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dadas de ambas partes. Tal era por lo menos la expectativa en que se complacia el Excmo. señor Director, y el voto mas ferviente del pueblo peruano, animado á la par con su gobierno por el ansia de entregarle al remedio de sus males internos en el seno de la paz inalterable á que le llaman sus sentimientos generosos y americanos, el vivo deseo de no renovar por culpa suya el escándalo de esas luchas fraticidas á que mal de su grado se vió arrastrado en épocas infaustas para su gloria y para su crédito en el continente; de esa paz que mira como primera necesidad y el bien mas inestimable para toda sociedad humana; de la paz, en suma, á que los pueblos autorizados de la cristiandad sacrifican en este siglo cualquier otro interés, que no sea el de la independencia y el del honor condiciones sine qua non de la existencia social de los Estados.

Cualquiera que haya sido el verdadero móvil de la política, en verdad bien poco amistosa del gobierno de V. E. para con el Perú, no temo enunciar francamente á V. E. que el mío no ha desesperado todavía de que la buena inteligencia de entreambos, tan sériamente comprometida, por esas causas, puede revivir antes de haber agotado todos los recursos que ofrecen para la terminación incruenta de las contiendas internacionales las negociaciones diplomáticas, tan eficaces al intento en este siglo de razón y filosofía. Pero V. E. convendrá por su parte en que las violaciones de inmunidad territorial perpetradas en el Perú por partidas armadas en Bolivia para la violenta extracción de emigrados políticos de ese país, refugiados en nuestro suelo, que tuvo efecto en marzo próximo pasado; los movimientos militares emprendidos sobre la línea divisor y la pública y abierta protección acordada á las maniobras del ex-general Torrico, quien no solo ha encontrado en aquel gobierno el asilo debido á la desgracia, sino también apoyo y cooperación para sus proyectos perturbadores, sacando de los cuerpos del ejército los soldados peruanos enrolados bajo sus banderas, haciendo públicos enganchamientos en la ciudad de la Paz, y obteniendo cuantos auxilios ha necesitado para armar y regimentar la turba de aventureros que preside; en una palabra, el hecho ya consumado de la invasión del departamento de Puno por aquel caudillo á la cabeza de setenta hombres de armas, sobre la base de considerar como su cuerpo de reserva al ejército boliviano, son acontecimientos harto gra ves y ruidosos, para que mi gobierno pueda desatenderse de exigir al de Bolivia, y este rehusarse á otorgarle, la reparación conveniente á tamaños males, y una satisfacción proporcionada á ultrajes de tal naturaleza.

A pesar de que todo lo ocurrido había sido anunciado muy de antemano al gobierno del Perú; y aun después de los términos vagos y enfáticos de la autorización concedida al Excmo. señor Presidente de Bolivia, en la ley de 10 de mayo de 1843,

publicada en el "Restaurador", número 40, confirmando aqueIlos anuncios, incrementaron las fundadas sospechas de una próxima invasión, el gobierno Directorial, constantemente guiado por sus sentimientos pacíficos, lejos de dar entero crédito á los avisos de sus agentes, ó colocarse en la actitud que tantas alarmas pudieron haberle aconsejado, acordó en una franca y leal conferencia con el Ministro Residente de Bolivia las estipulaciones que habrá entregado en manos de V. E. el teniente coronel D. Manuel Freire. y de acuerdo con esta polí tica conciliadora escribí á V. E. mi nota de 6 del corriente, que se halla impresa en el adjunto número del “Peruano".

Reposando en el testimonio íntimo de su buena fe, mi gobierno habría aguardado, lleno de la más grata confianza, el éxito de la nota con que mi predecesor en este Ministerio acompañó á V. E. el convenio acordado con el señor Ministro Guerra, y el de la que tengo ahora el honor de incluír impresa, á no sobrevenir el día mismo en que hubo de marchar esta última la noticia de la irrupción consumada en el departamento de Puno por el ex general Torrico á la cabeza de una banda de aventureros, que han afilado en Bolivia sus puñales para esparcir los horrores de la guerra civil sobre un país con el que no les ligan lazos de ninguna especie, y al que sólo vienen á sueldo de un ambicioso, con el dañado designio y la perspectiva alhagueña de satisfacer sus malas propensiones y aplacar la miseria que los abruma.

