El pensamiento de América

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F. Lajouane, 1898 - 418 páginas
 

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Pasajes populares

Página 149 - ¡Pues bien! yo necesito decirte que te adoro, decirte que te quiero con todo el corazón; que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, que ya no puedo tanto, y al grito en que te imploro te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.
Página 402 - Los claros timbres de que estoy ufano han de salir de la calumnia ilesos. Hay plumajes que cruzan el pantano y no se manchan. ..¡Mi plumaje es de esos!
Página 306 - Cerca, coronado con hojas de viña, reía en su máscara Término barbudo, y como un efebo que fuese una niña, mostraba una Diana su mármol desnudo. Y bajo un boscaje del amor palestra, sobre rico zócalo al modo de Jonia, con un candelabro prendido en la diestra volaba el Mercurio de Juan de Bolonia.
Página 306 - Es noche de fiesta, y el baile de trajes ostenta su gloria de triunfos mundanos. La divina Eulalia, vestida de encajes, una flor destroza con sus tersas manos. El teclado armónico de su risa fina a la alegre música de un pájaro iguala.
Página 307 - Tus labios escarlatas de púrpura maldita sorbían el champaña del fino baccarat; tus dedos deshojaban la blanca margarita "sí... no... sí... no..." ¡y sabías que te [adoraba ya! Después, ¡oh flor de Histeria!, llorabas y [reías; tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo; tus risas, tus fragancias, tus quejas eran [mías.
Página 369 - Sereno corres, majestuoso; y luego en ásperos peñascos quebrantado, te abalanzas violento, arrebatado, como el destino irresistible y ciego. ¿Qué voz humana describir podría de la sirte rugiente la aterradora faz? El alma mía en vago pensamiento se confunde al mirar esa férvida corriente, que en vano quiere la turbada vista en su vuelo seguir al borde oscuro del precipicio altísimo: mil olas cual pensamiento rápidas pasando.
Página 306 - ¿Fue acaso en el Norte o en el Mediodía? Yo el tiempo y el día y el país ignoro; pero sé que Eulalia ríe todavía, ¡y es cruel y eterna su risa de oro!
Página 309 - Que si un pastor su pífano bajo el frescor [del haya, en amorosos días, como en Virgilio ensaya, tu nombre ponga en la canción; y que la virgen náyade, cuando ese nombre [escuche, con ansias y temores entre las linfas luche, llena de miedo y de pasión.
Página 172 - Ora blancas cual copos de nieve, ora negras, azules o rojas, en miríadas esmaltan el aire y en los pétalos frescos retozan. Leves saltan del cáliz abierto, como prófugas almas de rosas, y con gracia gentil se columpian en sus verdes hamacas de hojas. Una chispa de luz les da vida, y una gota al caer las ahoga; aparecen al claro del día, y ya muertas las halla la sombra. ¿Quién conoce sus nidos ocultos? ¿En qué sitio de noche reposan? Las coquetas no tienen morada... Las volubles no tienen...
Página 84 - Mar un Agamenón y un Menelao; de Córdoba un Aquiles; de Necochea un Patroclo y un Ayax; de Miller un Diomedes, y de Lara un Ulises.

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