su valor, manifestado en todas circunstancias, le grangeó el favor y aun la amistad de Iturbide. Es un hombre que tiene en sí un principio de acción, que le impulsa siempre á obrar; y como no tiene principios fijos, ni un sistema arreglado de conducta pública, por falta de conocimientos, marcha siempre á los extremos, en contradicción consigo mismo. No medita las acciones, ni calcula los resultados, y esta es la razón por la que se le ha visto arrojarse á las más temerarias tentativas, aun sin apariencias de un buen éxito. Baste por ahora este pequeño bosquejo de un General á quien darán á conocer sus acciones, descritas con la imparcialidad con que lo hacemos.

<<He dado algunas pinceladas anteriormente, que dan á los lectores conocimiento del carácter y circunstancias de las personas civiles que tenían influencia en los negocios públicos en la época de que voy hablando. No omitiré dar descripciones más extensas, conforme se vayan presentando en la escena nuevos personajes. En esta época llegó á México Don Miguel Ramos Arizpe, diputado que fué en las Cortes de España, por la provincia de Coahuila, y que se hizo tan notable por su carácter fuerte y tenaz. Sin conocimientos profundos en ningún género, este eclesiástico, con un talento claro y mucha actividad, ha sabido ganarse mucha influencia entre los liberales. Se decía de él, que conocía la intriga, y que en las maniobras de los salones y de las juntas, era muy hábil. Quizás en esto empleaba toda su actividad: lo cierto es que tenía sus subordinados, á quienes empleaba como le convenía, y entre los cuales deben ocupar un lugar los Señores Don Pablo de la Llave, Don Mariano Michelena, Don F. Vargas y el canónigo Couto, que en España, y después en América, sirvieron mucho á sus miras. Tenía un carácter dominante, que no sufría contradicción, y esto le daba ventajas sobre los hombres medianos; pero sabía muy bien plegarse, cuando veía que no podía sacar provecho con la obstinación. Ninguno sostuvo, con más calor y celo, la independencia de la América, y es necesario decir, en obsequio de la justicia, que cuando los Diputados de México pidieron en las Cortes, en 1821, la creación de gobiernos en América y una rama de la dinastía, Arizpe se negó á entrar en ningún llamamiento de familia real. Su alma republicana, repugnaba el nombre de monarquía en su patria; circunstancia tanto más notable cuanto que es un eclesiástico, canónigo de la Catedral de la Puebla de los Angeles.

<<Pero un poco más allá, y después de presentar el acta de independencia, producto de la tal junta nombrada por Iturbide, volveremos á hablar de las cualidades horribles de Bustamante y de los que, cuando se apropió del gobierno de la República, lo acompañaron, tomando su gabinete de Ministros.>>

QUINTA PARTE.

ARTICULO PRIMERO.

ACTA DE INDEPENDENCIA DE MÉXICO.

«<La nación mexicana, que por trescientos años, ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de la voz, sale hoy de la opresión en que ha vivido.

«<Los heróicos esfuerzos de sus hijos, han sido coronados, y está consumada la empresa eternamente memorable, que un genio superior á toda admiración y elogio, amor y gloria á su patria, principió en Iguala, prosiguió y llevó al cabo arrollando obstáculos, casi insuperables.

<<Restituida pues, esta parte del Septentrión, al ejercicio de cuantos derechos le concedió el Autor de la Naturaleza, y reconocer por innegables y sagrados las naciones cultas de la tierra, en libertad de constituirse del modo que más convenga á su felicidad, y con representantes que puedan manifestar su libertad, voluntad y sus designios; comienza á hacer uso de sus preciosos dones, y declara solemnemente por medio de la junta suprema del imperio, que es: NACIÓN SOBERANA É INDEPENDIENTE DE LA ANTIGUA ESPAÑA: con quien en lo sucesivo, no mantendrá otra unión que la de una amistad estrecha, en los términos que prescribieren los tratados: que entablará relaciones amistosas con las demás potencias, ejecutando, respecto de ellas, cuantos actos puedan y están en posesión de ejecutar las otras naciones soberanas, que va á constituirse, con arreglo á las bases, que en el plan de Iguala y tratados de Córdoba, estableció sabiamente el jefe del ejército imperial de las Tres Garantías; y en fin, que sostendrá á todo trance, y con el sacrificio de los haberes y vidas de los individuos (si fuere necesario), esta solemne declaración hecha en la capital del imperio, á 21 de Septiembre de 1821, primero de la Independencia mexicana. -AGUSTIN DE ITURBIDE.-Antonio, Obispo de la Puebla, etc., etc.>>