A vista de un atentado semejante y de los informes fehacientes sobre la publicidad de los aprestos de esta empresa hostil, y la cooperación de las autoridades bolivianas, mi gobierno contempló ya extemporáneo y contrario á su decoro dar curso á la nota ya publicada en "El Peruano", cuyo lenguaje, quizás sobrado dubitativo, podría interpretarse hijo de una flaqueza, que está muy lejos de su ánimo y del espíritu del pueblo que tiene la honra de representar ante las Potencias extranjeras. Contenía, entre otras cosas, aquella nota, una breve justificación respecto á los motivos ostensibles de la facultad otorgada por la Convención Boliviana para emplear fuera del territorio las fuerzas militares; que si bien pudo creerse oportuna antes de los últimos sucesos, parecía después poco honrosa para el gobierno que descendía á sincerarse de tan absurdas imputaciones. Porque en efecto: que S. E. el Supremo Director, cuyo acérrimo y activo empeño, cuyos esfuerzos y sacrificios infatigables por el recobro de la independencia é integridad del Perú, cuando este país se hallaba uncido bajo el yugo de las fuerzas de Bolivia, son tan notorios en Chile, en el Perú, y en esa misma República, se vindicase de las inconcebibles é injuriosas aprehensiones implícitamente manifestadas por la Convención de Bolivia, y refutara recelos tan injustos, precisamente ante el jefe actual de Bolivia, que perteneció decidi

damente á las banderas enemigas de la Restauración; y esto después de las hostilidades cometidas bajo el amparo de aquel jefe, habría sido á los ojos del Excmo. Supremo Director un acto poco digno de respeto que los jefes de las naciones se deben á sí mismos y á la dignidad del pueblo que les ha encomen-dado la defensa de su honra.

A pesar de este justo miramiento, y de lo innecesario que considera S. E. desvanecer los quiméricos temores que parece haber abrigado la Convención Boliviana respecto a las disposiciones del gobierno del Perú sobre los principios de la restauración; ya que se ha estimado preciso exigir del gobierno de V. E. la satisfacción que requiere una presunción tan ofensiva, el Gobierno, á cuyo nombre hablo, siempre conducido por la noble franqueza que rige su administración, no tiene embarazo en repeler los vagos y aéreos recelos que tanto le ofenden. En el estado presente la palabra Restauración no tendrá quizá una aserción perfectamente definida para ambos gabinetes, y su diferente inteligencia podría conducirnos á dolorosos extravíos. Permítame V. E. repetirle que si por la causa de la Restauración se entiende la de un gobierno nacional, independiente de todo gobierno extraño, la perenne subsistencia de la integridad territorial de las Repúblicas americanas, de manera que no llegue á verificarse la desmembración de cualquiera parte del territorio de alguna, afectando el equilibrio continental, y la firmeza del principio de la no intervención de cada gobierno en las cuestiones domésticas de otro, mas o menos veci nos, el del Perú puede blasonar de que ninguno de los americanos tiene mayor interés, ri profesa adhesión decidida á seme. jante causa. Al asentar esta proposición, podria recordar, si no temiese incurrir en alusiones desagradables, que la posición geográfica de este pais, y, aun mas que ella, los hechos todavía may recientes de la intervención armada que trajo en pos de si el establecimiento de la Confederación, que tanto alarma hoy á Bolivia, son pruebas y recuerdos de lo que el Perú tiene que temer de esa ingerencia extraña: principio que Bolivia, por su parte, rechazó tan firmemente en 1842, y que sin embargo parece adoptar hoy en apoyo de un emigrado peruano.

Reasumiento los objetos de este despacho, y después de la solemne declaracion que acabo de consignar, mi gobierno se cree con derecho de exigir del de V. E. una explicación bastante satisfactoria sobre la enfática amenaza contenida en la ley de la Convención de Bolivia de 10 de mayo último, sobre la protección y ayuda que el ex-general Torrico ha conseguido delas autoridades bolivianas para armar, organizar é introducir enel Perú la guerrilla perturbadora á cuya cabeza ha entrado en él, atravesando los caminos reales de Bolivia, y, en fin, sobre el estado equívoco de las relaciones presentes entre los dos Estados que uno y otro tienen igual interés en dejar definitivamente

aclaradas y que por cierto no es imputable al gobierno del Perú, contra el que ningun agravio, puede alegar el de V. E.

Si existiese cualquier motivo razonable de discordia ó alguna justa reclamación contra mi gobierno de parte del de Bolivia, V. E. debe saber que, poniendo en uso los medios sancionados por el derecho y por la práctica de las naciones, el gobierno boliviano,como cualquiera otro del mundo, encontraría en el gabinete actual del Perú la mejor disposición para hacerle pronto justicia, asi como, en reciprocidad, no puede menos de exigir la satisfacción ámplia y cumplida que demandan los agravios positivos que se le han inferido.

En conclusión debo manifestar á V. E. que mi gobierno alimenta todavía la esperanza de que, mas bien cerciorado el gobierno boliviano de la sincera disposición de esta República para transar por mútuas explicaciones y entenderse amigablemente en las diferencias que pudieran ocurrir, quiera reparar los daños que ya nos ha ocasionado su mala inteligencia. Confía de igual modo mi gobierno y me ha encargado muy especialmente de significarlo á V. E. en que no habrá inconveniente, por parte de la administración boliviana, para dar razón satisfactoria de los hechos hostiles que llevo mencionados, y de la tendencia de la ley convencional que ha venido á turbar inopinadamente el reposo del Perú amagando su paz futura.

Con tan lisonjera esperanza, reitero á V. E. la seguridad de la profunda consideración y aprecio con que soy de V. E. muy atento y obsecuente servidor.

MANUEL Ros.

A S. E. el señor Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Bolivia.

República Peruana

Casa del Supremo Gobierno en Lima, á 12 de junio de 1843

CIRCULAR Á LOS GOBIERnos del coNTINENTE

Excmo. señor:

Los escandalosos acontecimientos ocurridos en el Sur de

esta República á fines de mayo próximo pasado y principios del corriente, que hallará V. E. consignados en los números del periódico oficial que tengo la honra de incluirle, han acreditado, de una manera evidente, la siniestra y errónea política adoptada por el actual gobierno de Bolivia respecto de la que acaba de erigirse en el Perú por la expresión más pronunciada y solemne de la voluntad nacional. El Excmo. señor Supremo Director, que quiere dar al mundo entero testimonios auténticos del alto y sincero respeto que profesa á los principios conservadores de las sociedades, y tiene un interés aún más particular y decidido en manifestar á los gobiernos vecinos y hermanos, más instruidos de las frecuentes y malhadadas colisiones en que se han visto envueltos en épocas antiguas y recientes estos dos pueblos contiguos, su vivo y ardiente anhelo por mantener á toda costa el estado de perfecta paz y las relaciones más amigables con la nación boliviana, me ha ordenado expresamente dirigirme al respetable gobierno de.......... ...................................... por el digno órgano de V. E.,para declararle que, sean cuales fueren las consecuencias que puedan sobrevenir por las injurias inferidas y por el espíritu hostil del gabinete de Bolivia hacia el Perú, este gobierno, ni los ha provocado en manera alguna, ni podrá considerarse por tanto responsable de la turbación de la paz del Continente y de la continuación del descrédito con que nuestros desórdenes internos y nuestras sangrientas querellas internacionales han deshonrado á las secciones Hispano-Americanas á los ojos de los Estados del antiguo mundo.

Cuando el gobierno del Perú, alhagado por las pruebas inequívocas que recibía constantemente del afecto que le consagraban los pueblos y del interés que mostraban por su estabilidad, veía, complacido en torno suyo, á los hombres más distinguidos del país por sus virtudes, por su capacidad, por sus servicios, por su influjo social y por su personal interés en la conservación del orden y en la marcha progresiva de las vitales reformas que acababa de emprender; cuando satisfecho de su política esencialmente pacífica y leal, protestada con toda solemnidad á los gobiernos de la época, creía próximo el tiempo en que principiase á dar garantías de subsistencia el estado de tranquilidad á que se dirigían todos sus conatos, y porque suspiran todas las clases del Estado, la ley dictada por la Convención Nacional de Bolivia, (1) que también se registra en el incluso "Peruano" extraordinario número 60, ha venido á destruír tan risueñas y consoladoras esperanzas.

El Gobierno Directorial, celoso de reivindicar el honor de la Nación que preside, y que sin culpa de parte suya ha sido herido en épocas anteriores por la opinión de los demás Estados continentales á causa de las guerras á que ha servido de tea

(1) Esa ley se registra en la página 508

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