Sin creer que voy á hacer completamente una descripción justa, de las esperanzas del futuro de Iturbide, me tomo la libertad de manifestar mi juicio, relativamente á que éste no sólo había concebido la idea de unirse á Guerrero, para conseguir la Independencia de México, sino que su castillo imaginario, lo había.

forjado de antemano, para poder conseguir llegar á ser el primero de la patria mexicana, que buscó un ardid, valiéndose del dominio religioso de aquellos tiempos, para conseguir el mando de los ejércitos del Snr. Se ha hablado en la historia general, que Iturbide tuvo conferencías con los padres de la Profesa, y que á estas conferencias llegaron á ir algunas personas particulares, entre las que una iba maliciosamente, con objeto de observar lo que allí pasaba; lo cierto es, que él eligió á uno de esos padres para confesarse, y después de algunos ejercicios de esta materia, recibir la sagrada comunión. ¡Oh! cuán gran paso es este, para hacer creer, de acuerdo con aquellos padres, que la virtud y la santidad habían tomado su asiento en el cerebro y corazón del nuevo jefe del ejército contra los independientes del Sur.

Agustín de Iturbide, me parece que ha hecho un papel en este caso, semejante al que cierto comerciante de Oaxaca hacía en sus devociones.

Este comerciante, iba á la Iglesia del Carmen de Arriba, y aun á otras. El se hincaba devotamente en el lugar más visible: abría los brazos en forma de cruz durante algunos minutos; besaba la tierra ó suelo de la Iglesia; se daba golpes de pecho, y movía los labios que parecían pronunciar algunas oraciones y como los clérigos en general creían en estas pantomimas, llegó á adquirir un crédito místico muy considerable. La virtud y la honradez parecían estar sembradas en su corazón. El primero que tragó el anzuelo, fué el Canónigo Mora, Capellán también de las capuchinas españolas. Al estar de muerte este señor, lo dejó de albacea de todos sus bienes, y en lugar de cumplir con la testamen taría, y repartir estos bienes en su familia, se apropió de ellos, y dejó aquélla en la miseria, buscando un pan con mil trabajos.

No sucedió otra cosa con el Señor Cura Sigüenza, quien lo dejó también de albacea; y su casa, y demás bienes, se apropió de ellos, y con tanta vileza, que á un descendiente de este Señor, le arrebató un reloj viejo, que usaba en memoria de su muy querido ascendiente, y al arrebatárselo le dijo: «Esto no lo debes usar tú » ¡Vaya un modo santo de quedarse con las cosas agenas! En cierta vez, cuando se me negó concurrir con alguna contribución, para recoger las alhajas comunes de la Virgen de la Soledad, y conciliar también el que no hubiera, en tiempo de los franceses, un desbordamiento de las tropas que por hambre podían insurreccionarse y ocasionar un trastorno general, tanto en el comercio y demás casas particulares, como en los mismos templos, cosa que afligía demasiado al General en jefe de la plaza defendida; ofreciéndome este avaro darme un peso, que en semejantes casos no era ni como un grano de trigo; yo me enfadé, no quise tomar su miseria, y después de echarle en cara su vida hipócrita y malvada, me fuí á conseguir por otra parte, con algunos españoles, un auxilio. (Este avaro, en una de sus visitas al «Carmen de Arriba,>> cayó muerto repentinamente). El primer auxilio fué de Don Eustaquio Irigoyen, que me entregó cien pesos; y juntos Irigoyen y yo vimos á otros españoles, quienes me ayudaron con la misma cantidad, hasta reunir entonces quinientos pesos que fui á entregar á la Tesorería, para el rancho del día siguiente; después de haber convenido con el General en jefe, en que pagaba

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